Karl Marx en tiempos de Globalización

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SERIE DOCENCIA TEXTOS UNIVERSITARIOS

Karl Marx EN tiempos DE Globalización Héctor Pedraza Reyes

❶ NOVIEMBRE • 2007


U N I V E R S I D A D AUTÓNOMA DE CIUDAD JUÁREZ Jorge M. Quintana Silveyra Rector David Ramírez Perea Secretario General Javier Sánchez Carlos Director del Instituto de Ciencias Sociales y Administración Servando Pineda Jaimes Director General de Difusión Cultural y Divulgación Científica Pedraza Reyes, Héctor. Karl Marx en tiempos de globalización / Héctor Pedraza Reyes. Ciudad Juárez, Chih. : Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. ICSA, 2007. (Textos universitarios. Serie docencia) 78 pp.; 21.5 cm. ISBN: 978-968-9305-09-5 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10.

Marx, Karl, 1818-1883 – Crítica e interpretación Economía Marxista – Crítica e interpretación Globalización Economía política – Ensayos – Siglo XIX Capitalismo Schopenhauer, Arthur, 1788-1860 Hegel, Georg Wilhelm Friedrich, 1770-1831 Proudhon, P.J. (Pierre-Joseph), 1809-1865 Stirner, Max, 1806-1856 Grundrisse (Lineamientos economía política) HX44.5 P43 2007 335.4 P43 2007

Cuidado de la edición: César Muñiz Carrasco Diseño y Formato: Raúl Betances Sáenz D.R. Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Avenida Henri Dunant 4016, zona Pronaf, C.P. 32310 Ciudad Juárez, Chih., México Impreso en México / Printed in Mexico


C O N T E N I DO

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Introducción

Los manuscritos económico-filosóficos (1844)

La ideología alemana (1846)

La polémica contra Max Stirner Miseria de la filosofía: la polémica entre Marx y Proudhon Introducción a la crítica de la economía política (1857) Los bocetos de 1857-1858 (Los ‘Grundrisse’)

44 Una diferencia sutil


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El fragmento sobre las máquinas Contribución a la crítica de la economía política (1859) Marx y Schopenhauer: dos extraños

73 77

La relación entre Marx y Hegel

El capital (1867)


Introducción

Héctor Pedraza Reyes

ste año se cumplen 140 años de la principal obra de Karl Marx, El Capital y 150 años de los Grundrisse o Lineamientos fundamentales para la crítica de la economía política. A pesar de tanto tiempo transcurrido, ¿sigue vigente el pensamiento de Marx? Todo parece indicar que así es. Una vez liberado de las deformaciones del leninismo y del stalinismo, podemos encontrar en la obra económica de Marx toda una serie de conceptos que nos ayudan a comprender mejor el proceso de mundialización del capital y la creciente automatización de la producción. Un síntoma de que la opinión sobre Karl Marx está empezando a cambiar, es que fue elegido en 2005 por los oyentes de una de las radios nacionales en Gran Bretaña, como el filósofo más importante de todos los tiempos. La encuesta la lanzó la Radio 4 de la BBC, una red cultural y de noticias que cubre todo el territorio británico. Marx resultó el favorito por sobre Aristóteles, Descartes, Locke, Schopenhauer, Kant, Confucio, Hegel o Hume, que quedó en el segundo lugar. Los propios organizadores de la encuesta, en la que los oyentes estuvieron votando durante varios meses, se sorprendieron del resultado, ya que entre tantos nombres de filósofos, Marx obtuvo el 28 por ciento de los votos, muy por encima del segundo, David Hume, el escocés que estableció las bases filosóficas de la escuela clásica de la economía, en el Siglo XVIII. El organizador de esta encuesta, Melvin Bragg, señaló que si bien el resultado fue sorprendente, a él personalmente no le extrañaba, ya que las teorías de Marx y su método para analizar la historia y la sociedad, son todavía vigentes. “Marx parece proveernos de análisis y respuestas a muchos de los problemas del mundo”, dijo Bragg. Varios académicos e historiadores invitados al programa estuvieron de acuerdo en que es un

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KARL MARX EN LOS TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

• Introducción

error culpar a Marx por las atrocidades cometidas bajo los regímenes de Stalin, Mao, u otros, ya que su pensamiento fue reinterpretado, desviado, adaptado a circunstancias que Marx jamás conoció y fue usado como bandera ideológica en forma distorsionada. Un poco antes, cuando se anticipó el resultado de esta encuesta nacional, la BBC entrevistó al historiador Eric Hobsbawm, quien dijo que muchos ven a Marx como padre de las revoluciones socialistas y abuelo de regímenes totalitarios. Sin embargo, se preguntó: “¿Por qué los británicos lo eligieron como el filósofo más importante de todos los tiempos?” La explicación de Hobsbawm es que la mayoría de los otros filósofos, desde los de la antigua Grecia hasta los de nuestros días, sólo son estudiados por un número limitado de intelectuales. “Para muchos de nosotros son sólo nombres, y ese no es el caso de Marx”, dijo. Su influencia quedó impresa en todo el Siglo XX, para bien o para mal, y todavía nos rodea. Otra razón, según Hobsbawm, es, paradójicamente, el derrumbe de la Unión Soviética y del bloque comunista, que hoy permite desvincular a Marx de esos regímenes. “Un siglo y medio después de la publicación del Manifiesto comunista, los académicos vuelven a leerlo, no como un programa para derrotar al capitalismo, sino como una sorprendente predicción, hecha en el Siglo XIX, de la naturaleza y los efectos de la globalización en la que vivimos hoy”, agregó. Con el propósito de contribuir al conocimiento de este pensador, se ha elaborado el presente material didáctico para su utilización en algunas materias relacionadas con las ciencias sociales e históricas. Se ha dado especial énfasis a algunas obras que hacen referencia explícita al proceso de mundialización del capital, que hoy conocemos bajo el término de “globalización”, así como a los fragmentos que hacen alusión a la automatización de la producción industrial. Entre las muchas obras de Karl Marx, hubo algunas en las que expresó su concepción del mundo y de la historia. Sin embargo, fueron obras de aparición póstuma. Ya fuera porque no encontraron editor o porque el mismo Marx prefirió ahondar en sus investigaciones antes que adelantar los resultados, esas obras sólo fueron conocidas hasta muy avanzado el siglo XX.

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De allí que muchas de las afirmaciones aparecidas en El Capital o en la Contribución a la crítica de la economía política o en el mismo


Manifiesto del Partido Comunista resultaran incomprensibles, crípticas, si no es que sentencias gratuitas y precipitadas. En particular, la idea que se refiere a la contradicción entre las

Héctor Pedraza Reyes

fuerzas productivas y las relaciones de producción, enunciada en un prólogo de 1859, resultó enigmática para los comentaristas de Marx a fines del siglo XIX. Provocó sesudas discusiones y, según como fuera interpretada, se hallaron argumentos para fortalecer ya al bando de los reformistas o ya al bando de los revolucionarios más radicales. El propio punto de vista de Marx estaba formulado en La ideología alemana, escrita junto con Engels en 1845-1846, pero que sería publicada hasta 1932 de manera íntegra, y en los Grundrisse o Lineamientos fundamentales para la crítica de la economía política, escritos en el invierno de 1857-1858, los cuales aparecieron en los preludios de la Segunda Guerra Mundial, en 1939, por lo que muy pocos estudiosos les prestaron atención. Por ese motivo, me ha parecido pertinente llamar la atención hacia esas obras, que contienen el núcleo esencial del pensamiento de Marx, y que permiten conocer los motivos que lo orientaron tanto en su lucha política como en la producción teórica de su madurez, que dio como fruto más logrado El Capital. A las noticias sobre el contenido de esas obras póstumas, he agregado alguna información de carácter histórico para tener en cuenta el contexto en que se produjeron.

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Los manuscritos económico-filosóficos

Héctor Pedraza Reyes

(1844)

os Manuscritos económico-filosóficos de Marx es una de las obras que más pasiones han provocado entre los estudiosos de su obra. Algunos autores, como Louis Althusser, en Leer El Capital, de 1965, los han considerado como una obra juvenil que debe ser descartada por las dificultades que representa conectarla con las preocupaciones que tuvo en la madurez. Otros, sin embargo, los consideran como el leitmotiv de Marx, como el núcleo esencial de su pensamiento y como parte de las directrices que marcaron su derrotero en la arena política y en el campo teórico. Marx redactó esta obra en París a lo largo del año 1844. Había sido desterrado del reino de Prusia desde octubre de 1843. Sus lecturas se fueron aproximando cada vez más a la economía política inglesa y, al entrar en contacto con los textos de Adam Smith y David Ricardo, imprimió un giro a sus previas reflexiones filosóficas. Como diría años después, fue entonces cuando comprendió que toda la historia de las ideas no es más que un reflejo de lo que ocurre en la economía. Los Manuscritos permanecieron olvidados más de ochenta años. En diciembre de 1920 David Ryazanov fundó en Moscú el Instituto Marx-Engels, con el propósito de reunir todos los documentos que hablaran de la génesis y desarrollo del “socialismo científico”. Firmó un contrato con Bernstein para publicar en ruso algunas obras inéditas. El Instituto que después sería conocido como Escuela de Frankfurt, sirvió como intermediario y se encargó de fotocopiar los manuscritos inéditos de Marx para trasladarlos a Moscú. Por esa razón, fue precisamente la Escuela de Frankfurt la primera corriente del marxismo en percibir la importancia de los Ma-

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KARL MARX EN LOS TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

• Los manuscritos económicofilosóficos (1844)

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nuscritos de París. Finalmente, aparecieron publicados en alemán en 1932 y fue Herbert Marcuse el primero en utilizarlos para elaborar un ensayo, “Nuevas fuentes para fundamentar el materialismo histórico”, que apareció ese mismo año en la revista Sociedad, editada por Rudolf Hilferding.


La ideologia alemana

Héctor Pedraza Reyes

(1846)

n la primavera de 1845, Friedrich Engels llegó a Bruselas, Bélgica, para reunirse con Karl Marx, a quien había conocido un año antes en París. Decidieron elaborar en detalle su concepción de la historia, según la cual todos los acontecimientos políticos deben ser explicados partiendo de las relaciones económicas, pues consideraban que no es el Estado el que condiciona y regula a la sociedad civil, sino que es la sociedad civil la que condiciona y regula al Estado. Entendían a ésta en los mismos términos de Hegel, es decir, como la arena donde se enfrentan las diversas clases sociales y como el ámbito de la producción de bienes materiales. Cuando hubieron terminado su escrito, al que denominaron La ideología alemana, hicieron un intento de publicarlo, pero no hallaron editor. Fue entonces cuando Engels dijo: “Estos manuscritos

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• La ideología alemana (1846)

pierden, con cada mes que están almacenados, entre 5 y 10 francos de su valor de cambio”. La obra había sido terminada en el curso de 1846, en el mismo momento en que Marx y Engels se sintieron impulsados a pasar al terreno de la acción política, pues tenían la convicción de que no tardaría en arder la llama de la revolución, lo que, en efecto, habría de suceder en 1848, cuando Europa fue recorrida por el “fantasma del comunismo”. Muchos años después, en 1859, Marx recordaría: “El manuscrito, dos gruesos volúmenes en octavo, ya hacía mucho tiempo que había llegado a su sitio de publicación en Westfalia, cuando nos enteramos de que nuevas circunstancias imprevistas impedían su publicación. En vista de eso, confiamos el manuscrito a la crítica roedora de los ratones, de tanto mejor grado cuanto que habíamos conseguido ya nuestro propósito fundamental, el cual no era otro que esclarecer las cosas ante nosotros mismos”. De ese modo, La ideología alemana, nunca se publicó en vida de sus autores. En 1903, Bernstein, líder del Partido Socialdemócrata Alemán, encontró y publicó el primer capitulo, denominado “Feuerbach. Contraposición entre la concepción materialista y la idealista”.1 Luego, en los años veinte, en Moscú, se publicaron algunos fragmentos más de aquella vieja obra, en una revista llamada Archivo Marx-Engels. El texto íntegro fue publicado hasta 1932, formando parte de la edición histórico-crítica de las obras completas, conocida como MEGA (Marx-Engels Gesamtausgabe). De todo lo que se planteaba en La ideología alemana, durante mucho tiempo sólo se conoció el resumen que hizo Marx en el prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política. En La ideología alemana ambos autores habían acordado elaborar en común la contraposición de su punto de vista con el planteamiento ideológico de la filosofía alemana; en realidad, liquidar cuentas con su conciencia filosófica anterior. El propósito fue realizado bajo la forma de una crítica de la filosofía poshegeliana, “en las personas de sus repre-

Giuseppe Verdi 1

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También en marzo de 1903, Karl Kautsky publicó en Die Neue Zeit, un documento extraordinario e inédito: Introducción a la Crítica de la economía política, que Marx había hecho el 23 de agosto de 1857, poco antes de emprender la redacción de los Grundrisse.


sentantes Feuerbach, Bruno Bauer y Max Stirner”. De ese modo, expusieron más o menos detalladamente lo que después se conocería como “materialismo histórico”.

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En La ideología alemana Marx y Engels desarrollan la idea de que no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia. Una idea que volvería a aparecer en el prólogo de 1859, cuando se establece que las relaciones de producción forman la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se eleva un edificio jurídico y político y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. Para ellos, el modo de producción de la vida material determina el proceso de la vida espiritual en general: “No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”, decían. Como la idea nunca fue desarrollada en la obra posterior de Marx y La ideología alemana permaneció inédita, resultó relativamente fácil esgrimir argumentos en contra de la afirmación de Marx. Algunos autores vulgares reclamaban: “Si la conciencia nos viene de nuestra situación económica, entonces un obrero tendría que pensar como obrero. Pero se da el caso de que los obreros piensan por lo general como pequeños burgueses o asumen las ideas de las clases dominantes como propias. Además, Marx era de origen pequeño burgués. Si sus ideas fueran ciertas, hubiera estado determinado a pensar como pequeño burgués, puesto que esa era su condición económica. Pero henos aquí con que Marx piensa como proletario. Con lo cual se viene abajo su tesis de que el ser social determina la conciencia”.

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KARL MARX EN

DIAGRAMA DEL PRIMER TELÉGRAFO

LOS TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

• La ideología alemana (1846)

Bobina de papel Manipulador Punzón Línea

Batería

Tierra

Estación transmisora

Electroimán

Rodillo entintado Rodillos de arrastre

Cinta de papel

Tierra

Estación receptora

Pero La ideología alemana se había adelantado a ese tipo de críticas. Allí se explica que no todas las ideas de una sociedad corresponden estrictamente a ella, sino que muchas ideas del pasado sobreviven en medio de las nuevas, hasta que poco a poco se van desvaneciendo con el paso de las generaciones. Asimismo, se pueden observar pensadores que se adelantan a su tiempo, que ven más allá que los demás. “Y así se explica también porqué la conciencia puede, a veces, parecer que se halla más avanzada que las relaciones empíricas contemporáneas, razón por la cual vemos cómo, muchas veces, a la vista de las luchas de una época posterior se invocan como autoridades las doctrinas de teóricos anteriores”.2 También es en esta obra donde la división social del trabajo es condenada como responsable de la enajenación de los seres humanos y donde se prevé que en la sociedad comunista del futuro será posible disponer de tiempo para dedicarse al arte o la ciencia. Sin embargo, quizá sea más importante La ideología alemana por haber desarrollado la idea de que la historia marcha en virtud de la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción, una idea que apareció de manera muy escueta en el prólogo de 1859 y que fue incomprendida durante largo tiempo, toda vez que donde quedó más desarrollada y fundamentada fue precisamente en dos escritos que sólo se conocieron hasta muy entrado el siglo XX.

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2

Karl Marx y Friedrich Engels. La ideología alemana. México, Ediciones de Cultura Popular, 1974, p. 85


Estos dos escritos eran, por un lado, La ideología alemana, que se publicó de manera íntegra hasta 1932, y por otro, los Grundrisse, que vieron la luz pública en 1939-1941, ambos editados en Moscú y

Héctor Pedraza Reyes

en alemán. Los Grundrisse, por cierto, fueron conocidos en español hasta 1971. En La ideología alemana se había hecho un esfuerzo por abundar en lo que se entendía por la mencionada contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción, que sería algo así como el detonador de la transición del capitalismo al socialismo, como ya lo había sido de la transición del feudalismo al capitalismo. “En el desarrollo de las fuerzas productivas, se llega a una fase en la que surgen fuerzas productivas y medios de intercambio que, bajo las relaciones existentes, sólo pueden ser fuente de males, que no son ya tales fuerzas de producción, sino más bien fuerzas de destrucción (maquinaria y dinero); y, lo que se halla íntimamente relacionado con ello, surge una clase condenada a soportar todos los inconvenientes de la sociedad sin gozar de sus ventajas, que se ve expulsada de la sociedad y obligada a colocarse en la más resuelta contraposición a todas las demás clases; una clase que forma la mayoría de todos los miembros de la sociedad y de la que nace la conciencia de que es necesaria una revolución radical, la conciencia comunista, conciencia que, naturalmente, puede llegar a formarse también entre las otras clases, al contemplar la posición en que se halla colocada ésta”.3

En este pasaje se encuentra la idea de que la tecnología y el conocimiento científico, empleados bajo la lógica del capital, sólo pueden provocar desastres y perjuicios para el género humano. Pero esas mismas fuerzas productivas, empleadas

Ludwig Feuerbach (1804-1872)

en el marco de nuevas relaciones sociales, pueden ser fuente de bienestar y felicidad. Además, en La ideología alemana se postulaba que ya era posible transitar al socialismo por el portentoso desarrollo de las fuerzas productivas, las cuales habían permitido también el surgimiento de seres humanos más inteligentes, con más recursos. Si se hubiera pretendido construir el socialismo, o el comunismo, en fases anteriores, y sin las fuerzas productivas desarrolladas, el experimento hubiera fracasado.

3

Ibídem. P. 81.

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• La ideología alemana (1846)

Igualmente, se habla de que la internacionalización o mundialización del capitalismo es la condición necesaria para que se produzca una nueva forma de sociedad. Y se pone especial énfasis en la urgencia de proceder a la apropiación social de los medios de producción y de los productos del trabajo, pues de lo contrario se pone en riesgo la supervivencia misma de los seres humanos. Si las fuerzas productivas ya se han socializado, haciendo interdependientes a todos los seres humanos de todo el planeta, entonces lo único que falta es socializar las relaciones de producción. “Las cosas, por tanto, han ido tan lejos, que los individuos necesitan apropiarse la totalidad de las fuerzas productivas existentes, no sólo para poder ejercer su propia actividad, sino, en general, para asegurar su propia existencia. Esta apropiación se halla condicionada, ante todo, por el objeto que se trata de apropiarse, es decir, por las fuerzas productivas, desarrolladas ahora hasta convertirse en una totalidad y que sólo existen dentro de un intercambio universal. Por tanto, esta apropiación deberá necesariamente tener, ya desde este punto de vista, un carácter universal en consonancia con las fuerzas productivas y con el intercambio. La apropiación de estas fuerzas no es, de suyo, otra cosa que el desarrollo de las capacidades individuales correspondientes a los instrumentos materiales de producción. La apropiación de una totalidad de instrumentos de producción es ya de por sí, consiguientemente, el desarrollo de una totalidad de capacidades en los individuos mismos. Esta apropiación se halla, además, condicionada por los individuos apropiantes. Sólo los proletarios de la época actual, totalmente excluidos del ejercicio de su propia actividad, se hallan en condiciones de hacer valer su propia actividad, íntegra y no limitada, consistente en la apropiación de una totalidad de fuerzas productivas y en el consiguiente desarrollo de una totalidad de capacidades”.

Cualquier intento de hacer la revolución en sociedades atrasadas no haría más que repartir la pobreza. El socialismo tiene que construirse en los países más avanzados. Según Marx, la primera revolución proletaria exitosa, y pacífica, tendría que ser en Inglaterra.

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“Todas las anteriores apropiaciones revolucionarias habían tenido un carácter limitado; individuos cuya propia actividad se veía restringida por un instrumento de producción y un intercambio limitados, se apropiaban este instrumento limitado de producción y, con ello, no hacían, por tanto, más que limitarlo nuevamente. Su instrumento de producción pasaba a ser propiedad suya, pero ellos mismos se veían absorbidos por la división del trabajo y por su propio instrumento de producción; en cambio, en la apropiación por los proletarios es una masa de instrumentos de producción la que tiene necesariamente que verse absorbida por cada individuo y la propiedad sobre ellos, por todos. El moderno intercambio universal


sólo puede verse absorbido entre los individuos siempre y cuando se vea absorbido por todos”.4

En diciembre de 1846, una vez terminada La ideología alema-

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na, Marx recibió una noticia buena y una mala. Por un lado, nació su hijo Edgar, lo cual fue celebrado como un gran acontecimiento. Pero, por otra parte, apareció la obra de Proudhon, Filosofía de la miseria, que tomaba distancia de los planteamientos de Marx. Éste se sintió decepcionado, porque durante el verano del 44 creyó que había logrado influir sobre Proudhon y que lo había ganado para la causa del comunismo. Pero, por lo que se vio después, Proudhon también había creído haberse ganado a Marx para el anarquismo. Toda la relación entre ambos había resultado de un malentendido y de un auto-engaño recíproco.

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Ibídem. Pp. 79-80.

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La polémica contra Max Stirner

Héctor Pedraza Reyes

a Ideología alemana fue elaborada a lo largo de 1846, en Bruselas, Bélgica, por Karl Marx y Friedrich Engels, quienes se habían conocido dos años antes en París. En enero de 1845, Marx había sido expulsado de Francia y había debido instalarse en Bruselas, a donde lo siguió Engels para colaborar en la redacción de la primera obra de ambos, La Sagrada Familia. En julio y agosto de 1845, Engels invitó a Marx a hacer un recorrido por Inglaterra, tras lo cual vuelven a Bruselas a ocuparse de La Ideología alemana, para la cual no encuentran editor, renunciando finalmente a publicarla. En el prólogo a la Crítica de la economía política, Marx declaraba: “Confiamos el manuscrito a la crítica roedora de los ratones, de tanto mejor grado cuanto que habíamos conseguido ya nuestro propósito fundamental, el cual no era otro que esclarecer las cosas ante nosotros mismos”. No sería sino hasta 1932 cuando esta obra sería publicada íntegramente en alemán, si bien desde finales de los años veinte se habían dado a conocer algunos fragmentos en una revista rusa, el Archivo Marx-Engels, entre los que figuraban las famosas Tesis sobre Feuerbach. En español aparecería hasta 1958, traducida por Wenceslao Roces, y publicada por Ediciones Pueblos Unidos de Montevideo, Uruguay. La ideología alemana es una obra llena de ironía contra Max Stirner, Bruno Bauer y otros filósofos alemanes de corte hegeliano. Se ensaña en particular contra la obra de Stirner, El Único y su Propiedad, aparecida en 1844, en la que se planteaba que era necesario prescindir de los grandes metarrelatos como la Humanidad, Dios, la Verdad o cualquier otra

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KARL MARX EN LOS TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

• La polémica contra Max Stirner

de las grandes causas, entre ellas la causa del proletariado que, en ese momento, era para Marx algo intocable, casi sagrado. Stirner es ridiculizado como un nuevo Sancho Panza, para quien bastaba con quitarse de la cabeza algunas ideas para quitar del mundo las condiciones en que habían nacido esas ideas. A lo largo de la obra menudean los sarcasmos, como cuando se habla de una ballena que, al verse trasplantada del agua salada al Canal de Berlín, tendría suficiente, si tuviera conciencia, con hacerse a la idea de que el agua en que nada no es dulce, sino salada, para dejar de mortificarse por su situación. Stirner estaba convencido de que bastaba con cambiar nuestro modo de ver el mundo para que automáticamente cambiase nuestra situación en él. Para Marx, estas eran inocentes y pueriles fantasías, de las que se burla de la siguiente manera: “Un hombre listo dio una vez en pensar que los hombres se hundían en el agua y se ahogaban simplemente porque se dejaban llevar de la idea de la gravedad. Tan pronto como se quitasen esta idea de la cabeza, considerándola por ejemplo como una idea nacida de la superstición, como una idea religiosa, quedarían sustraídos al peligro de ahogarse. Ese hombre se pasó la vida luchando contra la ilusión de la gravedad, de cuyas nocivas consecuencias le aportaban nuevas y abundantes pruebas todas las estadísticas. Este hombre listo era el prototipo de los nuevos filósofos revolucionarios alemanes”. También Bruno Bauer es hecho añicos diciendo: “con qué firmeza de roca cree en el poder de los filósofos y comparte su quimera de que, al cambiar la conciencia, al tomar un nuevo rumbo la interpretación de las relaciones existentes, puede derrocarse con ello todo el mundo exterior”.1 Hay muchas coincidencias entre el pensamiento de Stirner y el pensamiento existencialista contemporáneo. En cierto sentido, puede hablarse de Stirner como precursor del existencialismo. Según Kolakowski y Safranski, Nietzsche también leyó El Único y su Propiedad, aunque nunca lo menciona en su obra. Según Stirner, toda la filosofía anterior ha intentado someter al ser humano individual a alguna forma de Ser general impersonal. Hegel redujo a los individuos al papel de instrumentos de la Idea

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Marx, Karl y Friedrich Engels. La ideología alemana. Traducción de Wenceslao Roces, México, ECP, p. 101.


universal. Feuerbach liberó al hombre de la alienación religiosa sólo para sustituir la tiranía de Dios por la de la especie. Todas las religiones, filosofías y doctrinas políticas exigen que ponga mi atención

Héctor Pedraza Reyes

en cosas exteriores –Dios, el hombre, la sociedad, el estado, la humanidad, la verdad– y nunca simplemente en mí mismo; pero mi yo es todo lo que me importa. Desde el punto de vista de la emancipación del Yo, es lo mismo que Yo esté esclavizado por la impersonal Razón hegeliana o por la humanidad, por un ser divino o por la masa de mis congéneres. Para Stirner, la fuente de la servidumbre de cada individuo está en su interior. El individuo está encadenado por su propia imaginación y por su respeto irrestricto hacia los universales. Puede liberarse, por tanto, con un acto puramente espiritual, dejando de creer en Dios, la Humanidad, la Verdad. Para Marx, es una ilusión esperar que los individuos vivan juntos sin la ayuda de la comunidad y sus instituciones. Además, las intenciones de los individuos tienen escasa relevancia en una situación en la que no son los individuos los que regulan los vínculos sociales, sino que los vínculos que han creado pasan a ser una fuerza ajena e independiente que regula sus vidas. “El desarrollo de un individuo se halla condicionado por el desarrollo de todos los demás con quienes se halla en intercambio directo e indirecto… la historia de un individuo no puede en modo alguno desligarse de la historia de los individuos precedentes y simultáneos, sino que, por el contrario, se halla determinada por ésta”.2

Dibujo de Max Stirner

Evidentemente, la individualidad está desbordada por las condiciones materiales y por la “casualidad”. Ello ha impuesto a la humanidad la necesidad de llevar a cabo una revolución que destruya el elemento de la casualidad y que devuelva a los individuos la fuerza para controlar nuevamente sus relaciones sociales. “En la época actual la dominación de las formas materiales sobre los individuos, la opresión de la individualidad por la casualidad ha cobrado su forma más aguda y más universal, imponiendo con ello una tarea muy determinada a los individuos existentes. Plantea ante ellos la tarea de sustituir la dominación de las relaciones y de la casualidad sobre los 2

Marx, Karl y Friedrich Engels. Op. cit., pp. 524-525.

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KARL MARX EN

individuos por la dominación de los individuos sobre la casualidad y las relaciones. No formula, como Sancho se lo imagina, el postulado de que “Yo Me desarrolle”, lo que todo individuo venía haciendo ya sin necesidad de que Sancho se lo aconsejara, sino que preceptúa más bien la liberación de un modo de desarrollo muy determinado. Esta tarea impuesta por las condiciones actuales coincide con la tarea de organizar de un modo comunista la sociedad.3

LOS TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

• La polémica contra Max Stirner

Marx considera en todo momento que las ideas políticas, jurídicas y filosóficas no son más que el reflejo de las condiciones materiales de la vida en sociedad. Las ideas no tienen historia propia, sino que en cada época se imponen las ideas de la clase social que domina en el terreno económico. Por ello, no está de acuerdo en que las condiciones materiales de vida puedan ser transformadas cambiando simplemente nuestra manera de pensar. Sería proceder a la inversa: lo que se requiere es cambiar las estructuras sociales y económicas, para que se impongan nuevas concepciones de la vida y la sociedad. Así, mientras que los filósofos de la izquierda hegeliana pretendían cambiar el mundo cambiando las ideas que ostentamos respecto a ese mundo, Marx y Engels se proponen entender el proceso histórico que realmente está ocurriendo ante nuestros ojos y que consideran movido por la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, proceso que más tarde o más temprano desembocará en una revolución social que instaurará en la práctica nuevas relaciones entre los seres humanos, a partir de las cuales surgirán nuevas ideas dominantes, extendidas a todo lo largo y ancho de la sociedad. El curso que preveían era el de una creciente socialización de las fuerzas productivas y, por tanto, el de la supresión violenta de la propiedad privada sobre los medios de producción. No tardarían en producirse las condiciones para la aparición de una sociedad comunista, sin división de clases y sin división del trabajo.

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“En efecto, a partir del momento en que comienza a dividirse el trabajo, cada cual se mueve en un determinado círculo exclusivo de actividades, que le es impuesto y del que no puede salirse; el hombre es cazador, pescador, pastor o crítico crítico, y no tiene más remedio que seguirlo 3

Ibídem. P. 525.


siendo, si no quiere verse privado de los medios de vida; al paso que en la sociedad comunista, donde cada individuo no tiene acotado un círculo exclusivo de actividades, sino que puede desarrollar sus aptitudes en la rama que mejor le parezca, la sociedad se encarga de regular la producción general, con lo que hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a esto y mañana a aquello, que pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico, según los casos”.4

Héctor Pedraza Reyes

Es decir, su visión del futuro está llena de optimismo y hasta suponen que habrá tanta superabundancia de bienes, en virtud del desarrollo tecnológico, que cualquier individuo tendrá la oportunidad de desarrollarse como artista, ya sea como escultor o como pintor, o como ejecutante de cualquier otra actividad artística, pues todos tendrán derecho al ocio creativo. La concentración exclusiva del talento artístico en individuos únicos y la consiguiente supresión de estas dotes en la gran masa es una consecuencia de la división del trabajo. En una sociedad comunista, no habrá pintores, sino, a lo sumo, hombres que, entre otras cosas, se ocupan también de pintar.5 La Ideología alemana ha sido considerada como la primera formulación explícita del llamado “materialismo histórico” y como una ruptura epistemológica con toda la problemática justiciera y liberal que Marx había enarbolado antes en los artículos que publicara tanto en los Anales Franco Alemanes como en la Gaceta Renana. Todavía en los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, se ha advertido la influencia del idealismo alemán, con el que rompen abruptamente en la Ideología alemana. De hecho, el prólogo de esta obra se inicia precisamente ridiculizando el pensamiento de muchos de sus contemporáneos, que todavía estaban impregnados de ideales románticos, considerados por Marx y Engels como “inocentes y pueriles fantasías”. “Uno de los problemas más difíciles para los filósofos, es descender del mundo del pensamiento al mundo real. La realidad inmediata del pensamiento es el lenguaje. Y como los filósofos han proclamado la independencia del pensamiento, debieran proclamar también el lenguaje como un reino propio y soberano. En esto reside el secreto del lenguaje filosó4

Ibídem. P. 34.

5

Ibídem. P. 470.

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KARL MARX EN

fico, en el que los pensamientos encierran, como palabras, un contenido propio. El problema de descender del mundo de los pensamientos al mundo real se convierte así en el problema de descender del lenguaje a la vida... Los filósofos no tendrían más que reducir su lenguaje al lenguaje corriente, del que aquél se abstrae, para darse cuenta y reconocer que ni los pensamientos ni el lenguaje forman por sí mismos un reino aparte, sino que son, sencillamente expresiones de la vida real”.6

LOS TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

• La polémica contra Max Stirner

Y, por supuesto, se recuerda a este propósito, la onceava Tesis sobre Feuerbach, también de 1846, donde se establece. “Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo”. Sin embargo, esta acción transformadora no debe ocurrir sobre una base voluntarista. Lo que tenían en mente Marx y Engels era que la transformación habría de darse con el tiempo, independientemente de nuestra voluntad. Era un proceso objetivo que se estaba desarrollando frente a nuestros ojos, proceso que había que entender a cabalidad y sobre el que se podría incidir, para acelerarlo. Pero la revolución del modo de producción era algo que ya estaba en camino de producirse. Por tanto, la humanidad tenía la fortuna de hallarse en un privilegiado momento histórico, el de la aparición de una nueva forma de sociedad, que ya no estaría fundada en la opresión de unas clases sobre otras y en la explotación del hombre por el hombre. Los hombres sólo se liberaban en la medida en que se lo prescribía y se lo consentía, no su ideal del hombre, sino las condiciones de producción existentes. Sin embargo, todas las liberaciones anteriores tuvieron como base fuerzas de producción limitadas, cuya producción insuficiente para toda la sociedad sólo permitía un desarrollo siempre y cuando los unos satisficieran sus necesidades a costa de los otros y, por tanto, los unos –la minoría– obtuvieran el monopolio del desarrollo, al paso que los otros –la mayoría–, mediante la lucha continua en torno a la satisfacción de las necesidades más apremiantes, se veían excluidos por el momento (es decir, hasta la creación de nuevas fuerzas revolucionadoras de la producción) de todo desarrollo.7

Pero había llegado el momento en que las fuerzas productivas, la industria moderna, la tecnología, los medios de comunicación y el conocimiento científico acumulado a lo largo de generaciones, podían generar tal cantidad de recursos que toda la humanidad podría ali-

24

6

Ibídem. Pp. 534-535.

7

Ibídem. Pp. 516-517.


mentarse y vestirse sin emplear cantidades considerables de tiempo en trabajar para su manutención. Además, el mismo desarrollo de los medios de producción estaba exigiendo la aparición de nuevas

Héctor Pedraza Reyes

relaciones sociales de producción, en las que se observaría la desaparición de la propiedad privada sobre los medios de producción y una distribución equitativa de los resultados de la producción, primero en base a la cantidad de trabajo aportada por cada quien y después de acuerdo a las necesidades de cada quien, en la fase más desarrollada del comunismo por advenir. Todas estas fabulosas ideas estaban ya proclamadas en la Ideología alemana. Llegarían, sin embargo, al público europeo a través de otro documento, que aparecería en 1848, el famoso Manifiesto del Partido Comunista que, a diferencia de la Ideología alemana, no fue abandonado “a la crítica roedora de los ratones”, sino que circuló ampliamente entre la opinión pública europea de aquel entonces, llegando en poco tiempo a todos los rincones del planeta.

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KARL MARX EN LOS TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

• La polémica contra Max Stirner

BIBLIOGRAFÍA Kolakowski, Leszek. Las principales corrientes del marxismo I. Madrid, Alianza, 1985. Marx, Karl, Manuscritos: Economía y filosofía. Traducción Francisco Rubio Llorente, Madrid, Alianza, 1974. Marx, Karl y Friedrich Engels. La ideología alemana. Traducción de Wenceslao Roces, México, Ediciones de Cultura Popular, 1974. Safranski, Rüdiger. Nietzsche. Biografía de su pensamiento. Tusquets, Barcelona, 2001. Traducción de Raúl Gabás. Las páginas 131-137 están dedicadas a la relación Nietzsche-Stirner. Safranski, Rüdiger. Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía. Madrid, Alianza. Stirner, Max. El único y su propiedad. Tr. Eduardo Subirats, Barcelona, Mateu, 1970. Safranski, Rüdiger. Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía. Madrid, Alianza. Stirner, Max. El único y su propiedad. Tr. Eduardo Subirats, Barcelona, Mateu, 1970.

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Miseria de la filosofía: la polémica entre Marx y Proudhon

n 1847 apareció Miseria de la filosofía, obra escrita por Karl Marx en francés como respuesta al libro de Proudhon Filosofía de la miseria, publicado en octu-

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Marx y Engels entre socialistas en París, la tarde del verano de 1844

bre de 1846. Marx era por entonces un joven de veintinueve años de edad y Proudhon un hombre de treinta y ocho, célebre entre los socialistas franceses, por lo menos desde 1840, cuando apareció ¿Qué es la propiedad? Sin embargo, a pesar de las enormes diferencias de prestigio y estatus, el joven Marx teje una diatriba por demás incisiva contra el admirado intelectual francés, llegando en algunos momentos a caricaturizarlo. Marx se había llevado un fiasco con Proudhon. En la segunda mitad de 1844, había sostenido largas conversaciones con él, que a

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KARL MARX EN LOS TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

• Miseria de la filosofía: la polémica entre Marx y Proudhon

menudo se prolongaban por toda la noche. A lo largo de esas conversaciones, Marx creyó haber convertido a Proudhon para el comunismo. Por su parte, éste creía haber ganado a Marx para su propia causa, de corte más bien anarquista. No tardarían ambos en percatarse de que todo había sido un producto de un malentendido. Estando ya en Bruselas, Marx solicita en mayo de 1846 a Proudhon que colabore en una nueva organización comunista. Proudhon se niega inmediatamente y se deslinda de todo pensamiento comunista y revolucionario. Como era de esperarse, “saltaron chispas”. El asunto se agravó cuando apareció Filosofía de la miseria, donde, entre otras cosas, Proudhon advierte: “A pesar de demostrarse por sus consecuencias que la propiedad es falsa, no por esto resulta verdadero el comunismo”.1 La ruptura entre ambos sería definitiva. Marx había contraído matrimonio el 12 de junio de 1843 con Jenny von Westphalen. Expulsado del reino de Prusia, se había establecido en París a finales de octubre de ese mismo año, donde tuvo la oportunidad de tratar a Proudhon. Sin embargo, al poco tiempo, en enero de 1845, Marx fue expulsado de Francia por petición del gobierno prusiano, a raíz de dos artículos publicados en el ¡Adelante! (Vorwaerts!), periódico alemán editado en París. Como en Prusia le esperaba un proceso de alta traición a causa de los Anales franco-alemanes, la familia Marx marchó, con su hija Jenny, a Bruselas, donde habrían de permanecer hasta febrero de 1848. Establecido en Bélgica, Marx había publicado en 1845 La Sagrada familia en alemán, en una editorial de Frankfurt. Proudhon había sido el primero en hablar del socialismo como ciencia y Marx lo admiraba todavía en 1845, al grado de que hizo un gran elogio de él en La Sagrada Familia, donde afirmó que la obra ¿Qué es la propiedad? revestía una importancia por lo menos igual a la del folleto del abate Sièyes, ¿Qué es el Tercer Estado? Dice textualmente Marx: “Proudhon no escribe solamente en nombre de los proletarios; él mismo es un proletario. Su obra es el manifiesto científico del proletario francés y presenta

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1

Proudhon, P.J. Sistema de las contradicciones económicas o Filosofía de la miseria. (Trad. Francisco Pi y Margall), Madrid, Ediciones Júcar, 1974, vol. 1, p. 97.


una importancia histórica distinta de la elucubración literaria de un crítico cualquiera”. Pero su impresión sobre Proudhon cambiaría radicalmente a la

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vuelta de un año. En diciembre de 1846 Marx comunica en una carta a Annenkov que acaba de leer la Filosofía de la miseria: “La he leído en dos días, a fin de comunicarle a usted, sin pérdida de tiempo, mi opinión”. De entrada, la opinión de Marx sobre la obra de Proudhon es que se trata de una obra mala, muy mala: “Incapaz de seguir el movimiento real de la historia, el señor Proudhon nos ofrece una fantasmagoría con pretensiones de dialéctica… su historia discurre en el reino nebuloso de la imaginación y se remonta muy por encima del tiempo y del espacio. En una palabra, eso no es historia, sino antigualla hegeliana, no es historia profana –la historia de los hombres–, sino historia sagrada: la historia de las ideas”. Muchos años después, al recordar aquel pasaje de su vida con motivo de la muerte de Proudhon, ocurrida el 19 de enero de 1865, Marx escribirá a Schweitzer: “En 1844, durante mi estancia en París, trabé conocimiento personal con Proudhon. Menciono aquí este hecho porque, en cierto modo, soy responsable de su sofistería (sophistication, como llaman los ingleses a la adulteración de las mercancías). En nuestras largas discusiones, que con frecuencia duraban toda la noche, le contagié, para gran desgracia suya, el hegelianismo que por su desconocimiento del alemán no pudo estudiar a fondo… Poco antes de que apareciese su segunda obra importante, Filosofía de la miseria, el propio Proudhon me anunció su próxima publicación en una carta muy detallada donde, entre otras cosas, me decía lo siguiente: Espero la férula de su crítica. En efecto, mi crítica cayó muy pronto sobre él (en mi libro Miseria de la filosofía) en tal forma que puso fin para siempre a nuestra amistad”. O sea, la relación cordial entre ambos sólo había durado tres años, del verano de 1844 hasta la aparición de la diatriba de Marx en 1847. Cuando se conocieron, Marx era todavía más joven. En 1844, Marx tenía veintiséis años de edad y Proudhon treinta y cinco. Por ello se ha disputado sobre la posibilidad de que realmente Marx hubiera podido ejercer alguna influencia sobre Proudhon. Haubtmann, en Marx et Proudhon, aparecida en París en 1947, sostiene: “La acción de Marx sobre Proudhon parece haber sido de lo más débil”.

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KARL MARX EN LOS TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

Pero esto sería hacer caso omiso de la erudición demasiado precoz de Marx, para quien Hegel no tenía secretos. Y es que es evidente la intención de Proudhon de hegelianizar sus observaciones sobre el desarrollo del capitalismo moderno y de la moderna burguesía. Ya en el mismo título de la obra se aprecia su intención de utilizar la dialéctica: Système des contradictions économiques ou Philosophie de la misère. En una carta a Bergmann, del 19 de enero de 18452, Proudhon había afirmado que estaba persuadido de emplear la lógica hegeliana en su próxima obra, es decir, en el Système des contradictions, libro que fue escrito bajo la impresión de las conversaciones mantenidas por Proudhon con un “gran número de alemanes”, entre los cuales estaba Marx, que lo infectó de hegelianismo. Como él mismo confiesa en la misma carta a Bergmann; “Según las nuevas relaciones que hice este invierno, una gran cantidad de alemanes me han entendido muy bien y admiran el trabajo que hice para llegar por mí mismo a lo que afirman que existe en ellos. No puedo juzgar todavía qué parentesco existe entre mi metafísica y la lógica de Hegel, por ejemplo, puesto que jamás he leído a

Proudon y sus hijos

Hegel; pero estoy convencido de que es su lógica la que yo emplearé en mi próxima obra”. Además, en una carta a Ackermann, del 4 de octubre de 1844, Proudhon había asegurado: “Para salir de un obstáculo inextricable, quiero intentar lo que Kant ha declarado formalmente imposible: estoy trabajando en la popularización de la metafísica poniéndola en acción. Para esto empleo la dialéctica más profunda: la de Hegel, pues tal es mi malhadada suerte que, para triunfar de mis indomables repugnancias, debo servirme de los procedimientos más antipáticos al sentido común”. Que Proudhon haya entendido mal todo aquello que Marx le explicó sobre Hegel, es posible. Después de todo, Proudhon desconocía la lengua alemana y el joven Marx se esforzaba por traducir al fran-

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2

Carta que figura en Charles Sainte-Beuve. Proudhon; su vida y su correspondencia. Buenos Aires, Americalee, 1945.


cés el árido pensamiento de Hegel. La posibilidad de que Proudhon hubiera confundido todas las ideas que le expresaba vehementemente aquel doctor alemán refugiado en París, es enorme.

Héctor Pedraza Reyes

Sin embargo, cuando Proudhon se enteró de la aparición de Miseria de la filosofía, a finales de 1847, se sintió traicionado por Marx y consideró que lo había movido la envidia: “El verdadero sentido de la obra de Marx es que él lamenta que yo siempre haya pensado como él, y que lo haya expresado antes que él. Corresponde al lector creer o no que sea Marx quien, después de haberme leído, lamente pensar como yo”. Es decir, desde el punto de vista de Proudhon, lo que había provocado la ira de Marx no era el hecho de que hubiera malinterpretado lo que Marx tomaba de Hegel, sino el hecho más humano de que simplemente se le había adelantado a Marx, quien habría estado escribiendo la Miseria de la filosofía reprochándose haber comunicado sus ideas a Proudhon antes de haberlas publicado por su cuenta y de haberse llevado todos los créditos. Marx acusaba a Proudhon de no concebir las instituciones sociales como productos históricos, y de no comprender ni su origen ni su desarrollo, según la carta a Annenkov del 28 de diciembre de 1846. En la “Segunda Observación” de la Miseria de la filosofía, Marx afirma: “El señor Proudhon economista ha sabido ver muy bien que los hombres hacen el paño, el lienzo, la seda, en el marco de relaciones de producción determinadas. Pero lo que no ha sabido ver es que estas relaciones sociales determinadas son producidas por los hombres lo mismo que el lienzo, el lino, etc”. Frente a esto, Proudhon escribió una nota marginal: “Mentira; es precisamente lo que yo digo. La sociedad produce las leyes y los materiales de su experiencia”. Lo que estaba en juego era la paternidad de lo que después se llamaría el materialismo histórico. “¿Pretendí alguna vez que los principios sean otra cosa que la representación intelectual, no la causa generadora de los hechos?”, pregunta indignado Proudhon, quien ya en ¿Qué es la propiedad? había afirmado que todo lo que el hombre sabe y puede le viene de las generaciones pasadas y de la sociedad en que vive, una tesis que seguramente Marx había podido

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KARL MARX EN LOS TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

leer y había hecho suya, formulándola en el marco de su teoría sobre las relaciones entre la infra y la superestructura. Por eso, exclamaba Proudhon: “¿Es que Marx tiene la pretensión de ofrecer todo esto como suyo, en oposición a algo en contrario dicho por mí? ¡Todo esto es mío! Yo dije todo esto”. Todo parece indicar que Proudhon había tenido muy ricas intuiciones cuando Marx no era sino un principiante en la crítica del capitalismo. Pero muy pronto demostraría de lo que era capaz. A lo largo de 1846 había estado empeñado en la redacción de La ideología alemana, y muy pronto daría por terminado el Manifiesto del Partido Comunista, cuya resonancia perduró por siglo y medio en el mundo entero. Miseria de la filosofía terminaba diciendo; “Así como los economistas son los representantes científicos de la clase burguesa, los socialistas y los comunistas son los teóricos de la clase proletaria. Mientras el proletariado no está aún lo suficientemente desarrollado para constituirse como clase; mientras, por consiguiente, la lucha misma del proletariado contra la burguesía no reviste todavía carácter político, y mientras las fuerzas productivas no se han desarrollado en el seno de la propia burguesía hasta el grado de dejar entrever las condiciones materiales necesarias para la emancipación del proletariado y para la edificación de una sociedad nueva, estos teóricos son sólo utopistas que, para mitigar las penurias de las clases oprimidas, improvisan sistemas y andan entregados a la búsqueda de una ciencia regeneradora. Pero a medida que la historia avanza y con ella empieza a destacarse, con trazos cada vez más claros, la lucha del proletariado, aquéllos no tienen ya necesidad de buscar la ciencia en sus cabezas: les basta con darse cuenta de lo que se desarrolla ante sus ojos y convertirse en portavoces de esa realidad. Mientras se limitan a buscar la ciencia y a construir sistemas, mientras se encuentran en los umbrales de la lucha, no ven en la miseria más que la miseria, sin advertir su aspecto revolucionario, que terminará por derrocar a la vieja sociedad. Una vez advenido este aspecto, la ciencia, producto del movimiento histórico, en el que participa ya en pleno conocimiento de causa, deja de ser doctrinaria para convertirse en revolucionaria”.3

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3

Marx, Karl [1847]. Miseria de la filosofía. México, Ediciones de Cultura Popular, p. 109.


BIBLIOGRAFÍA Cuvillier, Armand. Proudhon. México, FCE, 1986.

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Lucrecio. “De la realidad”. De rerum natura. Madrid, Lucina-Universidad Complutense, 1997. Marx, Karl. Miseria de la filosofía, Buenos Aires, Siglo XXI, 1971. Proudhon, P. J. Sistema de las contradicciones económicas o Filosofía de la miseria. (Trad. Francisco Pi y Margall), Madrid, Ediciones Júcar, 1974. Sainte-Beuve, Charles. Proudhon; su vida y su correspondencia. Buenos Aires, Americalee, 1945.

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Introducción a la crítica de la economía política

Héctor Pedraza Reyes

(1857)

no de los textos más importantes para comprender el método que orientaba las investigaciones de Marx, es la Introducción a la crítica de la economía política, que permaneció inédito más de cuarenta años y que en la actualidad se publica por lo general como la parte introductoria de los Grundrisse. El manuscrito original contiene la fecha en que se inició su elaboración: 23 de agosto de 1857. Fue terminado el mes siguiente. Inmediatamente después, Marx inició la redacción de los Grundrisse, a los que dedicaría el período comprendido entre octubre de 1857 y abril de 1858. En 1859, en la Contribución a la crítica de la economía política, Marx alude a esta Introducción, refiriéndose a ella como un texto que ha preferido dejar de lado, pues adelanta los resultados que todavía debe demostrar. “Aunque había esbozado una introducción general, prescindo de ella, pues, bien pensada la cosa, creo que el adelantar los resultados que han de demostrarse, más bien sería un estorbo, y el lector que quiera realmente seguirme deberá estar dispuesto a remontarse de lo particular a lo general”. En marzo de 1903, Karl Kautsky, quien figuraba como albacea de Engels, publicó en Die Neue Zeit, esta famosa Introducción, en la que Marx vuelve a la carga contra los criterios seguidos por los economistas de su época, que deslizaban por debajo de cuerda, las relaciones burguesas, como si se tratara de leyes naturales inconmovibles.

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KARL MARX EN LOS TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

• Introducción a la crítica de la economía política (1857)

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Cuando se dice, por ejemplo, que en toda producción ha de haber un momento de “apropiación”, Marx se muestra de acuerdo. Después de todo, es evidente que toda producción es apropiación de la naturaleza por parte del individuo. Ni modo que se produjera sólo por producir. Pero de allí a que la apropiación tenga que ser privada, hay un abismo. La historia revela más bien la propiedad común como la forma originaria de apropiación.


Los bocetos de 1857-1858

Héctor Pedraza Reyes

(Los Grundrisse)

ntre octubre de 1857 y marzo de 1858, Karl Marx trabajó afanosamente en una obra dedicada a revelar el funcionamiento del sistema capitalista. Aunque no sabía el nombre que le daría, escribió a Lasalle en febrero que la obra estaría dividida en seis libros: � DEL CAPITAL � DE LA PROPIEDAD DE LA TIERRA � DEL TRABAJO ASALARIADO � DEL ESTADO � COMERCIO INTERNACIONAL � MERCADO MUNDIAL En medio de enormes carencias económicas, y trabajando sobre todo por las noches escribió como desesperado. En Inglaterra se había producido una crisis económica de grandes dimensiones a lo largo de 1857, que para Marx podía ser el preludio de una revolución social. Quería dar por terminada su obra sobre economía antes de que se precipitaran los acontecimientos y le impidieran dedicarse a la reflexión teórica. En una carta a Engels del 8 de diciembre de 1857, le dice: “Trabajo como loco las noches enteras, para poner en claro al menos los elementos fundamentales antes del diluvio”. Ya antes había participado en las revoluciones europeas de 1848, que habían sido derrotadas en toda la línea y tras las cuales Marx hubo de refugiarse en Londres. A lo largo de aquellas jornadas heroicas, se había dado a conocer sobre todo como autor del Manifiesto del Partido Comunista y como periodista en la Nueva Gaceta Renana. Suponía que en la nueva revolución alemana tendría que participar de nueva cuenta como periodista y organizador de algún nuevo par-

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KARL MARX EN LOS TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

• Los bocetos de 1857-1858 (Los Grundrisse)

tido obrero alemán. Por tanto, no había tiempo que perder. Desarrolló primero, a grandes rasgos, una nueva teoría del dinero; se dedicó enseguida al capítulo sobre el capital y avanzó considerablemente en los capítulos sobre la propiedad de la tierra, el trabajo asalariado, el Estado, el comercio exterior y el mercado mundial. Sin embargo, a fines de marzo de 1858 cayó gravemente enfermo. Su organismo estaba extenuado y la miseria en que vivía su familia lo abrumaba. Fue necesario interrumpir el trabajo y viajó a Manchester el 6 de mayo, donde permaneció dos semanas en casa de Federico Engels, quien le ayudó a restablecer su salud. Entre ambos tomaron una decisión. El inmenso manuscrito escrito en el invierno de 1857-1858 sería dejado de lado. Las fuerzas de Marx estaban agotadas y resultaba más prudente posponer su terminación hasta la llegada de mejores tiempos. Fue así como este Bosquejo, conocido hoy como Grundrisse der Kritik der politischen Ökonomie, quedó inconcluso. A la muerte de Marx en 1883, todo ese material, junto con el resto de la obra de Marx que permanecía inédita, pasó a formar parte del acervo bibliográfico de Engels y más tarde fue legado al Partido Socialdemócrata Alemán. En marzo de 1903, Karl Kautsky publicó en Die Neue Zeit, un documento extraordinario, entresacado de aquel material inédito: la Introducción que Marx había fechado el 23 de agosto de 1857, poco antes de emprender la redacción de los Grundrisse. Pero pasó desapercibido en el clima ortodoxo de la socialdemocracia europea y luego las urgencias políticas de la primera guerra mundial y de la revolución rusa sepultaron cualquier intento de profundizar en el conocimiento de aquellos viejos manuscritos. A duras penas empezaron a circular otros documentos de gran importancia, como los Manuscritos de 1844 y La ideología alemana. Pero sería hasta 1939-1941 que aparecería en Moscú, en alemán, la obra que hoy conocemos como los Grundrisse. En 1956, Eric Hobsbaum se percató de que los manuscritos de 1857-1858 contenían una gran cantidad de información sobre la historia económica de las sociedades previas al capitalismo y publicó una antología que llamó Formaciones económicas pre-capitalistas. Luego, algunas ideas de los Grundrisse fueron recogidas por André

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Gorz y Herbert Marcuse. Éste último las utilizó en los años sesenta en El hombre unidimensional.


Pero sería hasta los años setenta cuando el público marxista europeo se ocupó realmente de los Grundrisse, pues la traducción al francés es de 1968 y la italiana de 1969. En español, siglo XXI publi-

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có el primer tomo en 1971 y el segundo en 1972. Los Grundrisse resultan de suma importancia porque despejan muchas dudas respecto a lo que Marx había dejado en la ambigüedad en el prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política de 1859. En ese famoso prólogo hablaba de que el capitalismo se derrumbaría como resultado de la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción, pero no aclaró nunca en qué consistía esta contradicción. Ni siquiera dejó en claro qué entendía por “fuerzas productivas” y por “relaciones de producción”. La socialdemocracia alemana, que no conoció los Grundrisse ni La ideología alemana, se debatió en la incertidumbre. ¿Qué había querido decir Marx? ¿Significaba que la transición del capitalismo al socialismo se produciría por sí sola, sin necesidad de hacer la revolución? ¿Podía hacerse la revolución en un solo país, sin esperar a que el capitalismo se hubiera desarrollado hasta su más alto grado y a nivel mundial? Para responder estas cuestiones sólo tenían a la mano algunas frases crípticas de El Manifiesto Comunista y otras tantas de El Capital. Incluso algunas más de Miseria de la filosofía, que había sido un escrito polémico en el que no se había entrado en el detalle. Así, durante finales del XIX y principios del XX flotaban en el aire muchas preguntas, la principal de las cuales era la que se refería el modo concreto en que se produciría la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción, contradicción que según Marx llevaría a la revolución y al socialismo. Sólo hasta los años sesenta del siglo XX, se pudo ver que estas cuestiones ya Marx las tenía resueltas en los Grundrisse, donde entiende la contradicción propia del capitalismo como una contradicción entre la producción y la realización de la plusvalía y donde había sentenciado: “El capital encuentra límites en su propia naturaleza que, al llegar a cierta fase de su desarrollo, hacen que él mismo se revele como la más poderosa de las barreras”.1 Después de haber considerado el proceso de producción, Marx 1

Marx, Karl. Grundrisse, lineamientos fundamentales para la crítica de la economía política 1857-1858. México, FCE, 1985, Traducción de Wenceslao Roces, tomo 1, p. 279.

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KARL MARX EN LOS TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

• Los bocetos de 1857-1858 (Los Grundrisse)

analizó el proceso de circulación. Ya tenía claro cómo se genera la plusvalía y la ganancia del capitalista. La plusvalía resulta de la explotación del trabajo, del trabajo no pagado al obrero o plustrabajo. Pero una vez que el capitalista tiene las bodegas llenas de productos, debe hallar compradores, es decir, consumidores. Si no, todo el proceso de producción habrá sido en vano. Como mercancía, el capital comparte ahora la suerte de todas las demás mercancías: es algo puramente contingente el que logre cambiarse o no por dinero, el que su precio se realice o no se realice. En el mismo proceso de producción –donde el capital se presuponía constantemente como valor–, su valoración dependía enteramente de la relación del propio capital en cuanto trabajo objetivado con el trabajo vivo; es decir, de la relación entre el capital y el trabajo asalariado. Pero ahora es un producto, una mercancía, que depende de la circulación. En cuanto mercancía, tiene que ser:

� Valor de uso y, como tal, objeto de una necesidad, objeto de consumo;

� Susceptible de cambiarse por su equivalente, en dinero. El nuevo valor sólo puede realizarse por medio de la venta.2 El primer límite con que tropieza su valorización es, por tanto, el consumo mismo, la necesidad que la mercancía suscite. Por tanto, nos dice Marx, en cuanto el capital sale del proceso de producción y entra en la circulación bajo la forma de mercancías encuentra un límite en la magnitud del consumo o de la capacidad de consumo. Una vez satisfecha la necesidad que se tiene de esas mercancías, dejan de ser requeridas para el consumo. Pone el ejemplo del trigo: si se produce más trigo del que una población puede comer, seguramente habrá una cantidad de trigo que nadie comprará. “Los productos sólo pueden consumirse y son objeto de necesidades dentro de ciertos límites. Por tanto, como valor de uso, el producto lleva en sí mismo un límite –precisamente el que le traza la necesidad que de él se sienta–, pero este límite no se mide por la necesidad de los productores, sino por la suma de las necesidades de los sujetos de cambio. Allí donde termina la necesidad de un determinado valor de uso, éste deja de serlo. Como valor de uso, se mide por la necesidad que se siente de él”.3

40

2

Marx, Karl. Op. cit., p. 273.

3

Ibídem. P. 274.


Otro límite, que no depende de las necesidades, proviene de la escasez de dinero. Si existen las mercancías y una enorme masa de consumidores, pero no hay dinero, es decir, la gente no tiene ingresos,

Héctor Pedraza Reyes

entonces tampoco podrán venderse las mercancías. Entonces, la producción se vería en un atolladero si no estuviese en condiciones de hacer que su producto pasara al proceso de circulación. El capital, como producción basada en el trabajo asalariado, presupone, pues, la circulación como condición y momento necesarios de todo el movimiento. Y siendo como es una forma de producción determinada, presupone una forma de cambio también determinada, que encuentra su expresión en la circulación monetaria. Para poder renovarse, necesita convertir en dinero todo el producto; no como en fases anteriores de la producción, en que el cambio sólo recaía sobre la producción sobrante y los productos superfluos, pero no, ni mucho menos, sobre la producción en su totalidad. Tales son, en efecto, las contradicciones, claramente evidenciadas ante quien las considere de un modo objetivo e imparcial. Cuestión distinta es cómo estas contradicciones van superándose constantemente en el curso de la producción capitalista, para reaparecer constantemente de nuevo, hasta que son superadas violentamente.4 Vista la cosa más de cerca, existe un límite no inherente a la producción en términos generales pero sí a la producción basada en el capital. Baste con señalar que el capital, por oposición a su tendencia general –que contradice a su tendencia general de saltar por encima de todos los límites–, encierra una limitación específica de la producción, que tiene su fundamento en la superproducción, contradicción fundamental del capital, una vez desarrollado.5 Marx no utiliza el término “superproducción” para referirse a un inventario excesivo de mercancías, sino más bien para hablar de un poder productivo excesivo. Estas trabas inmanentes tienen por necesidad que corresponder a la naturaleza misma del capital y a sus determinaciones conceptuales esenciales. Los límites necesarios a que se refiere son los siguientes:

� El trabajo necesario, que marca el límite del valor de cambio 4

Ibídem. Pp. 274-275.

5

Ibídem. Pp. 282-283.

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KARL MARX EN

de la capacidad de trabajo vivo o del salario de la población

LOS TIEMPOS DE

industrial;

GLOBALIZACIÓN

� la plusvalía, que señala el límite del plustiempo de trabajo y,

• Los bocetos de 1857-1858 (Los Grundrisse)

en relación con el plustiempo de trabajo relativo, el límite al desarrollo de las fuerzas productivas;

� expresado en otros términos, la transformación en dinero o el valor de cambio en general, como límite de la producción; el cambio basado en el valor o el valor basado en el cambio, como límite con que tropieza la producción. Lo que

� vale tanto como decir que la limitación de la producción de valores de uso se da mediante el valor de cambio; es decir, que la riqueza real, para poder convertirse, en general, en objeto de producción, debe asumir una forma determinada, diferente de ella.6 Todas estas trabas o limitaciones representan diversos aspectos de la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones sociales de producción. Nos hablan de las dificultades que tiene el capitalismo para mantenerse vigente. Las alternativas que tiene a la vista son contradictorias entre sí y en realidad ninguna resuelve el problema de fondo, que es convertir la plusvalía en valor de cambio, lo que se vuelve cada vez más difícil conforme el sistema capitalista avanza hacia sus etapas de mayor desarrollo. Las alternativas son:

� los salarios deben ser incrementados para aumentar la demanda efectiva;

� debe extraerse menos plusvalía; � los productos deben ser distribuidos sin tener en cuenta la demanda efectiva;

� los productos que no puedan ser vendidos no deben ni siquiera ser producidos. La primera y la segunda dan por resultado una reducción de la ganancia; la tercera es imposible y la cuarta equivale a la depresión.

42

6

Ibídem. P. 283.


La contradicción se hacía evidente en pasajes como el siguiente: “El capitalista pide que ahorren sus obreros, pero solamente los suyos, aquellos a quienes él tiene que enfrentarse como a tales obreros, pero no, ni mucho menos, los demás, el resto de la clase obrera, ya que éstos se enfrentan a él como consumidores. A éstos, a pesar de todos los tópicos piadosos, procura espolearlos por todos los medios para que consuman, dotando a sus mercancías de nuevos encantos; trata de inducirlos con su charlatanería a nuevas necesidades”.7

Héctor Pedraza Reyes

Es cierto que hay crisis de sobreproducción cíclicas y que el capital logra sobreponerse por diversos medios a ellas. Pero Marx estaba pensando en que llegaría una crisis general y definitiva, que provocaría el derrumbe del sistema, en el preciso momento en que se conjugara un alto desarrollo de las fuerzas productivas con la existencia de una clase obrera instruida, conocedora de los mecanismos del moderno proceso productivo y capaz de hacerse cargo de la planificación centralizada de la economía. Mientras redactaba los Grundrisse, cayó en manos de Marx la Lógica de Hegel y decidió utilizar el método dialéctico en sus investigaciones. A fines del XIX y principios del XX se daba por sentado que Marx se había desligado del hegelianismo. Los Grundrisse nos demuestran que no era así, y que la lógica de corte hegeliano está presente en toda su obra, incluso en El Capital. En una carta dirigida a Engels, el 14 de enero de 1958, dice Marx: “Si alguna vez vuelvo a tener tiempo para este tipo de trabajo, me proporcionaré el gran placer de hacer accesible, en dos o tres pliegos impresos, a los hombres con sentido común, el fondo racional del método que Hegel ha descubierto y al mismo tiempo mistificado”. Todavía en 1873, Marx advierte en el prólogo a la segunda edición de El Capital: “En Hegel la dialéctica está puesta al revés. Es necesario darle vuelta, para descubrir así el núcleo racional que se oculta bajo la envoltura mística”.

7

Ibídem. P. 174.

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KARL MARX EN LOS TIEMPOS DE

Una diferencia sutil

GLOBALIZACIÓN

• Los bocetos de 1857-1858 (Los Grundrisse)

n los Grundrisse también se encuentra la sutil diferencia entre valor de uso y valor de cambio que permitirá descubrir la forma en que se produce la plusvalía. Dado el tiempo de trabajo como criterio del valor de cambio, ¿cómo se puede determinar el salario? ¿Cómo se efectúa el cambio entre el capital y el trabajo sobre la base objetiva de un cambio igual? “Si al obrero le basta con trabajar media jornada para poder vivir un día entero, ello quiere decir que para poder costearse su existencia como obrero sólo necesita trabajar media jornada. La otra mitad es, por tanto, trabajo forzado, trabajo excedente (plustrabajo). Lo que para el capital es plusvalía es para el obrero plustrabajo, trabajo que excede de sus necesidades directas como obrero, que sobrepasa la necesidad directa de mantener su vida”.8 No es el cambio lo que crea la plusvalía, sino más bien un proceso gracias al cual el capitalista obtiene, sin dar nada a cambio, sin equivalente, gratuitamente, tiempo de trabajo objetivado en valor. Y este proceso no es sino el disfrute que hace el capitalista del valor de uso de la fuerza de trabajo, que tiene la cualidad de poder producir valor muy por encima del equivalente de su propio valor de cambio, de sus propios gastos de mantenimiento, una vez dado un nivel determinado de productividad del trabajo, sin el cual el sistema de producción capitalista sería inconcebible. Es pues esta distinción sutil entre el valor de cambio y el valor de uso de la fuerza de trabajo la que se presenta como fundamento de la teoría de la plusvalía. “El trabajo, que para el capital es valor de uso, es para el obrero mero valor de cambio, el único de que dispone. El valor de uso de una cosa no interesa como tal al vendedor, sino solamente al comprador. Lo que determina el precio del nitrato no son sus propiedades naturales, que permiten emplearlo para fabricar pólvora, sino su costo de producción, la cantidad de trabajo objetivado en él. En la circulación, en la cual los valores de uso entran en calidad de precios, su valor de cambio no resulta de esta circulación, aunque se realice en ella; se halla ya predeterminado y no hace sino realizarse en el cambio por dinero. Por eso el trabajo que el obrero vende al capital como valor de uso es para el obrero valor de cambio, que trata de realizar, pero que se halla ya determinado antes del acto de cambio.

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8

Ibídem. P. 202.


El valor de cambio del trabajo, valor que se realiza en el proceso de cambio con el capitalista, se halla por tanto predeterminado, constituye una premisa… No es el valor de uso del trabajador el que lo determina.

Héctor Pedraza Reyes

Para el obrero, el trabajo sólo tiene un valor de uso en cuanto es valor de cambio, pero no en la medida en que produce valores de cambio. Y, para el capital, tiene valor de cambio solamente en cuanto productor de valores de uso… Que el obrero no pueda enriquecerse al vender su primogenitura por un plato de lentejas como Esaú, al entregar su fuerza creadora por una magnitud dada para poder estar en condiciones de trabajar, es la evidencia misma... Con ello, se enajena del trabajo, fuerza creadora de riqueza, haciendo que el capital se la apropie en cuanto tal. El divorcio de trabajo y propiedad, de trabajo y riqueza en el producto del trabajo, va ya implícito, por tanto, en este acto del cambio.9

9

Ibídem. Pp. 187-188.

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El fragmento sobre las máquinas

Héctor Pedraza Reyes

l fragmento sobre las máquinas de los Grundrisse muestra que Marx tenía confianza en que la introducción de máquinas podría ser la base de una mejoría sustancial de las condiciones de vida de los trabajadores, que les permitiría dedicarse a la ciencia o al arte, siempre y cuando hubieran cambiado las relaciones de los hombres entre sí, lo que Marx llamaba las relaciones sociales de producción. Es decir, el mismo capitalismo había sentado las bases del socialismo, a pesar de todos sus efectos perversos en el corto plazo. Consideraba que “la máquina es, sencillamente, un medio para la producción de plusvalía”,1 en otras palabras, algo que no tiene que ver con reducir el esfuerzo de los trabajadores sino con optimizar su explotación. Marx describe esta función de la maquinaria en el capítulo XIII de El Capital junto con los aspectos que aumentan la utilización del ser humano como fuerza de trabajo (especialmente del trabajo de mujeres y de menores) prolongando la jornada laboDiagrama que muestra las partes principales de una locomotora

1

Marx, Karl. El Capital. Crítica de la Economía Política. Traducción de Wenceslao Roces, México, Fondo de Cultura Económica, 1986; esta cita procede del Vol. I, Sección Cuarta: La producción de la plusvalía relativa, XIII. Maquinaria y gran industria: 1. Desarrollo histórico de las máquinas, p. 303

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KARL MARX EN LOS TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

• El fragmento sobre las máquinas

ral e intensificando el trabajo. La máquina también aparece siempre como un nuevo efecto de las huelgas y protestas de los trabajadores, ya que el capital no se les enfrenta solamente con la represión directa, sino especialmente creando nuevas máquinas.2 La máquina, a diferencia de la herramienta, no se debe entender como un medio de trabajo para el trabajador individual: al contrario, encierra el saber y la destreza de trabajadores y científicos: es saber y destreza objetivados, que se opone como poder dominante a los trabajadores dispersos. La división del trabajo es específicamente la precondición para la aparición de las máquinas. Es después de que la mano de obra se transforma en trabajo, un trabajo todavía humano pero cada vez más mecánico y mecanizado, que se dan las condiciones para que la máquina pueda dar un paso más al apropiarse de estas tareas mecánicas de los trabajadores y trabajadoras: “El medio de trabajo, asimilado con el proceso de la producción capitalista, sufre diversas metamorfosis, la última de las cuales es la máquina, o, mejor dicho, un sistema automático de maquinaria (pues la máquina automática no es más que la forma más acabada y más adecuada de la misma, con la que la maquinaria se convierte en sistema) puesto en movimiento por un mecanismo automático o fuerza motriz, que se mueve por sí misma. Éste está formado por numerosos órganos mecánicos e intelectuales, y los mismos trabajadores no son, en última instancia, otra cosa que articulaciones conscientes suyas. La máquina no aparece nunca, en ningún respecto, como medio de trabajo del trabajador individual. Su diferencia específica no es en modo alguno, como ocurre con el medio de trabajo, acomodar la actividad del trabajador al objeto sobre el que recae; por el contrario, su rasgo distintivo consiste en plantear la actividad del trabajador de tal modo que acomode la acción de la máquina a la materia prima, vigile esta acción y la libre de perturbaciones. Otra cosa es lo que ocurre con el instrumento, órgano animado por la destreza y la actividad del trabajador y cuyo manejo depende solamente del virtuosismo de éste. La máquina, en cambio, revestida por sí misma de habilidad y de fuerza en vez del trabajador, lleva en sí su propio virtuosismo; dotada de un alma que le infunden las leyes mecánicas que la gobiernan, la máquina consume, gracias a su propio movimiento constante, carbón, aceite, etcétera, lo mismo que el trabajador consume alimentos. Aquí, la actividad del trabajador, limitada a una mera abstracción de actividad, se halla determinada y regulada en todos los aspectos por los movimientos de la máquina, y no a la inversa. La ciencia, que obliga a los miembros inanimados de la máquina, por su construcción, a girar con arreglo al fin 2

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Marx, Karl. Miseria de la filosofía. Traducción de Martí Soler, México, Siglo XXI, 1987, pp. 115-116. “Como potencia hostil al obrero, la maquinaria es proclamada y manejada de un modo tendencioso y ostentoso por el capital. Las máquinas se convierten en el arma poderosa para reprimir las sublevaciones obreras periódicas, las huelgas y demás movimientos desatados contra la autocracia del capital”. El Capital. Vol. I, Sección Cuarta: La producción de la plusvalía relativa, XIII. Maquinaria y gran industria: 5. Lucha entre el obrero y la máquina, p. 361.


que se persigue, como los de un autómata, no reside en la conciencia del trabajador, sino que, por medio de la máquina, ésta actúa sobre él como un poder extraño, como el poder de la misma máquina.3”.

Héctor Pedraza Reyes

Este pasaje de Marx indica que la propia máquina, en el estado final de desarrollo de los medios de trabajo, no solamente incorpora estructuralmente a los trabajadores como autómatas, como aparatos, sino que también se ve simultáneamente impregnada de órganos mecánicos e intelectuales, y es mediante ese proceso que se desarrolla y renueva sucesivamente. Marx describe cómo los trabajadores se ven alienados de sus medios de trabajo, cómo se ven determinados desde el exterior por las máquinas, describe la dominación del trabajo vivo por el trabajo objetivado e introduce la figura de la relación invertida entre hombre y máquina. La actividad del trabajador, limitada a una mera abstracción de actividad, se halla determinada y regulada en todos los aspectos por los movimientos de la máquina, y no a la inversa. La ciencia, que obliga a los miembros inanimados de la máquina, por su construcción, a girar con arreglo al fin que se persigue, como los de un autómata, no reside en la conciencia del trabajador, sino que, por medio de la máquina, éste actúa sobre él como un poder extraño, como el poder de la misma máquina.4 La inversión de la relación entre trabajadores y medios de trabajo en el sentido de la dominación de la máquina sobre el ser humano se define aquí no sólo como una jerarquización del proceso de trabajo, sino que también se entiende como una inversión del traspaso de saber. Mediante el proceso de objetivación de las formas de saber en la máquina, quienes producen este saber pierden toda competencia y poder sobre el proceso de trabajo. El trabajo mismo aparece como separado, disperso en muchos puntos del sistema mecánico, en trabajadores vivos singulares. “En el maquinismo, para el trabajador el saber es algo extraño, externo, y a la par el trabajo vivo se subsume al trabajo objetivado”.5 El sistema automático de maquinaria es más que un mecanismo técnico. La máquina no aparece aquí limitada a sus aspectos técnicos 3

Marx, Karl. Grundrisse. Tomo II, pp. 106-107.

4

Ibídem. P. 107.

5

Ibídem. P. 109.

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• El fragmento sobre las máquinas

sino como un ensamblaje mecánico-intelectual-social; aunque la tecnología y el saber afectan al trabajador, la máquina no es solamente una concatenación de tecnología y saber, de órganos mecánicos e intelectuales, sino también de órganos sociales, hasta el extremo de que coordina a los trabajadores aislados. De ahí que el carácter colectivo del intelecto humano, en último término, se hace también evidente en la máquina. Las máquinas “son órganos del cerebro humano creados por la mano del hombre, la potencia objetivada del saber. El desarrollo del capital fijo indica hasta qué punto el saber social general, el knowledge, se ha convertido en fuerza productiva directa y, por tanto, hasta qué punto las condiciones del proceso social de vida se hallan sometidas al control del general intellect y transformadas con arreglo a él. Hasta qué punto las fuerzas productivas sociales son producidas no sólo bajo la forma del saber sino como órganos directos de la praxis social, del proceso real de vida”.6

Esto es lo que permitiría hablar después, con todo fundamento, de que el mismo capitalismo ha ido propiciando la socialización de las fuerzas productivas, de tal manera que llegaría el momento en que la contradicción entre esa socialización y la apropiación privada de los frutos, haría estallar al sistema capitalista. Era la misma apetencia de ganancias la que había provocado en el capitalista la necesidad de introducir cada vez más y mejor maquinaria en el proceso de producción. Pero, al hacerlo, estaba creando los fundamentos de una nueva forma de sociedad. La socialización de las fuerzas productivas llevaría a la socialización de los frutos del trabajo de todos los seres humanos. El capital, sin conciencia de ello, reduce al mínimo el trabajo humano y el esfuerzo del hombre. Cosa que, llegado el día, beneficiará al trabajo emancipado y hará posible, asimismo, la emancipación de la humanidad. Por lo pronto, el capital se vale de las máquinas con la sola y única finalidad de que el trabajador consagre al capital una parte mayor de su tiempo, de que trabaje más tiempo para el capital, de que una parte cada vez mayor de su tiempo deje de pertenecerle al obrero.7

Pero llegará el momento, en que esas máquinas dejarán tiempo libre para que los seres humanos puedan vivir realmente como seres humanos.

50

6

Ibídem. P. 115.

7

Ibídem. P. 111.


Contribución a la crítica de la economía política

Héctor Pedraza Reyes

(1859)

a Contribución a la crítica de la economía política fue escrita entre noviembre de 1858 y el 21 de enero de 1859. Apareció con un prólogo inquietante. Contenía una especie de profecía, o al menos así se lo pareció a muchos intelectuales que no conocían los fundamentos que Marx tenía para hacer un pronóstico del próximo derrumbe del sistema capitalista. De hecho, esta obra cobró fama no tanto por los capítulos dedicados al examen del dinero y de la mercancía, como por su prólogo, cuya comprensión hubiera necesitado de la previa lectura de los Grundrisse o, al menos, de La ideología alemana, dos obras que sólo serían conocidas ya muy entrado el siglo XX. En enero de 1859, cuando la dio por terminada, Marx contaba con cuarenta años de edad. En 1855 había perdido a su hijo Edgar a los ocho años de edad. Además de su esposa Jenny von Westphalen, conservaba a su hija mayor, también llamada Jenny, a su hija Laura y estaba recién nacida la más pequeña, Leonor, conocida también como Tussy. Había empezado la redacción de su obra económica desde que llegó a Londres en 1849. Pero cada vez profundizaba más en el tema y cada día que pasaba se le dificultaba más presentarlo en una versión accesible al público. Además, la situación económica de la familia era verdaderamente penosa. En enero de 1857, cuando ya había empeñado en el Montepío todo el patrimonio familiar, escribió en una carta: “Creía haberme tragado ya la quintaesencia de la inmundicia. Pero no. Lo peor de ello es que esta crisis no es temporal. No veo cómo salir de esto”. Y un poco después, en el mes de marzo, en otra carta, afirmó: “Toda la situación en la

Leonor Marx (1855-1898)

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• Contribución a la crítica de la economía política (1859)

casa está en tal crisis, que la cabeza me zumba demasiado como para poder escribir. Esto es repugnante”.1 Todavía el 15 de julio de 1858, escribía a Engels: “A mi peor enemigo no le deseo tener que vadear el pantano en el que forcejeo desde hace ocho semanas, furioso del todo al ver cómo se estropea mi intelecto y se quebranta mi capacidad de trabajo a causa de esas enormes mezquindades”.2 Pero aun en estas condiciones adversas, prosiguió su trabajo y durante el invierno de 1857-1858 elaboró una serie de cuadernos manuscritos que le permitieron entender mejor el funcionamiento del sistema capitalista. Esos manuscritos no se publicaron sino muchos años después, en 1939, con el nombre de Grundrisse, o Lineamientos fundamentales para la crítica de la economía política. En ellos se pronosticaba, entre otras cosas, el derrumbe del capitalismo y la transición a un nuevo modo de producción más humano y racional. A mediados de 1857 también elaboró una Introducción general a la crítica de la economía política, que tampoco se publicó en vida de Marx, pero que igualmente le sirvió para aclarar sus propias ideas. Este manuscrito, fechado el 23 de agosto de 1857, fue publicado por vez primera por Karl Kautsky en marzo de 1903. El hecho de que no se dieran a conocer al público estos manuscritos, provocó que el Prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política fuera insuficientemente comprendido a lo largo de mucho tiempo. Parecía un texto cifrado, críptico, en el que sólo se hablaba del derrumbe del capitalismo, pero no se exponía claramente cómo habría de ocurrir. Por un lado, se afirmaba que existía una contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción que llevaría a la aparición de nuevas relaciones sociales y, por otro lado, se hablaba de que ningún modo de producción desaparece hasta que se hubieran desarrollado todas las fuerzas productivas que había incubado en su interior. Ni siquiera se precisaba qué se entendía por fuerzas productivas y por relaciones de producción. Advertía al lector que había suprimido una introducción general, pues le parecía que toda anticipación de resultados sería perturbadora y lo conminaba a remontarse desde lo particular hasta

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1

Blumenberg, Werner. Marx. Madrid. Edicusa, 1970, p. 131.

2

Marx, Karl. Elementos fundamentales para la crítica de la economía política. México, Siglo XXI, 1971, tomo 1, p. xxxviii del prólogo a la primera edición en alemán.


lo general. Terminó el prólogo recordando la frase que según Dante figuraba a la entrada del infierno, y que para Marx tendría que figurar también a la entrada de la ciencia: Abandónese aquí todo recelo,

Héctor Pedraza Reyes

mátese aquí cualquier vileza. La obra misma, la Contribución, no desarrollaba lo asentado en su prólogo. Se redujo a presentar los dos primeros capítulos de una obra que aparecería en varias entregas, en fascículos, de acuerdo a lo convenido con un editor de Berlín, Franz Dunker. Marx abrigaba la intención de realizar inmediatamente el tercer capítulo, que sería dedicado al capital en general y cuya primera parte llevaría el nombre: “Del proceso de producción del capital”, capítulo que había ofrecido en la última nota de pie de página de la Contribución. Sin embargo, diversas contingencias impidieron la aparición del siguiente fascículo y hacia mediados de 1862 Marx decidió que ya no aparecería el libro del capital como continuación de los dos capítulos editados en 1859, sino como obra independiente, a la que se llamaría El Capital, con el subtítulo de Crítica de la economía política. Sin embargo, El capital no aparecería en alemán sino hasta 1867. O sea, entre el plan original de la obra y el resultado final hubieron de transcurrir diez largos años. El primer índice había sido elaborado en noviembre de 1857. El 14 de enero de 1858, mientras escribía los Grundrisse, Marx se dirigió a Engels para comunicarle que por pura casualidad había vuelto a hojear la Lógica de Hegel: “Freiligrath ha encontrado algunos libros de Hegel que habían pertenecido antes a Bakunin y me los ha enviado como regalo”. Muy probablemente esta recuperación de la dialéctica hegeliana, realizada en el preciso momento en que se disponía a dar por terminada su obra económica, fue el primer elemento que impidió un rápido avance, pues la Lógica de Hegel le permitió llegar al fondo del asunto y, al mismo tiempo, complicar en alto grado la investigación que venía realizando. De allí que para enero de 1859 no tuviera más que dos capítulos a disposición del público, así como los manuscritos de los Grundrisse y, por supuesto, el famoso prólogo de la Contribución, enviado al editor de Berlín el 23 de febrero de 1859.

Laura Marx (1846-1911)

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• Contribución a la crítica de la economía política (1859)

En ese prólogo, Marx afirmaba: “Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social”.3 Esa era la primera formulación explícita de la ley que explica la evolución de la sociedad humana. Pero en esa obra Marx no aclaraba qué entendía por relaciones de producción y fuerzas productivas. Ni La ideología alemana ni los Grundrisse habían sido publicados. En el Manifiesto Comunista se hablaba someramente de la sucesión de modos de producción y en particular de la transición del feudalismo al capitalismo, a partir de lo cual se pronosticaba la futura transición del capitalismo al socialismo. Pero no estaba claro cómo operaría en concreto esta contradicción. ¿Se produciría de forma automática? ¿O habría que hacer una revolución? Estas lagunas en el discurso de Marx provocaron que la socialdemocracia alemana de finales del XIX se debatiera en la duda respecto a si era necesario provocar el cambio revolucionario o bastaba con esperar a que los acontecimientos se desarrollaran por sí solos. Aparentemente, era esto último en lo que estaba pensando Marx, porque continuaba: “Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, porque, mirando mejor, se encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización”.

Y vaticinaba que las relaciones burguesas de producción serían la última forma antagónica del proceso social de producción; “antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en la so-

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3

Marx, Karl [1859]. Contribución a la crítica de la economía política. México, Siglo XXI, 1980, p. 5


ciedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por lo tanto, la prehistoria de la sociedad humana”.4

Héctor Pedraza Reyes

No cabe duda de que estas palabras eran demasiado crípticas. Incluso podían ser vistas como una profecía milenarista. Para aclarar lo que Marx tenía en mente, habría que esperar a la publicación de los Grundrisse, La ideología alemana y los Manuscritos de 1844, tres obras que fueron publicadas en el período 1932-1939. Otras frases crípticas habían aparecido en 1847 en Miseria de la filosofía, en la “Séptima observación”. Pero tampoco allí decía cómo se habría de desplomar la vieja sociedad. “Aprovecharé la ocasión para contestar brevemente a una objeción que se me hizo por un periódico alemán de Norteamérica al publicarse, en 1859, mi obra Contribución a la crítica de la economía política. Este periódico decía que mi tesis según la cual el régimen de producción vigente en una época dada y las relaciones de producción propias de este régimen, en una palabra “la estructura económica de la sociedad, es la base real sobre la que se alza la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social” y de que “el régimen de producción de la vida material condiciona todo el proceso de la vida social, política y espiritual” era indudablemente exacta respecto al mundo moderno, en que predominan los intereses materiales, pero no podía ser aplicada a la Edad Media, en que reinaba el catolicismo, ni a Atenas y Roma, donde imperaba la política. En primer lugar, resulta peregrino que haya todavía quien piense que todos esos tópicos vulgarísimos que corren por ahí acerca de la Edad Media y del mundo antiguo son ignorados de nadie. Es indudable que ni la Edad Media pudo vivir del catolicismo ni el mundo antiguo de la política. Lejos de ello, lo que explica por qué en una era fundamental la política y en la otra el catolicismo es precisamente el modo como una y otra se ganaban la vida. Por lo demás, no hace falta ser muy versado en la historia de la república romana para saber que su historia secreta la forma la historia de la propiedad territorial. Ya Don Quijote pagó caro el error de creer que la caballería andante era una institución compatible con todas las formas económicas de la sociedad”.5

4

Ibídem. Pp. 5-6.

5

Marx, Karl. El capital. Tomo 1, vol. 1, México, Siglo XXI, 2003, p. 100.

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KARL MARX EN LOS TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

• Contribución a la crítica de la economía política (1859)

BIBLIOGRAFÍA Marx, Karl [1859]. Contribución a la crítica de la economía política. México, Siglo XXI, 1980. --- Introducción general a la crítica de la economía política. México, Siglo XXI, 1974, Traducción de José Aricó. --- Grundrisse. Lineamientos fundamentales para la crítica de la economía política. México, FCE, 1985, 2 v., Trad. de Wenceslao Roces. --- El capital. México, Siglo XXI, 2003. Traducción de Pedro Scaron.

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Marx y Schopenhauer: dos extraños

Héctor Pedraza Reyes

urante la revolución alemana de 1848, Marx y Schopenhauer militaron en bandos opuestos. Al estallar la Revolución de Febrero en Francia, el día 24, Marx se llenó de alegría y se dispuso a marchar al combate. Después de una breve estancia en París, llegó a Colonia en abril y, al mes siguiente, ya estaba publicando un periódico revolucionario, la Nueva Gaceta Renana. En cambio, Schopenhauer, quien vivía por entonces en Frankfurt, subió al tejado de su casa y empezó a disparar de forma indiscriminada contra los manifestantes que reivindicaban mejores condiciones de vida. Incluso se dice que facilitó sus catalejos a un

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KARL MARX EN LOS TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

• Marx y Schopenhauer: dos extraños

soldado para que apuntara mejor hacia la turba del “populacho”. Ni uno ni otro conocieron su respectiva obra. Si Marx hubiera leído algunas líneas de Schopenhauer seguramente se hubiera reído y lo hubiera ridiculizado del mismo modo que un poco antes había hecho con Stirner en La ideología alemana. Por su parte, Schopenhauer hubiera tenido a Marx en el peor concepto: “Ahora vemos a los socialistas en Inglaterra, entre los obreros echados a perder, y a los neo-hegelianos en Alemania, entre los estudiantes echados a perder, rebajarse a una cosmovisión absolutamente física que tiene como resultado la divisa de ¡come y bebe, porque tras la muerte no hay placer alguno!, que puede ser denominado bestialismo”.1 Muchos años después, Max Horkheimer hizo un intento de reivindicar conjuntamente a Marx y a Schopenhauer, porque encontró un común denominador: la crítica de todo lo existente. En 1960, al cumplirse el primer centenario de la muerte de Schopenhauer, Horkheimer pronunció un discurso durante el homenaje que en Frankfurt se le rendía al autor de El mundo como voluntad y representación, lo que resultaba aberrante para la mayoría de los marxistas. Apenas en 1952, Georg Lukács había descalificado a Schopenhauer como filósofo “irracionalista”. En El asalto a la razón dice: “La filosofía de Schopenhauer, que profesa ser ateísta, abre de nuevo el camino hacia una religión que no obliga a nada… educa al hombre en una actitud de pasividad social, en la simple repulsa de las actividades relacionadas con la sociedad; más tarde, sus continuadores, y sobre todo Nietzsche y, después de él, el fascismo, se encargarán de desarrollar estos puntos de vista, en el plano moral, en el sentido de un apoyo activo y militante a la reacción imperialista…”2 ¿No resultaba entonces paradójico el que un marxista de la talla de Horkheimer rindiera pleitesía al filósofo del pesimismo? ¿No ha sido siempre el marxismo proclive a considerar la historia como progreso incesante y, por tanto, con optimismo? ¿Es que había surgido un marxismo de género pesimista? Tal parecía que así fuera, pues Horkheimer y, en general, la Escuela de Frankfurt, tras el holocausto de los judíos europeos y la amenaza de la bomba atómica, sostuvo la necesidad de ser pesimistas en la teoría y optimistas en la práctica:

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1

Schopenhauer, Arthur. El mundo como voluntad y representación. Vol. 2, México, FCE, 2005, p. 447.

2

Lukács, George. El Asalto a la razón. Barcelona, Grijalbo, 1968. p. 177.


“Con el pesimismo teórico podría conectarse una práxis más optimista que, consciente del horror universal, trate de mejorar en lo posible a pesar de todo”.3

Héctor Pedraza Reyes

En aquella memorable ocasión, Horkheimer había dicho: “El pensamiento de Schopenhauer es infinitamente actual”.4 ¿Cómo podría serlo? Schopenhauer había escrito en una época de increíble miseria espiritual y material para la clase obrera y Horkheimer escribía en el apogeo del Estado de Bienestar. ¿Cómo podía sostenerse que los tiempos de la segunda posguerra mundial pudieran ser comparables a los tiempos aquellos en que ni siquiera existían las más mínimas garantías para la libertad de expresión, en que la Restauración hacía titubear respecto a la posibilidad del progreso humano e histórico? Marx había sido un filósofo del progreso, al estilo hegeliano, y Schopenhauer condenó a Hegel como charlatán. Pero Horkheimer no se hacía ilusiones respecto a considerar su mundo como “el mejor de los mundos posibles”. Había presenciado el empleo que hiciera el nacional-socialismo de la razón instrumental para conquistar y doblegar a los pueblos. Además, la cultura de masas del capitalismo le resultaba la más clara expresión de la enajenación y de la paulatina extinción de la crítica del sistema de dominación cifrado en la explotación del hombre por el hombre. Entonces, la época de los años sesenta no era una fase superior del proceso histórico y mucho menos su coronación, y había, por tanto, que proceder de nueva cuen-

Arthur Schopenhauer

ta a la “crítica de todo lo existente”, como había propuesto Marx y, también, curiosamente, Schopenhauer. Horkheimer sostiene en 1960 que en realidad Schopenhauer se había quedado corto en sus previsiones y en su pesimismo. Mientras siguieran las cosas como hasta ahora, el desastre previsible sería de tan aterradoras consecuencias que sólo podría representárselo una “atrevida imaginación”, tal como había sentenciado Schopenhauer.5 3

Safranski, Rudiger. Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía. Madrid, Alianza Universidad, 1991, p. 467.

4

Horkheimer, Max y Th. Adorno. Sociológica. Madrid, Taurus, 1971, pp. 190-191.

5

Schopenhauer, Arthur. El mundo como voluntad y representación. México, FCE, 2005. v. 1, p. 449.

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KARL MARX EN LOS TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

• Marx y Schopenhauer: dos extraños

¿Qué hubiera dicho de haber presenciado las dos guerras mundiales y la enajenación de la cultura de masas del capitalismo? Seguramente, su pesimismo se hubiera resaltado y exacerbado. De allí que Horkheimer considerara que Schopenhauer no andaba tan desencaminado al mostrarse pesimista respecto al futuro de la humanidad. Su actitud frente a los acontecimientos lo llevó a proclamar la necesidad de ser optimistas en la práctica, pero pesimistas en la teoría, tal como había afrontado la vida Schopenhauer. En febrero de 1844 apareció en Frankfurt la segunda edición de El mundo como voluntad y representación de Arthur Schopenhauer. ¿Dónde se hallaba Karl Marx en aquel momento? Desterrado en París desde octubre de 1843. La revista Anales franco alemanes, de la cual vio la luz un solo número, a fines de febrero de 1844, había quedado terminantemente prohibida para abril de ese mismo año. El gobierno prusiano notificó a todas las autoridades de provincia que la distribución de los Anales constituía un delito, por tentativa de alta traición y lesa majestad. Un oficio gubernamental giraba instrucciones a todas las corporaciones policíacas para que, procurando hacer el menor ruido posible, Ruge, Marx, Heine y Bernay fuesen detenidos y sus papeles secuestrados en cuanto pisasen territorio prusiano. Marx había contraído matrimonio el 12 de junio de 1843, por lo que llegó recién casado a París con Jenny von Westphalen. Él tenía 26 años de edad y Jenny 30.

Karl Marx

Schopenhauer contaba con 56 años de edad y había esperado un cuarto de siglo para que algún editor se decidiera a publicar la segunda edición de su magna obra, que originalmente había aparecido en 1819 sin ningún éxito, al grado de que la mayor parte de los ejemplares de aquella primera edición habían sido vendidos como papel, al kilo. En 1836, Schopenhauer publicó Sobre la voluntad en la naturaleza. Desde 1830 se había trasladado a Frankfurt a raíz de una epidemia de cólera que asoló Berlín, y en la cual había fallecido Hegel. Luego, en 1839, se le concedió un premio ofrecido por la Real Sociedad Noruega de Ciencias de Trondheim, por un ensayo sobre

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la libertad de la voluntad. En 1841 publicó Los dos problemas fundamentales de la ética, que contenía el ensayo “El fundamento de la


moral” al que, con gran disgusto de Schopenhauer, la Real Sociedad Danesa de Ciencias había negado un premio. Finalmente, en 1844 aparecía en Frankfurt la segunda edición de El mundo como volun-

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tad y representación y en 1847 una edición revisada y aumentada de su tesis doctoral. Sin embargo, no fue sino hasta 1851, cuando apareció una colección de ensayos con el título Parerga y Paralipómena, cuando comenzó por fin a provocar el interés que hacía tanto tiempo consideraba le era debido. De cualquier manera, el éxito editorial sólo alcanzó para que le pagasen con diez ejemplares de su propia obra. En 1853, apareció un artículo denominado “Iconoclasia en la filosofía alemana” en la Westminster Review, escrito por John Oxenford, artículo que luego fue reproducido en alemán en el periódico liberal Vossiche Zeitung. Gracias a ello, Schopenhauer empezó a ser conocido por un público más amplio, en el preciso momento en que empezaba a declinar la influencia de Hegel en las universidades alemanas. Atrajo de inmediato la atención de Soren Kierkegaard, quien lo alabó por ser “rudo como solamente un alemán puede serlo” con la filosofía hegeliana y con toda la filosofía académica. Kierkegaard, sin embargo, moriría a finales de 1855. En 1859, sólo un año antes de morir, Schopenhauer publica una tercera y definitiva edición de El mundo como voluntad y representación, rodeado de un considerable número de admiradores y discípulos. Contaba entonces con setenta y dos años de edad. Pero, hacia 1844 Schopenhauer era un perfecto desconocido, a pesar de que su labor había dado inicio desde hacía treinta años, cuando presentó su tesis doctoral, Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente. Marx no había corrido con mejor suerte en su primera aventura editorial. En 1844, en un vapor del Rin habían sido confiscados cien ejemplares de los Anales franco-alemanes y, cerca de Bergzabern, en la frontera franco-palatina, más de doscientos. La quiebra inexorable de la empresa que sostenía a la revista produjo la ruptura entre Marx y Ruge. Éste decidió pagar el sueldo de Marx, como jefe de redacción, con ejemplares de la revista. Entre Marx y Ruge se habían partido los manteles para siempre y, después de este desaguisado, los Anales franco-alemanes eran ya una criatura muerta. En vista de esos infortunios, Marx tuvo que dedicarse a estu-

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diar, haciendo del año del 44 uno de los más productivos de su vida, durante el cual contó con el subsidio de algunos amigos de Colonia, Georg Jung y Claessen, que le enviaron mil táleros. Ese mismo año, Marx tuvo su primera hija, Jenny, al tiempo que redactaba los famosos Manuscritos económico-filosóficos, que sólo verían la luz en alemán hasta 1932, casi un siglo después. En español, aparecerían hasta 1956, provocando sesudas discusiones respecto a si, por tratarse de obras de juventud, podrían considerarse como literatura propiamente marxista. En enero de 1845 Marx fue expulsado de Francia por petición del gobierno prusiano, a raíz de dos artículos publicados en el ¡Adelante! (Vorwaerts!), periódico alemán editado en París. Como en Prusia le esperaba un proceso de alta traición a causa de los Anales franco-alemanes, la familia Marx marchó, con su hija Jenny, a Bruselas, donde habrían de permanecer hasta febrero de 1848. Guizot, el primer ministro francés, había dudado en reprimir al periódico ¡Adelante! A pesar de todas sus ideas reaccionarias, era un hombre culto y sabía, además, la alegría que iba a dar a la solapada oposición si se prestaba a servir de mastín de los déspotas prusianos. Pero las ofensas al rey prusiano habían llegado demasiado lejos en algunos artículos, como aquel donde se hablaba del “rey bebedor”, de la “reina coja” y de su matrimonio “puramente espiritual”, artículo probablemente escrito por Ruge, pero que Marx imprudentemente se atribuyó. Los prusianos insistieron en que fueran expulsados de Francia los redactores y colaboradores del periódico, por lo que finalmente se dictó la orden de expulsión el 11 de enero de 1845. Como quiera que sea, en aquel año de 1844, los emigrados alemanes radicados en París, habían discutido los dos artículos que escribiera Marx para el primer –y único– número de los Anales franco-alemanes. El primero se llamaba Introducción a una crítica de la filosofía del derecho de Hegel y el segundo era un comentario a dos trabajos de Bruno Bauer, que sería conocido como La Cuestión Judía. Además de que se hallaba en Francia, no en Alemania, los intereses intelectuales de Marx se ubicaban a millones de años luz de los intereses filosóficos de Schopenhauer en aquel 1844. Marx había

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entrado en contacto con la Liga de los Justos, fundada por Weitling –que en 1838 había publicado La humanidad tal cual es y tal como


debiera ser–, y M. Hess y G. Herwegh lo acababan de presentar en las sociedades socialistas y comunistas, así como en las sociedades secretas de obreros alemanes en el exilio. Sus lecturas giraban en

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torno a las obras de Feuerbach, como La esencia del cristianismo (1841) y Principios de la filosofía del futuro (1843). Muy pronto haría también la crítica de Max Stirner, que había publicado en 1844 El Único y su propiedad. Aprovechando una estancia de Engels en París, ambos establecen en diez días el plan general de La sagrada familia, que aparecerá en 1845 en Frankfurt. En la práctica, ambos estaban ubicados en la izquierda hegeliana, si bien empezaron precisamente en ese momento a interesarse por cuestiones económicas y por la situación de la clase obrera en Inglaterra. A lo largo de aquel año de 1844, Marx sostendrá una cordial relación con Heine, Leroux, Louis Blanc, Bakunin y Proudhon. Este último disfrutaba por entonces de la celebridad que le había dado la publicación, cuatro años antes, de ¿Qué es la propiedad? Luego de que apareciera Filosofía de la Miseria, en 1846, Marx rompería para siempre con él y le enderezaría una acerba crítica en su obra de 1847, Miseria de la filosofía. Pero, en 1844, Proudhon y Marx mantienen una relación cordial. Entretanto, Schopenhauer denunciaba la fanfarronería de los hegelianos, entre los que quedaba situado el joven Marx. Decía en el prólogo a la segunda edición de El mundo como voluntad y representación, precisamente en 1844: “Mis escritos llevan en la frente con tanta claridad la impronta de la sinceridad y de la franqueza que ya merced a ello contrastan muy vivamente con las publicaciones de los tres célebres sofistas del periodo poskantiano. [Fichte, Schelling, Hegel]. No utilizo la intuición intelectual o el pensamiento absoluto, cuya denominación correcta sería sin embargo la de fanfarronería y charlatanería. Trabajando con este espíritu y al ver cómo se prestigiaba lo falso y lo malo, profesando suma veneración a la fanfarronería [Fichte y Schelling] y a la charlatanería [Hegel], hace tiempo que renuncié al aplauso de mis contemporáneos”. Dice de sí mismo: “Le resulta imposible codiciar el aplauso de sus coetáneos a quien ha visto ensalzar durante veinte años a un Hegel,

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• CoMarx y Schopenhauer: dos extraños

ese Calibán espiritual, como el mayor de los filósofos, gritando tan fuerte que sus ecos resonaron por toda Europa. Esta generación no puede seguir adjudicando coronas honoríficas: su aplauso se ha prostituido y su censura no significa nada. Que digo esto en serio se desprende del hecho de que si hubiese tenido en cuenta el aplauso de mis coetáneos habría tachado veinte pasajes que contradicen por completo todas sus opiniones y en parte habrían de resultarles chocantes. Mi guía ha sido por entero la verdad; en su logro sólo me cabía aspirar a mi propio aplauso, apartándome totalmente de una época en profundo declive con respecto a los demás elevados esfuerzos intelectuales y de una literatura nacional desmoralizada –salvo contadas excepciones– en la que ha alcanzado su apogeo el arte de asociar palabras hueras con una intención abyecta”.6 Desde hace treinta años, dice Schopenhauer en 1844, ha crecido una generación “que propiamente no conoce a Kant, salvo por una fugaz e impaciente lectura o un informe de segunda mano, y esto a su vez porque esta generación, a consecuencia de una mala orientación, ha desperdiciado su tiempo con los filosofemas más corrientes, o sea, con las incompetentes cabezas o los farsantes sofistas que se le recomiendan irresponsablemente. De allí la perplejidad ante tales conceptos y en general la inefable tosca torpeza que a través de la envoltura del preciosismo y la pretenciosidad brilla en los propios ensayos filosóficos de la generación así educada… En estos últimos años me he encontrado en los escritos de Hegel con exposiciones de la filosofía kantiana que son fabulosamente increíbles. ¿Cómo habían de ser aptos para seguir las profundas investigaciones de Kant esas cabezas dislocadas, marchitadas, en su mocedad, por los absurdos del hegelianismo?”7 Pero es con Hegel con quien se ensaña: “Un charlatán repugnante y trivial, un adulador del absurdo llamado Hegel fue aclamado en Alemania como el mayor de los filósofos de todos los tiempos y muchos miles lo han creído así durante veinte años, e incluso fuera de Alemania la Academia danesa abogó por su fama en contra mía, queriendo hacerle pasar por el filósofo por excelencia”.8

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6

Schopenhauer, Arthur. Op.cit. Vol. 1, p. 74.

7

Ibídem. P. 77.

8

Ibídem. P. 76.


“Véanse, v. g. los escritos de la escuela schellingiana y las nociones que se edifican a partir de nociones abstractas como finito, infinito, ser, no ser, ser otro, actividad, impedimento, determinar, verse

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determinado, determinabilidad, límite, unidad, pluralidad, multiplicidad, identidad, diversidad, indiferencia, pensar, ser, esencia, etcétera. De las construcciones edificadas con tal material no sólo vale todo lo dicho, sino que, como mediante tan vastas abstracciones se piensa una infinidad de cosas, cabe pensar muy poco con lo que sólo se expresa en ellas: son cáscaras vacías. Con ello el material del filosofar se vuelve extremadamente pobre y a ello se debe el inefable aburrimiento que es propio a tales escritos. No quiero recordar el abuso perpetrado por Hegel y sus adeptos con estas abstracciones tan vastas como vacías, para evitar revolver el estómago del lector y el mío propio, pues el más asqueroso aburrimiento planea sobre la huera palabrería de este repulsivo filosofastro”.9 Mientras Schopenhauer se expresaba de ese modo de los hegelianos, Marx se interesaba cada vez más en la lectura de los utopistas de los años cuarenta, se insertaba en la corriente de los jóvenes hegelianos de las universidades de su tiempo y colaboraba con Bruno Bauer en la redacción de La sentencia del juicio final sobre Hegel, el Ateo y Anticristo. Un ultimátum. El interés de Marx hacia la política le llevó a hacer un estudio de la filosofía del derecho de Hegel. Su extensa Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, escrita en 1843 (y publicada por primera vez en 1927), quedó sin terminar, pero pueden hallarse algunas de sus ideas principales en los artículos “Sobre la cuestión judía” e “Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel”, escritos a finales de 1843 y publicados en la revista Anales franco-alemanes, de la cual vio la luz un solo número, a fines de febrero de 1844. Marx había sido desterrado de Alemania y había marchado a París desde octubre de 1843. En la “Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel” Marx había expresado que la religión era el opio del pueblo.10 9

Ibídem. v. 2, pp. 89-90.

10 Marx, Carlos. Escritos de juventud. (Trad. W. Roces), México, FCE, 1982, p. 491.

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La Introducción comienza considerando que sus lectores dan por hecho que la religión es perniciosa: un mundo en el que el hombre pueda ser dueño de su destino tiene como condición sine qua non la destrucción de la religión cristiana. Luego, se propone determinar lo que hay que hacer: “la crítica del cielo se trueca, de este modo, en crítica de la tierra, la crítica de la religión en la crítica del Derecho; la crítica de la teología en la crítica de la política”. 11 Si Schopenhauer hubiese leído esto, habría ratificado su idea de que la nueva generación, a consecuencia de una mala orientación, había desperdiciado su tiempo con los filosofemas más corrientes: las ideas de Marx le hubiesen parecido las de un mentecato, el resultado de haber hecho lecturas de “incompetentes cabezas o de farsantes sofistas”. No hubiera podido menos que quedar perplejo ante tales conceptos y ante lo que para él representaba una “inefable tosca torpeza” que, a través de la envoltura del preciosismo y la pretenciosidad, “hace brillar el absurdo en los ensayos filosóficos de una generación maleducada”. Definitivamente, Marx hubiera sido considerado entre “los estudiantes echados a perder”. A principios de 1844, Schopenhauer tenía 56 años de edad. Marx tan sólo 26. Fácilmente podría haber sido su padre. De hecho, había un abismo generacional entre ambos. Schopenhauer escribía como si no hubiera habido nada después de Kant y Goethe. A los veinticinco años de edad había redactado su tesis doctoral Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente. Y cuando Marx nacía en Tréveris, en mayo de 1818, Schopenhauer ultimaba los detalles de su obra principal, El mundo como voluntad y representación. Marx se doctoró en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Jena el 15 de abril de 1841, próximo a cumplir los veintitrés años de edad, con la tesis Diferencia entre la filosofía democriteana y epicúrea de la naturaleza, precisamente unos meses después de que Schopenhauer hiciera un berrinche porque la Real Academia Danesa de las Ciencias había declarado desierto el concurso donde él había pre-

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11 Marx. Op. cit., p. 492.


sentado su escrito Acerca del fundamento de la moral, que no fue tomado en cuenta a causa de su irrespetuosidad hacia los filósofos consagrados. Por su parte, Marx rompió en su tesis doctoral con las

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interpretaciones tradicionales del epicureísmo e impuso la interpretación actualmente dominante en los círculos académicos. Marx también era iconoclasta e irreverente con Hegel a principios de la década de los cuarenta, pero su léxico era eminentemente hegeliano. La boda de Marx con Jenny se realizó en junio de 1843, en Kreuznach, lugar donde permaneció la joven pareja hasta octubre, cuando partiría rumbo a París. Schopenhauer radicó en Frankfurt entre 1835 y 1860. Por lo tanto, Marx y Schopenhauer pudieron haber coincidido en el verano de 1843, toda vez que Frankfurt y Kreuznach se hallan a poca distancia, precisamente cuando Marx redactaba la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel y su Introducción. Desde luego que Schopenhauer hubiera juzgado del todo improcedente siquiera ocuparse de leer a Hegel, pero quizá por lo menos hubiera aplaudido que Hegel hubiera encontrado un crítico mordaz y eficaz, casi la horma de sus zapatos. De cualquier modo, el encuentro hubiera sido prácticamente imposible. Primero, porque Marx, recién casado, en lo menos que hubiera pensado era en entrevistarse con un filósofo gruñón y misántropo que, además, era un perfecto desconocido. Además, Schopenhauer llevaba una vida solitaria, acompañado únicamente por su perrito de lanas, como

Jenny Marx (1844-1883)

diciendo “mientras más conozco a los hombres, más quiero a mi perro”. A uno y otro, perrito y amo, junto con su pesimismo, caracterizó W. Busch en una de sus caricaturas. Pero Marx y Schopenhauer tenían algunas cosas en común. En primer lugar, ambos habían tenido conflictos con la madre. En octubre de 1838, tras la muerte del padre, Marx recibió de su madre 160 táleros. En mayo de 1840, le reprocha “…nunca harás por tu familia los sacrificios morales que todos nosotros hemos hecho por ti”. En lo sucesivo, siempre que Marx se dirige a su madre es en torno a asuntos monetarios. Pero la imagen de la madre inclemente y avara, que

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abandona al hijo en la penuria, es una leyenda alimentada por el mismo Marx. En realidad ella le ayudó varias veces con cantidades considerables. Por lo que se refiere a Schopenhauer, se cuenta que su madre, al echar un vistazo a la tesis doctoral de su hijo, comentó al ver el título: “Debe tratarse de un libro para boticarios”. Schopenhauer le espetó: “Mi obra será leída cuando no quede ningún rastro de tus escritos”, a lo que la madre replicó: “Para entonces la primera edición de los tuyos estará todavía por darse a conocer”. La madre de Schopenhauer, Johanna, era aficionada a escribir novelas y contaba entre sus amistades a Goethe. Marx había sido jefe de redacción de la Gaceta Renana entre marzo de 1842 y marzo de 1843. Era el periódico más perseguido por la censura. El gobierno prusiano decidió la clausura para el 1 de abril de 1842 y Marx renunció a su cargo dos semanas antes. Escribió a Arnold Ruge: “Para mí, esto de ahora, no es más que una consecuencia lógica; veo en la prohibición de la Gaceta Renana un avance de la conciencia política, y ello es lo que me mueve a dimitir. Además, la atmósfera se me hacía ya irrespirable… En Alemania ya no tengo nada que hacer. Aquí uno se falsea a sí mismo. Trabajo en varias cosas que aquí, en Alemania, no encontrarían editor ni posibilidad alguna de ver la luz”.

Jenny Von Westphalen (1814-1881)

Marx se había determinado a hacer política, no filosofía. Y su práxis política estaba impregnada de fe en el porvenir. Si el mundo se había conservado como hasta entonces, si la opresión de los pueblos seguía vigente, era tan sólo debido a que los filósofos se reducían a interpretar el mundo, en lugar de proceder a transformarlo. No cabe duda de que Marx siempre consideró que el futuro sería luminoso y verdaderamente humano. En cambio, Schopenhauer consideraba que el ser humano siempre permanecería infeliz e insatisfecho. Lo que tenían en común era la aversión que sentían por el presente. Y en la condena del ambiente cultural y político de su época entroncan ambos con la Escuela de Frankfurt: “Luchar contra el espíritu de la época antes que unirse

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a él, enfocar la historia hacia atrás más que hacia delante; este era el programa que Adorno compartía con Horkheimer y Benjamín…


De allí también la continua fascinación que Horkheimer sentía por Schopenhauer”.12 Horkheimer se había familiarizado con los escritos de Schopen-

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hauer en 1913, y el pesimismo schopenhaueriano que comenzó a permear sus escritos en los años cuarenta (con el estallido de la segunda guerra mundial) fue un resurgir de ésta, su primera orientación, y no una ruptura radical en su desarrollo intelectual.13 Horkheimer, que fijó el tono de toda la obra de la Escuela de Frankfurt, antes de quedar fascinado por Hegel y Marx se había interesado por Schopenhauer y Kant. Sus manifestaciones de interés por Schopenhauer en la década de 1960, al contrario de lo que se había supuesto a menudo, marcaron así un retorno a una simpatía inicial, antes que una apostasía de un marxismo hegelianizado de toda la vida. En efecto, el primer libro de filosofía que Horkheimer leyó realmente, fue Aforismos sobre la filosofía de la vida, de Schopenhauer, libro que recibió de Pollock.14 Así, en la segunda mitad del siglo XX, fue precisamente un marxista quien descubrió lo que Marx y Schopenhauer tenían en común: sobreponerse al espíritu de una época. Seguramente Horkheimer advirtió que ambos habían germinado en el clima cultural del romanticismo de principios del siglo XIX. No hay que olvidar que Goethe formó parte del círculo de amistades de la madre de Schopenhauer. El romanticismo había sido una reacción contra la revolución industrial, no sólo por las injusticias sociales que acarreaba, sino porque imponía el frío y egoísta interés privado a los antiguos vínculos entre los seres humanos. El capitalismo era un orden social en el que todo se podía comprar y vender y donde sólo se valoraba lo que se vendía en el mercado. El egoísmo había tomado el lugar de la solidaridad humana y de la fraternidad. Los primeros románticos idealizaban las comunidades rurales y caballerescas y censuraban el progreso tecnológico. Marx, en lugar de sentir año12 Buck-Morss, Susan. Origen de la dialéctica negativa. México, Siglo XXI, 1981 [ing. 1977], p. 111. 13 Ibídem. Pp. 36-37. 14 Jay, Martin. La imaginación dialéctica. Madrid. Taurus, 1974, p. 88.

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• Marx y Schopenhauer: dos extraños

ranza por el pasado, creía que el desarrollo de la técnica facilitaría la organización racional de la producción y restauraría los vínculos entre los seres humanos. Hay una frase de Engels sobre Balzac, que es muy interesante. Dice: “Yo aprendí más sobre lo que es la sociedad burguesa, el capitalismo, etcétera, leyendo las novelas de Balzac que con el conjunto de los historiadores, economistas e investigadores de estadísticas profesionales de su época”. Balzac, como Schopenhauer, era conservador. Pero eso le daba una distancia crítica hacia la civilización burguesa, y la veía, por tanto, en toda su desnudez, tal como lo hiciera Marx.

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BIBLIOGRAFÍA Buck-Morss, Susan. Origen de la dialéctica negativa. México, Siglo

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XXI, 1981 [ing. 1977]. Horkheimer, Max y Th. Adorno. Sociológica, Madrid, Taurus, 1971. Jay, Martin. La imaginación dialéctica. Madrid, Taurus, 1974. Lucrecio. De la realidad, [De rerum natura]. Madrid, Lucina-Universidad Complutense, 1997. Marx, Carlos. Escritos de juventud. (Tr. W. Roces), México, FCE, 1982. Safranski, Rudiger. Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía. Madrid, Alianza Universidad, 1991. Schopenhauer, Arthur. El mundo como voluntad y representación. México, FCE, 2005, 2 volúmenes. Wiggershaus, Rolf. The Frankfurt School. Cambridge, The MIT Press, 1995 [1a. ed. alemán 1986].

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La relación entre Marx y Hegel

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En el siguiente pasaje de los Grundrisse, se puede apreciar la manera en que Marx aplicaba la lógica y la metodología de su maestro Hegel: Si estudiamos las relaciones monetarias sin referirnos a las relaciones de producción vemos que desaparecen todas las contradicciones inmanentes de la sociedad burguesa. En las puras relaciones monetarias se refugian los demócratas burgueses para hacer la apología del orden económico existente. “En efecto, mientras la mercancía o el trabajo se conciben solamente como valor de cambio, los individuos aparecen como simples partes pasivas que intervienen en el cambio”.1

s imposible vislumbrar en ellos diferencia alguna, y menos aún contradicción, ni siquiera la más leve diversidad, porque el dinero borra todas las diferencias entre las partes contratantes. “El trabajador que compra una mercancía por 3 chelines se halla, a los ojos del vendedor, en un mismo plano de igualdad que el rey, suponiendo que éste fuera también comprador. Se borra toda diferencia entre ellos”.2

Guillermo Federico Hegel

Y continúa con su característico tono irónico: “Es lo mismo que si se afirmara que entre los cuerpos naturales no media diferencia alguna y menos aún antagonismo o contradicción, por el hecho de que, considerados, por ejemplo, desde el punto de vista de la gravedad, todos ellos son pesados, y por tanto iguales en cuanto a la gravedad, o que son iguales porque todos ellos tienen tres dimensiones en el espacio”.3 1

Marx, Karl. Grundrisse. Lineamientos fundamentales para la crítica de la economía política 1857-1858. México, FCE, 1985, Traducción de Wenceslao Roces, tomo 1, pp. 132-133.

2

Ibídem. P. 137.

3

Ibídem. P. 138.

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KARL MARX EN LOS TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

• La relación entre Marx y Hegel

Estas determinaciones abstractas son las primeras que aparecen y las más pobres de todas. “Dentro de la totalidad de la sociedad burguesa existente, la fijación de los precios y su circulación se manifiestan como el proceso superficial por debajo del cual, en lo profundo, se desarrollan otros procesos muy distintos, en los que esta igualdad y esta libertad aparentes de los individuos desaparecen”.4 En las obras de los años cuarenta, Marx se había deslindado de Hegel y de los neohegelianos. Sin embargo, a finales de los años cincuenta recupera el método de Hegel y lo aplica en sus análisis económicos. El 14 de enero de 1858, mientras escribía los Grundrisse, Marx se dirigió a Engels para comunicarle que por pura casualidad había vuelto a hojear la Lógica de Hegel: “Freiligrath ha encontrado algunos libros de Hegel que habían pertenecido antes a Bakunin y me los ha enviado como regalo”. Sin embargo, no dice la fecha exacta en que empezó a releer la Lógica de Hegel. Posiblemente fue mucho antes de aquel enero de 1858. Porque en la Introducción a la crítica de la economía política, fechada el 23 de agosto de 1857, ya hace varias alusiones al pensamiento hegeliano: “De aquí que Hegel cayera en la ilusión de concebir lo real como resultado del pensamiento concentrado en sí mismo, que se profundiza y se mueve por sí mismo, siendo que el método que se eleva de lo abstracto a lo concreto es para el pensamiento el único modo que tiene de asimilarse lo concreto, de reproducirlo como un concepto espiritual”. Es decir, no se puede partir de lo concreto a lo abstracto. Un poco después, en 1873, Marx advierte en el prólogo a la segunda edición de El Capital: “En Hegel la dialéctica está puesta al revés. Es necesario darle vuelta, para descubrir así el núcleo racional que se oculta bajo la envoltura mística”. Pero es en la Introducción de 1857 donde había abundado sobre este asunto: “Lo concreto es concreto porque constituye la síntesis de muchas determinaciones y, por tanto, la unidad de lo múltiple. En el pensamiento aparece como un proceso de síntesis, como resultado, y no como punto de partida, a pesar de que es el punto de partida real y también, por tanto, el arranque de la intuición y la representación. Por el primer camino toda la representación se evaporaría en pura determinación abstracta; por el

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4

Idem.


segundo, las determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto por la vía del pensamiento”.5

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Critica a quienes piensan que la investigación científica tiene que partir de lo real y concreto, por la población, por ejemplo. Pero la población es una abstracción si no hablamos de las clases sociales que la forman. Incluso antes de hablar de las clases sociales hay que hablar de capital y de trabajo asalariado. “Si comenzase por la población, me formaría una representación caótica del todo”. A lo largo de los Grundrisse, iniciados en octubre de 1857, ya se observa claramente el empleo de la lógica hegeliana. Y es tanto su entusiasmo, que en la misma carta del 14 de enero de 1858 declara: “Si alguna vez vuelvo a tener tiempo para este tipo de trabajo, me proporcionaré el gran placer de hacer accesible, en dos o tres pliegos impresos, a los hombres con sentido común, el fondo racional del método que Hegel ha descubierto y al mismo tiempo mistificado”. En febrero de 1859 vuelve a recurrir a Hegel en el prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política al referirse a las condiciones materiales de vida “cuyo conjunto resume Hegel siguiendo el precedente de los ingleses y franceses del siglo XVIII, bajo el nombre de sociedad civil”. Entonces, la Lógica de Hegel tiene que habérsele proporcionado en el primer semestre de 1857, puesto que ya para agosto está aplicando sus conceptos, con los que daría origen a los Grundrisse y, más tarde, a El Capital.

5

Ibídem. P.16.

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Capital

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(1867)

l Capital es la obra más famosa de Karl Marx. Se trata de una obra en tres tomos. Sin embargo, sólo el primeroapareció en vida de Marx, en 1867. Los otros dos fueron de aparición póstuma y quedaron estructurados de acuerdo a los criterios del albacea intelectual de Marx, que fue Federico Engels. El primer tomo tuvo una segunda edición alemana en 1873, todavía en vida de Marx. Tras su muerte, Engels publicó una tercera edición alemana en 1883 y una cuarta en 1890. En 1935 vio la luz en la editorial Cenit de Madrid la traducción del primer tomo a cargo de Wenceslao Roces, que luego fue reeditada en México en 1946. En 1898 Juan B. Justo había realizado una primera traducción. La segunda corrió a cargo de Manuel Pedroso, en 1931. Finalmente, en 1975 apareció la traducción de la editorial Siglo XXI de Pedro Scaron. En el prólogo a la primera edición de 1867, Marx señala que El Capital es la continuación de una obra aparecida en 1859, la Contribución a la crítica de la economía política. Como a lo largo de esos años no había podido publicar nada, Marx se disculpa ante sus lectores diciendo: “La prolongada pausa entre comienzo y continuación se debió a una enfermedad que me ha aquejado durante años e interrumpido una y otra vez mi labor”. También aclara que el primer capítulo de El Capital resume el contenido de la Contribución, pero suprimiendo la sección sobre la historia de la teoría del valor y la sección del dinero.

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Esta obra se terminó de imprimir en noviembre de 2007 en los Talleres Gráficos Universitarios ubicados en edificio R, campus ICB, en Av. Hermanos Escobar y Av. Plutarco Elías Calles, zona Pronaf, C.P. 32310 Ciudad Juárez, Chihuahua, México. Tiraje: 300 ejemplares


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