Conéctate, febrero 2022: Popurrí

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CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

Año 23 • Número 2

EL DIOS PUEBLERINO

Trasfondo cultural de Jesús

Mi guerra con el espejo

Cambio en mi modo de verme

El alemán feliz

Aleccionador accidente

Minimalismo

La sencillez primero


Año 23, número 2

A NUESTROS AMIGOS ¿palabras no rompen huesos ? Ahora que el mundo anda tan ligero de palabra y las redes sociales se llenan de injurias y de improperios, he estado pensando harto en el poder de la lengua y la contundencia y consecuencia que tienen nuestras palabras. La prudencia en el hablar no es precisamente mi fuerte —debo admitir—; de ahí que me detenga en el tema. En todo caso creo que a todos, en una u otra medida, se nos aplica el cuento, pues como dice el apóstol Santiago en su punzante capítulo sobre la lengua: «Si alguno no ofende en palabra, es una persona perfecta».1 Dada la rapidez de las comunicaciones actuales, sumada a nuestra obstinada irreflexión, viene bien recordar la importancia de lo que decimos y cómo lo decimos. Se nos olvida que hablar no es razonar. Disparamos lo primero que se nos viene a la cabeza, sin reparar en el daño descomunal que los seres humanos podemos infligir, no solo de obra, sino de palabra. Una palabra puede dar vida o puede matar. Basta repasar los casos de suicidio adolescente motivados por las burlas y el matonismo en redes sociales. En ese sentido, la Biblia es un tesoro de sabios consejos. Es tal el poder de las palabras, que según la Escritura, el universo ha sido modelado por la Palabra de Dios.2 Nuestras palabras tienen la virtud de edificar o de destruir. Reza el proverbio: «La muerte y la vida están en poder de la lengua».3 «Os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio, pues por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.»4 Ese dicho de Jesús basta para meternos un poco de susto santo en el cuerpo. El apóstol Pablo nos exhorta a evitar que salgan de nuestra boca palabras corrompidas, a no emplear lenguaje grosero, obsceno u ofensivo, sino el que sea bueno para edificar a la comunidad.5 Lengua sabia a nadie agravia, enseña el refrán. Es más, «como manzanas de oro en engastes de plata es la palabra dicha a su tiempo». Los artículos de Steve Hearts (pág.6) y Amy Mizrany (pág.10) son un interesante aporte en este sentido. Jesús nos recuerda que lo que sale de nuestra boca es lo que desborda de nuestro corazón. Es cierto, pues, aquello de que no dice más la lengua que lo que siente el corazón. Por eso de nosotros, los cristianos, que hemos tenido un cambio de corazón, se espera un cambio de discurso, un vocabulario distinto. De ahí que una buena oración sea pedir al Señor que anide en nuestro corazón y viva en nosotros, de suerte que lo que brote de él sea bueno, amable y alentador, y así sostener con una palabra al fatigado en vez de abatirlo.6

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Gabriel García V. Director

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Gabriel García V. Gentian Suçi Ronan Keane

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1. Santiago 3:2

4. Mateo 12:36,37

2. Hebreos 11:3

5. V. Efesios 4:29

Publicaciones/Editorial Mundo Hispano.

3. Proverbios 18:21

6. Isaías 50:4

Utilizados con permiso.

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Anna Perlini

LA TERRAZA Hace catorce años me invitaron a una fiesta de despedida organizada por una amiga mía y que tuvo una altísima concurrencia. Nunca había estado allí, y esa tarde, al llegar, se nos escoltó amablemente a una amplia terraza donde nos sirvieron bebidas y entremeses. No tenía ni idea de lo que nos depararía la vida. Aún recuerdo la sensación que experimenté al ver por primera vez el panorama tan impresionante que se divisaba desde aquella terraza: un mar azul profundo rodeado de colinas verdes, islas a la distancia y un cielo espectacular. Me quedé inmóvil por unos minutos contemplando y admirando esa maravilla que parecía haber surgido de la nada. No fui la única. La mayoría de los invitados pasaron un buen rato apoyados sobre la baranda comentando el paisaje. Poco después, esa casa de la vista espectacular se convirtió en mi 1. Salmo 51:12 (NBLA) 2. http://www.perunmondomigliore.org/

residencia. ¡Tras una serie de sucesos fuera de serie, terminamos alquilando esa mismísima casa apenas un par de meses después de ese memorable primer encuentro en la fiesta de despedida! En el transcurso de los últimos catorce años, aparte de vivir en esa casa, hemos dictado allí seminarios, organizado campamentos de verano y recibido un sinfín de huéspedes de numerosos países. Ellos también, como me pasó a mí, siempre terminan en la terraza contemplando boquiabiertos el imponente paisaje. Por las noches, antes de retirarse y por las mañanas al despertar los veo ahí, sentados, gozando de la vista, y a través de ellos revivo la emoción que experimenté esa primera vez. Ojalá pudiera decir que he conservado ese mismo sentido del asombro, pero debo confesar que ya me he familiarizado con el paisaje. Supongo que es un rasgo de la naturaleza humana: sucede en las relaciones, con las comodidades materiales de las que disfrutamos e incluso en nuestra

vida espiritual. Empezamos a dar por hechas ciertas cosas y nos acostumbramos a su belleza y su utilidad hasta que a la larga terminamos dejando de advertirlas. Será por eso que la Biblia dice: «Restitúyeme el gozo de Tu salvación.»1 A veces esa restitución se da cuando observamos la vivencia que tienen otros o cuando los ayudamos a descubrir algo que a nosotros también nos resultó maravilloso alguna vez. Pero más allá de cómo nos suceda, viene bien, en nuestra propia existencia, explorar vías o mecanismos para apreciar y valorar esa frescura y recuperar nuestra capacidad de asombro. Pronto nos mudaremos a otra casa, y como se imaginarán, me sorprendo pasando más tiempo que nunca mirando la vista desde la terraza. Anna Perlini es cofundadora de Per un Mondo Migliore 2 , organización humanitaria que desde 1995 lleva a cabo labores en los Balcanes. ■ 3


María Fontaine

VICTORIA EN TIEMP

Cuando pedí a Jesús que me indicara cómo darles ánimo para las dificultades que ustedes —o un amigo o ser querido— pudieran estar pasando, me trajo al pensamiento la vida venidera. Al repasar algunos pasajes de las Escrituras acerca de la gloria del Cielo, comparada con el dolor, los pesares y problemas de esta vida, se obtiene la estupenda certeza de que, como dice una canción antigua: Tras la fatiga y calor del día, cuando pase ya toda vicisitud y se despeje la melancolía, ¡por fin veré a Jesús! Cuando queden las penas atrás, el frío inclemente y la acritud, vendrá tras el conflicto la gloriosa paz, ¡y por fin veré a Jesús!1

1. “After,” N. B. Vandall, 1932 2. V. Filipenses 4:8 3. Apocalipsis 21:1-5 (NTV) 4. Apocalipsis 7:9 (NTV) 5. Hebreos 11:10 (NTV) 6. Hebreos 11:16; 1 Corintios 2:9 (NTV) 7. Juan 14:2,3 (BLPH) 4

¡Nos espera un estupendo futuro! No nos centremos tanto en las dificultades de hoy que no tengamos el Cielo siempre presente. Dios sabía que Sus hijos necesitaríamos garantías sobre nuestro futuro celestial para infundirnos esperanza. Su Palabra nos exhorta que pensemos en todo lo bueno, lo verdadero, lo puro, lo bello, lo excelente, lo digno

de alabanza y lo que suponga virtud.2 ¡Qué descripción más acertada del Cielo! Juan nos habló del nuevo Cielo y la nueva Tierra. Y creo que vale la pena repetirlo cuando necesitamos poner la mirada en las cosas de arriba. «Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y también el mar. »Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo desde la presencia de Dios, como una


POS DIFÍCILES

novia hermosamente vestida para su esposo. Oí una fuerte voz que salía del trono y decía: “¡Miren, el hogar de Dios ahora está entre Su pueblo! Él vivirá con ellos, y ellos serán Su pueblo. Dios mismo estará con ellos. »”Él les secará toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más”. Y el que estaba sentado en el trono dijo: “¡Miren, hago nuevas todas las cosas!” Entonces me dijo: “Escribe esto, porque lo que te digo es verdadero y digno de confianzas”.»3

«Después de esto vi una enorme multitud de todo pueblo y toda nación, tribu y lengua, que era tan numerosa que nadie podía contarla. Estaban de pie delante del trono y delante del Cordero. Vestían túnicas blancas y tenían en sus manos ramas de palmeras.»4 En este mundo no tenemos una ciudad permanente. Pero buscamos la ciudad que vendrá: «Una ciudad de cimientos eternos, una ciudad diseñada y construida por Dios».5 Algún día llegaremos a esa «patria superior, es decir, la celestial», que esperamos y anhelamos. «Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente ha imaginado lo que Dios tiene preparado para quienes lo aman.»6 Jesús dijo: «En la casa de mi Padre hay lugar para todos; de no ser así, ya se lo habría dicho; ahora voy a prepararles ese lugar. Una vez que me haya ido y les haya preparado el lugar, volveré y los llevaré conmigo, para que puedan estar donde esté yo».7 Podemos incorporar las promesas de Dios acerca del Cielo a los cimientos de nuestra fe, así como lo hemos hecho con el conocimiento de nuestra salvación. Podemos afirmarnos en esas promesas en los momentos en que las cosas se vean muy negras.

Dios no tenía que hablarnos por anticipado de las magníficas realidades que nos aguardan en el Cielo; se lo podría haber reservado para que fuera una sorpresa. Sin embargo, Él sabía que esa imagen del futuro nos motivaría y nos ayudaría a superar las dificultades cotidianas que enfrentamos en la Tierra. Habiendo sido tan favorecidos con la Salvación y con lo vital que es nuestro lugar en este mundo, es indudable que se nos presentarán obstáculos, que pasaremos contrariedades y que tendremos batallas. Pero con todo y con eso, no estamos solos. Él hace que nos lluevan bendiciones mientras nos guía a través de los atolladeros de esta vida. Él siempre es más grande que nuestros problemas. Cuando necesites renovación, cuando te invada el cansancio, no dejes de tener presentes las realidades del Cielo. Luego, acuérdate de lo que el Señor está haciendo en esta Tierra y de la importancia que tiene tu razón de ser aquí y el lugar que ocupas como uno de Sus hijos. Enfrenta tus dificultades con fe y valor, sabiendo que por medio de tu ejemplo puedes dar a otros la oportunidad de hallar esperanza en Jesús y las respuestas que anhelan. María Fontaine dirige juntamente con su esposo, Peter Amsterdam, el movimiento cristiano La Familia Internacional. Esta es una adaptación del artículo original. ■ 5


OJO CON LO QUE DICES Steve Hearts

¿Eres de ese tipo de personas

a las que les encanta hablar? En ese caso, te pareces a mí. Me encanta charlar con la gente, tanto en persona como por teléfono. También participo activamente en diferentes formas de mensajería en línea y en las redes sociales. La capacidad de hablar y comunicarse con los demás es un don de Dios. Hebreos 13:16 dice: «Y de hacer bien y de la comunicación no os olvidéis:»1. Por otra parte, un sabio dijo una vez que «hay un tiempo para callar y un tiempo para hablar»2. Cuando niño yo era un parlanchín incesante. A menudo monopolizaba las conversaciones, interrumpiendo con frecuencia a las personas con comentarios o preguntas antes que terminaran de expresar su punto de vista. Como era de esperarse, con el 1. (RVA) 2. Eclesiastés 3:7 (NVI) 3. Deuteronomio 27:9 4. V. Génesis 37:6-9 5. Proverbios 17:28 6

tiempo me encontré con personas que me hacían lo mismo a mí, lo que me hizo comprender lo que era ser el objeto de esas interrupciones o tener que soportar al que habla sin parar. Por eso desde entonces me esfuerzo por hablar menos y escuchar más, lo cual en términos generales ha contribuido enormemente a mejorar mis relaciones con los demás. Dios ordenó a Israel: «Guarda silencio y escucha»,3 lo que para muchos conversadores, como yo, cuesta. Hace falta un esfuerzo para callar cuando la situación lo pide. Hubo ocasiones en las que me apresuré demasiado a responder preguntas y terminé arrepintiéndome. Uno de esos incidentes ocurrió en una reunión social a la que asistí con compañeros de trabajo. Alguien me preguntó, medio en broma, qué tal me llevaba con un compañero en particular. En ese momento resulta que tenía conflictos precisamente con esa persona y ventilé algunos de ellos, pensando que ese compañero no estaba por ahí. Como soy ciego, reconozco a la gente más que nada

por la voz. Ya podrán imaginarse mi sorpresa y mi vergüenza al oír de repente la voz de aquella misma persona pegada a mí del lado opuesto: —Escuché todito lo que dijiste, Steve. Un ejemplo bíblico es el de José. Él también pagó un precio muy alto por no haber sabido refrenar la lengua. Era el hijo preferido de su padre, lo que provocó los celos de sus hermanos. Para colmo, tuvo dos sueños en los que aparecía gobernando a su familia y no se le ocurrió mejor idea que contárselos a sus hermanos4. Estos se enfadaron tanto con él que lo arrojaron a una cisterna y lo vendieron a esclavitud. Aunque contener la lengua no es lo más fácil para algunos de nosotros, a menudo es lo más prudente. «Aun el necio, cuando calla, es tenido por sabio; el que cierra sus labios es inteligente.»5 Steve Hearts es ciego de nacimiento. Se desempeña como escritor y músico y pertenece a la Familia Internacional en Norteamérica. ■


Joyce Suttin

MINIMALISMO Aunque tengo hambre, no se me ocurre nada para comer. Voy al refrigerador con miras a decidir qué hacer para cenar y me alejo decepcionada. Nada me atrae. Durante los últimos años se me han presentado sensibilidades a varios alimentos que limitan lo que puedo comer. No son potencialmente mortales, como pueden ser algunas alergias, pero el placer momentáneo de comer alimentos contraindicados no vale la pena comparado con el malestar que me producen. La primera fue la intolerancia a la lactosa. Después de haber crecido en una granja lechera y de haber bebido siempre mucha leche y consumido productos lácteos, fue un shock darme cuenta de que ya no podía digerirlos. Puedo beber algunas leches no lácteas y comer mantequilla y algunos quesos duros, pero hasta el yogur con lactosa me produce malestares digestivos. Cuando los trastornos continuaron, descubrí que también era sensible al gluten y a la fructosa. Eso sí que condicionó seriamente lo que

podía comer. El día que volví a casa, después de ver al médico, con la lista de alimentos que ya no debía comer, me di una vuelta por el supermercado y me invadió una desazón por todos los alimentos que disfrutaba y que ya no podría comer. Me he convertido en una ávida lectora de ingredientes, lo que me ayuda a tomar decisiones sensatas y saludables sobre los alimentos que consumo. Se podría decir que me he transformado en una minimalista gastronómica. Tengo una lista limitada de alimentos que puedo consumir y trato de llevar una dieta equilibrada con muchas verduras y algunas frutas, pollo magro, huevos y pescado, arroz integral y una pequeña cantidad de queso duro. Pero a veces, como hoy, querría darme el gusto de comerme algo bien decadente. Sin embargo, me abstengo, porque sé que después tendría malestar estomacal toda una semana. No puedo evitar hacer una comparación con mi vida espiritual. A veces me parece aburrido limitar

los audiolibros que escucho, y quiero probar algo diferente. Me encanta escuchar audiolibros a la hora de dormirme. El problema es cuando pruebo algún libro que sé que no es bueno para mí: mi mente queda plagada durante días de imágenes en las que preferiría no pensar. Así que opto por ser minimalista. Prefiero comer mi salteado de pollo y verduras. Prefiero escuchar los salmos por la 119ª vez mientras me voy a dormir, que tener que lidiar con las secuelas de alguna narración que me mantiene fascinada pero a la larga no me sienta bien. Estoy agradecida por mi estómago susceptible que me mantiene en vereda con respecto a mi alimentación. También doy gracias por tener un espíritu sensible que me indica lo que es y lo que no es sano alojar en mi pensamiento. Joyce Suttin es docente jubilada y escritora. Vive en San Antonio, EE.UU. Su blog se encuentra en https://joy4dailydevotionals.blogspot.com/. ■ 7


Scott MacGregor

EL DIOS PUEBLERINO

Últimamente me he dado

cuenta de que mis percepciones del lugar donde Jesús vivió de niño y de joven estaban equivocadas. Siempre he sabido que Galilea se situaba en el norte de Israel y a considerable distancia de la gran ciudad de Jerusalén. Pero solo hasta hace poco 1. Mateo 26:73 (NBV) 2. Juan 7:52 (BLP) 3. Juan 1:46 4. V. Hechos 5:37 5. www.just1thing.com

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llegué a comprender que en realidad Galilea quedaba en el quinto pino y que su ubicación geográfica repercutió muy particularmente en Jesús y en Sus seguidores, así como en los judíos de Su época. Analicemos un poco el ambiente cultural y social de entonces. La zona de Galilea es en gran parte una región agreste y montañosa, y en aquella época, un lugar atrasado, un páramo cultural que desde hacía siglos estaba marginado de los modos de vida y costumbres judíos. Cuando

Israel se escindió en dos reinos tras la muerte del rey Salomón, Galilea formaba parte del reino del norte, que abandonó el culto del Dios único y verdadero y a la postre, en el año 721 a.C., acabó conquistada por una potencia extranjera. La clase dirigente y los habitantes de las ciudades fueron deportados; mientras que la mayor parte de los pobres, según parece, permaneció en la zona en una economía de subsistencia. Siglos después, en el año 586 a.C., el reino del sur o de Judá, fue a su vez


conquistado por los babilonios, que se llevaron cautivos a los habitantes. Con el tiempo, sin embargo, a estos se les permitió regresar. Cuando lo hicieron, reconstruyeron su templo y compilaron la Torá, los primeros cinco libros de la Biblia. Desde entonces centraron su gobierno y su religión en torno a esos cinco libros. Así y todo, se mantuvieron disociados de los sobrevivientes del reino del norte que vivían en Galilea. A la larga las dos zonas cayeron bajo el dominio de los griegos seléucidas, hasta que los judíos del sector aledaño a Jerusalén organizaron una revuelta y obtuvieron su independencia, encabezada por la dinastía de los macabeos. Cuando estos llegaron al poder en Judea se dedicaron a conquistar las tierras colindantes y alrededor del año 100 a.C. conquistaron la zona de Galilea e impusieron allí sus leyes, que como ya dijimos, se basaban en los primeros cinco libros de la Biblia. Así de reciente había sido la integración de los galileos a la religión y modo de vida judíos. Evidentemente los judíos de la zona de Jerusalén no tenían un buen concepto de los galileos. Estos últimos hasta hablaban con un dejo distinto, como lo indica el comentario que le hicieron a Pedro la noche del juicio a Jesús: «No puedes negar que eres uno de los discípulos de ese

hombre [Jesús de Galilea]. ¡Hasta tu manera de hablar te delata!»1 Quizás hasta el propio Jesús hablaba con un acento que a los de Judea les sonaba raro. De ahí que para los principales sacerdotes y los fariseos la sola idea de que un profeta, ya no digamos el Mesías, saliera de Galilea, era ridícula. Hasta se burlaron de uno de los suyos, Nicodemo, por siquiera pensar que aquello podía ser posible. «¿También tú eres de Galilea? Examina las Escrituras y verás que de Galilea no ha salido jamás un profeta.»2 Además, todo parece indicar que el pueblo donde vivía Jesús era particularmente despreciado. El Evangelio de Juan narra que uno de los apóstoles de Jesús, Natanael, llegó a decir: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?»3 Ni los mismos romanos tenían buena opinión del lugar. El libro de los Hechos señala que un tal Judas de Galilea había iniciado una revuelta antes que lo mataran y sus secuaces fueran dispersados.4 Los romanos también habían aplastado allí una rebelión alrededor del año en que nació Jesús y destruyeron Séforis, la ciudad más importante de Galilea, ubicada a poca distancia de Nazaret. La mayoría de las personas ignoran que Jesús realizó la mayor parte de su ministerio en Galilea y que solo de tiempo en tiempo visitaba Judea. No es de extrañar, pues, que mucha gente de la élite cultural e intelectual del país lo recibiera con rudeza. A veces hasta yo mismo me pregunto con cuánto entusiasmo habría acogido a Jesús y Sus enseñanzas de

haber andado yo por ahí en aquella época. Eso sí, no hay lugar a dudas de que muchos lo siguieron. Y no solo gente de Galilea, sino judíos de toda la cuenca mediterránea. Apenas cincuenta días después de haber sido vilmente ejecutado en Jerusalén, los miles de judíos reunidos allí para celebrar una importante fiesta religiosa decidieron que aquel galileo no era solo un profeta sino además el tan largamente anhelado Mesías, y abrazaron con pasión su flamante movimiento cristiano. ¿Qué locura se les metió? Ninguna. Fue Dios el que se les metió y con potencia. El movimiento cristiano había nacido. Al poco tiempo ya no eran solamente los judíos, sino gente de una diversidad de naciones del Imperio romano y allende que abrazaron la fe en el Dios pueblerino. Tardó más de trescientos años para que en muchas partes fuera aceptable, incluso preferible, ser cristiano. No obstante, si se tiene en cuenta que todo se originó en la que podría haberse calificado la parte más insignificante de la provincia más conflictiva del mundo romano, con un hombre que predicó durante tres años y fue ajusticiado como delincuente, es como para caerse de espaldas. Scott McGregor es escritor y comentarista y vive en Canadá. Este artículo es una adaptación de un podcast publicado en Just1Thing, 5 portal cristiano para la formación de la juventud. ■ 9


Si aún no has experimentado una relación personal con Jesús, Él desea formar parte integral de tu vida, tanto aquí en este mundo como en el otro por la eternidad. Puedes iniciar esa relación con Él rezando la siguiente oración: Jesús, te ruego que me perdones todas mis faltas. Te abro la puerta de mi corazón y te invito a entrar en mi vida. Lléname de Tu amor y del Espíritu Santo, ayúdame a conocerte y guíame por la senda de la verdad. Amén.

Amy Joy Mizrany

EL ARTE DE ELOGIAR

Mi profesor de música tenía más de 70 años, era amable, chapado a la antigua y algo exigente y mañoso. Sin embargo, tenía el don de hacerte sentir especial. Siempre te tomaba en serio y se interesaba por tus planes y expectativas de cara al futuro. Me di cuenta de que cuando me preguntaba cómo estaba, en verdad quería una respuesta que no fuera un lugar común y le acomodaba perfectamente bien que le contaras con todo lujo de detalles cómo había sido tu semana y lo que habías hecho. A pesar de que soy excesivamente desenvuelta y tengo mucha energía, él sonreía ante la imprudencia de mis afirmaciones y mi desmesurado entusiasmo. Decía que eso demostraba que era una líder y que iba a llegar lejos. Me enseñó muchas cosas, pero una de las más importantes que aprendí de él fue cómo prodigar un cumplido. A continuación, algunos de los atributos que observé en él: • Hacía elogios improvisados, pero siempre específicos y 10

personalizados. Su amabilidad al hablar nunca era solo por cortesía o por deber social. Daba la sensación de que prefería no decir nada antes que hacer un comentario genérico o banal. • La mayoría de los elogios que dispensaba eran un reconocimiento de algún esfuerzo o característica positiva que quería que sus alumnos exhibieran. Hasta cuando elogiaba un atuendo, decía algo que reconocía el esmero y respeto por uno mismo que suponía ir bien arreglado. • Hacía comentarios honrosos sobre las personas, estuvieran presentes o no para escucharlos. Esa fue una de las cosas que me llevaron a comprender su autenticidad y sinceridad: no lo hacía para acariciar el ego de la gente o con el solo fin de que otros se sintieran bien consigo mismos, sino porque apreciaba sinceramente algo de ellos o le gustaba algo que hacían. • Si oía a alguien decir algo positivo sobre ti, siempre transmitía

lo que habían dicho. En cambio, nunca le oí decir o repetir nada negativo. Su secreto era que simplemente se interesaba por las personas y tenía la humildad para detenerse y prestarles atención. Gracia a ello creó una red de personas —tanto de colegas como de alumnos— que lo querían. En realidad nunca hablaba de nada que no estuviera relacionado con la música. Desde luego, no enseñaba ni daba conferencias sobre ningún otro tema; pero así sus alumnos llegaran a ser músicos, profesores, médicos, deportistas, pastores o ingenieros, todos nos volvimos más amables gracias a sus elogios. Amy Joy Mizrany nació y vive en Sudáfrica. Lleva a cabo una labor misionera a plena dedicación con la organización Helping Hand. Está asociada a LFI. En su tiempo libre toca el violín. ■


Virginia Brandt Berg

SER RICO PARA CON DIOS Jesús dijo: «Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón».1 Hay quienes citan ese verso al revés: «Donde esté tu corazón, allí estará también tu tesoro». Pero no es así como lo consigna la Escritura. El Señor dijo: Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón. Mateo 6:19-21 dice: «No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten 1. Mateo 6:21 2. (NVI) 3. Marcos 10:24 4. Lucas 12:20,21 5. Filipenses 3:8

a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón».2 No creo que Dios le adjudique ningún valor especial a la pobreza ni tampoco que las riquezas cierren la puerta de los cielos, aunque Cristo dijo: «Cuán difícil les es entrar en el reino de Dios a los que confían en las riquezas.»3 Fíjense que dice: Cuán difícil es a los que confían en las riquezas». La clave está en lo que uno deposita su confianza. En Lucas 12, al hombre rico de los graneros se lo tildó de necio porque no era rico para con Dios, no porque tuviera riquezas. Al calificarlo de necio, el Señor dijo: «Así es el que hace para sí tesoro y no es rico para con Dios».4 Ese es el quid de toda la cuestión, que no era rico para con Dios.

He estado examinando mi propio corazón para ver si soy profunda y verdaderamente rica para con Dios. ¿Y qué me dices de ti? ¿Haces hincapié en las cosas debidas? ¿En las eternas? ¿O dedicas tu tiempo y pensamientos a lo material? De ser así no eres rico para con Dios. No estás acumulando tesoros en el cielo. Pablo dijo: «Estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual, lo he perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo».5 Virginia Brandt Berg (1886–1968) fue una escritora y evangelizadora estadounidense. Esta es una adaptación del artículo original. ■ 11


Lo llamábamos el alemán feliz.

EL ALEMÁN FELIZ

Miré estupefacto el auto aparcado delante de nuestra Es que era nacido en Alemania y afirmaba que siempre casa y me quedé boquiabierto. El guardabarros trasero se sentía feliz. Desde luego es encomiable tener una Koos visión Stenger había desaparecido por completo y toda esa parte quedó positiva de la vida, y a mí siempre me han animado las reducida a un amasijo de metal retorcido. palabras del apóstol Pablo, que dijo que había aprendido a —Lo siento —murmuró—. Pero de golpe apareció ahí contentarse en cualquier situación en que se encontrara1. ese árbol. Lo bueno es que el auto todavía anda. En todo caso, yo no estaba tan convencido de que el aleMe hirvió la sangre. Ni siquiera era el hecho de que mán feliz dominara del todo ese arte, ya que la infelicidad el vehículo quedara para el arrastre. Obviamente eso no a menudo se le dibujaba en el rostro. A pesar de ello, sea era una buena noticia; lo que me afectó fue su actitud como fuere, él se empeñaba en que era perfectamente despreocupada e indolente y la sonrisita impenitente en su feliz. rostro cuando dijo: Bien. No me correspondía juzgar su escala de felicidad; —Lo pagaría si pudiera... pero ya sabe mi situación así que me encogía de hombros y le daba la razón. Pero económica... paso por un mal momento. el apodo pegó rápidamente y nos hicimos amigos. Más o Y eso fue todo. menos. Para hacer el cuento corto, lo perdoné. No enseguida, Todo cambió el día en que el alemán feliz destrozó mi pero sí con el tiempo. No creo que a él le importara auto. mucho, pero saqué una importante enseñanza de todo ese —¿Me prestas tu Toyota? El mío está en el taller y trámite: tomé conciencia de lo que significa el verdadero necesito urgentemente ocuparme de un asunto. arrepentimiento. —Claro, pero ten cuidado—, le dije mientras le Me di cuenta de que la actitud de despreocupación entregaba las llaves. indiferente que mostró el alemán feliz al pedir perdón era Cuando volvió ese mismo día, no parecía nada la misma que yo tengo a veces cuando cometo un error y contento. Difícil discernir la expresión de su rostro. ¿Sería acudo a Dios. ¿Cómo se debe de sentir Jesús cuando me vergüenza o una mueca socarrona? Esbozó una débil descarrío y después me acerco a Él con un talante que sonrisa mientras tartamudeaba: no sea de respeto absoluto, sumisión sincera y arrepenti—Yo... eh... retrocedí contra un árbol. miento genuino? Afortunadamente para mí, Dios siempre Mi corazón dio un vuelco. es rápido para perdonar. Sin embargo, sé que espera —¿Qué pasó? que haga algo más que pedir disculpas. «Desháganse de Se encogió de hombros. su vieja naturaleza pecaminosa y de su antigua manera —No lo sé. Auto estúpido. Se me resbaló el pie de de vivir. Pónganse la nueva naturaleza, creada para ser a ese pedal suyo. Por suerte estoy bien. Podría haber sido la semejanza de Dios, quien es verdaderamente justo y mucho peor. santo».2 1. V. Filipenses 4:11 2. Efesios 4:22,24 (NTV) 12

Koos Stenger es escritor independiente. Vive en los Países Bajos. ■


Rosane Pereira

PERDONAR Y OLVIDAR Mi hermana mayor, Sheila,

tuvo una gran influencia en mi vida cuando yo era joven. Me enseñó a tocar la guitarra y componía dulces melodías de amor y esperanza. Con su ejemplo me enseñó que las heridas del alma son como las de la piel: se curan de forma natural. Con el tiempo, sin embargo, me di cuenta de que algunas personas sanan más rápido que otras. A veces, la gente guarda su dolor hasta que deviene en amargura. Dejan que los recuerdos tristes les empañen la mente y les quiten la alegría de vivir. Es como si siguieran golpeando ese moretón, lo que impide que sane. Eso también me pasó a mí. Una vez le guardé rencor a alguien durante unas semanas, hasta que un amigo me aconsejó que lo dejara 1. (NVI) 2. (NTV)

pasar y me pusiera a rezar por esa persona. Me dijo: «Si rezas por él, pronto verás que el resentimiento ha desaparecido». Seguí ese consejo, y así fue, tal cual. Ni siquiera recuerdo quién era esa persona ni lo que me hizo, pero sí guardo memoria del consejo, el cual he seguido muchas veces desde entonces. Mi hermana tenía razón sobre la cura de las heridas; sin embargo está sujeta a una condición: tenemos que perdonar y olvidar, soltarlo. Cualesquiera que sean los males que nos sobrevengan, Dios puede hacer que redunden en nuestro bien si lo amamos, confiamos en Él y lo seguimos. La historia de José en la Biblia es una buena ilustración de todo esto. Perdonó a sus hermanos después que lo vendieran como esclavo y estuviera 13 años en servidumbre. En Génesis 50:20 les dice: «Es verdad que ustedes

Yo habito en un lugar santo y sublime, pero también con el contrito y humilde de espíritu, para reanimar el espíritu de los humildes y alentar el corazón de los quebrantados. Isaías 57:15 (nvi)

pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente».1 ¡Vale tomar en cuenta que Dios mismo perdona y olvida! Hebreos 8:12 dice: «Perdonaré sus maldades y nunca más me acordaré de sus pecados».2 Este principio es la esencia del mensaje cristiano. Es lo que Dios hizo por nosotros cuando envió a Jesús a morir por nuestros pecados. Si queremos ser seguidores de Jesús, debemos recibir Su amor y Su perdón, y luego aprender a perdonar y olvidar, no solo por el bien de los demás, sino también por nuestro bien. Rosane Pereira es profesora de inglés y escritora. Vive en Río de Janeiro (Brasil) y está afiliada a La Familia Internacional. ■ 13


Sally García

MI GUERRA CON EL ESPEJO Mi cuerpo y yo hemos estado en guerra desde que tengo uso de razón. Los cuerpos voluptuosos estaban de moda cuando yo era adolescente, solo que en aquel entonces era tan delgada como un fideo. Desgraciadamente, para cuando se puso de moda la delgadez, yo ya había aumentado bastante de peso. Y así ha sido durante años: nunca acierto. Por lo visto nunca tengo el cuerpo que coincide con el ideal que se promueve. Cuando era más joven, quería parecer más madura; ahora que soy mayor, me gustaría verme más joven. Toda mi vida me hacía comentarios desalentadores cada vez que pasaba por un espejo: «¡Mi pelo nunca se queda peinado!» «Este vestido me queda horrible». En realidad no era consciente de que mantenía esa conversación interna 1. Romanos 8:29 2. 1 Juan 2:6 3. V. Mateo 5:16 14

con mi imagen en el espejo, sino que al pasar, me lanzaba un dardo mental a mí misma. Hace un par de años, cuando renegaba de mi aspecto en el espejo, tuve un pensamiento: ¡Dios necesita abuelas! Y caí en la cuenta de que mi aspecto es el que corresponde a mi edad y a la vida que llevo. A los jóvenes les gusta conocernos a mi marido y a mí, una pareja felizmente casada desde hace más de 40 años y que está en paz con Dios, consigo misma y con sus semejantes. Por lo visto, nuestras caras regordetas y las arrugas de nuestras sonrisas nos dan un semblante bastante jovial. Llegó, pues, el momento de hacerme cargo de la disputa que tenía con mi imagen en el espejo. Decidí que, en lugar de lanzar insultos, me haría un cumplido cada vez que pasara junto a mí misma: «¡Me encantan esas canas!». «¡Linda sonrisa!» «¡Me gustan los pendientes!» Por fin pude relajarme y reírme un poco, ¡sobre todo cuando me veo con

mi desaliñada ropa de jardín y tengo que esforzarme por encontrar algo que elogiar! En todo caso el esfuerzo dio sus frutos y por fin superé un mal hábito de toda la vida. En lugar de buscar en otras partes un modelo a seguir, estoy aprendiendo a poner los ojos en Dios y en nadie más para cultivar mi espíritu y mi interior con miras a ser “conforme a la imagen de su Hijo”1. Interpreto que eso significa «andar como Él anduvo»2 y dejar que Su luz brille a través de mí.3 Cuando me relajo, sonrío y me pego unas buenas carcajadas, Él hace que todas las arrugas bailen en mi cara. Estoy feliz de ser la abuela que Dios necesita y espero difundir un poco de Su amor y Su luz en este mundo confuso. Me alegro de ser yo, tal como soy, tal como Él me creó. Sally García es educadora y misionera. Vive en Chile y está afiliada a la Familia Internacional. ■


Conocemos lo que es el amor verdadero, porque Jesús entregó su vida por nosotros. De manera que nosotros también tenemos que dar la vida por [coloque aquí el nombre de su cónyuge]. 1 Juan 3:16 (ntv)

Marie Alvero

EL MATRIMONIO ES DIFÍCIL Se acerca el día del amor

y la amistad y estoy recorriendo el pasillo de las tarjetas en busca de una que sea adecuada para regalar a mi marido en este, nuestro vigésimo aniversario de San Valentín juntos. Busco la tarjeta que diga: El matrimonio es difícil o es duro. Pero no debo de ser la clienta que generalmente busca Hallmark, pues no encuentro esa tarjeta. Todas son más alegres y dulces que mi estado de ánimo actual. Porque, sí, ¡el matrimonio es difícil! Es un largo viaje que iniciaron dos personas que se miraban arrobadas la una a la otra, con altísimas expectativas sobre la vida que llevarían y con grandes ilusiones sobre la otra. Pero luego, inevitablemente, llegaría la decepción. Esta se transforma en

resentimiento, y el resentimiento descontrolado deviene en ira. Sé que no soy la única persona que ha acabado recorriendo ese camino y se ha quedado pensando si el matrimonio tiene que ser tan difícil. La respuesta breve es no, no lo es. El matrimonio es un hermoso regalo concebido para ilustrar el amor de Cristo por Su esposa, la iglesia. En muchos sentidos es uno de los mejores escenarios para vivir la fe y aprender lo que realmente significa amar como Jesús. La Biblia dice que hay que amar al prójimo. Tu prójimo más cercano es tu cónyuge. Hay mil y un consejos, trucos y libros para ayudarte a tener una mejor relación matrimonial, una excepcional incluso. Pero el verdadero truco es

tener un mejor corazón, un corazón más parecido al de Cristo, poner a Dios en primer lugar. Ese es el único paso práctico que transforma una relación que pasó de la ilusión a la decepción en una que resulta en comprensión y alegría. Eso es lo que hace que además de difícil, nuestro matrimonio sea también hermoso. Somos dos personas muy imperfectas que se empujan mutuamente a buscar a Dios primero. ¿Habrá alguna tarjeta que diga eso? Marie Alvero ha sido misionera en África y México. Lleva una vida plena y activa en compañía de su esposo y sus hijos en la región central de Texas, EE. UU. ■ 15


De Jesús, con cariño

LA PRESENCIA DE DIOS Perder el mundo entero pero conservar la fe, en últimas equivale a no perder nada. Si tienes fe no habrá cumbre inescalable, río insalvable o muro impregnable, ni maremoto económico que te pueda hundir o separar de Mi amor.1 La fe es la moneda corriente del mundo invisible. Su paridad no está sujeta a fluctuaciones ni a correcciones de la bolsa. Tiene un valor intrínseco incalculable. Es capaz de alterar las circunstancias y hasta tu actitud ante la vida. Está a prueba de recesiones, catástrofes, accidentes y calamidades de todo tipo, y te permite superar cualquier crisis, deuda o pérdida, inclusive las que se deben a tu propia imprudencia. Puedes depositar tu confianza en Mí con toda tranquilidad, porque nunca te decepcionaré. Aun cuando enfrentes reveses u obstáculos que parezcan infranqueables, Yo puedo eclipsar toda pérdida que hayas sufrido y hasta sacar provecho de lo que se presenta como una derrota. Te amo tanto que he prometido hacer por ti cualquier cosa que me pidas con fe, siempre y cuando sea buena para ti y concuerde con Mi voluntad y Mi plan. Si quieres gozar de la paz interior y estabilidad que solo Yo puedo proporcionar, pide y recibirás para que tu gozo sea pleno.2

1. V. Romanos 8:35,38,39 2. V. Juan 16:24


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