JOSÉ IGNACIO La apertura del camino María Amelia Díaz de Guerra
José Ignacio. La apertura del camino María Amelia Díaz de Guerra Asistencia de redacción y evaluación del proyecto Lic. Amparo Fernández Guerra Nicolás Morales
Diseño y fotografía ch! diseño Juan Urreta Ximena Villemur
ISBN xxxx
Proyecto financiado por Fondos Concursables PROCULTURA Maldonado, 2010.
JOSÉ IGNACIO La apertura del camino María Amelia Díaz de Guerra
ÍNDICE
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PRESENTACIÓN 13
LAS PRIMERAS CONCESIONES DE TIERRAS EN MALDONADO 17
GARZÓN 31
LA ZONA DE JOSÉ IGNACIO Y SU INCIDENCIA EN LA EVOLUCIÓN REGIONAL 43
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PRESENTACIÓN
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Este libro, proyecto premiado por los fondos concursables de Maldonado PROCULTURA, busca una mirada no trabajada hasta el momento en la que buscamos conjugar investigación histórica y artes visuales. A partir de un conjunto de investigaciones de Díaz de Guerra, trabajamos acerca de la zona de José Ignacio y su incidencia en la evolución regional haciendo énfasis en el relevamiento fotográfico de manera de reivindicar el valor histórico de la zona, al mismo tiempo de presentar de modo diferente un balneario con tanto valor turístico. Pensamos que es a través del conocimiento de la historia de un lugar y de sus antepasados, del relevamiento de los avatares de la gente común que pobló estas tierras como se releva, se comprende y se valora lo que creemos que es el verdadero patrimonio cultural de un sitio. Consideramos de vital importancia rever aspectos que hacen a nuestra historia departamental. En un lugar como el nuestro, tan abierto al turismo, pensamos que hacer hincapié en la historia y tomar conciencia del lugar es un patrimonio que nos constituye como ciudadanos de la región y del país.
La zona de José Ignacio, teñida de un encanto especial, es tradicionalmente, una zona cargada de historia. Primeros pobladores de Maldonado y de San Carlos se hicieron de tierras en José Ignacio, y allí trabajaron, levantaron sus casas, criaron a sus hijos, cultivaron la tierra y se dedicaron a la cría de animales, muriendo en el mismo lugar donde desarrollaron sus vidas. Por eso decimos que, por más de doscientos años, se formó allí –lo mismo que en otros lugares de la vasta comarca rural del departamento- una cultura del campo, auténticamente nuestra, que nos dio una manera de hablar, de sentir y de vivir. Habiendo indagado en la procedencia del nombre, podemos precisar que vendría de uno de aquellos abridores de caminos de mil setecientos y tantos, que se llamaba José Ignacio.
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LAS PRIMERAS CONCESIONES DE TIERRAS EN MALDONADO
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Las investigaciones sobre las primeras concesiones de tierra surgen del estudio de los Legajos Iniciales del Archivo del Juzgado Letrado de la ciudad de Maldonado que, antes de ser trasladado al Archivo Judicial en Montevideo fue registrado y fichado, considerando a sus documentos nativos de la ciudad de Maldonado y San Carlos. Por este motivo se realizaron reproducciones de los documentos que integraron posteriormente el Centro de Documentación Departamental en la Casa de la Cultura de Maldonado. Trabajamos con los primeros pobladores que recibieron tierras para intentar determinar quiénes eran, con la finalidad de acercarnos a establecer cómo se conformaron las primeras familias fernandinas, que, como mencionamos en obras anteriores tienen como núcleo inicial las familias de indígenas que vinieron traídos por Viana desde las misiones. Haremos referencia en esta oportunidad a Francisco Moreno, Casimiro Yapuay, Luis Extremera, Teodoro Chacobo, José Llorens y Cayetano Ignacio Huertas[1].
[1] Díaz de Guerra (1974). Diccionario Biográfico de la ciudad de Maldonado (1755-1900).
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FRANCISCO MORENO Según el “Título de un terreno de estancia concedido a favor de: Francisco Moreno en el año 1765”[2] Francisco Moreno era un soldado Dragón de la Compañía de José Martínez, uno de los primeros pobladores de la “nueva” ciudad de San Fernando y Puerto de Maldonado al que se le concede una estancia en el Rincón de José Ignacio. Se señala, a su vez, la ubicación del terreno concedido, haciendo referencia a que el mismo por una parte da frente a la laguna “que llaman de José Ignacio”, por el costado derecho “a la Mar” –océano Atlántico-, y por el izquierdo a “un arroyo que entra en dicha laguna y nace al oeste y el fondo hacia dicho oeste”. Francisco Moreno, casado con María Josefa de Melo, era como ya señalamos soldado Dragón y figura entre los primeros pobladores de Maldonado en 1755. La declaración de Benito Brioso, sostiene que, por orden de José Joaquín de Viana vinieron por 1754 o 1755 varios soldados infantes, un soldado dragón -Francisco Moreno-, y tres paisanos. Figura igualmente en el padrón de Maldonado de 1757, con su mujer, tres hijos y tres hijas. Francisco Moreno falleció a consecuencia las heridas causadas por Antonio Alanis, soldado del piquete del Capitán Antonio Pascual, en 1762.
CASIMIRO YAPUAY Casimiro Yapuay pertenece a la lista de familias venidas de los pueblos de Misiones para poblar Maldonado, específicamente provenientes del pueblo de San Lorenzo. En el archivo antes mencionado se registró un documento firmado por Bartolomé Ferro, fechado en Maldonado 19 de marzo de 1768 que hace referencia a la concesión de tierras para Yapuay: “En virtud de la licencia que antecede, permito que el mencionado Casimiro Yapuay pueda usar de las tierras que le fueron señaladas sin que nadie lo pueda impedir y use de dicho terreno como propio”. En un documento posterior, de 1772, firmado también por Bartolomé Ferro sostiene “había venido del pueblo de San Lorenzo a poblar el terreno tenía una legua de largo y media de ancho. En virtud de la orden que tuve del Exmo. Señor Don Francisco Bucarelli cuando se hallaba mandando estas provincias para que dicho
[2] Archivo del Juzgado Letrado de la ciudad de Maldonado; legajo 1, en esta y las citas de los documentos que siguen.
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Casimiro volviese con su suegro, el Teniente Cará-Cará del pueblo de San Lorenzo con cuyo motivo le permití vendiese dicho terreno a Antonio Machado vecino del pueblo nuevo en la suma de 66 pesos”.
TEODORO JACOBO Teodoro Jacobo o Chacobo es otro de los primeros pobladores que según nuestros datos es también indígena y junto con Benito Brioso presta declaraciones en octubre de 1799 acerca del nacimiento de la población de Maldonado, sosteniendo que “declara todo lo que sabe por haberlo vivido”. Teodoro Jacobo declara que los pobladores venidos en 1755 se hallaban establecidos a la distancia aproximada de una legua de la población “actual” en el paraje donde “en el día” está la Caballada del Rey del servicio Diario cerca del Portezuelo que llaman de la Ballena.
JOSEFA MARIANA DE LA LUZ Sin apartarnos de los años iniciales recordemos que junto a la fundación de Maldonado y San Carlos surge la presencia de una joven mujer, viuda y con muchos hijos, que reclama lo siguiente: “Josefa Mariana de la Luz[3], viuda del difunto Manuel Correa dice: necesita para sus ganados un rincón, que forma el arroyo de Maldonado chico por arriba de donde vive el Teniente Don Joaquín Morote formado también de un arroyo que viene de la sierra a juntarse en dicho “Maldonado Chico”. Bien entendido que este terreno le ha de servir para un hijo-casado que tiene, y tres hijas casaderas. (…) Por orden que tengo del excelentísimo Señor Don Pedro de Cevallos, Gobernador y Capitán General, debe decir que las tierras que pide la suplicante, no tienen embarazo alguno para que se le concedan. (…) Se le concede lo que pide en este según orden del Exmo. Sr. Don Pedro de Cevallos.”[4]
[3] Ver Díaz de Guerra (1974: 390-396) [4] Memorial de las tierras; 9 de diciembre de 1763; documento firmado por Lucas Infante
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JOSÉ LLORENS Llorens, español, natural de Cataluña, residía en su estancia del Alférez[5]. Un documento firmado por Montes y Miranda en el que hacen referencia a su muerte señala: “Habiéndome dado parte el día de hoy de haber llegado al cadáver de Dn. José Llorens, Teniente de Milicias de esta ciudad y que había fallecido de repente en su estancia del Arroyo del Alférez, mando que el cirujano Dn. Santiago Carsín pase, junto con el Escribano a este Cabildo al reconocimiento de dicho cadáver por si acaso hay señales de haber recibido muerte violenta. Francisco Montes Alcalde Ordinario, Luis Antonio Miranda, Escribano Público”.[6] Respecto a este asunto, acude Santiago Carsín, presta juramento y declara: “halla que ha sido muerte natural de un accidente o sofocación de sangre y no tener en todo su cuerpo lesión ni contusión alguna; todo lo cual dijo saber por la ciencia y experiencia que tiene de ello y que lo que ha dicho es la verdad, y que es de edad de cuarenta y cinco años y treinta y tres de cirugía. 15 de noviembre de 1791. Se le enterró en el Campo-Santo de esta Parroquial Iglesia de San Fernando de Maldonado a las 11 del día. Hágase el inventario de todos los bienes, libros y papeles, pásese la orden al vecino Don Rosendo Verde que se halla en la estancia del finado, se le vigile y cuide dicha estancia. Comparece el sobrino Pablo Gibenzo que vivía desde hacía 3 años en la estancia con su tío, dice que cargaron allí 7 carretas, que 5 vienen cargadas de cueros, una de cebo y cueros y la otra de cebo y que vienen al cargo del capataz, Manuel Rengo, y que dicho cargamento es todo de su tío y que va destinado a Montevideo, y dice que cuando él salió para Maldonado con el cuerpo de su tío quedaban allí 6 carros para salir también para Montevideo con carga de cueros que estaba pronta. En la casa de Maldonado había un baúl con papeles, se ordenan por materia, correspondencia y cuentas en la casa donde solía residir en esta ciudad”[7]. El campo que perteneció a José Llorens lo obtuvo de Mateo Moleras, y éste fue vendido una vez fallecido Llorens a Felipe Techera. Este último tuvo ese campo en mayor extensión por concesión hecha por el Gobernador español Gaspar de Vigodet.
[5] Ver Díaz de Guerra (1974: 397-398) [6] Carpeta-Expediente N° 22, letra LL del Archivo Juzgado Letrado de Maldonado [7] Carpeta-Expediente N° 22, letra LL del Archivo Juzgado Letrado de Maldonado
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MEMORIAL DE LAS TIERRAS. AÑO 1792: EL CASO DE “LA NEGRA DE CAYETANO HUERTAS” [8] En el Memorial de las tierras de 1792, encontramos, entre otros, los documentos que refieren a la muerte de “la negra de Cayetano Ignacio Huertas”. Este documento señala: “Habiéndome dado parte el poblador interino en esta Villa de San Carlos, Cayetano Ignacio Huertas de que su mujer había castigado una negra esclava de dichos, llamada Antonia, y que la negra después de este castigo le había sobrevenido un accidente del que había fallecido antes de ayer 28 del corriente”. A raíz de lo expresado arriba se mandó arrestar a Cayetano Ignacio Huertas en el Cuartel de esta Villa, tomándole declaraciones. A continuación, se pasa al cirujano José Martínez Ramos que certifique. “Villa de San Carlos, 30 de enero de 1792. Certifico y en debida forma juro yo, Don José Martínez Ramos, cirujano de esta Villa de San Carlos, como acabo de reconocer en presencia del Señor Comandante de esta Villa y otras varias personas el cadáver de una negra llamada Antonia, esclava de Cayetano Ignacio Huertas. Que hacía 24 horas que estaba sepultada y más de 48 horas que había muerto. (…) las nalgas hasta las corvas maceradas de golpes que demuestran ser de látigo o rebenque, padeciendo solo los tegumentos, y una grande hemorragia de sangre que parecía proceder del útero, y por la boca aún se podían ver salir algunas gotas de sangre formando de todo lo antedicho el concepto que, de los azotes no podía originársele su repentina muerte (…)” Se establece que, según esta deliberación la muerte fue independiente del castigo que recibió, por lo que Cayetano queda en libertad. Merece la pena recordar que las islas Azores estaban superpobladas. A principios de agosto de 1747 el Rey de Portugal, Pedro II decretó a sus habitantes, que se mudaran al Sur de Brasil. Una vez allí se les daría tierras y animales. Así se produjo entonces un gran movimiento de familias que se trasladaron desde las Islas Azores a la Villa de la Laguna, y a la Isla de Santa Catalina entre 1748 y 1753, período en el cual se calcula que llegaron 451 personas y 85 casales de estos colonos zahórianos en su mayoría de origen flamenco.
[8] Carpeta N°33 “Diligencias practicadas sobre la muerte de la negra de Cayetano Ignacio Huertas en el año 1792”.
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La campaña militar de Cevallos en 1763 termina con la fundación de la ciudad de San Carlos en donde se instalan los zahórianos que ya vivían dispersos por esa gran región, adonde muchos de ellos pensaban volver. El año 1763 marca un momento de prosperidad para Maldonado, pues es el año en el que se crea la “Comandancia Militar” que tiene a su frente a Lucas Infante. En este año comienza la fortificación de Maldonado. Por otro lado, es conveniente agregar que, un poco antes, en 1757 se confecciona el primer padrón de pobladores del departamento. En 1764 se inician las primeras partidas parroquiales. En este mismo año, Cevallos ordena retirar el ganado del campo situado entre Maldonado y José Ignacio trasladándolo al de “Don Carlos” y repartir tierras.
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GARZÓN
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El arroyo Garzón nace en los Cerrillos, punto elevado de la prolongación de la sierra de Carapé, corre hacia el sur y da lugar a la formación de la Laguna del mismo nombre. Este arroyo y la Laguna forman el límite entre los departamentos de Maldonado y Rocha. La barra de Garzón es la desembocadura de las aguas de la laguna en el mar. La comunicación de las aguas dulces de la laguna con las ya a esta altura saladas, del estuario. La hermosa laguna de Garzón tiene parte de sus aguas para Maldonado y parte para el actual departamento de Rocha. Es de gran extensión y sus márgenes occidentales están cubiertas de espesos montes, mientras que las orientales son limpias o cubiertas de gramíneas. Ocupa una extensión de 20 kilómetros de largo. Tiene forma acorazonada, hasta la mitad de su longitud conserva un ancho uniforme, de un kilómetro aproximadamente. Comienza a angostarse por efecto del avance de las arenas del mar, hasta concluir en un estrecho canal. Esta laguna es llana, sobre todo en su primera parte, de norte a sur. Hacia el fin se ahonda presentando como máximo tres metros de profundidad. Grandes medanales bordean y van cegando a esta laguna por el lado del océano. Muy pocos afluentes tiene la laguna Garzón; el arroyo del mismo nombre no es de gran importancia, y la cañada o zanja Moleras por el lado de Maldonado. Otro nombre de la zona son las “asperezas de Garzón”, un agreste paraje situado al norte del departamento entre los arroyos Aiguá y Alférez y la cuchilla o sierra de Carapé. El nombre de Garzón ya figuraba en el año 1813 en una lista de los partidos en los que estaba dividido el territorio, se trata de un nombre que venía desde tiempo atrás, cuando por 1760 se empezaron a colocar las Guardias o Puestos, donde se establecían unos cuantos dragones y milicias para vigilar y proteger el lugar. Acá aparece el nombre “Moleras”, el paso de Moleras. Ya para 1881 al quedar subdividido el Departamento de Maldonado en cinco secciones policiales, está Garzón en la cuarta sección que era aquella de José Ignacio.
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EL PUEBLO GARZÓN El pueblo Garzón emplazado sobre el arroyo Campamento en las inmediaciones del límite de Maldonado con Rocha, surgió a mediados de 1920 con el primer fraccionamiento de tierras efectuado por el vecino Juan Ramón de León. Los alrededores del pueblo son de gran belleza natural, así como las orillas del arroyo y de la laguna de Garzón donde abundan hermosísimos paisajes. Toda esta zona ha sido bien estudiada geográficamente por distintos autores, entre ellos Benjamín Sierra y Sierra, que ha escrito varios manuales respecto a estos temas. En los años de la década del 30 prosperó rápidamente, pudiéndose contar entre sus vecinos a varios comerciantes, hacendados, encargados de negocios rurales, abastecedores, entre los que mencionamos a: Maisonave, Aguiar, Miraglia, Acosta, Aispuro, De León, Icardi, Núñez, Lazo, entre otros. Su importancia y actividad tanto en el aspecto de la ganadería como de la agricultura, estaba muy vinculada a la línea férrea, que, al pasar por la Estación Garzón dejaba a este pueblo casi en mitad de camino entre San Carlos y Rocha. Hasta hace unos años, desaparecida esa vía de comunicación, y ya de años atrás en constante retroceso, es un pueblo que se había quedado paralizado. En la actualidad ha recobrado un nuevo impulso, convirtiéndose en uno de los centros turísticos referentes del país, a partir, esencialmente de su propuesta gastronómica exclusiva. Por la década del 30 había crecido, y también por los años 40 en adelante, siendo íconos de esta época dos importantes comercios: el Molino, Panadería y Aserradero de Leopoldo Lazo; y la casa de ramos generales: almacén, ferretería, bazar y tienda de Isidoro F. Martínez ubicada frente a la plaza. Por el año 1910, vivían en Garzón varios personajes que tuvieron participación importante en acontecimientos militares durante las revoluciones y movimientos armados que fueron tan frecuentes durante el siglo XIX, se trata de personajes que hoy, lamentablemente, han sido olvidados para la historia fernandina.
ANTIGUOS ESTANCIEROS DE GARZÓN En el Partido de Garzón, al norte del pueblo de ese nombre, está el arroyito o cañada de los Molles, que desemboca en el arroyo Garzón. Ahí estaba la casa de Manuel Núñez Viera, natural de la provincia de San Pedro del Río Grande 35
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en el Reino de Portugal, casado con Josefa Pérez, hija de Joaquín Pérez y Antonia Espínola. Todos estos son primeros pobladores. Entre ellos, encontramos a Joaquín Pérez, que era natural de Galicia y murió en San Carlos en 1776, haciendo testamento en el que dejó por albacea a José Terradell, que fue el primer cabildante de Maldonado. Por otro lado, la familia Espínola era portuguesa, y Antonia Espínola, ya viuda de Joaquín Pérez contrajo matrimonio en San Carlos en 1777 con Miguel Herrera, del Obispado de Santander, en España. La estancia, como ya mencionamos, estaba ubicada sobre el arroyo Garzón en la confluencia del arroyito de los Molles y el arroyito del Sauce. La casa, en parte de piedra y en parte de ladrillo, revocada por dentro, y por fuera sólo la parte de piedra, con cocina, tahona, galpones y corrales, era una importante construcción. El ganado existente en 1837, a tres años de la muerte de Manuel Núñez Viera, era el siguiente: 2916 animales de cría; 134 novillos; 136 toros; 215 lecheras; 158 yeguas; 24 caballos; 20 mancarrones. En esta estancia poblada de casas, corrales y ganado, con una tahona de mulas, había también, cinco esclavos varones llamados Ignacio, Juan, Ramón-pardo, Félix, Antonio. Y cuatro esclavas mujeres, llamadas Joaquina, Clemencia, y dos hijas de estas cuyos nombres eran igual al de sus madres de 12 y 14 años. El matrimonio constituido por Manuel Núñez Viera y Josefa Pérez tuvo doce hijos, siendo por su orden: Ramona, Casilda, Rudecindo, Miguel, Joaquín, Antonio, Ildefonso, Juan, Santiago, Rufina, María y Carmen. La estancia mensurada por el agrimensor Julio Grossy en el año 1837 tenía un área total de 12.441 cuadras cuadradas. A la muerte de Manuel Núñez Viera, varios de sus hijos ya estaban casados, de manera que tenemos la primera medición en 1837. Cuando Josefa Pérez de Núñez muere, en 1873, la estancia volvió a medirse, esta vez por el agrimensor Pablo Mata, del 21 al 25 de noviembre de dicho año arrojando un área de 5.323 cuadras, pues lo que se medía era la propiedad de Josefa ya que había repartido a los hijos la parte que les correspondía de acuerdo a la medición de 1837. En este segundo plano figura el camino de San Carlos a Rocha cruzando el campo y atravesando el arroyo Garzón. Una de las hijas de este matrimonio, Ramona, casada con Joaquín Techera, fue también dueña de otra estancia con un área de 2.653 cuadras, o sea, 1.958 37
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hectáreas. Dentro de este campo quedaba el arroyo de Moleras que está casi en la desembocadura del arroyo Garzón en la Laguna. La estancia que formó esta nueva pareja contenía las tierras que había heredado Joaquín Techera que había sido comprado por el padre de él a José Llorens –teniente de milicias que murió en 1791 como vimos más arriba- que había comprado a su vez a Mateo Moleras –quien dejó el nombre en el lugar- había sido uno de los catorce pobladores que puso José Joaquín de Viana en 1755 cerca de la laguna del Diario en la fundación de Maldonado. Hay una escritura de 1804 elaborada cuando los padres de Manuel Núñez Viera dicen que le venden a su hijo la estancia, encabezada por la frase que se usaba en la época: “sepan cuantos al tenor de la presente vienen (…) En la Villa de San Carlos a 16 de febrero de 1804 (…) vendemos a nuestro hijo Manuel Núñez la estancia que poseemos en el arroyo de Garzón, con todo el ganado de mi marca, dos negros, el uno llamado Sebastián y el otro Francisco, con caballos, potro, yeguas, ovejas y todo cuanto esté bajo la marca; con ranchos, corrales, y terrenos según consta de los documentos que adjunto presento (…)”
CAMPOS Para terminar este trabajo sobre los antiguos dueños de los campos de Maldonado y de San Carlos, haremos referencia a una época posterior, siglo XIX. En el legajo 1901 del Archivo de Juzgado Letrado de Maldonado vemos información relativa al Rincón de los Píriz. En 1888 Nicolás Sosa le vende a Cirilo Corbo, vecino del “Rincón de los Píriz” -4 Sección Judicial del Dpto.- una fracción de campo de pastoreo, situado en el citado paraje. El “Rincón de los Píriz” está integrado por 100 cuadras cuadradas que lindan por el norte con la sucesión de Juan Sosa y el comprador; por el sur, con el mismo comprador; por el este, con la sucesión Sosa y el mar; por el oeste, con el comprador cuyo campo le pertenece por legado que le hizo Don Pantaleón Sosa –finado, en 1879-. Don Pantaleón Sosa accedió al campo por herencia de su padre Don Félix de Sosa, y éste lo adquirió por compra a los sucesores de Miguel Píriz y los de José García y los de Magdalena Fuentes. Según resulta de las respectivas Escrituras Públicas otorgadas el 21 de enero de 1823, 7 de enero de 1824, 30 de marzo de 1826, 27 de setiembre de 1831 y 39
misma fecha de 1840. Don Miguel Píriz obtuvo en propiedad en la casi totalidad del expresado terreno por concesión del gobernador español Don Gaspar de Vigoret el 10 de octubre de 1810.
De 1765 a 1879 Pasados más de cien años de aquellas primeras concesiones de tierras, nos ubicamos ahora en el contenido que nos interesa recalcar del primer periódico que salió en la ciudad de Maldonado. Nos referimos al diario “El Departamento” en su edición del 16 de diciembre de 1879, N°630, que trae la siguiente publicación: “lista de las poblaciones agrícolas y rurales de José Ignacio”. En toda la campaña del departamento se extendían poblaciones “agrícolas y rurales”. El entonces jefe Político, autoridad máxima del departamento, mandaba recorrer las secciones rurales, tarea que desarrollaba el comisario de Policía, confeccionando una lista de las visitas efectuadas ya fuera en Mataojo, Garzón, Solís Grande, Valle del Aiguá, José Ignacio, India Muerta, etc. Estas visitas a las poblaciones rurales inscriptas en las correspondientes listas eran publicadas en el diario “El Departamento” donde nos informamos hoy de todos aquellos apellidos contenidos también en nuestros conocimientos actuales: Pérez, Medina, Herrera, García, Larrosa, Corbo, Barrios, Dutra, Pereira, Nieto, etc.
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LA ZONA DE JOSÉ IGNACIO Y SU INCIDENCIA EN LA EVOLUCIÓN REGIONAL
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El nombre José Ignacio para toda la zona que sirve de cauce al arroyo que lleva esa misma denominación, y la laguna en donde el arroyo desemboca, quizás sea hoy más conocido por la instalación de la boya petrolera que permite el almacenamiento de cargamentos de petróleo crudo, y el consiguiente oleoducto para enviarlo, desde José Ignacio a Montevideo. Esta obra de ingeniería moderna, junto con la prolongación de la carretera-costanera, que un día seguramente unirá –en espléndida panorámica- a los balnearios finales del departamento de Maldonado con los balnearios del departamento de Rocha, son, sin duda, las espectaculares y costosas construcciones que quedan en la retina y el oído de cualquier turista –por desinformado que esté- que transite por el lugar. Además, naturalmente, de las mansiones de carácter particular que hoy se levantan en la zona. Así como se ha transformado el área costera en virtud del turismo, se está en vías de transformación del área rural, pasándose de las tradicionales actividades agrícola-ganaderas, a la visión cosmopolita del capitalismo internacional. No es nuestra intención, por el momento, internarnos en este polémico tema, sino el de presentar en forma conjunta, abarcando varios aspectos, una serie de datos inéditos en su mayor parte, correspondientes a distintas épocas que servirán a la elaboración de un completo trabajo de futuro sobre una de las zonas rurales más ricas del departamento: José Ignacio. Zona cargada de historia, diríamos de tradición y cultura, en donde por más de 200 años, numerosas familias criaron a sus hijos, levantaron sus casas, ranchos y corrales, cultivaron la tierra con variedad de cereales y árboles frutales, se dedicaron a la cría de animales: ganado vacuno, ovino y caballar; muriendo, la mayoría de ellos en el mismo lugar donde nacieran. Esa larga tradición familiar que sigue viva, en tantos hogares carolinos.
BREVE DESCRIPCIÓN GEOGRÁFICA El “pago” el “partido” o el “distrito” de José Ignacio pertenece jurisdiccionalmente a San Carlos. Se trata de una extensa región, con características geográficas un poco diferentes entre sí debido a la parte serrana y la parte costera, en donde el cauce del arroyo y la cercanía o lejanía del mar van imprimiendo al paisaje perfiles distintos, junto a la vegetación y a los cerros. El decurso del valle va distinguiéndose con denominaciones propias: “puntas de José Ignacio”, “José Ignacio arriba”, “rincón de José Ignacio”. El arroyo José Ignacio tiene sus nacientes en las proximidades del Cerro Catedral, deslizándose por un terreno de
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pendiente rápida primero, y por otro más llano después, hasta desembocar en la laguna de su nombre. La punta de José Ignacio es la península o prolongación de la costa adentrándose en el océano; donde se levanta el faro inaugurado en el año 1877, alrededor del cual se formó una población, en la actualidad de características veraniegas. No confundir “puntas de José Ignacio”, denominación esta que hace referencia al arroyo. Las nacientes del arroyo José Ignacio, en el ángulo formado por la prolongación de la Sierra de Carapé y el desprendimiento de la Sierra de Las Cañas en las proximidades del cerro Catedral o Cerro Cordillera –el más alto del país-, presenta un bello paisaje serrano. Abundan en esta zona los montes naturales, formados por chircas arbóreas, palmeras, murtas, arrayanes, blanquillos. El cerro está formado en su cúspide por rocas de gneis que simulan torres, y por sus laderas corren varios arroyuelos y cañadas como la de las Palmas, el Abra, la del Bosque, confluyendo en la formación del arroyo José Ignacio por las proximidades de Paso del Rodeo, mientras va recibiendo en su descenso la cañada de Núñez y el arroyo del Sauce o de Manantiales, por su margen derecha e izquierda respectivamente. Es ésta la zona que se llama “Puntas de José Ignacio” haciendo clara alusión al nacimiento del arroyo. Aquí se encuentran, el Paso de la Horqueta, más al Sur, el Paso de la Cantera –que hace alusión a la vecindad de una cantera mecasquisto que estuvo en explotación- y en un viejo mapa del departamento del año 1910, que guardaba la dirección de Catastro de Maldonado aparece, pasando por el Paso de la Cantera o “de las Canteras”, un camino a José Ignacio y al Alférez que sigue para el norte , cruzando los campos de los entonces propietarios, Carlos Machado y Secundino Pérez. Siguiendo su curso, el arroyo recibe como afluentes, por su margen derecha, el arroyo de Medina, la cañada de Canelón; y por su margen izquierda la cañada de Cedrés, el arroyo Valioso, el de los Negros, y la cañada Barboza. Mientras que los Pasos que van jalonando este trecho son: el Paso Correa, el Paso Real, el de las Piedras, el Paso del Tigre y el de Barboza. Por este último pasaba en el mapa de 1910, al que hacíamos alusión más arriba, el camino que desprendiéndose del que iba a Rocha, conducía a la Playa del Faro. Lugar de excursionistas aislados de principios de siglo. Y por el Paso de las Piedras pasaba el antiguo “Camino Real” indicado en el citado mapa como “Camino Dptal. antiguo del Rey” que dirigiéndose hacia el este, y pasando por los campos de Juan Lucero y Agustín Perdomo,
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cruzaba el arroyo Garzón por el Paso de Tolosa (un recorrido muy similar al de la actual Ruta N°9, carretera que hoy lleva el nombre de Leonardo Olivera). Entre el Paso Real y el arroyo Valioso cruzaba la vía férrea a través de un puente de hierro que conducía a Rocha. Por último, tenemos en cuenta la zona de bañados que rodea la Laguna de José Ignacio donde desembocan la Cañada de la Colina, la Totora y el arroyo Magdalena Sosa, quedando al sur el Rincón de los Sosa. Muchos nombres nos han quedado sin mencionar, innumerables cañadas, entre ellas algunas que desaguan en el arroyo del Sauce o Manantiales –como la de Cabrera o la de Peludo-, o pasos como el del Puente o el de la Cruz, y la cañada de Silva al sur de la desembocadura del arroyo Sauce en José Ignacio. Hay una cañada de Pereira al lado del Paso de la Horqueta, y los cerros de Tigre y cerro del Vicheo están algo más al norte. “La cuchilla que divide aguas a José Ignacio y las Cañas” –según dice la explicación adjunta a un plano de 1834, como hemos registrado en el mapa que acompaña este trabajo- se sitúa en las inmediaciones de Abra de Monúa, Picada de Juan Dutra y Abra de las Nueve Palmas. En cuanto a la “inmediación del Abra de Araújo” mencionada en el mismo documento –Mensura de los Campos de Manuel Pereira-, así como “las vertientes de las Cañas y José Ignacio” que hacen clara alusión a las pequeñas corrientes que “se vierten” en las hondonadas provocando el nacimiento de un arroyo, todo esto está situado al norte, en las puntas de José Ignacio. Véase como se estilaba todavía en el siglo XIX designar a los lugares por sus características geográficas como por ejemplo: “Cuchilla que divide aguas a José Ignacio”.
ANTIGUOS BARDOS CAROLINOS TOCADOS POR LA MAGIA DE JOSÉ IGNACIO Heraclio C. Fajardo, autor de la famosa “Camila O’ Gorman”, escribió hermosas páginas sobre la zona de José Ignacio, impresionado por la belleza de sus paisajes y la laboriosidad de sus habitantes, publicadas en la revista “El Álbum” de Montevideo en el año 1855. También encontramos en un periódico de Maldonado una poesía –escrita en homenaje a Dorila Castel de Orosco- firmada por “Una Campesina”, fechada en José Ignacio en 1894 (“El Conciliador” de 30 49
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de setiembre de 1894, N° 576) que nos hace pensar que la autora es “Lubdiana”, gran conocedora de la región.
ACERCA DEL ORIGEN DEL NOMBRE Tema de indudable interés, la toponimia del Departamento, no ha sido estudiada en forma correcta, habiéndose trabajado hasta la fecha en los nombres costeros, puestos en su mayor parte por los viajeros y descubridores de los siglos XVI y XVII (por ejemplo: Isla de Maldonado, Isla de Lobos, Cabo de Santa María, Aguada, Pan de Azúcar –que se divisa desde la costa-, Islas de Castillos). A excepción de “Pan de Azúcar” –cuya primera mención data de 1717, correspondiéndole al Capitán Juan Hidalgo en su informe sobre el “Reconocimiento por tierra desde Montevideo a la Sierra de Pan de Azúcar”, los nombres que mencionamos figuran en documentos de los siglos XVI y XVII. En tal sentido, deben considerarse fundamentales el reconocido “Diario de navegación de Pedro López de Souza” redactado entre 1530 y 1532, en el que se aporta la nomenclatura de accidentes geográficos costeros desde el Cabo Polonio hasta la desembocadura del Arroyo Solís (para referirnos solamente al Departamento de Maldonado); y el también reconocido texto “La Argentina” de Martín del Barco Centenera, aparecido en 1602 en el que se relataban sucesos ocurridos en la segunda mitad del siglo XVI. Un análisis profundo y en muchos aspectos esclarecedor sobre esta obra ha aparecido recientemente bajo el título “Martín del Barco Centenera cronista fundamental del Río de la Plata”[9] dónde su autor, el Profesor Diógenes de Giorgi se propone reivindicar el valor histórico del poema que no había sido estudiado desde esa perspectiva hasta el momento, y en el que se encuentran fuentes muy importantes sobre el siglo XVI rioplatense. Es indudable que conocer el origen del nombre de los distintos lugares de los diversos accidentes geográficos, y el momento a partir del cual comienza a ser llamado de tal manera –su bautismo- es un gran paso dado en el esclarecimiento histórico. Surge así el vínculo explicativo con la persona, el hecho, la fauna o la flora, que haya dado origen al nombre, cuando no se trata de casos de santoral. Ese vínculo da lugar también a indagaciones paralelas que pueden resultar de gran interés. Y no nos referimos aquí a los nombres de origen tape-guaraní, que corresponden a la tierra adentro, y que están indicando la permanencia de grupos indígenas; es decir, la geografía dando acceso a la historia. Estábamos [9] Ed. Del Nuevo Mundo, Biblioteca Hernandarias de Historia Colonial Rioplatense. Montevideo, 1989.
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mencionando solamente los nombres costeros, que fueron puestos por europeos a partir del descubrimiento. Si nos internamos en el territorio, recién a partir de los trabajos de la primera Comisión demarcadora de límites en el año 1750 que tenemos constancia de muchos nombres de origen guaraní, como Chuy, Aiguá, Cebollatí, entre otros. Por otro lado, nombres de origen español como Guardia Vieja o Corte de la Leña o Laguna del Diario, aluden a la Guardia primera, para diferenciarla de las que vinieron después; al lugar donde se efectuaba el corte de la leña por la mayor existencia de ella en sus montes naturales; al lugar donde se guardaba la caballada del Rey del servicio diario. La raíz de estos nombres puestos por los españoles están expresando el quehacer cotidiano. Había algunas necesidades básicas para todos aquellos europeos que quisieran proceder a la instalación de un poblado: buenos pastos, agua dulce y leña. Nada de esto sucede con “José Ignacio” ya que, al hacerse alusión a una persona, nos vemos obligados a intentar identificarlo.
¿QUIÉN ERA JOSÉ IGNACIO? Dice Orestes Araújo que era un antiguo poblador: José Ignacio Sylveira. Pero nos preguntamos ¿desde cuándo estaba este poblador en la zona y por qué él y no otro? Por supuesto que no hubo un poblador único, si era solamente eso lo que lo distinguía, su carácter de poblador. De los pobladores que tenemos noticia, son todos ellos posteriores a la fundación de San Carlos (1763) y a la fundación de Maldonado (1755). Sin embargo, el nombre José Ignacio, lo vemos aparecer manejándose con soltura en documentos de 1763. De la numerosa documentación existente -como por ejemplo en la correspondencia de Cevallos con los hombres apostados en el “campo de Maldonado” encargados de colocar las “guardias” en los lugares estratégicos con las fuerzas militares que iban llegando- podemos extraer varias veces los términos “José Ignacio” aplicados al arroyo y paraje usados con toda naturalidad por los baqueanos. ¿Qué significa esto? ¿El nombre ya existía de tiempo atrás? Todo hace suponer que así es. Extraigo algunos ejemplos de esa documentación: “…Para el resguardo de la campaña hay un destacamento en el paraje que llaman Joseph Ignacio distante cinco leguas de dicho campo…” 53
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“Aunque usted me manda que mude todo el campo, no cumpliera con mi obligación si lo hiciera sin representar a V. E. que siendo indispensable montar las Milicias para una marcha de ocho leguas que hay al Arroyo de Joseph Ignacio donde debo establecerme…” “A mediodía marcharé yo con cien Dragones y las Milicias de Montevideo a cubrir los puestos, estableciendo el principal en el Arroyo de Joseph Ignacio…” “Se han de ocupar en el Rincón que forma los Arroyos Maldonado Chico y Joseph Ignacio que es el único paraje…” Toda esta documentación es extraída de la correspondencia del Capitán José Molina –que estaba en Maldonado- con el Gobernador Pedro de Cevallos –en Buenos Aires- en 1763, fechada en Maldonado[10].
LA GUARDIA Y LA ESTANCIA DEL REY En las proximidades del Paso de las Piedras se instaló una Guardia, compuesta por: un cabo de Dragones, cuatro soldados de Dragones y dos de Milicias, lo que hacía un total de seis soldados y un cabo. Por otro lado, la formación de la Estancia Real o “Estancia del Rey de José Ignacio” entre el arroyo de este nombre y el arroyo Garzón, corresponde al mismo año de 1763. En realidad, la estancia que albergaría a los ganados pertenecientes al patrimonio fiscal o “real” estaba situada entre los arroyos José Ignacio y “Maldonado chico” o sea el San Carlos. Nacida entonces, en los aledaños de San Carlos venía a ser, junto con la fundación de la Villa dos realizaciones simultáneas efectuadas por Cevallos al regreso de su victoriosa campaña de Río Grande. La existencia de la Guardia y de la Estancia del Rey en José Ignacio determinó un sistema de relaciones que unía a esta zona con la Villa de San Carlos y la ciudad de Maldonado en permanente contacto. Es a partir de aquí que comienza a poblarse con las primeras estancias: la Estancia del Rey empezó a ser repartida entre los que vendrían a ser los primeros estancieros de la zona. En 1776, recibe -según lo consignan Sala de Tourón, Rodríguez y de la Torre[11]- un terreno en merced de una legua de frente por una y media de fondo Juan Francisco de la Rosa.
[10] Díaz de Guerra, María A. Historia de Maldonado. Intendencia Municipal de Maldonado. Imprenta del Ejército. Montevideo, 1988. Tomo I, pp. 203 y siguientes. [11] De los autores mencionados: Evolución Económica de la Banda Oriental. Montevideo, 1967. p 43
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Podemos entonces dar nombres de primeros pobladores en calidad de propietarios o de ocupantes a partir de ahí.
POSIBLE PROCEDENCIA DEL NOMBRE Quizás deberíamos inclinarnos a pensar que este José Ignacio que deja su nombre en el lugar, fue un changador, o faenero clandestino, o una vaquero tape, un tropero indígena procedente de las misiones jesuíticas. Que la campaña de lo que después sería el departamento de Maldonado tenía mucho ganado, hay referencias concretas que provienen del siglo XVII; y de principios del siglo XVIII hay constancia documentada, tanto de santafesinos que venían a esta Banda a “vaquear”, como de pueblos misioneros que hacían arreadas de ganado en pie o grandes “vaqueadas”. Precisamente la fundación de Montevideo –y poco después la de Maldonado- fue la culminación de un larguísimo proceso para detener esa explotación incontrolada del ganado en la que se mataba indiscriminadamente para obtener los cueros. O sea que cuando se fundan Montevideo y Maldonado, ya había nombres para muchos lugares dejados por troperos de distinto origen. Conocemos por el acta de una sesión del Cabildo de Montevideo de fines de 1735 que ya en ese año se menciona una zona del actual departamento de Rocha con el nombre que mantiene hasta hoy: India Muerta. ¿Desde cuándo se llamaba así? ¿Quién le había dejado el nombre o en qué circunstancias? En la sesión del Cabildo mencionada se hace referencia a la situación de la campaña “amenazada” por los indígenas tapes de la Compañía de Jesús “no tan solamente llevándose el poco ganado que hay” sino también quitándole la vida a un soldado como acababa de ocurrir en el “paraje de la India Muerta”. En 1717 los franceses habían establecido comercio con los “indios infieles” de la costa marítima de Maldonado. Cuatro buques instalados en la ensenada de Maldonado dan inicio al acopio de cueros ayudados por los indios guenoas. Al mando de estos franceses se encontraba Esteban Moreau. Este es un episodio conocido, pero debe haber muchos otros que no han quedado registrados. Cuando en 1763 Cevallos recoge gran cantidad de reses en Río Grande y con parte de ellas puebla la Estancia del Rey de José Ignacio, hacía ya mucho tiempo que gente de distinta procedencia –indígenas, portugueses, santafesinos- trasegaban las costas de José Ignacio. Esta actividad, casi desconocida para nuestros análisis actuales, es la que nos 57
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ofrecería la respuesta a la búsqueda del origen del nombre, José Ignacio. Dentro de esa actividad se encuentra todo lo relacionado a los caminos o “roteiros” que los portugueses abrieron desde la Colonia del Sacramento a las tierras del Río Grande, o desde ésta a aquella, para unir esos dos centros de expansión lusitana. Sobre tan interesante asunto hemos conversado en más de una oportunidad con el estudioso y distinguido amigo Don Domingo Piegas Oliú, quien me proporcionó material bibliográfico sobre el tema. Una vez fundada Colonia en 1680, tenía que surgir necesariamente un camino por tierra hacia el Río Grande, y esto se hará realidad a partir de la fundación de la Villa de Laguna, hecho que ocurrió en 1684. Las dificultades de esa larguísima travesía, no solo por la enorme distancia, sino además por la carestía de recursos y la presencia de fieras, convirtieron esos caminos en rutas de penetración y de profundo conocimiento[12]. El trayecto por tierra desde Laguna hasta Colonia del Sacramento, uniendo los dos extremos de los dos establecimientos lusitanos, pasaba por José Ignacio. En los documentos que aportan datos sobre la historia de esos caminos o “roteiros” se establece que saliendo de la Colonia, se buscaba camino hacia el norte hasta llegar a la Sierra de Maldonado, descendiendo luego hasta la costa, de Castillos a Río Grande. “Aquí en Castillos se hace aprovisionamiento de carne de vaca, porque de aquí en adelante no hay…” –dice el Roteiro de Domingos de Figueira que data de 1703, el que establece claramente que ningún camino existía entre esos dos puntos, Colonia y Laguna, antes de ser abierto por el autor del documento-[13]. Otro documento lo constituye la “Noticia sobre la abertura del nuevo camino por el Piloto José Ignacio que fue acompañado por el Sargento Mayor Francisco de Souza y Faría”, fechado en el puerto de Río Grande de San Pedro el 29 de marzo de 1728, firmado por José Ignacio[14]. No sería aventurado suponer en calidad de hipótesis, que este nombre, cuyo origen estamos indagando, provenga de uno de los abridores de caminos: el “Piloto José Ignacio” que, en 1728 conjuntamente con Souza e Faría “abrió camino” hacia el planalto ríograndense-catarinense en dirección de Curitiba y Sorocaba.
[12] Borges Fortes, Joao. “Velhos caminhos do Rio Grande do Sul” En Revista del Instituto Histórico y Geográfico de Rio Grande Do Sul. Porto Alegre, 1938. IV trimestre, año XVIII. [13] Ídem. [14] Spaldin, Walter. Genese do Brasil –Sul. Porto Alegre, 1953.
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Camino derivado del ya clásico que unía Colonia con Laguna, lógicamente tenía que conocer y frecuentar la totalidad de este último; y precisamente el “camino” que unía a Colonia y Laguna pasaba por el actual paraje “José Ignacio”. Un establecimiento especial del Piloto José Ignacio en el lugar, el pasaje frecuente por un paso del arroyo, bien pudo determinar que su nombre permaneciera en la toponimia fernandina.
ÍNDICES DE POBLACIÓN EN EL PARTIDO DE JOSÉ IGNACIO Se trata de una de las zonas rurales más pobladas del departamento. En un “Registro de Vecinos” de 1830, figuran en el “Partido de José Ignacio abajo” 47 nombres; y en el “Partido de José Ignacio arriba” 22 nombres. De los primeros, haremos solamente mención a algunos de ellos, como por ejemplo Ignacio Rodríguez, que aparece registrado con 70 años de edad, ciudadano legal, profesión hacendado, con 50 años de residencia en el Estado; Ilario Rodríguez, ciudadano natural de 26 años, hacendado; Francisco Morales, de 43 años, soltero, ciudadano natural, hacendado; Enrique Correa, de 60 años, casado, natural, hacendado. Y en el Partido de José Ignacio arriba, de los 22 nombres extraemos: Manuel Méndez Borbas, ciudadano legal residente en el país 46 años y con 48 de edad; José Tavares, legal, residente natural, casado; Narciso Correa, natural, casado, 55 años; Faustino Acosta, natural soltero, 35 años; José Méndez Borbas, natural casado 56 años; Eugenio Pereira, natural casado, 28 años; Leandro Cardozo, natural casado, 50 años. Todos ellos figuran como hacendados, apellidos que hemos de ver a lo largo de este trabajo, entre ellos, ya en 1830, hijos de los que estudiamos. La población de la zona se va manteniendo a través de los años, de generación en generación. Muchos apellidos prevalecen. En la “Memoria” de la Junta Económico-Administrativa de Maldonado de los 1876-78 se dice que el Depto. Estaba dividido en 13 Seccionales policiales, de las cuales José Ignacio es la 6ta., con 172, 664 hectáreas y cuatro Secciones judiciales subdivididas en 43 distritos, correspondiendo José Ignacio dentro de la segunda Sección Judicial que era la de San Carlos. A esta segunda sección judicial pertenecían los siguientes distritos, 14 en total: 1. San Carlos; 2. Norte; 3. Oeste; 4. Corte de la Leña; 5. Partido Nuevo; 6. Cañas; 7. Rincón; 8. Mataojo; 9. Carapé; 10. José Ignacio abajo; 11. José Ignacio abajo; 12. Garzón; 13. Valle del Aiguá; 14. Alférez. Acerca de la población, se dice lo siguiente: “No habiéndose levantado aún un Censo prolijo de la población que contiene ese Depto. he querido subsanar en lo posible esa falla tomando varios datos oficiales y particulares 61
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de los cuales viene a resultar que el Departamento de Maldonado, poco más o menos, tiene una población de 27.223 almas, subdivididas en esta forma.” Para la cuidad de Maldonado, da 2.000 hab. y para la Villa de San Carlos, 2.600. Para la ciudad de Maldonado con su ejido y las Secciones rurales de Pan de Azúcar, Mataojo y Solís Grande, 7.575 hab. mientras que, para la Villa de San Carlos con su ejido, y las Secciones rurales de José Ignacio hasta Garzón y Valle del Aiguá, 7.616 hab. De acuerdo a este Censo, vemos que las zonas rurales estaban muy pobladas en comparación con los centros urbanos, Maldonado y San Carlos. Los pobladores eran hacendados y agricultores. Se plantaba trigo, maíz, papas, zapallos, porotos, etc. La Comisión Auxiliar de Agricultura del Depto. que tenía su oficina en Maldonado en la calle Florida Nº 104 distribuía gratuitamente a quienes lo solicitaran semillas de trigo de la Provincia de Toledo y nabos de la Provincia de Lugo (en España), entre otras semillas para su plantación. Esta Comisión de Agricultura se creó en los últimos años de la década de 1870. Las autoridades –por esa misma época- en la zona eran el Comisario de la sección y el Teniente alcalde. Unos años más tarde habrá un Juez de Paz. En 1879-1880 se publicaba en “El Departamento” las “Visitas a las poblaciones rurales” que hacía el Comisario de policía de cada Sección y luego le enviaba por escrito al Jefe de Policía la lista de las visitas practicadas a las poblaciones agrícolas y rurales. Llama la atención la cantidad de familias que había en cada sección policial rural. De las listas aparecidas en “El Departamento” de mediados de octubre de 1879, en los números 630, 635, y en adelante, ya que las visitas se hacían mensualmente, hemos contado más de 245 familias, y están firmadas por el Comisionado Cándido Villar. Aparecen los apellidos Pereira, Medina, Barrios, Gutiérrez, Méndez, Acosta, Silvera, Píriz, Rodríguez, Corbo, Cabrera, Núñez, Guerra, Nieto, Suárez, etc. En los “Ligeros apuntes sobre el Departamento de Maldonado” editado en 1889, decía Elías Devincensi: “La carencia del censo deptal. nos inhabilita para poder determinar con propiedad el número de habitantes existentes en el Depto. pero hemos reunido varios datos oficiales que, unidos a los particulares que tenemos en nuestro poder, nos permiten formular un cálculo aproximado hasta el 31 de Dic. de 1888”. Y para la zona de José Ignacio y Garzón daba la cantidad de 2.819 hab. 63
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En otra parte de ese mismo trabajo decía que, el Depto. de Maldonado estaba subdividido en 5 secciones judiciales y éstas en 27 distritos, funcionando en las primeras, Jueces de Paz y en las últimas Tenientes Alcaldes. La 4ta. Sección, que era la de José Ignacio tenía un Juez de Paz, Tenientes Alcaldes en los distritos de: Rincón, Corte de la Leña, Cañas, José Ignacio arriba, José Ignacio abajo y Garzón. Las diferencias que encontramos en cuanto a la numeración de las Secciones policiales y judiciales con años anteriores es porque ya se había separado Rocha, constituyendo un departamento, en 1880. Por los años de 1890 había en José Ignacio dos importantes casas de comercio, la de Asunción Machado y la de Esteban Arteta. En la noche del 15 de setiembre de 1899 naufragaba en la barra de José Ignacio un buque italiano cargado de madera. Cinco marineros llegaron en la mañana a la casa de Don Fermín Píriz. Estos episodios, que ocurrieron con bastante frecuencia, ponían en contacto a los habitantes de José Ignacio con individuos de otras nacionalidades produciéndose una culturización cada vez que el océano les arrojaba a las playas los despojos de sus naufragios. Evidentemente existe una diferencia en cuanto a la noción que se tenía por parte de las autoridades de lo que estaba sucediendo en el interior del propio departamento, entre los años 1870 y los de 1890. Para esta última fecha, además, ya lo hemos dicho; separado el depto. de Rocha, queda Maldonado en una situación diferente de la que tuviera hasta entonces, y sus zonas rurales ya no parecen tan desoladas y apartadas, porque todo se vuelve más reducido y cercano. El “Informe de la Jefatura Política y de Policía del Depto. de Maldonado Nº 452, fechado en Maldonado el 26 de abril de 1890, dirigido al Ministro de Gobierno Juan A. Capurro, decía lo siguiente sobre la 4ta. Sección de José Ignacio: “Límites. Norte- Sierra de Carapé, de las puntas del arroyo Quirquincho hasta las puntas del arroyo José Ignacio. Este- arroyo José Ignacio y Laguna del mismo nombre. Sud- Río de la Plata hasta la barra del arroyo Maldonado. Oeste- arroyo Maldonado hasta la barra de San Carlos, arroyo de San Carlos hasta la barra de Quirquincho y arroyo de Quirquincho hasta sus puntas en la Sierra de Carapé. (a) Extensión territorial- 91.342 hectáreas, 80 áreas. Población- 1.520 habitantes. Personal policial actual- 1 Comisario, 1 Vigilante 1º y 8 Guardia civiles. Aumento necesario: 1 Vigilante 2º, 1 Escribiente y 5 Guardia civiles”.
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DOS AVISOS DE VENTA DE CAMPOS En “El Departamento” hacia fines de Abril y en Mayo de 1875 salía este Aviso: “En la costa del arroyo José Ignacio se venden 800 cuadras cuadradas de terreno propio para pastoreo, con abundantes pasturas, aguadas y leña, que perteneció a la sucesión Méndez”. Y en “El Conciliador” de fines de 1894 aparecía este otro: “Campo en venta de 200 cuadras cuadr. sitio del otro lado de José Ignacio cercado de alambre con postes de ñandubay y aguadas permanentes; linda por el Sur con el camino que va a Rocha, por el Norte con Juan Sención, por el Este con Virgilio Correa y al Oeste terrenos de quien suscribe. Domingo Cedros.” Tanto los Méndez como los Cedros, antiguos propietarios de esta zona. La cañada de Cedros queda precisamente, al Norte del camino a Rocha.
VIAJE AL PAÍS DE LOS MATREROS Dos importantes “matreros” refugiados en los montes de José Ignacio, conocidos con los apodos de “El Chingolo” y “El Clinudo” fueron perseguidos por la policía durante la Jefatura de Justo Pelayo. Extraigo del parte policial de la época; “El matrero Bonifacio González alias “El Chingolo” es buscado en la zona de José Ignacio. En Maldonado compareció al despacho de policía una mujer constituida en prisión por habérsela encontrado con Bonifacio González y que es madre de éste; preguntada por su nombre y si efectivamente era la madre de “Chingolo”, dijo que se llamaba Victoria González y que era la madre de Bonifacio. Preguntada qué hacía en compañía de su hijo contestó que lo que hacía era cumplir con su deber de madre, pues encontrándose su hijo enfermo había acudido a él para hacerle algún remedio como lo podía decir el Comisario Villar que lo único que le encontró fue una calderita de arroz cocido, que era lo que procuraba darle a su hijo. Que a éste lo ha aconsejado más de una vez sobre su mal proceder y hasta lo ha despedido de su casa por varias ocasiones con palabras duras diciéndole que se fuera lejos. Últimamente, el que había tenido la culpa de su permanencia allí era José Pérez llamado “El Clinudo” hombre de malos antecedentes, que ha cometido porción de hechos en la frontera y que andaba cometiéndolos en Minas, el cual lo había convidado a su hijo en una pulpería a ir a su casa y luego a sacar a una hija menor 67
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de casa de Z.Z.R. Preguntada qué herida tiene su hijo y cuándo la recibió, dijo que fue cuando dicho suceso y que era en el antebrazo, teniéndola ya cicatrizada pero que la bala se le ha quedado entre la carne y piel cerca de la muñeca. Dijo que nada más tiene que decir sino que la pongan en libertad, pues su solo delito es haber ido a socorrer a su hijo para quien ha usado de su valer de madre a fin de hacerlo desistir de esa vida que lleva.”[15]
DE DÓNDE PROCEDÍAN LOS POBLADORES ESTABLES DE JOSÉ IGNACIO Según lo consigna el “Registro de Vecino” de 1830 del que hemos hablado bajo el sub-título Índices de Población, vivían en la zona Ignacio Rodríguez, Francisco Morales, Manuel Méndez Borbas, José Tavares, Faustino Acosta, etc. Todos ellos nombres que, como vimos, vienen de años atrás. Por tratarse de primeros pobladores de San Carlos, ellos provenían en su gran mayoría de las Islas Azores. En realidad eran de origen portugués, pues otros venían de Río Grande o Santa Catalina, Río de Janeiro o Lisboa. Pero las Islas Azores aportó un gran contingente: los Acosta, los Pereira y los Méndez venían de la Isla Terceira y los Morales de la Isla de San Jorge; los Correa y los Hurtado de la Isla del Fayal. Un José Tavares, natural de la Isla de Santa Catalina, hijo legítimo de Antonio José Tavares y de María Francisca, contrae matrimonio en 1785 en San Carlos con Joaquina Espíndola, natural de San Carlos, hija de Manuel Espínola y Clara de Sosa. O sea que 45 años atrás de 1830, un antepasado de José Tavarez del mismo nombre, ya estaba viviendo en San Carlos. Las Islas Azores quizás hayan sido las tierras más occidentales del mundo antiguo. Es un grupo de 9 islas; las principales: Terceira, San Jorge, Pico, Fayal, Graciosa. Angra, en la Isla Terceira, capital de las Azores, puerto que fue exportador de vinos y de granos, pues allí existían importantes cultivos de vid y de cereales.
[15] María A. Díaz de Guerra. Maldonado en el siglo XIX. Los Jefes Políticos. Serie de artículos publicados en Diario Punta del Este del viernes 19 de diciembre de 1969, sábado 20 y martes 23, p. 2. Toda la serie va del martes 4 de noviembre de 1969 al sábado 28 de marzo de 1970.
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PARA UNA REMOTA HISTORIA DE LOS CAMPOS “(…) Ha entregado Dn. Manuel Piris de la Rosa en esta comandancia, el Documento del terreno que posee y se halla situado entre Las Conchas y Don Carlos de que tiene hecha denuncia. Al mismo tiempo ha entregado otro Documento de terreno de Chacra que tiene en la Laguna de José Ignacio; y para que conste le doy esta en Maldonado a 27 de Diciembre de 1791 = Gutiérrez.”[16] Otro documento muy anterior, de 1773, por el que se concedían tierras en José Ignacio, es el referente a Alejandro Cabrera: “Necesita para chacra de mil varas en cuadro… al Este José Ignacio, al Norte la Sierra y por el Oeste Sur la Estancia del Rey”. Este pedido, elevado a Vértiz es acompañado de unas líneas de José Ignacio de la Quintana (que estuvo de Comandante Militar en Maldonado de 1773 a 1775), en las que dice que el solicitante es acreedor a la gracia que solicita; y la respuesta de Vértiz fechada en Buenos Aires el 17 de setiembre de 1773. Folios más adelante en esta Carpeta de documentación, figura la Nota elevada por Fernando Cabrera a Rafael Pérez del Puerto, 20 años después, solicitándole otras porciones de tierras para sus hijos: “Sor. Ministro de Real Hacienda. Alejandro Cabrera se halla poblando en la costa del Arroyo de José Ignacio cuyo terreno se compone de mil varas en cuadro frente al Sur lindando con el Camino Real antiguo, fondos al Norte, por el Este con el arroyo principal, en cuyos fondos se halla un pedazo de terreno sobrante que no sabe las cuadras que podrá tener, y hallándose el suplicante con cinco hijos sin tener terreno suficiente en que poder acomodar una hija casada y con alguna familia, asimismo otra que está para casarse… concederle a sus hijas el expresado terreno… Maldonado, abril de 1793”. Al margen de este escrito dice: “Informe el Capataz de José Ignacio sobre lo contenido en esta instancia dando alguna idea del tamaño y dimensiones del terreno que pide y si realmente es realengo”, y firma, Rafael Pérez del Puerto.[17]
[16] Historia de Maldonado. Op. cit. Tomo II, pp. 618-20. [17] Diccionario biográfico de la ciudad de Maldonado, 1755-1900. Imp. Imco, Montevideo, 1974. p. 146.
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Fueron entregadas tierras desde fines del siglo XVIII en José Ignacio ya sea por Juan José de Vértiz, o Rafael Pérez del Puerto, o Gaspar de Vigodet, en concesiones realizadas a expreso pedido de los interesados. Llegado el año 1815, cuando los repartos artiguistas realizados en cumplimiento del Reglamento Provisiorio, hubo un gran movimiento en cuanto a pedido de tierras en la zona de José Ignacio: “pueden calcularse en alrededor de 20 los donatarios artiguistas instalados definitivamente en el Rincón de José Ignacio. Los documentos cisplatinos coinciden siempre en estimar como muy grande la cantidad de familias hacendadas y agricultoras allí instaladas”[18]. De creencias católicas estos estancieros y chacareros se dedican al trabajo de campo, en un quehacer cooperativo donde interviene toda la familia, que se va transmitiendo de padres a hijos dedicados a la cría de ganado y al cultivo del trigo y del maíz, especialmente. A la muerte de uno de estos propietarios, en la nómina de sus bienes, asombra la parquedad de los enseres domésticos, la pobreza franciscana en la que se desarrollaba la vida de esta gente, y para la cual, el trabajo constante ante las inclemencias del tiempo era parte integrante del diario vivir. Muchas de estas estancias llegaban hasta las costas mismas del arroyo o de la laguna. Nos es difícil hoy imaginar la humildad de las costumbres, o los rudimentos con que se desarrollaba el vivir cotidiano, de familias numerosas de ocho, diez, doce hijos, propietarias de grandes extensiones de campos, en convivencia con algunos esclavos de origen africano, en un lugar de hermosísimos paisajes, en medio de una naturaleza pródiga, exuberante, y aún prácticamente intocada. Los apellidos que manejamos: Acosta, Araújo, Correa Ferreira, Gutiérrez, Machado, Méndez Borba, Morales, Núñez, Píriz, Pedraza, Rodríguez, Tavares, Silveira, Silva, etc. están todos ellos vinculados estrechamente a la zona de José Ignacio, así como otros que vienen después: Pérez, Medina, Ortega, etc. en vista de que no podemos seguir un orden estrictamente cronológico, la presentación de los mismos persigue un intento de acercamiento, de lo más antiguo a lo más moderno.
[18] DE LA TORRE, Nelson, RODRÍGUEZ, Julio C., SALA DE TOURÓN, Lucía. La revolución agraria artiguista. Montevideo, 1969, p. 382.
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LAS MENSURAS REALIZADAS EN 1809 El segundo Piloto de la Real Armada, Felipe de Losada, con destino en la Fragata “Flora” surta en el puerto de Montevideo en 1809 para realizar una serie de mediciones en campos de José Ignacio y Corte de la leña. De esta manera, un hacendado de la zona, Manuel Pereira Méndez solicitaba los servicios del citado agrimensor: “(…) hoy, día de la fecha, se me hizo saber por el Alcalde de Maldonado se había finalizado la mensura que por orden del Exmo. Sr. Virrey y a petición de Dn. Antonio Correa, igualmente vecino y hacendado del mismo Partido, se había practicado en los terrenos se éste, al que asistí; y viéndome precisado a practicar la misma diligencia por hallarse el Piloto en estudio de poderla verificar, y queriendo aprovechar la ocasión para evitar mayores gastos (…) suplico se sirva determinar gracia (…) que espero recibir (…) San Carlos, 21 de Setiembre de 1809”.
MANUEL PEREIRA MÉNDEZ Se le menciona como Manuel Pereira y como Manuel Pereira Méndez. Era natural de Río Grande, hijo de Sebastián Pereira y Mariana de la Concepción, naturales de Angra. Contrajo matrimonio en San Carlos en el año 1776 con Inocencia Magallanes y luego, con Ana de San José, naturales de Angra. Tuvieron once hijos: José Antonio, Antonio Lorenzo, Eugenio Juan, Mariano, y Juan Justino o Faustino, María Manuela, Josefa Florentina, Antonia, Isabel, Irene y Basilia. Son cinco varones y seis mujeres. Poseían un campo, “una suerte sencilla y 50 cuadras cuadradas” otorgado en 1789. En su testamento dice: “Declaro que mis bienes existentes en la actualidad (1834) son: una Estancia en el Partido de José Ignacio, dos negros y una casa en el pueblo”. El pueblo es San Carlos, naturalmente. Manuel Pereira Méndez murió en 1834 en su estancia de José Ignacio, pero unos 25 años antes, en 1809, cuando recurre al Piloto Losada para hacer medir su campo, está intentando poner sus papeles o títulos de propiedad en regla, ya que recurre al Alcalde de Maldonado en una nota en la que solicita haga comparecer a Dn. José Antonio Tavarez para que declare bajo juramento que los terrenos que vendió a Dn. Manuel Araújo al Este del arroyo de Las Cañas “qué tiempo hace que el Ministro se los concedió”. José Antonio Tavarez efectivamente, acababa de vender unas tierras suyas a 75
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Manuel Araújo, y dos años después le vendería a Pedro da Silva “una suerte de chacra situada en el Rincón de José Ignacio que tiene por frente 25 cuadras de frente a la laguna del mismo nombre y 30 de frente al Camino Real, entre las chacras de Manuel Píriz y Vicente se Silva”. De manera que Manuel Pereira Méndez hace comparecer ante la Justicia a José Antonio Tavarez como testigo, de quien ambos recibieron tierras por la misma fecha; esto lo hace al tiempo que hace medir su campo, en 1809. “En la Villa de San Carlos, el 22 de Setiembre de 1809 el Alcalde Ramón Antonio del Puerto, compareció José Antonio Tavarez de este vecindario, hizo juramento y preguntado por el Escrito que presentó Dn. Manuel Pereira dijo: que hace el tiempo de veinte años le concedió al declarante el Ministro Real de Hacienda Rafael Pérez del Puerto, los terrenos que se mencionan”. Esto comprobaría que Manuel Pereira también había obtenido su campo de Rafael Pérez del Puerto, veinte años atrás, o sea en 1789. A los pocos días de esto, el 27 de Setiembre se procede a la medición del campo de Pereira en presencia de los linderos, que eran: Luis Ferreira, Manuel Araújo y Mariana Correa. Mensura de 1809. De lo que anota el Piloto Losada entresaco: “(…) medimos el frente, poniendo el primer mojón al Sur de una zanja como a dos cuadras de distancia en la que se hallan unos sauces del corral de Pereira siguiendo el costado del arroyo José Ignacio al Norte de la aguja se midieron sesenta cuadras colocando el segundo marco en una cuchilla que baja al recodo del arroyo (…) en las cabeceras del arroyo José Ignacio y Las Cañas se puso el tercer marco, y para colocar el cuarto nos dirigimos al Sur, en la inmediación del Abra de Araújo (…) Este terreno tiene, al Este el arroyo José Ignacio, al Norte con Luis Ferreira, por el Oeste con las vertientes de las Cañas y José Ignacio, y por el Sur con Manuel Recuero”. A la muerte de Manuel Ferreira en 1834, se vuelve a medir, haciéndose la división en once partes iguales (la esposa ya había muerto años antes), o sea que se divide entre los once hijos sobre un total de 2.750 cuadras. La medición de 1834 está hecha por el agrimensor público Francisco José Melliton, quien aparece como lindero al Norte, María Machado que era la viuda de Luis Ferreira, y por el Sur Narciso Correa. El plano de Melliton en 1834 hace alusión a los mojones colocados en 1809 por Losada. Dice Melliton en la explicación que acompaña a plano: “(…) el punto de arranque para la medición fue en la Cañada de los Molles junto a una piedra grande con un canelón pues así lo habías convenido con la lindera María Machado, 77
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luego de lo cual midieron una cuadra de 100 varas castellanas hasta encontrar un mojón esquinero en la cuchilla que divide las aguas a José Ignacio y Las Cañas junto a un Cerro chico de piedras y espina de la Cruz, y una legua al Oeste”. El mojón esquinero que encuentran era uno de los que se habían colocado 25 años atrás. Por otro lado, agregamos que, también en 1834, se tasa la casa habitación dentro de la estancia, aclarándose que tenía cimientos de piedra con paredes de adobe y techo de paja, siendo de 13 varas de largo. En cuanto a la casa de San Carlos, que se mencionaba en el Testamento, hemos leído también el documento de 1795, por el que Pereira pedía un terreno en la Villa de San Carlos para levantar una casa de 25 varas de frente por 50 de fondo, “el cual se halla vacante de 14 años a esta parte por haber pasado Bernardo Suárez que lo poseía a los dominios de S.M.F.” Este terreno le es concedido a Manuel Pereira por Manuel Gasco y Rafael Pérez del Puerto en dicho año de 1795.[19]
LUIS FERREIRA- MARÍA MACHADO Luis Ferreira, de ascendencia portuguesa, y María Machado también de ascendencia portuguesa por su padre, Antonio Machado, constituyen una familia con estancia en José Ignacio por espacio de muchos años –desde finales del siglo XVIII- lindera por el Norte con la estancia de Manuel Pereira. Luis Ferreira, natural de Río Grande, hijo de Joseph Ferreira y Jpha. Antonia de Oliveira contrajo matrimonio en San Carlos en 1773 con María Machado, natural de Río Grande, hija de Antonio Machado y Rosa María. El Testamento de Luis Ferreira, de 1811, comienza diciendo: “Fui casado en esta Villa con mi actual esposa María Machado de cuyo matrimonio tuvimos y criamos siete hijos” Luisa Ferreira Machado se casa en San Carlos en 1808 con Manuel Nuñez, y su
[19] “Expediente de tierras de la propiedad de Don Manuel Pereira”. “Testamento de Manuel Pereira Méndez vecino que fue de José Ignacio. 1834. (Ex Archivo Cuartel de Dragones de Maldonado: Legajo 1809-1815; carpeta 149, año 1809 y Legajo 18331834, carpeta 544).
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hermana Manuela, se casa también en San Carlos en 1813, con Paulino Nuñez, hermano de Manuel. Por otro lado, conviene agregar que los Machado fueron una importante y numerosa familia de Maldonado y varios de sus integrantes han sido tratados en nuestro Diccionario. Manuel Machado, hermano de Antonio, y por lo tanto tío de María Machado, casado con Joaquina Correa, tenía una estancia en Carapé con ganado vacuno y caballar, donde murió en 1824, presentándose unos años más tarde, en 1829, la viuda, ante el Alcalde Francisco Aguilar, en un interesante documento. En el Testamento de Luis Ferreira –como ya queda dicho- de 1811, se hacen claras alusiones a la familia de su esposa, como por ejemplo: “Declaro que recibió mi esposa de su madre, de legítima materna y entró en nuestro caudal, 370 pesos”. Si bien en la primera cláusula se refiere a la legítima materna, o sea a la familia de Josefa Pacheco –madre de María Machado- (pues hay un error en la partida de matrimonio de Luis Ferreira, al poner Rosa María en lugar de Josefa Pacheco, siendo Rosa María la madre de Josefa); agreguemos que esta última murió en Maldonado en 1803, cuando su hija recibe en herencia lo que le corresponde. Medición de la estancia en 1809. La estancia de María Machado y Luis Ferreira también será medida por el Piloto Losada en 1809, al día siguiente que la de su vecino Manuel Ferreira. Así es como Luis Ferreira, “vecino hacendado de esta jurisdicción” solicita medir su estancia que se halla en el arroyo de José Ignacio: “He hecho venir al Piloto de la Real Armada Felipe Losada que vino de la Plaza de Montevideo; el Alcalde de la Villa de San Carlos Ramón Antonio del Puerto, y Faustino de Acosta nombrado Juez Comisionado”. El 28 de Setiembre después de convocar a los linderos, que eran Tomás Núñez por el Norte, Manuel Pereira por el Sur, comenzó la medición a las 9:00 hrs. y se extendió hasta las 17:00, hora en que concluyó sin haberse opuesto a ella linderos ni persona alguna. Por otro lado, Losada anota: “Pasamos a medir los terrenos de Don Luis Ferreira ante los testigos y linderos. Medimos al frente sirviendo de primer marco el del lindero Manuel Pereira desde éste al Norte se midió una legua arroyo arriba y se puso el segundo marco al N del arroyo de las Tunas como a diez cuadras de distancia, y dirigiéndose al Oeste a 81
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buscar la vertiente de Las Cañas y José Ignacio, encontradas que fueron se puso el tercer marco completándose hasta aquí 64 cuadras. Este campo, medido y amojonado, linda por el frente del Este con el arroyo José Ignacio, por el Norte con Tomás Núñez, por el Oeste con las vertientes y por el Sur con Manuel Pereira; cuya medición, aceptada por el Juez Comisionado y los testigos, se firma hoy, 28 de Set. de 1809”. Los siete hijos de Luis Ferreira y María Machado, que se hallaban vivos en el momento del Testamento, en 1811, eran: Manuel, José María, Luisa, Manuela, Félix e Isidora.
FRANCISCO GUTIÉRREZ- MARÍA SILBEIRA DE AZEVEDO En San Carlos, y a 7 de Febrero de 1810, Francisco Gutiérrez hace su testamento. Vecino de San Carlos, natural de la “Villa y Corte de Madrid, hijo de Francisco Gutiérrez natural de la Villa de Casarrubia, y de María Marcela natural de dicha Villa de Casarrubia del Monte (…)”, manifiesta ser casado con María Silbeira de Azevedo “que viva se halla”, de cuyo matrimonio tuvieron 12 hijos, todos ellos vivos en esa fecha. “Poseo los siguientes bienes: una casa vieja de palo a pique con una cocina, y cubierta de paja en esta Villa con su sitio correspondiente. Dos suertes de chacras en el Partido del Rincón de José Ignacio, pobladas con ranchos y corrales, porción de ganado vacuno y caballar, todo bajo la marca común que acostumbro; una carreta; animales lanares; siete esclavos nombrados: María, Adán, Juana, Catalina, Domingo, Feliciana y Paulino; es mi voluntad que por mi muerte la esclava primera, María madre y abuela de los otros, la dejo libre en consideración a los buenos servicios que me tiene hechos y le consta a mi esposa e hijos”. El primer albacea, nombrado por el propio Gutiérrez, es Matheo Colinas, un importante vecino de San Carlos, y el encargado de hacer la cuenta de partición de los bienes entre la viuda y los herederos, es otro prestigioso vecino de San Carlos. Las hijas de este matrimonio, estaban casadas con dos hermanos Correa: María Gutiérrez Silbeira con Antonio, y Mercedes Gutiérrez, con Enrique. Antonio y Enrique Correa, a poco de la muerte del suegro, en abril de 1810 compran dos chacras con frente al arroyo José Ignacio de 25 cuadras al E. y 54 de fondo al O. Lindando con territorios de Laureana de Araújo, y con tierras de ellos mismos. Antonio es uno de los que mide su campo en 1809. 83
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Los doce hijos fueros: María, José, Mercedes, Juan, Luisa, Francisco, Micaela, Vicente, Gertrudis, Claudia, Fermín y Baldomera. La primera es María Josefa. Un dato que nos parece interesante es que entre los testigos aparecen: “Francisco Píriz Mozo” y “Francisco Píriz padre”. Esto fue hecho en la Villa de San Carlos a 17 de Febrero de 1810. Decíamos en un trabajo sobre la medicina en el Departamento, que Francisco Gutiérrez debió haber practicado el oficio de curandero, aparte de manejar su hacienda de José Ignacio, ya que en el Testamento citado se hace alusión a alguna “Cura” que le debe un vecino, o a la venta de algunos purgantes que también se le debía, venta ésta, hecha a Felipa Correa, esposa de Carlos Nieto. Se trata de importantes personajes, pues Carlos Nieto, natural de Zamora en España, “Alférez retirado de Dragones de Buenos Aires”, vecino de la Villa de San Carlos, y Felipa Correa, se habían casado en 1765, siendo los padres de Josefa Nieto, quien a su vez, casada ésta con Manuel Araújo serán los padres de Basilio Araújo.
MANUEL MORALES- MARÍA SILVEIRA El 27 de junio de 1813, María Silveira, propietaria de una estancia en José Ignacio, dispone hacer su testamento judicial ante el Comandante la Villa de San Carlos Andrés Barrios, y bajo la presencia de testigos. El documento comienza así: “(…) María Silveira vecina de esta Villa de San Carlos, viuda de Manuel Morales enterrado en esta Iglesia, hallándome de una edad sumamente avanzada y enferma en cama (…) dispongo hacer mi Testamento”. Luego de las consabidas disposiciones protocolares de la época, agrega: “Fui casada con Manuel Morales en la Isla de San Jorge, Reino de Portugal, de cuyo matrimonio tuvimos y criamos nueve hijos: Antonio ya difunto, casado con Luisa Correa tuvo sucesión; Elena; Ángela; Manuel; Salvador; José; Ana, difunta, casada con Antonio Nieto tuvo sucesión; María y Francisco; a quien declaro por mis legítimos hijos y universales herederos”. En las declaraciones de bienes que posee enumera los siguientes: “Media suerte de estancia en el Partido de José Ignacio; una manada de yeguas; una casa en esta Villa de San Carlos; cinco esclavos, José y Susana, casados; Francisco, Miguel y Feliciano; este último es mi voluntad que se venda para sostener mi enfermedad”. Tal como queda expresado, quisiera recalcar algunos de los aspectos que me parecen de mayor interés, aparte de agregar algún otro, para completar la visión que nos ofrece esta antigua familia de José Ignacio. 85
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Se habían casado en la Isla de San Jorge, en el año 1754; el testamento es de 1813, pero ella muere en 1815; su enfermedad no solamente la lleva a vender a su esclavo Feliciano, sino que, poco después, la obliga a vender el campo a un antiguo vecino de la zona: Fausto de Acosta. María Silbeira ya le había repartido a los hijos la parte del padre, pues otros campos habían sido suyos, con dos quintas de árboles frutales y una casa con frente al arroyo y fondos al cerro. La estancia en la que se quedó, va a ser vendida en 1815, porque no teniendo con qué pagar los gastos de su enfermedad se había procedido a una especie de remate, en acuerdo con su hijo Manuel, presentándose al mismo como mejor postor Faustino de Acosta, que era yerno suyo, pues estaba casado con Elena Morales, y era además propietario lindero de tierras. La estancia de Faustino Acosta estaría en las nacientes del arroyo José Ignacio, siguiendo hacia el Sur la de María Silveira –la que pasaba ahora a ser Acosta- y más al Sur venía la de Méndez Barbas. Faustino de Acosta natural de Río Grande, hijo de Matheo de Acosta y Ángela de la Concepción naturales de la Isla Tercera, contrae matrimonio en San Carlos en 1778 con Elena Morales natural de la Isla de San Jorge. Ubicada en las costas del arroyo José Ignacio, las tierras de María Silveira, tenían media legua de frente y una y media legua de fondo, lindando su frente al referido arroyo y sus fondos al arroyo de Garzón: “por su costado, arroyo José Ignacio arriba con mi hijo político Faustino Acosta, y arroyo abajo la estancia de Don José Méndez”, incluyendo dentro del campo, unos ranchos viejos, varios corrales, arboleda y zanja. Todo esto fue vendido en 425 pesos, de lo cual, cerca de la mitad correspondía al pulpero –y a la vez Alcalde de San Carlos- Manuel Antonio Silva, quien presenta su cuenta del 3 de Febrero, al 14 de Octubre de dicho año: “Relación de lo que yo, Manuel Antonio Silva voy suministrando a Manuel Morales para manutención de su señora madre Doña María Silveira”. Y en seguida pasa a detallarse los suministros, consistentes especialmente en ropa y en dinero “para el diario”, lo que suma 199 pesos. Manuel Antonio Silva, que, aparte, como ya lo dejamos dicho, desempeñaba las funciones de Alcalde de San Carlos por esos años, era en realidad propietario de una “tienda-pulpería” pues lo que suministra es, muselina, ponchos, boyetón, algodón, lana, hilo para coser, aparte del dinero. Otro aspecto a destacar de esta familia, es acerca de la hija política de María Silveira, que se menciona en el testamento, casada con el hijo mayor Antonio, ya difunto en 1813, y de la cual estamos en condiciones de proporcionar interesantes datos. 87
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Se trata de Luisa Tomasa Correa que había contraído matrimonio en San Carlos en 1784 con Antonio Morales (Lib. l. fl. 61 v.), integrante de la familia Correa –de los primeros pobladores de San Carlos, hija de José Correa y María Jacinta Hurtado. Queremos destacar dos cosas especialmente sobre esta mujer; una de ellas es una disposición testamentaria por la cual nos enteramos de que había encargado a Río de Janeiro dos imágenes para la Iglesia de San Carlos, una de San José y otra de San Carlos, y que aún no habían llegado en 1819, año de su fallecimiento; y la otra que era dueña de una estancia en Cerro Largo, en el Partidos de los Yerbales, de considerable extensión. Respecto al primer punto, extraemos del testamento hecho en 1817, pero el cual se le agrega esta cláusula en 1819, para mayor abundamiento de datos: “Las imágenes encargadas al Janeiro por Don Francisco José de Silva, de San José y de San Carlos, son para la Iglesia de esta Villa si llegasen con felicidad, las que ya están pagas a dicho Silva”. Seguramente, ante la proximidad de la muerte, hizo agregar esta cláusula para constancia, en vista de que las imágenes encargadas no llegaban a San Carlos para ser colocadas en el grandioso templo a pocos años de inaugurado. En cuanto a la estancia de Cerro Largo, se ubica exactamente: “Nueve leguas desde el frente hasta el fondo con tres y media a lo ancho, lindando por un costado con el arroyo de Corrales y por el otro con el arroyo Leoncho; su frente la cuchilla que sale de Paso del difunto Dionisio y fondo la costa del arroyo Parado. Fue mensurada en 1831 por el agrimensor Adrián Mynssen, con un área total de 16 leguas cuadradas dividiéndola en nueve partes. Tenía 2.200 cabezas de ganado “que se calculan alzadas en el Rincón” y 85 yeguas en cuatro manadas. Esto es en 1817, fecha del testamento. Los nueve hijos eran: Gregoria –casada con Mateo Viera-, Paula –casada con Antonio Néñez-, Francisco, Ana, Manuel, Eugenio, Juana, Basilio y María. Transcribo el recibo redactado por el Cura Manuel de Amenedo, correspondiente a los funerales de María Tomasa Correa de Morales. Seguramente aún no habían llegado las imágenes. “Recibí de doña Gregoria Morales, esposa de Don Mateo Viera, Albacea de la difunta doña Luisa Correa, por los derechos de Cruz, entierro, sepultura, sepulturero, 21 dobles, paño, cera, tres Misas de cuerpo presente, honras, aniversario y dos novenarios de Misas rezadas con responso al último de todas ellas, la cantidad de 103 pesos, y por verdad lo firmo en San Carlos a 3 de Febrero de 1819. Manuel de Amenedo y Montenegro”. 89
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IGNACIO RODRÍGUEZ, MARÍA FERREIRA TELLEZ, HIPÓLITO PEDRAZA De acuerdo al Registro de vecinos de 1830 mencionado, Ignacio Rodríguez figura en esa fecha con 70 años y 5 de residencia en el país. Podemos establecer que había nacido en 1760 en Santa Catalina, habiendo llegado a San Carlos en 1780 estableciéndose en la “Real Estancia del Rincón de José Ignacio” en calidad de peón, hasta que, en 1815, cuando se procedió por los “Jefes de la Patria” a distribuir dicho Rincón, se le concedió ½ legua de frente y una de fondo. Había contraído matrimonio con María Ferreira Tellez en 1803, por lo que los bienes que posee al momento de su muerte –en 1839- son todos gananciales. Entre 1837 y 1840 se producen dos hechos importantes: en la primera fecha Ignacio Rodríguez hace Testamento en su casa de José Ignacio ante el Escribano Público Antonio Pagola y varios testigos, y en la segunda fecha se procede a la mensura y reparto de los terrenos y demás bienes, una vez producida su muerte. Los bienes que declara en la Testamentaría adquiridos durante la sociedad conyugal son: un campo en dicho partido de José Ignacio; “un casal de esclavos llamados Manuel y Cecilia, algún ganado vacuno; una carreta y algunos otros muebles que en tiempo oportuno aparecerán”. Tenía tres hijos: Hilario, María Ignacia (fallecida) y Rafaela. Veamos, pues, el Testamento de 1837, la mensura y reparto de 1840 y otro documento, este último de 1833, al que haremos referencia entre ambos. Testamento.- Nombra primer albacea a su esposa, Mariana Tellez, y en segundo a Pedro Páez “vecino de este partido”. El Testamento fue hecho en su casa de José Ignacio ante el Escribano Público Antonio Pagola y los testigos, Genaro Techera, Eduardo Fernández y Manuel Amorín. “En el Partido de José Ignacio a 9 de noviembre de 1837”. Documento de 1833: “En el Partido de José Ignacio a 4 de Diciembre de 1833 ante el Juez de Paz de la Villa de San Carlos y de mí el inscripto Escribano Dn. José Ortega vecino de dho. Partido, en voz y representación de su padre político Don Ignacio Rodríguez, dijo: Que en la mensura que se acaba de practicar con intervención del mencionado Juez de Paz, de los terrenos de Don Hipólito Pedraza, se le había perjudicado al dho. Dn. Ignacio quien se considera 91
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con derecho a parte del terreno del lado Este del Arroyo Anastasio como se demuestra por la población de su hijo Hilario que se halla poblado en dha. Margen (…)” y pide, a nombre de su representado que el Juez dicte una medida de conciliación. El Juez hace comparecer a Hipólito Pedraza a quien enteró de la demanda iniciada y este convino en ceder a favor de Ignacio Rodríguez “el terreno en que se halla poblado Don Hilario siendo sus límites por el N. y por el S. unas zanjas (…)”. Mensura e inventario: Nombran para hacer la mensura y reparto al Agrimensor de N° Julio Grossy –como ya dijimos- y para el aprecio de las tierras, ranchos, muebles y ganados a los peritos Domingo Correa, y Luciano Puñales. Es el año 1840. Como ya hemos tenido oportunidad de ver también, José Ortega que es yerno de Ignacio Rodríguez, viudo de María Ignacia, tiene dos hijos menores, Doroteo y Joaquín Fermín Ortega Rodríguez. Los vecinos del campo: Fermina Vázquez por el N. Fernando Bonilla por el S. Baldomero Pedraza en representación de su madre María Pereira lindera por la parte del Este (al Oeste estaba el arroyo José Ignacio), fueron todos con el agrimensor al mojón N° 1 “sitio sobre la barranca que ciñe el bañado del arroyo José Ignacio y divisorio con Fermina Vázquez, colocada la banquilla y sobre ella la aguja, se demarcó la casa, y se mandó colocar un marco (…) seguidamente se me dio una cuerda de cáñamo de cien varas del país y se procedió a la mensura como sigue: desde el mojón 1 al 2 (…) se midieron 41 cuadras al N. hasta llegar al mojón 3 sitio en la margen del arroyito Anastasio, aguas abajo hasta el límite con Pedraza. Se pusieron 11 marcos, y la superficie total asciende a 1394 cuadras cuadradas”. Inventario de la casa y muebles: “Por la casa de terrón que contiene dos piezas, en la cual vivió y murió Dn. Ignacio Rodríguez, cuyo ancho interior es de 4 y media varas, largo de 11 varas, alto de las paredes 2 varas, con dos puertas viejas y una ventanita, con techo de paja muy viejo e inútil, lo valoramos en 15 pesos”. “Por la casa de terrón nueva con dos piezas, su ancho interior cuatro y media varas, largo 15 varas, su alto 2 varas, con una puerta y una ventana, con techo de paja nueva, la avaluamos en 65 pesos”. Sigue: gallinero, horno, corral de palo con dos carradas de leña, un potrero que “tiene como dos cuadras en círculo de cerco de tunas”; una carreta con sus aperos completa tasada en 110 pesos; una mesa de pino, una mesa de canela; dos baúles franceses a 3 pesos cada uno; 6 fuentes de loza; 5 candeleros de metal amarillo; 1 barril con rastra para traer agua; 2 tarros de ceibo; 1 batea de pino para amasar; 4 fanegas de trigo; 1 esclavo llamado Manuel nativo de 93
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África cuya edad es de 27 años, en 300 pesos; 1 esclava llamada Cecilia nativa de África cuya edad es de 25 años poco más o menos, en 300 pesos. “Es de advertir que esta esclava tiene 5 hijos menores, llamados los varones, Anastasio, de 10 años y Buenaventura de 1 año, y las mujeres, Andrea de 12, Clemencia de 8 y Martina de 6. Ganados vacunos y caballares: 827 animales de cría vacunos a 2 pesos c/u; 49 novillos a 5 $; 9 bueyes a 7; 15 lecheras a 3; 22 yeguas a 1 $; 8 caballos útiles a 5 $; 7 potros a 3; 10 cueros de novillos a 18 reales; 3 de vaca a 14. Dinero: 112 pesos que la viuda declaró tener en su poder, 10 cueros de vaca que la misma tiene vendidos a 12 reales; por 71 novillos que dicha viuda ha vendido a 5 pesos 4 reales para sufragar los gastos de inventario y Partición. Papeles existentes en poder de la viuda: Un expediente de las tierras denunciadas por el finado Ignacio Rodríguez ante el ilustrísimo y Excmo. Barón de la Laguna en el año 1822 compuesto de 6 fojas útiles. Otro ídem de las mismas tierras con 22 fojas útiles de los terrenos pedidos por el finado Rodríguez y concedidos por el Comandante Otorgués en su decreto de 22 se Setiembre de 1815. A) Un documento de la venta del Esclavo Manuel otorgado por Don Manuel Gonzáles de Silva en Montevideo el 13 de Marzo de 1824. Otro documento de venta de la Esclava Cecilia otorgado por Don Antonio Francisco Alcontra en Maldonado a 14 de Abril de 1824. Fechado en José Ignacio a 19 de Marzo de 1840. El funeral, por el alma de quien ya había muerto el año anterior, se efectuó en la Iglesia de San Carlos por el Cura Ángel Singla el 6 de Marzo de 1840. A) En este documento tenemos el comprobante de la concesión del campo, hecha por el Comandante Otogrués el 22 de Setiembre de 1815. Hipólito Pedraza. En cuanto a Hipólito Pedraza cuyos campos pertenecían en realidad al partido de Garzón, casado con María Pereira, murió en su estancia en 1840 y tenemos constancia de unas misas realizadas en la Iglesia de Rocha en 1841 por los curas Fr. Manuel Rivero y José Pedro Díaz. El 14 de octubre de 1841, el agrimensor Julio Grossy, nombrado para repartir los terrenos con el albacea Pedro Paez de la testamentaria de Hipólito Pedraza,
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proceden de la operación, entre los 10 hijos, 5 varones y 5 mujeres, tocándole 337 cuadras a cada uno. El área total del campo era de 6.650 cuadras cuadradas, ya dijimos que la mensura se efectuó en 1833. El campo “sito en las inmediaciones de la barra del arroyito del Sauce con la Cañada de la Cruz. En dicho punto se midió una cuerda de cáñamo de 100 varas del país en presencia de todos los interesados y orientada una aguja que varía diez y nueve grados Nordeste se procedió a la colocación de los marcos”. Los herederos: Ramona, Juana, Baldomero, Aniceta, Ramón Guillermo, Juan Francisco, Natalia, Eulogio, Catalina. La parte de Ramón “forma una figura irregular ubicada entre el arroyo de Anastasio y la laguna de Garzón”. Reproducimos un recibo expedido por la esposa de Leonardo Olivera, Ana Corvo de Olivera, contra la esposa de Hipólito Pedraza, Mariquita Pereira: San Carlos, 12 de julio de 1841. Recibí de doña Marquita Pereira de Pedraza la cantidad de 25 pesos plata para el completo de 55 que adeudaba en la cuenta que tenía el finado Don Hipólito Pedraza con mi esposo Don Leonardo Olivera. Dicha Doña Marquita me reclamaba 13 reses que dice arrendaba al asignado Olivera al referido difunto (…)
DE LOS MÁS ANTIGUOS PROPIETARIOS A SUS DESCENDIENTES Y SUCESORES: LOS ACOSTA. Los descendentes de Méndez Borba José Méndez Borba, natural de la ciudad de Angra, en la Isla Terceira, estaba casado con María Fernández natural de Río Grande, y una hija de este matrimonio se casa en San Carlos con Diego Antonio Píriz, natural de San Carlos. Doña María Fernández murió en 1840 en su estancia de José Ignacio. Del inventario de sus bienes extraigo: 592 reses chúcaras 53 novillos ídem 97
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38 reses tamberas 146 ovejas 3 yeguas madrinas Siguen los galpones, el horno de cocer pan, seis sillas inglesas de madera y seis forradas en cuero, barriles, “tableros de echar jabón”, 1.800 cuadras de campo (a 2 pesos la cuadra), seis esclavos, tasados en distintos precios, desde 350 pesos por “la negra Francisca que se vendió”, 300 pesos por “el esclavo pardo llamado Ignacio”, hasta la negrita Ángela de 4 años, tasada en 60 pesos. “Una onza de oro y un peso de plata que se encontró en la Caja de la Estancia”. Tenían también una casa de ladrillo con techo de paja en el pueblo de San Carlos.
Mensura del campo de Francisco Medina en 1874 Francisco Medina necesitaba medir el campo que le compró a Carlota Barbat de Correa, por escritura de Gervasio Pagola ubicado en el distrito de José Ignacio abajo. Pide citar a los linderos y nombra el perito-agrimensor Andrés Barrios. Extraigo de la Memoria respectiva: “En el distrito de José Ignacio, a 3 de Febrero de 1874, el Juez de Paz presente en la casa habitación de Francisco Medina, conjuntamente con el agrimensor Andrés Barrios, el Dr. Leoncio Correa en representación de su señora madre Carlota Barbat, y los diferentes operarios para la mensura (…) nos constituimos todos en el mojón esquinero N.E. del terreno lindero del que debe medirse y que es también propiedad de Francisco Medina. Este mojón es el que sirvió de base al agrimensor José Olsina en 1854 en el reparto que hizo de los terrenos de la finada María Josefa Gutiérrez de Correa de que formó parte el terreno que se pretende medir y en la actual mensura deberá servirnos de mojón de arranque (…)”. Más adelante dice que el mojón 9 queda a la izquierda del arroyo de la Coronilla, y que el 15 está a 60 m. al Oeste de la costa del arroyito del Sauce que hace barra con el arroyo de José Ignacio y que venía a formar el límite E. del terreno. El área, de 2.211 cuadras cuadradas, quedaba reducida a 1.711 cuadras ya que la anterior propietaria había vendido 500 cuadras a Ramón Silva, antes de venderla a Medina.
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OTRAS FAMILIAS, OTROS NOMBRES Nos falta mucho para poder llegar a la conclusión de que hemos completado este trabajo. Tenemos conciencia de que apenas es una aproximación a tan vasto tema, pero creemos haber confeccionado una imagen real de lo que fue la rica zona de José Ignacio, con su población, a partir de la fundación de la ciudad de Maldonado hasta la transformación actual, momento en que contemplamos con inquietud el abandono de una forma de vida y de una tradición agrícola-ganadera y la implantación de modelos ajenos que sirven intereses ajenos. La finalidad de este trabajo de investigación ha sido precisamente, poner de relieve y desarrollar todo el conglomerado de actividades llevada a cabo por un importante grupo de familias numerosas que están por lo tanto integradas a la historia de Maldonado. Forman parte del Departamento porque contribuyeron con su trabajo y su vida, a hacerlo. Pues bien. Muchos nombres han faltado. Nos falta hablar de los Sosa, de los Píriz, de los Paez, de los Corbo, etc. Los Sosa, por ejemplo, desde Silvestre de Sosa, con tierras en el Partido “Rincón de los Sosa” del que presentamos este Recibo hecho en Buenos Aires en 1790: “Recibí del Procurador Don Antonio Francisco Mutis, cuatro ps. y dos rs. importe de Sello de la Real Provisión Confirmatoria del Título de Tierras que remató Silvestre de Buenos Aires, Diciembre 10 de 1790. Gregorio Ramón de Merlo. Son 4 ps. 2 rs.” “(…) tierras situadas en la Banda Oriental de este Río, partido de Maldonado entre los arroyos de Valdivia y el Alférez, cuyos terrenos fueron rematados en pública subasta por don Silvestre de Sosa en el año de 90”. En una declaración de testigos hecha en San Carlos en 1833, el vecino de esa Villa Domingo Cal, declara que conoció a Silvestre de Sosa como uno de los primeros pobladores de San Carlos y que tenía terrenos en el partido del Alférez poseyéndolos en tranquila tenencia desde el año 83 u 84 que los pobló, obteniéndolos por compra a Don José Terradelli y a Antonio Mondragón que a su vez lo habían adquirido por concesión graciable. Lo que quiere decir que, el documento anterior de 1790 se refiere a tierras que remató Silvestre de Sosa, pero ya tenía de años antes, otras tierras vecinas a esas, las que había comprado a los antiguos vecinos de Maldonado, José Terradell y 101
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Antonio Mondragón (ambos con información de nuestro Diccionario Biográfico. Op. cit. pp. 431-488). Todavía agregaba don Domingo Cal –en su jugosa declaración- que le “consta que en el año 89 esos terrenos habían sido mensurados, cuyos títulos los tuvo en su poder el declarante en el año 9 y los leyó”. En cuanto a los Píriz presentamos ahora una información relacionada con los Corbo y los Sosa: en 1888 Nicolás Sosa le vende a Cirilo Corbo “vecino del Rincón de los Píriz” 4ta. Sección Judicial del Dpto. una fracción de campo de pastoreo situado en el citado paraje de Rincón de los Píriz compuesto de 100 cuadras cuadradas que lindan por el N. con la sucesión de Juan P. Sosa y el comprador por el Sur con el mismo comprador, por el Este con la sucesión de Sosa y el mar y por el Oeste con el comprador cuyo campo le pertenece por el legado que le hizo Dn. Pantaleón Sosa (finado) en 1789. Don Pantaleón Sosa hubo el campo por herencia de su padre, Félix Píriz Sosa y éste lo adquirió por compra a los sucesores de Don Miguel Píriz y a los de José García y a los de Doña Magdalena Fuentes según resulta de las Escrituras Públicas otorgadas el 28 de enero de 1823, de 7 de enero de 1824, de 30 de marzo de 1826, de 27 de setiembre de 1831 y 1840. Don Miguel Píriz obtuvo en propiedad la casi totalidad del expresado terreno por concesión del gobernador español Don Gaspar de Vigodet en 10 de octubre de 1810. Por lo que vemos también que Don Pantaleón Sosa –el que hiciera una importante donación para la Biblioteca de San Carlos en el momento de su fundación, era nieto de Silvestre de Sosa. Por otro lado, digamos que Cirilo Corbo había contraído matrimonio en San Carlos en 1862 con Leonor Píriz, teniendo esta pareja doce hijos. Cirilo Corbo falleció en José Ignacio en agosto de 1900. Otro destacado personaje de Maldonado cuya actuación por las décadas de 1870 y 80 en Maldonado y en San Carlos hemos estudiado, fue Eugenio Ruiz Zorrilla, quien en 1871 contrae matrimonio en San Carlos con Ramona Píriz, hija de Juan José Píriz y Ramona Corbo. En lo que respecta al mencionado en este trabajo Pedro Paez, 2do, albacea en la Testamentaria de José Rodríguez y también albacea de Hipólito Pedraza estaba casado con Casilda Núñez y acá tenemos a la familia Núñez, de Manuel Núñez Viera natural de la provincia de San Pedro de Río Grande casado con Josefa Pérez, hija de Joaquín Pérez y Antonia Espíndola, que tuvieron doce 103
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hijos, todos ellos vivos en 1833 fecha del Testamento, con una Estancia en el Partido de Garzón de 9.460 cuadras cuadradas cuya mensura hizo el agrimensor Julio Grossy. En realidad, la totalidad del campo comprendía una superficie de 12.411 cuadras. No queremos dar término a este trabajo sin resaltar los nombres de tantas personas de las que hemos aportado datos y que quedaron en la toponimia de la zona de José Ignacio. En arroyos, cañadas, zanjas, abras y picadas. Como Correa, Pereira, Silva, Cabrera, Cedrés, Barboza, Medina, Araújo, Sosa, Rodríguez, Dutra, Sánchez, Núñez, Monúa.
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