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Pongamos que hablo de vivir “Los zahones de briega”

“Como una estatua racial se cubría con la chaquetilla corta de rejoneo, los zahones de briega y las botas de caña larga”. Toda una vida luchando con ellos, parece que fue ayer cuando empezó y ya son 65 años los que se ciernen sobre él, Francisco y otros muchos como nuestro querido amigo, llevan toda su vida “bregando”, así es como se suele decir en el argot olivarero, luchando día a día, campaña a campaña, codo a codo con la lluvia y otros fríos, con las heladas y el aire de la sierra que corta como una navaja bien afilada.

Admiro profundamente a personas como Francisco, un ejemplo de olivarero de sierra, como es bien sabido se trata de fincas de olivar con elevadas pendientes y dificultades orográficas, dificultades que estos agricultores sortean con destreza y tino, y no por casualidad, pues llevan moviéndose por sus contornos toda la vida: conocen a la perfección las lindes, los arroyos y hasta las matas más recónditas de la sierra.

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Ha criado a sus hijos, les ha dado porvenir y esperanza, siempre callado y sin ser presuntuoso, poco a poco, a fuerza de mucho sufrimiento y tesón, ha ido creciendo y mejorando sus condiciones de vida. El poco dinero que pudiera ahorrar en algunas de las buenas campañas que hubo, le dio para comprar un olivar cercano y así conseguir que su hijo trabajase con él y de esta manera darle un porvenir, que es lo que siempre quiso.

Pocas veces le he oído quejarse por nada, algún dolor que ya va apareciendo, algún día de aire o lluvia que le impide hacer sus trabajos, esto es curiosamente lo que más le enfada, pero su condición humana es la de un luchador empedernido, incansable y soñador, siempre pensando en mejorar, siempre pensando en que sus nietos, hoy pequeños olivareros, mañana sean agricultores profesionales que vivan del olivar que él un día luchó.

Con tan poco son grandes, lo que para cualquier agricultor de la campiña supone mediodía de trabajo, para nuestro querido olivarero de sierra supone dos o tres días realmente duros (tratamientos, abonados, podas y quema de ramón, etc)

Si me preguntan qué es lo que les confiere, lo que les da esa fuerza, pienso firmemente que una vez han terminado la faena, lo que más les satisface es la sensación de haber hecho las cosas bien y el placer que se siente al quedar exhausto por el esfuerzo realizado.

Este año, después de ver pasar a tantos olivareros insatisfechos con la cosecha, valoro aún más a nuestros agricultores, estandartes únicos, que siempre apuestan todo, y no siempre obtienen la esperada recompensa, pues la agricultura de secano, al aire libre, a veces, no siempre, es traicionera.

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