La Pimpinela Escarlata

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La Pimpinela Escarlata

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precaución, y su ingenio es verdaderamente portentoso. —Entonces, ¿por qué no hace usted una expedición de reconocimiento por el pueblo mientras yo espero aquí a que regrese mi marido? A lo mejor se topa con Percy, y eso nos ahorraría un tiempo muy valioso. Si le encuentra, dígale que tenga cuidado. ¡Su peor enemigo viene pisándole los talones! —Pero, ¿cómo va a esperar usted en semejante cuchitril? —¡No me importa lo más mínimo! Pero podría preguntarle a nuestro malhumorado anfitrión si me permitiría esperar en otra habitación, en la que estuviera a resguardo de las miradas curiosas de algún viajero que pasara por aquí. Ofrézcale una buena cantidad, para que no se olvide de avisarme en cuanto vuelva el inglés. Pronunció estas palabras tranquilamente, incluso con cierto optimismo, trazando planes, preparada para lo peor en caso de que fuera necesario. Ya no cometería más errores; demostraría que era digna de su marido, que iba a sacrificar su vida por salvar a sus semejantes. Sir Andrew la obedeció sin vacilar. Instintivamente, Marguerite sabía que en


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