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Más educación puede significar menos diabetes
POR LINDSAY FERNÁNDEZ-RHODES LA CONVERSACIÓN
Los adultos latinos que obtienen un nivel educativo superior al de sus padres tienen menos probabilidades de padecer diabetes de tipo 2 que los que obtienen el mismo nivel educativo o inferior. Estas son las conclusiones de nuestra investigación, revisada por expertos y publicada en Annals of Epidemiology.
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A partir de un conjunto de datos vinculados de padres e hijos de la zona de Sacramento (California), analizamos la relación entre la educación y la salud a lo largo de las generaciones. La mayoría de las familias latinas declararon ser de ascendencia mexicana. La mayoría de los padres llegaron a EE.UU. de adultos y trajeron consigo a sus hijos pequeños o tuvieron a sus hijos en EE.UU. más tarde.
Examinamos a 608 hijos adultos para evaluar la presencia de prediabetes y diabetes, y los relacionamos con 399 de sus padres. Algunos padres estaban vinculados a más de un hijo adulto.
Descubrimos que las familias en las que los hijos adultos y sus padres tenían un mayor nivel educativo -definido como superior a la media de sus coetáneostenían un 36% menos de probabilidades de padecer diabetes que los hijos de familias con un menor nivel educativo en ambas generaciones.
Y los hijos adultos con un nivel educativo ascendente tenían un 61% menos de probabilidades de padecer diabetes que si tanto ellos como sus padres habían alcanzado un nivel educativo inferior o similar al de sus compañeros.
Por qué es importante
A nivel nacional, los mexicano-estadounidenses tienen niveles relativamente bajos de educación formal y una alta carga de diabetes en comparación con otros grupos raciales y étnicos.
Los datos de la Encuesta de Población
Actual de Estados Unidos de 2019 mues- tran que entre los adultos de 25 años o más, el 14% de los mexicoamericanos había obtenido una licenciatura o más, frente al 40% de los estadounidenses blancos no hispanos. Se observan tendencias similares cuando se toman en cuenta el lugar de nacimiento y la edad. Por ejemplo, los datos de la Encuesta Nacional de Salud y Entrevistas de 1989 a 2005 muestran brechas persistentes entre los años promedio de educación alcanzados por los mexicano-estadounidenses y por los estadounidenses blancos no hispanos. Para los nacidos en EE.UU. en la década de 1940 o después, la diferencia entre ambos grupos era de dos años. Para los nacidos en el extranjero en la misma época, la diferencia era de cinco años o más.
En cuanto a la diabetes, el 23% de los mexicano-estadounidenses mayores de 20 años tienen diabetes, según datos de los CDC de 2015-2018. Eso es notablemente más alto que los porcentajes de blancos no hispanos (12%) y negros estadounidenses (19%).

Por lo tanto, los programas que promueven el logro educativo entre los estadounidenses de origen mexicano podrían mejorar potencialmente la salud cardiometabólica y reducir las tasas desproporcionadamente altas de diabetes.
Lo que aún no se sabe Aunque observamos grandes diferencias en la carga de diabetes medida en un momento dado, no sabemos si la educación es directamente responsable de este beneficio para la salud observado. Puede ser que la educación superior sea una puerta de entrada a una mejor atención sanitaria, vivienda, nutrición o actividad física.

Futuros estudios de las familias latinas en todo EE.UU., o tras la implantación de programas para fomentar un mayor rendimiento educativo, podrían ayudar a explicar el mecanismo y el impacto más amplio en la salud pública del rendimiento educativo.l
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