La Pimpinela Escarlata

Page 193

La Pimpinela Escarlata

[193]

eficaz. En esta habitación hace fresco —añadió, con tranquilidad—, y el sonido de la gavota del salón de baile es fascinante y calma los nervios. Siguió charlando despreocupada y amigablemente, mientras sir Andrew, desesperado, se rompía la cabeza intentando encontrar el método más rápido para arrebatarle el papel a aquella hermosa mujer. En su mente se agolparon pensamientos vagos y tumultuosos: de repente recordó la nacionalidad de Marguerite y, lo peor de todo, se acordó de la terrible historia que se contaba sobre el marqués de St. Cyr, que nadie había creído en Inglaterra por la reputación de sir Percy y de la propia lady Blakeney. —¿Qué? ¿Aún sigue soñando? —dijo Marguerite, con una alegre carcajada—. ¡Qué poco galante es usted, sir Andrew! Y, ahora que lo pienso, me dio la impresión de que se asustó al verme hace un momento en lugar de alegrarse. Después de todo, creo que no ha quemado ese trocito de papel porque estuviera preocupado por mi salud, ni que su abuela le haya enseñado ese remedio... Juraría que lo que intentaba destruir era la última carta de amor de su dama. Vamos, confiéselo —añadió, levantando juguetonamente


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.