Un niño sostiene una piedra, él es solo un niño con una sola piedra. Un niño indefenso, maltratado sobre las ruinas de su vida... de cuántas vidas. La soledad clavada en sus ojos como una estaca sin pena, herida abierta su alma llena de sal, la de sus lágrimas secas de presenciar el terror, la agonía diaria. Su corazón explota en el silencio de impotencia, ¡de hartazgo! Su mano sostiene la piedra, sus ojos enfocan, la bestia sedienta de sangre...
173 Revista PALESTINA DIGITAL – enero 2015 – número 38