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Crónica Deportiva Messi y Argentina agrandan su leyenda
Messi,unSueñoCumplido
Messi batallo por lograr su sueño más grande su objetivo más deseado, después de que en 2014 haya perdido un final del mundo se puso triste pero nunca se rindió, lo intentó en 2018, pero tampoco lo logró, hasta que por fin llegó el momento, llegó Catar 2022, lo que muy probablemente sea su último mundial, “Su Último Baile”, empezó perdiendo con Arabia Saudita y todos lo empezaron a criticar, dijeron que no lo merecía, pero él lo tomó como un reto y logró al fin después de casi 17 años de intentarlo, lo consiguió y lo que me enseñó es que nunca te rindas.
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“When you have a dream nothing can stop you” - Lionel Andres Messi Cuccitini
Que no canta el himno, que no siente la camiseta, que camina la cancha, que desaparece en las finales, que no es líder, que en la Selección tiene un club de amigos, que sólo juega bien en Barcelona, que nunca será como Diego.
Le pegaron por acá, por allá, lo tuvieron contra las cuerdas y casi casi lo pusieron nocaut. El destino, los contras. Era el 26 de junio del 2016 cuando Leo Messi, agobiado por una nueva derrota durísima, en este caso en la definición de la Copa América ante Chile, enfrentaba a los periodistas y confirmaba el rumor: su renuncia a la Selección.
"Ya son cuatro finales (2007, 2014, 2015 y 2016), no es para mí, lamentablemente. Lo busqué, era lo que más deseaba, creo que ya está… Se terminó la Selección para mí". Apenas le faltó llorar en aquella zona mixta del Metlife Stadium en Nueva Jersey.
Con aquella determinación, Messi demostró que tenía la suficiente personalidad, la que algunos creían que no tenía. Nadie había tenido tanta presión en aquellos años y, pese a todo, pese a los golpes, muchos despiadados, él estaba de nuevo ahí, con la 10 argentina, con lo que pesa esa camiseta.
Lo bueno, igual, tardaría en llegar, casi como un guión de Hollywood. La clasificación a Rusia 2018 se dio en la última fecha, en Ecuador, con un triple de Messi.
Leo comenzó a sentirse cada día más cómodo, las victorias llegaron en masa hasta llegar a un invicto de 36 partidos y se formó un grupo granítico, dentro y fuera del campo, generando una unión y una mística que lo hicieron casi indestructible. No fue casualidad que llegara el tan ansiado título, nada menos que en el Maracaná y ante Brasil. Fue un aviso de que algo enorme se estaba formando. La revancha de la celeste y blanca. La revancha de Messi.
Justicia divina. Poética. Hermosa. La que todos esperábamos. Porque si había alguien que merecía levantar la copa era él. El elegido. El #1. El mejor de la historia. Porque ahora sí es muy difícil sacarle ese título. Porque le faltaba, supuestamente, esta copa y hoy la acaba de levantar. A los 35 años, luego de 1004 partidos, después de sumar 781 goles, 350 asistencias y 42 títulos. Después de casi dos décadas estando en la élite, en la cima del deporte más popular del mundo. Sitios inalcanzables para cualquier mortal. Logrando, al final, hacer feliz a un país. Hoy y durante ese mes de locos que vivió como nunca una golpeada Argentina, que encontró un equipo a su imagen y semejanza, que sabe sufrir y ganar, que tuvo que levantarse mil veces para volver a darle una alegría sin precedentes a nuestro país.
Messi lo hizo, siendo nuevamente el mejor y sumándole, como nunca en este torneo, un liderazgo más enérgico, vocal y hasta combativo, enfrentando rivales, árbitros y hasta la FIFA, cuando lo sintió necesario. En la cancha vimos a Messi jugando su mejor Mundial. Parecía imposible, porque en los otros tuvo actuaciones épicas, con números descomunales, pero siempre pasaba algo. A él y al equipo. De hecho llegó a esta Copa del Mundo sin goles en partidos de sufrir. Ni en 2014, cuando se alcanzó la gran final en Brasil, pudo. Todavía le dolía aquel tiro que salió cruzado ante Alemania.
En los otros torneos estuvo mejor físicamente, volaba, sus jugadas cautivaron, sus arranques te dejaban contener la respiración, pero esto es un juego de equipo y simplemente las cosas que él y todos soñábamos no llegaban. Él parecía imparable, pero a su equipo lo paraban.
Tiene el mapa del partido en la cabeza, juega bajo control -cumple el viejo adagio: cabeza fría y corazón caliente- y dispone de todas las herramientas técnicas para ejecutar. A veces entiende que debe jugar más arriba porque ahí está el desequilibrio y en otras, como ante Países Bajos, que debía bajar a armar juego porque Enzo estaba tapado por Gapko. Y, cuando juega de playmaker, como el base en el básquet, hace jugar. Capaz de asistir de manera majestuosa como lo hizo con Julián ante Croacia o como hizo con Molina en cuartos. Dando pases que nadie ve, sólo él. Algo que hace 25 años, nos dimos cuenta, al ver ese video que lo muestra metiendo en un potrero de Rosario el mismo pase que le hizo a Molina ante Países Bajos.
Pero ojo, el no se olvida de jugar cuando sabe que tiene tiempo y espacio. Y para eso, sabe, que necesita esperar sus momentos. Por eso a veces camina y no participa, o sólo hace sombra cuando debe marcar.
En el caso de Messi ha sido determinante llegar a su nueva madurez, la típica que los atletas adoptan cuando se notan cerca del final e intuyen que hay que disfrutar más y sufrir menos. Leo es un genio hace 20 años, pero ahora valora cada segundo que tiene. Nada toma como dado, sabe lo que sufrió y entiende que debe disfrutar. Así se reconectó con el fútbol, con la vida y todo fluyó de una forma distinta.
Esta situación interna, esa mística que se forma o no, hace que Leo haya vivido estos años con otra felicidad. Sobre todo a partir de que todos se sacaran esa pesadísima mochila en el Maracaná, hace poco más de un año. Está en otro grado de exaltación, viviendo todo de otra manera y, claro, expresándose de una manera distinta. También tiene que ver que sus hijos sean más grandes, lo miren desde un palco, como sus hinchas principales. Tanto como que el grupo del equipo lo quiera y respete tanto, como que la gente al fin lo haya abrazado. Así, definitivamente, ha podido dejar salir al verdadero Messi. Y cuando un genio deja ver su mejor cara, es imparable.