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Voces
from Revista Vanguardia

Chiguata:
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Agonía y Esperanza

Por Emilio Vilca Soto

En Arequipa, entre el Misti y el Pichu Pichu, se encuentra el distrito de Chiguata. Un pueblo milenario, cuyos andenes y caminos representan la huella viva del Tahuantinsuyo. Este lugar aún encierra, en su gente que labra la tierra y sus verdes paisajes, el espíritu andino. Chiguata tiene más de veinticinco anexos, en cada uno viven en promedio 10 familias. Es extenso en territorio, pero con reducida población, salvo en su parte baja colindante con el distrito de Paucarpata, donde los pueblos jóvenes son cada vez más numerosos.
Uno de los lugares más alejados de Chiguata es el anexo de Arenales, que se encuentra en la parte alta del distrito, rodeado de abundante andenería, árboles y riachuelos. En enero de este año junto a algunos vecinos que vivimos en la parte baja de Chiguata fuimos a este anexo. Nos avisaron que en Arenales una vecina se encontraba delicada de salud y necesitaba apoyo. Cuando llegamos al lugar, dentro de una humilde vivienda se encontraba doña Augusta, una trabajadora del campo de unos cincuenta años de edad, estaba postrada en cama con la cadera enyesada. Nos cuenta que hace dos semanas sufrió una caída al momento que pastaba sus ovejas. Doña Augusta nos recibe con el rostro pálido, nos refiere que le fue difícil conseguir atención médica; no había ambulancia para que sea trasladada al hospital y la operación que le iban a realizar costaba una suma de dinero muy alta. No obstante, sus familiares y vecinos realizaron “polladas” para apoyarla; sólo así, pudo recibir atención médica. Ante la ausencia estatal, aún queda la solidaridad comunal.
Los pobladores de las partes altas de Chiguata no cuentan con oportuna atención médica por parte del Estado. Para todo el distrito existe una sola posta médica, la cual no se da abasto y tiene recursos limitados para atender urgencias médicas en lugares alejados. Esta realidad se repite a lo largo de todo nuestro país. Tenemos un servicio de salud precario, cada vez más privatizado y elitista. El sistema de salud hasta antes de la aparición del virus Covid -19 estaba ya colapsado; con la pandemia, como en una caída libre a un agujero sin fondo, su problemática se ha agudizado aún más. Duelen las heridas, la enfermedad, pero más, el olvido.
Doña Augusta nos muestra también la difícil vida del campesino. Los hombres y mujeres que trabajan la tierra sobreviven con los bajísimos ingresos que les genera la actividad agropecuaria. La precariedad de sus viviendas y la falta de acceso a servicios básicos dan a conocer un dolor inminente. Una investigación realizada por la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa en el año 2018, en un anexo cercano de Arenales, llamado Espíritu Santo, muestra que el ingreso mensual del noventa por ciento de sus pobladores es inferior a
los seiscientos soles(i). La agricultura de Chiguata en la mayoría de los casos es de subsistencia, sin desarrollo técnico, lo que se aúna a los bajos precios que pagan los intermediarios a los productores. Todo ello nos da un panorama desolador de nuestros compatriotas campesinos de Chiguata y la trágica situación de nuestra nación.
La crisis es generalizada. Cerca de la casa de doña Augusta se encuentra la escuela de Arenales, a la cual –antes de la pandemia- niños y niñas de diferentes partes del distrito tenían dificultades para asistir, debido a que caminaban largos trayectos hasta llegar a su centro de estudios. No obstante, en la actualidad, la virtualización de las labores escolares viene apartando aún más el acceso a la educación de muchos niños y niñas, ya que la mayoría de ellos no cuenta con instrumentos tecnológicos –tablet, laptop, celular- ni internet para desarrollar sus clases. La educación desde hace décadas -o quizá siglos- está en abandono.
En los últimos años, Chiguata ha experimentado un descenso de su población, ya que, en busca de mayores oportunidades y calidad de vida, sus pobladores migran a la ciudad de Arequipa. No se presenta tal situación en la parte baja del distrito, donde existe una creciente lotización que amenaza con devorar andenes y áreas verdes. La bestia de asfalto y cemento también acecha.
El barro de las viviendas, los muros de piedras, los surcos de los andenes, los sembríos, el maíz, la papa, el agua que transcurre por acequias y, en definitiva, el corazón de los campesinos chiguateños, como el de doña Augusta, están lejos del Estado, pero más cerca del regazo de la Pachamama. Desde estos rincones andinos tendrán que devenir los cambios que nuestra nación reclama.
Nos despedimos de doña Augusta, nos agradece la visita, su comunidad aún la sostiene en vida. Antes de retirarnos de los Arenales, una niña delgada de unos diez años sale de una pequeña casita de barro y piedras, ubicada en medio de sembríos y tierra húmeda. Ella levanta a un dócil conejito color manteca y lo mima en sus frágiles brazos. Mientras que lo acaricia, cual hermano menor, al animalito le llama por su nombre. La niña levanta la mirada y sonríe. Sus ojos, redondos y llenos de vida, desbordan esperanza.
i “ESTUDIO SOCIOECONÓMICO Y LOS PROGRAMAS SOCIALES EN EL ANEXO DE ESPÍRITU SANTO - CHIGUATA 2018” Tesis Presentada por los Bachilleres: Miguel Angel Ramos Mamani Yanet Rosmery Mollapaza Mollapaza, Escuela de Antropología de la Universidad Nacional de San Agustín


