Huellitas 4 - GD - Primera edición

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CULTURAL

ÓN

Comunicación y expresión

PAT, PIT Y POT

–¡Esto es una fiesta! –dijo Pat con la boca llena de repollo. –Sí, qué rico… Pero… ¿y si viene el perro? –dijo Pit mirando para todos lados mientras comía. Pat comía un repollo grande, Pit comía un repollo mediano, y Pot comía un repollo chiquito. En un momento, solo se escuchaba cómo los conejitos masticaban. Pero, de pronto: –¡Guau, guau! –sonaron los ladridos del perro guardián. Los tres conejitos levantaron sus orejas, dejaron sus verduras a medio comer y salieron corriendo como rayos en dirección al alambrado. Pot llegó primero y se agachó para pasar por el hueco, debajo del alambrado. ¡Uf, qué susto, pero ya estaba del otro lado! Pit llegó temblando y detrás de la colita de Pot empezó a cruzar también… Pero ahora, con la pancita llena ¡cómo le costó pasar! Finalmente llegó Pat, que se había comido un repollo completo. ¿El hueco se había achicado o Pat había engordado? ¡Qué desesperación! Pat no lograba pasar y se escuchaban los ladridos del perro cada vez más cerca. Pit y Pot lo tomaron por las orejas y estirando, estirando lograron que Pat también cruzara al otro lado, pero dejando varios pelitos en el alambre, justito cuando el perro llegaba. Allí se quedó ladrando, con mucha rabia porque los tres conejitos se le habían escapado. ¡Qué peligro habían corrido! En el apuro por volver a su casa, pasaron por charcos, por el barro y por pastizales. Cuando llegaron a la madriguera con las orejas gachas, los recibió la mamá coneja muy preocupada. Acababa de llegar. –¿Dónde estuvieron, conejitos desobedientes? –los reprendió–. ¿Qué es todo ese barro, y por qué están mojados, y por qué tienen el pelito lleno de pasto seco? ¿Y qué le pasó a Pat en el lomo? La mamá los revisó uno por uno, y encontró que les faltaban unos pelitos. Los tres conejitos, que ahora no eran tan valientes, le contaron que habían salido a comer a la huerta y que el perro los había corrido. La mamá les dijo, con preocupación, que habían corrido mucho peligro. Ese día, ya no podrían salir a jugar al patio y tendrían que darse un buen baño para volver a quedar limpitos y suaves. Y colorín colorado, Pat, Pit y Pot se han bañado.

(p. 12, 13)

Actividad grupal

ACIÓN

R

FRASE

AR

Cuento Recreación del cuento “Pat, Pit y Pot”, de Martha Salotti. Había una vez tres conejitos que vivían en una madriguera con el papá conejo y la mamá coneja. El más grande se llamaba Pat; el del medio, Pit; y el más pequeño, Pot. Los tres tenían las orejas largas, los ojos colorados y un hociquito que siempre se movía. Pero el mayor era blanco, el del medio era tostado y el menor era gris. Una mañana, el papá salió a buscar comida, y la mamá coneja anunció que iba a ir de visita a la casa de la abuela, por un rato. Antes de irse, les recomendó a sus tres conejitos: –Cuidado con salir de la madriguera. Quédense en casa hasta que yo vuelva. –Sí, mamá –dijeron los tres. Entonces, la mamá les dio un beso y se fue. Después de un rato, Pot, el más pequeño, empezó a aburrirse y les propuso a sus hermanos: –¡Vayamos a la huerta a comer un repollito! –No –dijo Pit, el del medio–, mamá no quiere. –Volveremos enseguida –dijo Pat, el mayor. –Miren que el perro es muy bravo –respondió Pit. –¡Bah! El perro será bravo, pero nosotros somos conejos valientes –exclamó Pat. Así fue como los tres conejitos abrieron la puerta, miraron para todos lados y salieron en puntitas de pie, con las orejitas bien paradas. Pero Pit iba a lo último, lleno de miedo. Al llegar al alambrado de la huerta, buscaron algún agujerito para entrar. –¡Aquí hay un hueco, es nuestra puerta de entrada! –dijo Pot, el pequeñín. Claro, Pot pudo pasar bien porque era el más chiquito. Pero Pit tuvo que achicarse para pasar, y Pat tuvo que hacer más fuerza para entrar. Finalmente, los tres estaban adentro. ¡Qué ricos aromas se sentían! ¡Repollos, zanahorias, lechuga! Todas golosinas para los conejos. –¡Al ataque! –dijo Pot.

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