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VAGABUNDO CÓSMICO

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ESTE NIÑO

ESTE NIÑO

Hoy, nuevamente, me encontré con el vago que habla con los hombre citos verdes. A él lo había conocido, macheteando a la salida de la Catedral.

Mientras yo hurgaba en mi bolsa, buscando la moneda para el donativo que se acomodase a mi presupuesto de jubilada. Él, con voz misteriosa, casi secreta me había confidenciado que era un espía cósmico, con disimulo me había indicado el dedo gordo del pie en el que según él tenía un chip, con el que entregaba información a los extraterrestres sobre el comportamiento de los terrícolas.

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…Y ahora de sopetón estaba ante mí, pero a un costado del Metro Universidad de Chile. Se le iluminó la cara al reconocerme y como la primera vez con tono reservado me dijo: —Mi dama, le tengo que contar algo super brígido que me pasó. ¿Se acuerda que le confidencié que era un agente secreto de los ET? No lo va a creer, me dieron un premio por mis buenos servicios—. Puse cara de interrogación.

Él, sin perder el tono dijo: ¡Me premiaron con un viaje al espacio! Es lo más alucinante que me ha pasado en toda mi pobre vida… ¡Se da cuenta! El vago, al ver mi gesto de incredulidad, sin mediar un instante, comenzó su relato:

—Me encontraba en la zona cero de la Plaza de Armas, junto a mi socio, haciendo un arqueo de los donativos que nos dan los peatones. Cuando de la nada apareció un enorme platillo volador, se abrió una compuerta, la que luego se transformó en una pasarela cubierta con una alfombra roja brillante igual que en las películas, por ella se deslizó el jefe de los extraterrestres para darme la noticia. ¡No lo podía creer! Le pedí a mi colega que me pellizcara porque la noticia era heavy y al ver varios ET moviendo sus cabezas llenas de antenas que parecían medusas. Sonreían con unos dientes, que ya me los quisiera. Me echaron una especie de desinfectante de color plateado, quedé parecido a ellos luego me indicaron que subiera, pero yo me chanté y con voz un poco tiritona les dije: —voy pero siempre que pueda llevar a mi amigo—. Movieron sus antenas como locos. El jefe galáctico vaciló, pero al final dijo que sí, con la condición de "morir callado" enfatizando la acción pasándose el dedo por el cuello. A mí socio lo rociaron con el mismo líquido. Era pa´ morirse de la risa por la pinta que lució y además con el susto se le había ido hasta el habla. Luego, nos subieron a la nave. Los ET apretaron cuanto botón tenían los tableros de comando. La velocidad fue tal que no nos dimos cuenta cuando estábamos en la inmensa bóveda azul fulgurante de estrellas. ¡Menos mal que la calle nos había dado harta cancha para enfrentar los peligros y eso nos sirvió para que el miedo que sentíamos no se nos notara!

Yo, escuchaba al machetero, cada vez más interesada; era tan convincente lo que contaba, que seguí expectante su hilarante historia.

—Me emociona recordar el viaje, no sé cómo decirle lo bello que es todo allá. No hay miseria, el aire es puro. Los ET no corren, no gritan, no hay depresión. Las calles son túneles transparentes, por donde andan los cosmotaxis, los cosmocamiones y las cosmobicicletas. ¡Ya nos quisiéramos el orden que hay!

Me comenzó a doler la mandíbula, por mi boca abierta; el relato del vago superaba cuanta película espacial había sido exhibida en el cine. Me escuché decir: —¡Continúe! ¡continúe!

Bueno, los extraterrestres nos llevaron a un Tour. En una súper nave, visitamos la Vía láctea, los planetas Mercurio, Venus, Marte, Júpiter. En todos esos lugares nos recibían con gritos, ¡Uchy, Uchy! (En idioma cósmico quiere decir ¡Viva, viva!).

También nos llevaron a un carrete, donde habían mercurianas, marcianas y cuanta planetaria existía.

Comimos marraqueta con arrollado e´ huaso, de bebida, vino pipeño con helado de piña, o sea un terremoto, la fama de ese trago también llegó al Cosmos ¡Qué manera de pasarlo bien en el espacio! A esta altura de la odisea pensé que el hombre se había comido un Mall de

Eliana Castillo

fantasía ¡Qué forma de inventar me dije! Ajustando a su posición normal, mis contraídas quijadas.

—¿Qué le pareció el viajecito inter espacial que hice con mi amigo? Es como para no creerlo, ¿no le parece? Mi compañero, quedó un poco turulato, no habla, está ido, por eso le dejé el lugar en la Catedral, ahí junto a los santos se respira paz, creo que pronto se recuperará. Bueno, para coronar la odisea, los hombrecitos verdes se pasaron, me regalaron esta mascota cósmica, indicó a un perro mezcla de dóberman con salchicha.

Ahora… mi dama, se me secó la garganta, con todo el respeto que se merece ¿Me puede prestar dos gambitas pa´ comprar un kilo de pan?

Sin pensarlo, recompensé su chispeante relato.

Me alejé pensando en los etílicos sueños del vago.

No Hay Recetas Para La Felicidad

Llegando al final de un camino. Me encontré con un aviso que entregaba instrucciones, para amortiguar las dificultades y hacer más llevadero el largo trayecto de la vida. Al leerlo sentí la necesidad de enviárselo a los jóvenes de mi país.

El aviso decía lo siguiente:

“Estimados jóvenes, bajo el sol existe un tiempo para cada cosa. No deben quedarse en la orilla del camino, es importante estudiar y tener un oficio para obtener independencia económica. La vida es el presente con sinsabores, pero francamente bella: Que es bueno aprender de los errores. Las derrotas sirven para volver a levantarse y poner más empeño al objetivo que se busca.

Nada es imposible si uno se propone metas, para soñar no se necesita de agentes engañosos que lastiman y matan los sueños. Es bueno detenerse cada cierto tiempo para mirarse internamente, que el exterior es sólo algo accidental, lo importante es nutrir la mente. Ser humilde en la grandeza y fuerte en la adversidad. Déjense guiar por sus padres y profesores, ellos han recorrido el camino y saben dónde es más áspero. No deben olvidar nunca que existen valores que no se transan por nada, por ejemplo: el respeto, la honradez, la lealtad.

Espero que este mensaje les sirva a los jóvenes del futuro. Les deseo suerte, perseveren, tienen toda la vida por delante. Se despide de ustedes un caminante”.

Oportunidad

Ayer, en el Paseo Ahumada, un muchacho con cara de lobo me susurró: “Te quiero llevar a mi caverna”. El tono de su voz prometía caminos secretos. Tuve miedo de sonreír para no alentarlo, pero de inmediato mi yo interno dijo que no dejara pasar la oportunidad. Lo miré a los ojos y me convertí en loba.

Sentido Com N

Cuando niño, mis padres me llevaban a veranear al campo. Allí había conocido a un hombre entrado en años; él siempre cavaba la tierra con afán, ésta era tan dura que lo hacía sudar copiosamente.

Un día de ésos, le pregunté: ¿Qué era lo que esperaba encontrar? Él, afirmando su pie en la pala —mirándome fijo—, con voz profunda, respondió:

—¡Busco el Sentido Común!

Todos los veranos vuelvo a ese lugar y le ayudo a cavar.

Eliana Castillo

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