— Como este hombre no hizo nada para merecer la muerte, ordenaré que sea castigado y lo soltaré – dijo Pilato. — ¡No – gritó la multitud – mátalo y libera a Barrabás! Barrabás era ladrón, asesino y líder de un grupo de rebeldes de la ciudad. Los soldados lo trajeron frente a la multitud y Pilato preguntó: — ¿A quién quieren que yo suelte: a Barrabás o a Jesús? La mayoría respondió: — ¡Barrabás! Muy admirado, Barrabás se vio suelto y encaminado a la turba. En seguida, Pilato ordenó que azotaran a Jesús. Con eso, esperaba que la multitud se calmara. ¡Pobre Maestro! ¡Cuánto habrá sufrido! Pronto, sus espaldas fueron cortadas y su sangre corrió por el piso. Además, consiguieron un manto púrpura para cubrir sus hombros y una corona de espinas que pusieron sobre su cabeza, hiriéndolo aún más. Frente a todo eso, Cristo siguió callado. Como Isaías había dicho: “Fue maltratado y humillado, pero nunca se quejó. Se quedó completamente callado, como las ovejas cuando les cortan la lana; y como cordero llevado al matadero, ni siquiera abrió su boca.” (Isaías 53:7) Después de los azotes, Jesús fue llevado para ser crucificado. A pesar de todo el sufrimiento por el que había pasado, fue obligado a cargar una pesada cruz hasta el lugar llamado Gólgota. Los soldados, percibiendo que Cristo no conseguiría llevarla a su destino, intimaron a un hombre llamado Simón para que la transportara. Todo Jerusalén sabía de los horrores que se estaban practicando. Las personas casi no podían creer lo que oían. ¡Qué vergüenza cometer semejante maldad con un hombre tan bueno! Muchos vinieron al costado del camino para acompañar a Jesús en aquellos últimos instantes. Cuando llegaron al Gólgota, pusieron a Jesús sobre la cruz, sujetándole las manos y los pies con grandes clavos. En la parte de arriba del madero, pusieron una tabla con la inscripción: “Éste es el rey de los judíos”. A la derecha y a la izquierda de Cristo estaban dos ladrones. Ellos también fueron crucificados y, probablemente, se sorprendieron al verlo en medio de ellos. ¿Qué podría haber hecho ese hombre para estar allí? Ellos, sí, habían transgredido varias normas de la sociedad y, ahora, estaban sufriendo la punición por sus errores. Muchos comenzaron a decir: — Jesús, curaste y ayudaste a tanta gente… ¡Sálvate a ti mismo! Entonces uno de los ladrones dijo: — ¿No eres el Cristo? ¡Sálvate a ti y a nosotros también! Aquello no era un pedido de ayuda, sino una burla, ciertamente, muy malvada. El otro ladrón lo reprendió e hizo un pedido sincero a Jesús: — Señor, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Jesús percibiendo la sinceridad de aquel corazón, respondió: — Ciertamente, estarás conmigo en el paraíso. Después de varias horas de sufrimiento, Cristo oró a Dios y pidió que perdonara a aquellas personas, porque no sabían lo que estaban haciendo. Por fin, dijo: — Padre, en tus manos entrego mi espíritu. En ese momento, Jesús murió. Una gran tristeza abatió a aquellos que lo conocían. Súbitamente la naturaleza se manifestó. Hubo un terrible terremoto. Grandes rocas se soltaron de las montañas y rodaron por el valle. Relámpagos iluminaron el cielo. El pánico se apoderó de las personas en derredor de la cruz. Muchos huyeron para salvar sus vidas, porque parecía que el juicio del cielo caería sobre ellos. Solamente los soldados permanecieron en sus puestos. Uno de ellos llegó a decir: — Este hombre realmente era el Hijo de Dios. Así como el nacimiento de Cristo dividió la historia en dos partes (a.C. y d. C.), su sacrificio en el Calvario dividió las cortinas del templo de arriba abajo. También separó nuestra vida en dos momentos: antes y después de aceptar la salvación ofrecida por él. Jesús dio su vida en nuestro lugar y desea que lo aceptemos como amigo y Salvador.
ACTIVIDADES SUGERENTES E INTERDISCIPLINARIAS • Indague: Pedro y Judas negaron a Jesús. ¿Qué sucedió con cada uno de ellos y por qué? ¿Es
posible que neguemos a Jesús en los días de hoy? ¿Cómo? ¿Por qué Jesús atendió solamente al pedido de uno de los criminales que estaban a su lado en el Calvario? • Incentive la memorización del versículo bíblico que está en Juan 3:16.
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