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El mejor quitagrasas

EL MEJOR QUITAGRASAS DEL MERCADO

MARIO TORTI PINA

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Especialista en deporte y salud

La palabra quitagrasas es una palabra utilizada comúnmente en el mundo de la limpieza del hogar. Podemos pensar en varias marcas: Mistol, Fairy Ultra, la Rana Verde, incluso algún producto de marca blanca de supermercados conocidos. Estos productos quitan la grasa localizada en platos, cuencos, sartenes, etc. Pero, ¿existe un quitagrasas para nuestro cuerpo?

Cuando nos viene a la mente la palabra grasa siempre pensamos en obesidad, enfermedad, gordura, y es verdad, un exceso de grasa provoca todas estas enfermedades. Nuestro cuerpo tiene un grupo de células, llamadas adipocitos (células que forman el tejido adiposo y almacenan grasa, o sustancias de reserva energética). En este artículo hablaremos de un tipo específico de adipocitos: los adipocitos blancos. Este tipo de células están rellenas de grasa en estado semilíquido y se encuentran en la periferia corporal. En hombres suelen encontrarse en abdomen y brazos, y en mujeres se suelen encontrar en caderas, abdomen, brazos y cintura.

Después de esta explicación sobre este tipo de célula: ¿es posible perder grasa de forma localizada? No voy a ser agorero, pero la respuesta es no. Nuestro cuerpo no tiene un sistema inteligente como el Mistol para quitar la grasa donde nosotros queremos, sino que esta se va perdiendo por partes iguales (o al menos casi iguales) por todo nuestro cuerpo.

Seguro que todo el mundo conoce la palabra dieta, o ha creído que algún producto y/o alimento era efectivo contra esa “barriguita cervecera”. Pero no voy a mentirte, no es verdad. Las dietas milagro no existen.

En el número de Octubre ya hablaba sobre los milagros y los gurús del fitness: son una estafa. Si un entrenador o nutricionista intenta venderte una rutina, un método, lo único que quiere es lo mejor, pero para su bolsillo. La dieta de la manzana, tomar agua con limón en ayunas, esta pastilla es buena para perder grasa abdominal, etc., son estrategias de marketing falsas y estafadoras, que lo único que hacen es poner en riesgo la salud de las personas y ganar el máximo dinero posible.

Si quieres perder grasa o peso, sigue estos 3 consejos: come sano, manteniendo un déficit calórico; haz entrenamiento de fuerza; y mantente activo durante todo el

día, no solo durante el tiempo que

entrenas.

El entrenamiento de fuerza

mantiene un periodo metabólico de actividad de hasta 72 horas (depende de la intensidad y el volumen del entrenamiento) y hace que nuestra masa muscular aumente, lo que provoca un incremento del gasto energético basal o en reposo, es decir, gastamos más energía cuando estamos inactivos.

Comer sano hará que te sacies más bajando el número de calorías ingeridas, a la vez que ayuda a ingerir el número de proteínas necesarias para aumentar la masa muscular que ya has entrenado en tu sesión de fuerza. Esta

ingesta proteica debe ser entre 2 y 2,5 gramos de proteína por kilogramos que pesamos, es decir, si una persona pesa 70 kg, su ingesta rondará entre 140 y 175 gramos de proteína (recuerda que un filete de pollo de 100 gramos no es 100% proteína, lleva también grasa e hidratos). Los hidratos de carbono también son importantes para ayudar a esta pérdida de peso: fruta, pasta integral, cereales, etc.

Y una cosa muy importante, mantente activo. De nada

sirve si pierdes 300 kcal en un entrenamiento, pero luego pasas 10 horas sentado en una silla

frente al ordenador. Aumenta

el NEAT (non-exercise activity thermogenesis). Son todas aquellas acciones que no se consideran ejercicio físico o entrenamiento, pero requieren un gasto energético. Pasear, ir al trabajo en bicicleta, subir por las escaleras, etc., son estrategias muy buenas para aumentar este gasto calórico.

A cada peldaño que subas, estarás más cerca de tu objetivo, pero recuerda, nadie recorre un camino

sin dar el primer paso.

PICASSO:

Del robo en el Louvre al nacimiento del Cubismo

Pablo Picasso y Guillaume Apollinaire.

ROSARIO QUIRÓS www.lacamaradelarte.com El 23 de agosto del 1911 París amanece con la noticia de que había sido robada del Museo del Louvre la obra más famosa de Leonardo da Vinci, La Gioconda (1503), ocupando las portadas de diarios de todo el mundo.

Tras las investigaciones la policía daría con una serie de pistas que los llevó a detener, para ser interrogados como sospechosos del robo, sorprendentemente al pintor Pablo Picasso y el poeta Guillaume Apollinaire. Pero, si bien eran inocentes de haber robado La Gioconda, en realidad eran

culpables de haber robado anteriormente en el Museo del Louvre, pues en el armario de Picasso se escondían varias cabezas de

estatuas íberas que habían sido robadas en 1907 por Géry Pieret, el secretario de Apollinaire, y casi con toda seguridad el propio Picasso colaboró directamente con el robo.

El Museo del Louvre reunía desde 1904 unas cincuenta piezas en una sala dedicada al arte íbero, de la que Picasso, fascinado por su plástica, era un visitante habitual. De esta colección, Géry Pieret, que había robado en el Louvre en múltiples ocasiones, se hizo con tres estatuillas, de las que dos fueron a parar al taller del pintor, compradas por 50 francos aun sabiendo su procedencia, con Apollinaire como cómplice.

A pesar de que estuvo en los titulares de los periódicos internacionales en 1911, la participación de Picasso en este robo de arte, que se conocería como el affaire des statuettes fue poco conocida. El pintor, fascinado por el arte antiguo y primitivo en aquellos días, estaba

abandonando el realismo y la perspectiva

clásica, las utilizó como inspiración para sus experimentos vanguardistas mientras pintaba Las Señoritas de Avignon (1907).

Dos de las cabezas íberas robadas por Géry Pieret en el Louvre.

En la primera década del siglo XX, robar objetos del museo del Louvre no era particularmente difícil, además, estas pequeñas estatuillas no eran muy valoradas ni estaban bien protegidas, dispuestas en mesa sin vitrinas de vidrio. Las obras expuestas desaparecían del Louvre con la suficiente regularidad como para que los periódicos se quejaran con frecuencia de la escasez de seguridad, llegando en alguna ocasión, a lamentar que esto llevase a la desaparición de La Gioconda.

Finalmente, el robo más famoso del mundo ocuparía las portadas de todos los diarios en 1911. La oleada de prensa no tardó en llegar, provocada primero por el robo de La Gioconda y, más tarde, por el alboroto causado por la publicación de una carta donde Géry Pieret hablaba sobre cómo se habían producido los robos de arte íbero y la facilidad con la que él mismo había sacado las piezas del museo. Y, aunque en el reportaje no se dieron nombres, cuenta cómo luego se vendieron los objetos robados a unos amigos en París, uno de los cuales era pintor -resultó ser Pablo Picasso- y poseía dos de los bustos.

Portada de Le Petit Parisien el 23 de agosto de 1911.

El temor por ser atrapado con propiedad robada del Louvre fue tan grande que decidieron al día siguiente que Apollinaire devolvería personalmente las dos estatuillas que habían sido robadas en 1907 al Paris Journal. Y esto, junto a la conocida asociación de Apollinaire con Géry Pieret, los iba a convertir en sospechosos directos del reciente robo de La Gioconda.

Apollinaire fue arrestado por el robo de las cabezas de las estatuas y, para compensar la falta de progreso en el caso de La Gioconda, se lanzó otra acusación que lo involucraba en su robo. Interrogado y encarcelado durante dos días, se vio obligado a revelar el vínculo con Picasso en el robo del

Louvre por lo que la policía arrestaría también al pintor bajo la acusación de compraventa de arte robado. En ese momento los dos pasaron a ser los principales sospechosos del que fue denominado como “robo del siglo”.

Durante el interrogatorio, llegó un momento de máxima tensión cuando

la policía trajo ante Picasso a su amigo Apollinaire. El juez le preguntó si lo conocía, Picasso estaba tan asustado ante la posibilidad de ser deportado a España, que en un acto de cobardía respondió: “No le he visto en mi vida”.

Por supuesto, Apollinaire y Picasso no tenían nada que ver con el robo de La Gioconda y el día después de que los periódicos informaran sobre el arresto de Apollinaire, el Paris Journal recibió una carta de Géry Pieret – que había huido a Bruselas – donde declaraba que Apollinaire era inocente, y que él había sido único responsable del robo de las estatuas. Con el ladrón de la obra

de da Vinci todavía en libertad, la policía no estaba interesada en quién robó un par de estatuas íberas sin mayor valor aparente, por lo que fueron liberados.

En noviembre de 1913 el cuadro apareció en manos de un tal Vincenzo Peruggia, antiguo trabajador del Louvre, que se había llevado La Gioconda, envuelta en una sábana blanca y escondida bajo su abrigo, para

devolverla a Italia, donde “realmente

pertenecía”. Pocos días después estalló la Primera Guerra Mundial, los nombres de Picasso y Apollinaire, que se ofreció como voluntario para el ejército francés, quedaron limpios y “El robo del siglo” dejó de tener importancia.

Este suceso tuvo tal influencia sobre el arte de Picasso y el auge de las vanguardias del siglo XX que las huellas de todo este tejemaneje quedaron plasmadas en la famosa obra de Las Señoritas de Avignon, donde las formas de las estatuillas ibéricas robadas desempeñaron un papel clave en la historia del arte, pues se integraron en el famoso cuadro, ampliamente considerado como la primera gran obra de la modernidad.

El cubismo triunfó y Picasso se fue convirtiendo poco a poco en el artista más grande del siglo XX. El propio pintor, en una entrevista realizada en 1960, cuando ya el affaire des statuettes estaba más que olvidado, afirma que las orejas de Las Señoritas de Avignon son las mismas que las de las piezas robadas. Y es que no es casualidad que precisamente esa obra fuera la primera obra de arte cubista, ni que fuese realizada en 1907, mismo año en que Picasso compró las estatuillas robadas.

Las señoritas de Avignon, pintado por Pablo Picasso en 1907.