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Utrera años 60: Tras la riada, la Fiesta Nacional del Algodón y el primer Festival Quinteriano

Para Paco Vázquez, prestigioso empresario, mi buen amigo y compañero desde Jornadas castrenses en Infantería de Marina

❚ Pedro Sánchez Núñez

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A GRAnDES mALES

La cosa empezó el 27 de diciembre de 1962. El Ayuntamiento recoge en sus libros de actas que ese día, sobre las 16,30 horas, con la llamada “pertinaz” y abundante lluvia de muchos días, las aguas inundaron los campos y engrosaron el arroyo Calzas Anchas, quedando represadas tras las tapias de la huerta de los Salesianos. Pero en un momento dado, las aguas rompieron violentamente ese obstáculo y el pacífico arroyo Calzas Anchas se convirtió en un torrencial y caudaloso río que se llevó por delante todo lo que le cogió al paso.

Dice el acta de un pleno de urgencia celebrado por nuestro Ayuntamiento a las diecisiete horas y treinta minutos de ese mismo día, 1que “las aguas, de una altura y nivel distintos en los diversos lugares de la población, oscilaban desde los sesenta centímetros hasta cerca de los dos metros (en La Azuda y en Santo Domingo, casi tres), aproximadamente, están discurriendo y destruyéndolo todo a su paso por el siguiente itinerario: Huerta de los Padres Salesianos, calles de San Juan Bosco y del General Sanjurjo, Plaza de José Antonio, calles de Bailén y de Queipo de Llano, plazas de Ruíz Gijón y Santa Ana, calle González-Nandín y La Azuda, hasta llegar al campo por la huerta llamada del Tío Marcos y Camino de La Fontanilla. Se han inundado, además, algunas calles adyacentes, como son las de Cisneros, Álvarez Hazañas, Niño Perdido, don Clemente de la Cuadra, General Mola, Nueva, Mercado de Abastos y sus aledaños”.

El cauce natural de las aguas torrenciales, reflejado en el nomenclátor entonces vigente, no era otro que el centro de la Ciudad, desde los Salesianos hasta la Plaza de Abastos y el puente de la Azuda. Las aguas causaron grandes destrozos en cosechas, ganados, negocios, servicios públicos y edificios, valorados en torno a los sesenta millones de pesetas, cantidad astronómica en aquella época. A reseñar, entre otras, la pérdida de la magnífica biblioteca de los Salesianos, que se encontraba en

Tapia de la huerta de los Salesianos: por aquí empezó todo (Foto: P.S.N. 1962)

1. Manuel Morales Álvarez, Calzas Anchas, tu, que fuiste aprendiz de río, Ed. Caja Rural de Utrera, 1989. P. 81.

Plaza del Altozano, 27 de diciembre de 1962

los sótanos del Colegio que daban a la Vereda, con unos quince mil libros, donde había ejemplares muy notables e incluso algún incunable. Y, lo que es más triste, la muerte de tres personas víctimas de la riada.

No se recordaba en Utrera otra inundación parecida desde 1895, suceso que testimonian algunos pequeños azulejos que señalan la altura alcanzada aquel año por las aguas en el “Niño Perdido” y en otros puntos de la Ciudad. Pero llovía sobre mojado, nunca mejor dicho, porque un año antes, el 25 de noviembre de 1961, el arroyo Tamarguillo, que se había desbordado en Sevilla, inundando 4.172 viviendas, destruyó 1.603 chabolas, dañó gravemente 1.228 edificios y dejó sin hogar a 30.176 personas, de manera que se puede decir que uno de cada cuatro sevillanos, en una ciudad que tenía entonces 450.000 habitantes se vio afectado por la riada.

GRAnDES REmEDIOS

El desastre fue de tal calibre en Utrera, el centro de la Ciudad virtualmente arrasado, que se tomaron extremas y urgentes medidas para restablecer cuanto antes los desperfectos urbanos y ayudar a los afectados a reparar los daños sufridos. El precedente del Tamarguillo ayudó mucho, pues ya desde entonces se había organizado un mecanismo administrativo que facilitó grandemente generosas ayudas y la reparación de todo tipo de destrozos, públicos y privados.

Pasado un año, el 27 de diciembre de 1963, el Ayuntamiento, en pleno extraordinario, adoptó el acuerdo de nombrar a la Virgen de Consolación “Alcaldesa Honoraria de Utrera perpetuamente, con todas las prerrogativas y honores que a dicho cargo se hallan anejos”. Y en un acto solemne celebrado en el Santuario de Consolación, al que acudió la Corporación en pleno, el entonces alcalde, don Alfredo Naranjo Batmale, depositó a los

Altura del agua medida en la fachada del edificio del comedor de los Salesianos, aproximadamente 2,25 metros (foto: Ignacio Sánchez Ruíz.1962)

La Virgen de Consolación con el bastón de Alcaldesa Honoraria de Utrera

pies de la Virgen el bastón de alcaldesa “por su ayuda clarísima… que evitó que la catástrofe subiera de punto hasta convertirse en acaecimiento de resultados incalculables…”2 . Al frente del culto del Santuario estaba ya don Miguel Román Castellano, que había tomado posesión como Cura propio de la Parroquia Mayor de Santa María de la Mesa el 29 de julio de ese mismo año de 1962, el año que, en abril, se suicidó Juan Belmonte en su finca de “Gómez Cardeña”, a los setenta años cumplidos.

Pero se trataba de pasar página y sepultar en el olvido la catástrofe. Y para ello, nada mejor que organizar fiestas.

LA PRImERA FIESTA nAcIOnAL DEL ALGODÓn

Había que darle a Utrera alguna alegría. Y se unieron para ello el campo y la cultura. El campo, mediante la Organización de la Primera fiesta Nacional del Algodón. El motivo invocado para su celebración y para hacerlo en Utrera, lo explicaba el Ingeniero Agrónomo y Subdirector General de Agricultura don Pedro Cruz Auñón, que daría una conferencia en el Salón de Actos del Ayuntamiento: “Las dos últimas campañas algodoneras, con sus 485.000 balas de 220 kilos de fibra en el 61-62 y 510.000 en el 62-63, han hecho realidad el sueño de tantos buenos

2. Morales Álvarez, ob. cit. p. 97. españoles, de que nuestro país abasteciese de materia prima a tan importante sector industrial como es el textil algodonero”. Y citaba la importancia de los cultivos algodoneros de agricultores utreranos tan destacados como “don Daniel y don Armando Herrera, los hermanos Guardiola (don Salvador y don Juan), don Esteban González-Camino, los hermanos Gutiérrez” y tantos otros cultivadores del entonces llamado “oro blanco”.

La Fiesta se celebró del 15 al 22 de octubre de 1963 con un ambicioso programa de actos, que se iniciaba en nuestro Teatro Triunfo con un Pregón Solemne a cargo del prestigioso abogado utrerano don Antonio Sousa Reina, buen amigo y mejor orador, que con su elegante estilo y vibrantes palabras cantó a Utrera “como pionera del cultivo del algodón en España”, en esta Andalucía en la que “se viene derrumbando –decía– el anacrónico tinglado de los tópicos al uso, que de la intemperie de la realidad protegía aquella vieja estampa de una Andalucía frívola e intrascendente”.

Al Pregón siguieron otras muchísimas actividades: Coronación Pública de la Reina de la Fiesta la Excma. Sra. Duquesa de Alba, y de la Reina Infantil María de la O MartínezBordiú Franco, nieta del General entonces “reinante” en España, desfiles de Carrozas y de caballistas y coches enjaezados, concursos

La Duquesa de Alba entrando en la plaza del Altozano para ser entronizada Reina de la Primera Fiesta Nacional del Algodón 1963

de monta y doma, de tractoristas y de recogida de algodón, competiciones deportivas de fútbol, balonmano, baloncesto y ciclismo, corrida de toros con regular resultado (con los diestros Curro Romero, Mondeño y Emilio Oliva y toros de Carlos Urquijo de Federico), fiestas flamencas y cante grande (donde se lucieron Fernanda, Bernarda, Curro de Utrera, Gaspar, Juana la Feonga, Cuchara, Perrate y don Antonio Mairena), competiciones de atletismo y aeromodelismo, desfile de modelos “realizados en algodón”, Teatro y conciertos. Hubo hasta una cena de gala y baile el 17 de junio a las 11,30 de la noche “en honor de la Reina, Mantenedor y Poetas premiados”, que tuvo lugar en los salones del Excmo. Ayuntamiento, siendo la entrada por invitación y con exigencia de “rigurosa etiqueta: Caballeros, smoking o uniforme y señoras traje de noche”

Se organizó también un Certamen de Poesía, llamado enfáticamente Justas Literarias del Algodón, en el que actuó como mantenedor, que fue muy aplaudido, el ilustre dramaturgo, poeta y periodista de páginas exquisitas don José María Pemán, autor del precioso “Cantarcillo” dedicado a la Virgen de Consolación, que con gran acierto se colocó en mármol a la entrada del Santuario. Obtuvo el primer premio un precioso poema del gran poeta sevillano Joaquín Caro Romero, que recibió de manos de la Duquesa de Alba la flor natural del Algodón como premio. Más adelante sería premiado en un siguiente concurso el poeta portuense José Luís Tejada Peluffo, con un poema descriptivo de las bellezas de nuestra Ciudad, a la que alaba diciéndole: “Utrera, que te basta ser Utrera/ siendo madre feliz de un hijo Caro”. Es la época en que Antonio Murciano, el ilustre poeta que vivió en Utrera y fue antiguo alumno de los Salesianos, escribe su Canción de Utrera, que publicaría en su libro Plaza de la memoria:

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