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Contaminación creciente

Contaminación creciente

Según UNICEF (Agua Potable, Saneamiento e Higiene en las Escuelas: Informe Global 2018), el 31% de las escuelas no tienen acceso a agua potable.

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La ONU estima que el 70% de la huella hídrica a nivel mundial está vinculada a la producción de alimentos. Desde la Fundación Aquae se elevan las cifras hasta el 87%. El 80% de las tierras cultivadas se riegan con lluvia. Paradójicamente, el otro 20% restante son regadíos, pero suponen el 40% de la producción total de alimentos.

Bastan dos datos para entender la magnitud de los alimentos en el consumo de agua. Para producir un kilo de arroz hacen falta 5.000 litros de agua. Pero para un kilo de ternera se necesitan 15.400 litros de agua.

Los romanos crearon la primera red de alcantarillado urbano de la historia. Una de las más eficientes era la Cloaca Maxima, que derivaba las inmundicias de la Antigua Roma hacia el Tíber. A lo largo de los siglos el sistema proliferó. Pero nadie se planteó qué daños podía ocasionar esa agua contaminada o llena de porquería al desembocar en los ríos o mares. Los esfuerzos por reciclar el agua o, al menos, por eliminar los residuos antes de verterla al medio ambiente, son muy recientes. Y aún, insuficientes. El 80% de las aguas residuales del planeta se vierten al medio ambiente contaminadas. Afortunadamente hay una conciencia creciente en los países occidentales acerca de la reutilización de aguas residuales en el hogar y en el ámbito industrial (las llamadas ‘fábricas secas’).

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