Transmitiendo la fe

Los fanáticos de los “Twins” pueden hablar del verano como una temporada de béisbol. Los aficionados a las cabañas junto al lago pueden referirse a estos meses como temporada de canotaje. Sin embargo, para mí, como obispo, la temporada es sin duda caracterizado por la instalación de pastores. Prácticamente todos los fines de semana presido instalaciones donde tengo el privilegio de celebrar la bondad de Dios mientras trabaja para traer nuevos regalos a nuestras parroquias y nuevas oportunidades a nuestros sacerdotes. He sido especialmente edificado este año por la apertura de nuestros sacerdotes a aceptar nuevos, y generalmente más desafiantes, asignaciones y a nuestros fieles que están tan ansiosos de abrir sus corazones y hogares a sus pastores incluso cuando hay cierta tristeza persistente por despedirse de sus predecesores.

El rito de la instalación, extraído del Libro de las Bendiciones, destaca la colab oración que la Iglesia ha esperado con razón de sus sacerdotes y laicos desde la época del Concilio Vaticano II. Se alienta al nuevo pastor a compartir su ministerio con su personal “en un espíritu de mutuoconfianza, oración común y preocupación genuina”. Debe reconocer a su consejo pastoral parroquial como la “voz” de su archdiocese has taken that oath.

Not a day goes by when I don’t ask myself in the course of my examination of conscience if I’m faithfully passing on our faith and acting in communion with the pope. I count on your prayers that I may exercise this duty well.

It’s essentially the same oath that I took at the vigil on the evening before my ordination as a bishop. At the ordination itself, moreover, I had to express my resolve to “proclaim the Gospel of Christ faithfully and unfailingly,” to “guard the deposit of faith, pure and entire according to the tradition preserved always and everywhere in the Church from the time of the Apostles,” and to “remain in the Church’s unity, with the Order of Bishops under the authority of the successor of the blessed Apostle Peter.” Not a day goes by when I don’t ask myself in the course of my examination of conscience if I’m faithfully passing on our faith and acting in communion with the pope. I count on your prayers that I may exercise this duty well.

While there are particular responsibilities in this area for the pope, bishops and priests, the task of passing on the faith falls to all who are baptized. As was stated in the Dogmatic Constitution on the Church, “Lumen Gentium”: “The obligation of spreading the faith is imposed on every disciple of Christ, according to his state” (LG 12). That responsibility is particularly clear in the case of pueblo y a “estar siempre atentos a las necesidades que expresan”. parents, “who have the first responsibility for the education of their children” (Catechism of the Catholic Church 2223), passing on to them what we believe. In the Document on Christian Education, “Gravissimum Educationis,” the fathers of the Second Vatican Council noted that “it is particularly in the Christian family, enriched by the grace and office of the sacrament of matrimony, that children should be taught from their early years to have a knowledge of God according to the faith received in Baptism, to worship Him and to love their neighbor” (GE 3).

El rito llama al párroco a ser “padre amoroso, pastor tierno y maestro sabio” de su personas, guiándolas a Cristo. Es en ese contexto que el rito llama al pastor a dirigir su personas en la profesión de su fe recitando el Credo. También está obligado a prestar juramento, así que que el obispo y los fieles pueden contar con él para “preservar la comunión en la Iglesia” y retener íntegramente el depósito de la fe, transmitirlo fielmente y hacerlo resplandecer adelante, evitando cualquier enseñanza que sea contraria a ella. Cada pastor en esta arquidiócesis ha tomado ese juramento.

Es esencialmente el mismo juramento que hice en la vigilia la noche antes de mi ordenación como obispo. En la misma ordenación, además, tuve que expresar mi resolución de “anunciar el Evangelio de Cristo fiel e indefectiblemente”, para “guardar el depósito de la fe, pura e íntegra según la tradición conservada siempre y en todas partes en la Iglesia desde el tiempo de los Apóstoles”, y “permanecer en la unidad de la Iglesia, con el Orden de los Obispos bajo la autoridad del sucesor del bienaventurado apóstol Pedro”. No pasa un día sin que me pregunte en el curso de mi examen de conciencia si estoy transmitiendo fielmente nuestra fe y actuando en comunión con el papa. Cuento con sus oraciones para que pueda ejercer bien este deber.

I always feel privileged when parents turn to our parishes and to our Catholic schools to assist them in fulfilling their sacred duty to educate their children in the faith. We have such a strong tradition in this archdiocese of a fruitful collaboration with parents, going all the way back to the arrival of the first Sisters of St. Joseph of Carondelet in 1851, who traveled up the Mississippi at the invitation of our first bishop, Bishop Joseph Cretin, to assist in the work of Catholic education. I feel grateful for the generosity of those sisters, and the thousands of priests, women and men religious, and lay faithful, who like them have dedicated themselves over the decades to the work of parish catechesis and Catholic education.

I feel blessed to be reminded each day of their phenomenal contribution. Living on the grounds of Visitation School, which this year is celebrating its 150th anniversary, I can’t help but recall the contribution of the Visitation Sisters and all who have collaborated with them in the work of passing on the faith. As we prepare in these days throughout the archdiocese for yet another school year and catechetical year, may our hearts be filled with gratitude for the opportunities that God gives to each of us to pass on the treasure that is our faith.

Si bien existen responsabilidades particulares en esta área para el Papa, los obispos y los sacerdotes, la tarea de transmitir la fe corresponde a todos los bautizados. Como se afirma en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, “Lumen Gentium”, “La obligación de difundir la fe se impone a cada discípulo de Cristo, según su estado” (LG 12). Esa responsabilidad es particularmente clara en el caso de los padres, “quienes tienen la primera responsabilidad en la educación de sus hijos” (Catecismo de la Iglesia Católica 2223) transmitiéndoles lo que creemos. en el documentosobre la Educación Cristiana, “Gravissimum Educationis”, los padres del Concilio Vaticano II, señaló que “es particularmente en la familia cristiana, enriquecida por la gracia y el oficio de el sacramento del matrimonio, que los niños deben ser enseñados desde sus primeros años a tener una conocimiento de Dios según la fe recibida en el Bautismo, para adorarlo y amar a sus prójimo” (GE 3).

Siempre me siento privilegiado cuando los padres acuden a nuestras parroquias y a nuestras escuelas católicas para ayudar en el cumplimiento de su sagrado deber de educar a sus hijos en la fe. Tenemos un fuerte tradición en esta archidiócesis de una fructífera colaboración con los padres, que se remonta a la llegada de las primeras Hermanas de San José de Carondelet en 1851, quienes viajaron por el Mississippi por invitación de nuestro primer obispo, el obispo Joseph

Cretin, para ayudar en el trabajo de educación católica. Me siento agradecida por la generosidad de esas hermanas y los miles de sacerdotes, religiosas y religiosos y fieles laicos, que como ellos se han dedicado durante décadas al trabajo de la catequesis parroquial y la educación católica. Me siento bendecido cada día recordando su fenomenal contribución. Vivir en los terrenos de Visitation School, que este año celebra su 150 aniversario, no puedo dejar de recordar la aportación de las Hermanas de la Visitación y de cuantos han colaborado con ellas en la obra de transmitiendo la fe. Mientras nos preparamos en estos días en toda la arquidiócesis para otro año escolar y año de catequesis, que nuestros corazones se llenen de gratitud por las oportunidades que Dios nos da a cada uno de nosotros para transmitir el tesoro que es nuestra fe.

Archbishop Bernard Hebda has announced the following appointment in the Archdiocese of Saint Paul and Minneapolis:

Effective August 1, 2023

Deacon Patrick Evans, granted status of retired deacon. Deacon Evans has served this archdiocese since his diaconate ordination in 1999, most recently at the Church of Saint Joseph in Red Wing.

Young adults gather near a gate at the Minneapolis-St. Paul International Airport July 29 to board a plane headed for Portugal and World Youth Day Aug. 1-6. Before their departure, they collected more than 100 prayer intentions, which they placed in two boxes with a plan to pray for them during World Youth Day. “A lot of our pilgrims fundraised for their trip,” said Michelle Boris, 33, group leader and coordinator of young adult ministries at St. Mary of the Lake in White Bear Lake, “and so one way that we can give back to people and bring them along with us and thank them for that is to bring their (intentions) with us.” The group includes, front row, from left, Mary Polnaszek of St. Paul in Ham Lake, Maggie Schauff of St. Helena in Minneapolis, Katrina Silverdahl of St. Paul in Ham Lake, and Nikki Ngamne of St. Mary of the Lake in White Bear Lake. Back row, from left: Anna Alleven of Our Lady of Grace in Edina, Brandon Plante of St. Paul in Ham Lake, Gabriel Johnson of St. Mary of the Lake, Paul Lucke of Our Lady of Grace, Nick Brady (group leader) of St. Paul in Ham Lake, Thomas Meyer of Our Lady of Grace, Trevor Haugdahl of St. Mark in St. Paul, Michelle Boris, Nathan Schuster of St. Mary of the Lake, and Jacob Mischke of St. John Neumann in Eagan. Not pictured: Kari and Mason McGrath of St. Jude of the Lake in Mahtomedi. More on page 6