
3 minute read
Amaya Espacio, Color, Luz/ Amaya Space, Color, Light
1
Advertisement
Por Fernando Casanova y Llaca
Hay estados mentales como los recuerdos, las emociones o la consciencia que siguen funcionando sin importar el paso de los años. Y esos estados mentales sólo son reactivados a la perfección a través del poder que tienen las producciones de los artistas. Artistas, como Amaya Salazar, que van directos a despertarlos, sin muchos miramientos. Esos Lázaros que tenemos semi muertos pero latentes a la espera del conjuro del arte para traernos de vuelta mensajes del pasado que nos dan alegrías o tormentos.
En “Espacio, Color, Luz” Amaya nos presenta 49 esculturas y relieves en hierro, bronces, resinas, acrílicos y PVC laqueados. Materiales y formas con las que nos demuestra su versatilidad, su capacidad de reinventarse en cada entrega nueva.
De sus pinturas originales, de sus bronces y hierros a lo que vemos en esta exposición hay toda una reafirmación de confianza en sí misma, en su trabajo y en el de sus coleccionistas que esperan que mantenga la solidez de su producción artística.
Las relaciones internas de los personajes que habitan la obra de la artista Amaya Salazar, ese mundo tan personal, íntimo, cargado de belleza y que provoca preguntas como ¿de qué hablarán esas personas en ese cuadro?, son relaciones que denotan una vida personal rica y llena de espiritualidad. Es una recreación de un mundo supuesto en el que la belleza es la base de la vida,
de una arcadia soñada y deseada. Es la obra de Amaya una creación que sugiere e invita de forma amable y tranquila a perderse en reflexiones íntimas.
Sus obras muestran una originalidad que no tiene equivalente entre los creadores anteriores y los de su propia generación; tal vez por ese mundo propio que ha creado, que al ser tan personal, tan íntimo, no puede ser asociado a otras personalidades o vidas particulares. Es un tipo de arte, como el de Renoir, que excluye las denuncias sociales; pero esa exclusión no se puede entender como algo deliberado por intereses políticos o de grupo social, sino porque la artista tiene un mundo propio, un deseo de unas mejores relaciones entre las personas a partir de sus individualidades personales.
AMAYA SPACE, COLOR, LIGHT
By Fernando Casanova y Llaca
There are mental states such as memories, emotions or consciousness that continue to function regardless of the passing of the years. Those mental states are perfectly reactivated through the power of the artists’ productions. Artists, like Amaya Salazar, who without much hesitation wake them up. Those Lazaru’s feelings that we have half dead but are latently waiting for the spell of art to awaken messages from the past that give us joy or torment.
In “Amaya Space, Color, Light” Amaya presents 49 sculptures in iron, bronze, resin, acrylic and lacquered PVC. Materials and shapes which demonstrate her versatility, her ability to reinvent herself in each new installment. There is a complete reaffirmation of confidence in herself and in her work that is visible starting with her first oil painting and continues through her bronzes and irons all the way to her latest compositions presented in the exhibition.
Amaya Salazar’s characters have a personal relationship intimate, full of beauty while provoking questions. For example, what are those people talking about in that painting? They are relationships that denote a rich personal life, one that is full of spirituality. It is a recreation of a supposed world in which beauty is the basis of life, of a dreamed and desired utopia. Amaya’s work is a creation that gently and calmly suggests and invites you to lose yourself in intimate reflections.
Her works show an originality that has no equivalent among previous creators and those of her own generation; perhaps because she has created a world unique to her, one that is personal, intimate, and can’t be associated with other personalities or particular lives. It is a type of art, like Renoir’s, that excludes social denunciations; but this exclusion can’t be understood as something deliberate for political or social group interests, but because the artist has her own world, a desire for better relationships between people based on their personal individualities.