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Alejandra Jonte CÁNCER
La escritura me salvó cuando una sola palabra dio vuelta mi vida. La partió en dos: la redujo a un presente continuo e inestable que me impedía conjugar el futuro. Días interminables en los que la luz del alba era más aterradora que las noches con sus oscuridades. Con el sol en lo alto, la realidad era palpable, lacerante: la palabra era dicha, esa palabra de tan solo seis letras, que me paralizaba a mí y a todos quienes nunca imaginamos conjurarla. CÁNCER. Y me comencé a amigar con ella, a nombrarla en lo bajo y para mí misma, varias veces al día. Me fui familiarizando con su sonido: fuerte, como suelen ser las palabras graves por su tilde, con ese acento que torna filosa a la palabra cuando sale de nuestra garganta. Y también la escribí. La plasmé en varias hojas blancas, en anotadores, y hasta en cualquier papel que tuviera a mano. Y con este ejercicio, intenso y movilizador, verbalizar y escribir la palabra «cáncer», perdió ese peso arrollador y paralizante. Y el día en que el tratamiento comenzó a hacer estragos en mi cuerpo, pude comenzar a jugar y bañar con humor esa etapa de vida refundante. Y es así que comparto con ustedes, aquello que escribí el día que perdí todo mi cabello.
«Uno de los vínculos más complejos, difíciles y que más amor y odio despierta en cada mujer a lo largo de toda su vida, es con su pelo. Que si es muy lacio o muy ondulado; o tan crespo como una virulana. También están los indomables, que no entran en ninguna categoría ya que tienen vida propia y no tienen un día igual a otro. Y si llegamos a hablar del color, la variedad es tan vasta como los colores mismos. Y más hoy, que se pueden llevar completos los del arcoíris sin que nadie se inmute. Si hiciéramos una encuesta entre féminas, ninguna dirá que le gusta su pelo. Quien lo tiene liso como una japonesa sueñan con rulos locos. O quien sus cabellos son tan oscuros como la noche pretenden el color de un trigal. De más está decir que a partir de estos deseos y sueños, están los desastres de estilo que llevan a preguntar: ¿qué se hizo? En tanto, el clima es el causante de que nuestro vínculo sea explosivo: cuando necesitas estar espléndida la humedad se adueña de tu cabellera y puede que hasta te caigan un par de lágrimas, ni te digo si la lluvia te sorprende sin paraguas. Y como si todo esto fuera poco, resulta que mantener el pelo en condiciones supone un gran saque al bolsillo. Buenos productos capilares, cortes, peinados de ocasión y ni qué hablar de cuando las canas producen un nuevo ciclo vital en tu vida: teñirlas cada 20 o 30 días si no querés andar impresentable. ¡Vamos! Que al final terminan condicionando más que los ciclos lunares o las cuatro estaciones. Pero a veces la vida te da sorpresas y, ese compañero que tanto bien y mal te la hizo pasar, desaparece y el espejo te devuelve una imagen tuya que nunca pensaste que llegarías a ver, todo pasa a ser un buen recuerdo. Y pienso que era algo más que esperar de una relación tormentosa. Pero estoy absolutamente convencida de que, quien se va sin que lo echen vuelve sin que lo llamen». ¡Apuesto por este amor, que no me dejará en la estacada! El humor sana y salva.
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