Beautiful redemption jaime mcguire

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Parpadeó y luego extendió el archivo. —Este FD-302 es inaceptable. No se cómo hacen las cosas en Chicago, pero en San Diego, nosotros no solo llenamos los informes con mierda y pretendemos que son buenos. Su dura crítica pública me sacó de mi espiral de vergüenza y regresé a mi papel de Agente del FBI. —Este reporte está completo —dije con confianza. A pesar de la ira que sentía, mi mente reprodujo los recuerdos de la noche anterior, como lucía el cuerpo de mi jefe debajo del traje, la manera en que sus bíceps se flexionaban cuando embestía dentro de mí, cuán bien se sentían sus labios en los míos. La gravedad de la tormenta en la que me metí me golpeó. No tenía idea de cómo pude formar una oración, mucho menos sonar confiada. —Señor —comenzó Val—, yo estaría encantada de echar un vistazo al informe y… —¿Agente Taber? —dijo Maddox. Medio esperaba que le dijera vete a la mierda. —¿Sí, señor? —Soy perfectamente capaz de discernir si voy a aceptar un reporte o no. —Sí, señor –dijo, otra vez, imperturbable, entrelazando sus dedos sobre la mesa. —¿Es capaz de realizar el trabajo que le asignaron, Agente Lindy? — preguntó. No me gustaba la forma en que dijo mi nombre, como si dejara un mal sabor en su boca. —Sí, señor. —Se sentía tan malditamente bizarro llamarlo señor. Me hacía sentir una sumisa. La sangre de mi padre hizo estragos en mis venas. —Entonces, hágalo. Quería estar en San Diego incluso si eso me ponía directamente en la mira de un reconocido imbécil Agente Especial a Cargo, como Maddox. Era mejor que estar en Chicago, teniendo la misma conversación tras siete años con Jackson Schultz. Ese nombre definitivamente dejaba un mal sabor en mi boca. Aún así, no pude detener lo que me encontraba a punto de decir —Estaría feliz de hacerlo, señor, si me lo permitiera.

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