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FLASHBACK
LOS PILOTOS SE APODERAN DE LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN

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Por: Álex Reyes

Los pilotos de Fórmula 1 son personas muy centradas. Quieren ganar, y lo quieren más que cualquier otra cosa. Cuando llegó la noche de las sesiones libres del Gran Premio de Arabia Saudita, tras los eventos relacionados con el conflicto entre los sauditas y los rebeldes houties de Yemen que pusieron una “sensación de guerra” a solo 20 kilómetros del circuito, las nubes se oscurecieron al ritmo de tambores sonando un vejo canto que teníamos 40 años sin escuchar. Huelga
La única y satisfactoria huelga que haya visto la F1 se produjo en Kyalami en enero de 1982. Era la primera carrera de la temporada. A pesar de su naturaleza individualista, todos los pilotos de la Fórmula 1 se unieron, molestos y dispuestos a luchar contra un enemigo común: Las preocupantes cláusulas de sus nuevos contratos de superlicencia.
“Solidaridad” no es una palabra que se asocie a menudo con la Fórmula 1, pero en esta ocasión los 31 (excepto Jochen Mass, que no recibió el memorándum) se dirigieron, en autobús, al Sunnyside Park Hotel. En ese autobús viajaban 30 de los pilotos más rápidos del mundo, que acamparon bajo llave en una sala de conferencias sobre colchones improvisados en el suelo. No es el estilo de vida multimillonario al que estaban acostumbrados.
Matrimonios forzados y “ballgags”: Las razones
Los pilotos centraron sus esfuerzos en tratar de derrotar los nuevos puntos que adornaban el flamante nuevo contrato de Superlicencia, elemento esencial para
correr en la F1. El detonante fueron tres cláusulas del contrato.
En primer lugar, los conductores debían revelar sus datos financieros (que para muchos pudo haber sido un elemento de molestia, pero no para todos). Además, debían comprometerse a permanecer en un equipo durante tres años seguidos (Punto importante debido a la montaña rusa que era el performance de los equipos). Pero en mi humilde opinión, la peor cláusula era la del Gran Hermano: “No se criticará a la FIA” (Eh. Típico de Balestre), con una prohibición de por vida para cualquiera que lo hiciera.
Se jala la cuerda y empieza un escenario nunca antes vivido: con posiciones bastante firmes por lado y lado, empezaba el juego de la cuerda. Había mucho en juego por ambas partes. “No correremos”, dijeron los pilotos, poniendo un pie firme en sus convicciones. La FIA, y en particular Jean-Marie Balestre de la manera más hijadeputamente que se pueda, les respondió: “OK. Lo hacen y los prohibiremos de por vida”.
Cuando las conversaciones llegaron a punto muerto, fue cuando los pilotos se subieron al autobús y se embarricaron en el hotel. Sólo se permitió la entrada de un fotógrafo, no identificado, a la sala para que vieran que era en serio y no otro “publicity stunt”.
Hay fotos de Alain Prost compartiendo colchón con Gilles Villeneuve, y de Patrick Tambay diciendo “Si esos dos tienen hijos después de esta noche, mejor me retiro ya”. Elio de Angelis tocó el piano, y realmente fue una noche de chicos en un fin de semana de Gran Premio. Es justo decir que los chicos sacaron el máximo provecho de una situación extremadamente inusual.
Se definieron roles. Niki Lauda fue nombrado portavoz, dado su status de doble campeón del mundo y lo que supuso su regreso a la F1 tras su retirada dos años antes. Didier Pironi, fue el intermediario, yendo y viniendo en helicóptero para negociar. La elección de Pironi fue sencilla: Era tranquilo y discreto. Pero aparte, era francés, lo que ayudó a tratar con Balestre. Algo que no era fácil en el mejor de los casos.
Por supuesto Colin Chapman, Ken Tyrell y el resto de los jefes de equipo no estaban contentos, ni tampoco los mecánicos del equipo. Los coches estaban listos, pero no había nadie para conducirlos. Se colgaron carteles de “Drivers Wanted” alrededor de los coches. Parte jocosa y parte verdad.
Empiezan los nervios
La segunda mañana de huelga, Pironi tuvo otra reunión. Balestre dijo que estaba dispuesto a negociar, y un autobús lleno de pilotos sin afeitar llegó a la pista listo para practicar. A Nelson Piquet, en otra jugada política, el entonces propietario del equipo Brabham, Bernie Ecclestone, le prohibió conducir alegando que estaba “demasiado cansado”. A Piquet no le hizo ninguna gracia.
Niki Lauda, lanzado al ruedo en su regreso de la jubilación, dijo lo siguiente al laureado periodista austríaco Heinz Pruller: “Estoy dispuesto a firmar, porque quiero correr”, dijo Lauda. “Cuando Teddy Mayer (jefe del equipo McLaren) me pidió que firmara en casa en enero, me negué. Le dije que no se preocupara. Esta-

ba preparado para correr, pero había que cambiar el asunto de la Superlicencia”.
¿Cómo empezó la “huelga”? Lauda, de nuevo, no se anduvo con rodeos ante Pruller. “Fue una idea nuestra. Al principio sólo escuchaba a Didier. Era diplomático pero firme, educado y sin emociones. El compromiso de la Superlicencia que querían los pilotos era realmente insignificante, hasta el punto de que ninguno de los pilotos podía entender por qué se tardaba tanto en resolverlo. Cuanto más se retrasaba, más difícil era que se celebrara la carrera.”
“Fueron pequeños puntos estúpidos”, continuó Lauda a Pruller. “Nos amenazaron con quitarnos la licencia”. El mayor problema era que, con los pilotos encerrados en una habitación de hotel, los organizadores del GP de Sudáfrica se ponían nerviosos y demandaban a los equipos por incumplimiento de contrato si no había carrera.”
Mientras tanto, las negociaciones se hundían rápidamente. “Balestre representa a la FISA, así que puedo entender por qué no quería hablar con nosotros. Dijo que no estaba dispuesto a hablar con pilotos que se negaban a entrenar. Pero siempre se puede encontrar la manera de hablar con alguien... Y durante mucho tiempo se negó a hacerlo. Si quiere fastidiar a todos los Grandes Premios sólo para demostrar que es el organismo oficial... Bueno, es justo”.

Al final, la solución fue que Balestre, a su manera especial, rescatara, aunque no fuera por escrito, lo suficiente para que los pilotos subieran al autobús y volvieran a la pista a entrenar. “No nos quedamos juntos luchando por nada sin intención de ganar. El Sr. Ecclestone y el Sr. Balestre nos confirmaron que se harían todos los cambios que queríamos. El argumento no estaba escrito. Pero estos son hombres adultos, no niños pequeños, y eso nos valió para empezar los entrenamientos el viernes” comentaría Lauda al final.
Finalmente, se disputaba el Gran Premio de Sudáfrica en el viejo circuito de Mi Casa (Khaya lami en lenguaje Zulu) con una pole de Rene Arnoux en el poderoso Renault RE30B Turbo, seguido de Piquet en la primera línea (tras recibir el “permiso” de Ecclestone). El domingo, el eterno Carlos Reutermann (tras colocar el Williams FW07D octavo el sábado) logró meterse entre los dos Renaults el domingo para romper un seguro 1-2 de Viry. Alain Prost ganaba para abrir su marcador en la temporada mientras que Arnoux no podía capitalizar su pole y cerraba tercero.
Desde este momento, la palabra huelga estuvo desaparecida del léxico de la F1 hasta que, una semana atrás, los pilotos la tuvieron en la punta de los dedos. Esperemos que nunca más volvamos a ponernos en este escenario.