EL BAILE DE LAS LUCIÉRNAGAS Kristin Hannah
Primeras páginas 1 Las llamaban las chicas de Firefly Lane. De eso hacía mucho tiempo, más de tres décadas, pero ahora, tumbada en la cama escuchando rugir fuera una tormenta invernal, le parecía que había sido ayer. En la última semana (sin duda los siete peores días de toda su vida), había perdido la capacidad de distanciarse de sus recuerdos. Regresaba demasiado a menudo en sueños a 1974; volvía a ser una adolescente que madura a la sombra de una guerra perdida, montando en bicicleta junto a su mejor amiga en una oscuridad tan completa que era como ser invisible. El sitio importaba solo en la medida en que era un punto de referencia, pero lo recordaba con todo detalle: una cinta serpenteante de asfalto bordeada a ambos lados por acequias de aguas turbias y laderas de hierba silvestre. Antes de conocerse, aquella carretera había parecido no llevar a ninguna parte, no era más que un camino comarcal con el nombre de un insecto, la luciérnaga, que nadie había visto jamás en aquel rincón perdido del mundo, verde y azulado. Hasta que lo vieron la una con los ojos de la otra. Desde lo alto de la colina, en lugar de árboles elevados, zanjas embarradas y montañas nevadas en la distancia, veían todos los sitios a los que irían algún día. De noche, se escabullían de sus casas vecinas y quedaban en la carretera. A orillas del río Pilchuck fumaban cigarrillos robados, cantaban Billy, Don’t Be a Hero a voz en cuello y se lo contaban todo, entretejiendo sus vidas de tal modo que para cuando terminaba el verano era imposible saber dónde empezaba una y terminaba la otra. Para todos los que las conocían se convirtieron sencillamente en TullyKate, y durante más de treinta años su amistad fue el muro de carga de sus vidas: fuerte, dur adera, sólida. Puede que la música cambiara con las décadas, pero las promesas hechas en Firefly Lane permanecían. Mejores amigas para siempre. Pensaban que duraría, aquella promesa; se imaginaban algún día convertidas en dos mujeres mayores sentadas en mecedoras en un porche de madera desvencijado hablando entre risas de los buenos tiempos. Ahora ya se había desengañado, claro. Llevaba más de un año diciéndose que no pasaba nada, que podía vivir sin su mejor amiga. A veces incluso se lo creía. Entonces oía la música. La música de las dos. Goodbye Yellow Brick Road, Material Girl, Bohemian Rhapsody, Purple Rain. El día anterior, mientras hacía la compra, una versión de hilo musical de You’ve Got a Friend la había hecho llorar justo ahí, junto a los rábanos.