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Danza y educación
from Bafona: El Potencial Educativo de la Danza. Concejo Nacional de la Cultura y las Artes
by Wakaya Danza
Por todo lo dicho anteriormente, el objetivo de este cuaderno pedagógico es reducir la brecha entre danza y educación, o entre movimiento con sentido y educación. Asimismo, se propone colaborar con el ejercicio docente de todos los implicados en los procesos de enseñanza-aprendizaje, a partir de la premisa de que la danza es un aporte significativo para la construcción de aprendizaje, ampliando los puntos de vista que reúnen las diversas áreas del currículo escolar, así como integrando el aprendizaje de formas y contenidos desde la vivencia del cuerpo en movimiento.
La danza contempla la búsqueda, creación y apreciación artística, pero, primero que todo, implica la exploración de las capacidades del propio cuerpo y la percepción y vida anímica del ejecutante. Al hablar de la enseñanza de la danza, especialmente en las etapas tempranas, se recomienda fomentar en los(as) estudiantes una relación intuitiva del movimiento con la música y con actividades que refuercen el ritmo, sin un carácter impositivo, sino más bien teniendo en mente las posibilidades de movilidad y coordinación de cada estudiante. Asimismo, se debe procurar el desarrollo de ejercicios de coordinaciones básicas y naturales, actividades base para futuros aprendizajes más complejos, al igual que otros que trabajen el equilibrio, brindándoles además la posibilidad de experimentar, de probar solos —con un grado de intervención regulado—, para que ellos mismos regulen la dificultad según su propio proceso. Tal como advierten Gutiérrez y Salgado (2014, p. 65), más que requerir una formación especializada en la disciplina artística, los y las estudiantes podrán, por medio de la danza, adquirir herramientas para desenvolverse mejor en el entorno, lo que constituye un aporte específico. En esta línea Rudolf Laban apunta:
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El aprendizaje de la danza desde sus primeras etapas tiene como principal interés enseñar al niño a vivir, moverse y expresarse en los medios que gobiernan su vida, el más importante de los cuales es su propio flujo de movimiento. Este flujo se desarrolla con lentitud y en muchos casos no llega a hacerlo. Si un niño tiene este flujo, se encuentra en armonía perfecta con todos los factores del movimiento y está felizmente adaptado a la vida, tanto en el aspecto físico como mental, pero éste no es el caso si no hay un desarrollo de su flujo natural (1993, p. 41).
De ahí que la enseñanza de la danza deba respetar los procesos individuales de cada niño y niña, de manera que los flujos de movimiento de cada uno en particular se desarrollen en los tiempos necesarios de acuerdo con sus personales vivencias. En virtud, entonces, de sus experiencias y exploraciones con el espacio, con el tiempo y con las energías del medio, se espera que logren incorporar, de manera armónica a su realidad, una forma verdadera de moverse y de relacionarse con su cuerpo. Incitar a niños, niñas y jóvenes a buscar en forma constante su propia forma de moverse, es encaminarlos a encontrar aquello que algunos autores llaman “el propio lenguaje corporal”, el que debe estar acorde con sus talentos particulares y con la etapa propia de su desarrollo. Refuerza Laban:
Una de las tareas de la educación es fomentar la expresión artística en el ámbito del arte primario del movimiento, en donde han de perseguirse dos objetivos: uno es ayudar a la expresión creativa de los niños representando danzas adecuadas a sus dones naturales y a la etapa de su desarrollo. El otro es alentar la capacidad de tomar parte en la unidad superior de las danzas colectivas dirigidas por el maestro (1993, p. 22).