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Literatura
Las voces del erotismo: una reivindicación LGTB+
La revisión de la literatura colectiva nos muestra cómo el amor y el erotismo están presentes en nuestro imaginario, compartiendo espacio con la literatura generalista. De ahí que haya que marcar algún tipo de diferencia que nos dé relevancia en nuestra lucha.
Haciendo un recorrido por la literatura de cualquier época o civilización, observamos que siempre ha existido lo que los filólogos llamamos topoi. Estos, más conocidos como tópicos o lugares comunes, son aquellos argumentos, temas o cuestiones recurrentes que el ser humano ha introducido en sus escritos desde que este fue consciente de que el lenguaje no solo era un mecanismo de comunicación entre iguales, sino que también podía usarse como herramienta para la creación de arte.
La poética es, sin duda, la función del lenguaje que más ha innovado con esta magia que es el uso de la lengua y, por tanto, nos ha regalado absolutas maravillas que, después de muchos siglos, aún seguimos disfrutando. De ahí surgen los tópicos del eros y tanatos. Ambos son quizás los temas por antonomasia, puesto que no cabe duda de que el amor y la muerte han sido las dos cuestiones con las que el ser humano más ha convivido y en las que más ha hecho correr ríos y ríos de tinta.
No obstante, y a pesar de que ambos siguen siendo una constante dentro de la escrituralidad, se observa que lo que conocemos como literatura romántica ha quedado relegado a un segundo plano, dado que, desde que esta se convirtió, de alguna forma, en literatura de folletín, hizo que aquellas novelas cuyo tema central fuera el sentimiento del amor en sí mismo fueran vistas como algo poco reseñable.
Centrándonos en el tema que nos ocupa, se debe hacer hincapié en que, a pesar de esa creencia de la cultura heteropatriarcal que se empeña en catalogarnos desde la diferencia, la escritura del colectivo cumple con la universalidad de la literatura, debido a que no ha podido desligarse de estos temas, pues no cabe duda de que es el amor una de las razones primordiales que el colectivo LGTB+ ha querido reivindicar a través de sus libros.
Aun así, debemos tener conciencia de que nuestra literatura no solo parte de esa reivindicación del amor como sentimiento igualitario y acaba dando lugar a un activismo constante, sino que se introduce en la etimología del erotismo y añade una nota de sensualidad y sexualidad que destaca frente a la literatura de otros colectivos que luchan contra el patriarcado. De ahí que tengamos toda una lista de opciones que nos permiten indagar en la sexualidad desde su lado más romántico hasta el más fetichista.
Solo hay que mirar aquellas primeras novelas iniciáticas de finales del siglo XX, que fueron el boom tras las revueltas de Stonewall, para darse cuenta de que la literatura LGTB+ manifestaba esa necesidad de erotización de lo cotidiano y daba lugar a una subtendencia dentro de lo que muchos han considerado literatura romántica.
De alguna manera se nos catalogó siempre dentro de esta temática con todo lo que ello conllevaba y, aún hoy, seguimos con esa etiqueta. Solo hay que pasearse por las grandes cadenas de librerías para observar que, a pesar de que la literatura colectiva ha tomado otras derivas, seguimos dentro de un imaginario que nos relega a aquellas estanterías donde los besos y el color rosa ocupan el 99% del espacio.
Así pues, aunque el colectivo intenta superar, por fin, aquellos lemas de love is love o ames a quien ames, porque no representan toda la colectividad a la que nos referimos dentro de nuestras siglas, han hecho de nuestra cultura un apartado folletinesco de color rosa que se diluye entre las historias de amor heterosexuales y no cobran la importancia que tienen como altavoz de la otredad.
Por eso esta vez no voy a hablar de títulos archiconocidos, sino de la necesidad de reivindicar nuestros espacios más allá de lo que los catálogos y el imaginario colectivo de la heteronorma ha hecho de nosotres. La literatura es la forma en la que dejamos huella en el mundo porque, a pesar de que los acontecimientos históricos tienen sus causas y sus consecuencias, los seres humanos somos una mota ínfima en la memoria de los tiempos.
Como dijeron otros, solo la literatura nos salva, por eso, de alguna forma debemos salvarnos y permanecer a pesar de que sean otrxs los que intentan borrarnos. Pues no solo amamos, también somos y es algo que nuestra voz debería dejar patente para que los que están y los que vengan nunca olviden que todas las personas somos iguales.
Elena Flores Escritora
António Botto. Escándalo, es un escándalo
Hace cien años que se desató una polémica en torno al tono homoerótico del primer libro del poeta.
De adolescente andaba buscando autores que cantaran el amor entre hombres. Quería descubrir otras voces más allá de las archiconocidas de Lorca y Cernuda. Gracias a Internet (en su prehistoria, claro), llegaron a mi pantalla los versos de un tal António Botto, un poeta menor dentro de la lírica lusa. Todo cobró sentido. Estaban sin traducir y a duras penas los medio descifré del portugués. Memorizaba pasajes y los recitaba una y otra vez. Allí estaba aquella poesía dando forma a todo lo que anhelaba entonces: el cuerpo a cuerpo del deseo, el abrazo tierno de los amantes, la belleza masculina... Aquel título me acompañó durante bastantes años, tan importante fue para mí que cité un verso suyo en mi primer poemario, cuando aún no existía una edición solvente en español. Un poco después, en 2013, la pequeña editorial sevillana ‘Los papeles del sitio’ publicó Canciones en traducción de Luis Antonio de Villena, siempre atento a cualquier heterodoxia.
Cuando Canções se publicó originalmente, en 1921, António Botto era un joven de veintitrés años, atractivo y declaradamente homosexual, que vivía en el popular barrio de Alfama, en Lisboa. Lo de atractivo no es baladí pues explica, en parte, el componente narcisista de su creación literaria. El escándalo estallaría un año más tarde, con la segunda edición de la obra, que alcanzó mayor difusión en la vida cultural del país. La airada reacción de los sectores más conservadores de la sociedad, que incluso llegaron a pedir quemar los ejemplares y castigar a su autor con la horca, provocó que el libro fuera retirado de las librerías durante un año. Volvió gracias al apoyo que recibió de renombradas personalidades como García Lorca, Unamuno, Machado, Virginia Woolf o James Joyce. Entre ellas, la más decisiva defensa que obtuvo fue la de su amigo Fernando Pessoa en el provocativo artículo «António Botto y el ideal estético en Portugal».
Hoy, al leer el libro nos parece cargado de inocencia, desde luego muy alejado del voltaje homoerótico que lxs mojigatxs (que siempre han existido y existirán) le adjudicaron. Botto nunca superó aquel primer éxito, a pesar de seguir escribiendo toda su vida. Con cincuenta años emigró a Brasil donde encontraría la muerte una década después al cruzar despistado la avenida Copacabana de Río de Janeiro.
David J. Calzado Poeta Anda, ven... ¿por qué te niegas, Carne morena, toda perfume? ¿Por qué te callas, Por qué te desalientas Roja boca, —rosa de luz!

Si la luz del día Te cubre de pudor, Aguardemos a la noche apresados en un beso.
Dame el infinito gozo De adormecerme contigo, Despacito, sintiendo El aroma y el calor De tu carne, —¡amor mío!
Y oye, mancebo alado, No te entristezcas, no pienses, —Estate contento, Pues no en todo placer Hay pecado...
Anda, ven... dame tu cuerpo A cambio de mis deseos; ¡Tengo añoranzas de vida!
¡Tengo sed de tus besos!
António Botto
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