SV Sportvicious Noviembre-Diciembre 2014

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NOVIEMBRE-DICIEMBRE 2014

Entrevista a Vitaly Shkel Oxitis Hydragon 10 Bottle El Ciclista Vegetariano


ESTAS NAVIDADES REGÁLALES DEPORTE Piden cenar pizza como hace papá la noche antes de un triatlón. Ordenan escrupulosamente la ropa que utilizarán en el partido como hace mamá antes de una maratón. Se van a dormir con la ilusión, emoción y los nervios que tienen los adultos el día antes de colgarnos un dorsal; disfrutan practicando deporte al igual que lo haría un pro. Qué importante es que nuestros hijos nos vean haciendo deporte y disfrutando de él, es la única manera de poder transmitirles un modelo de vida activo, de fomentar hábitos saludables y convertirnos en el mejor espejo para que aprendan valores tan importantes como la perseverancia, el esfuerzo, la constancia, la superación personal, el sacrificio o el compañerismo. Los beneficios de la práctica deportiva son cuantiosos pero, en edades infantiles, su praxis resulta esencial. Numerosos estudios describen un sinfín de beneficios físicos y psicológicos. Junto a los innumerables beneficios físicos cómo que el deporte previene la obesidad, las enfermedades cardiovasculares y favorece el desarrollo de músculos y huesos, nuestros hijos practicando deporte también se educan en valores. Aprenden a perder y ganar, a tolerar la frustración, a creer en uno mismo, a experimentar mil y una emociones… La actividad física les ayuda a socializarse, a superar la timidez, a controlar la impulsividad, a relajar tensiones y a mejorar la calidad del sueño. Los niños que practican deporte son más disciplinados, organizados, muestran más interés por los aprendizajes, mantienen mayor atención en el aula y, en muchas ocasiones, obtienen un mejor rendimiento escolar. No olvidemos que la finalidad del deporte debe ser siempre la de divertirse, jugar, experimentar y aprender de una forma saludable junto a otros niños. Aprender a valorar el propio esfuerzo y aumentar la autoestima les hará más felices y fuertes. La competición sólo debe añadir emoción al ejercicio pero nunca debe convertirse en el fin para practicarlo. Animémosles a encontrar y practicar el deporte que les guste y les apasione. Dejémosles probar, ofrezcámosles nuestro apoyo, seguridad y determinación creando un ambiente motivador para su práctica. Enseñémosles a pasarlo bien corriendo, montando en bicicleta, nadando o jugando con el balón. Seamos el mejor ejemplo para que aprendan a ganar con humildad, a perder con deportividad, a tener respeto por el rival, a trabajar en equipo y a mejorar cada día un poco más. Hagámosles partícipes de nuestros entrenos y competiciones. Convirtámosles en nuestros mejores animadores, seamos sus más fervores seguidores. Desde que mis hijos me acompañan en la entrada de mis maratones, sueñan con completar la distancia de Filípides. Desde que acompañan a papá sobre la alfombra roja, nadan, pedalean, corren, y ya han sido capaces de completar su primer triatlón. Sònia López Iglesias Maestra, psicopedagoga y formadora de familias Corredora de fondo y futura triatleta

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ENTREVISTA VITALY SHKEL Tres veces campeón ruso de skyrunning y miembro del equipo nacional

SALUD

EL CICLISTA VEGETARIANO

NOVEDADES Fijaciones Marker GoPro Hero 4 Black y Silver La Sportiva Mutant La Sportiva Syborg Pedales Polar y Look Polar M400

TEST

OXSITIS HYDRAGON 10 BOTTLE

REPORTAJES

Junfrau Marathon UTMB Tour por los Alpes Tor des Géants Transalpine-Run Expedición al Muztagh Ata Ultra Sierra Nevada

Directores: Bàrbara Sagi y Alex Clarasó · Diseño y maquetación: Sportvicious · sportvicious@gmail.com · www.sportvicious.com


ENTREVISTA

VITALY SHKEL

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ENTREVISTA

Vitaly Shkel, tres veces campeón ruso de skyrunning y miembro del equipo nacional, acaba de conseguir dos récords este verano en unas de las montañas más altas de Rusia: el pico Lenin (7.165 m) y el Monte Elbrus (5.642 m). Hace un año acompañó al atleta catalán Kilian Jornet en uno de sus proyectos recogidos en Summits of my life. Tras correr una carrera en el Elbrus decidieron intentar batir juntos el récord

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de ascenso y descenso del techo del continente europeo. La aparición del corpulento corredor ruso con una tirita en la nariz en la película de Seb Montaz “Déjame vivir” puso en el mapa a Shkel al que todos le apodaban el monstruo pero ¿quién es realmente Vitaly Shkel? ¿Se considera más corredor de montaña que alpinista? Soy un corredor. Pero a veces debo ser un auténtico montañero.

La primera vez que Kilian Jornet y Seb Montaz le vieron no pudieron evitar recordar al boxeador ruso Ivan Drago de la película Rocky IV. ¿Realmente se ha ganado esa fama de duro? No entiendo muy bien qué es ser un hombre duro. Sí, soy una persona exigente pero solo en lo que se refiere a mí mismo. A veces puedo parecer serio o grosero de puertas a fuera, sin embargo los que de verdad me conocen más de cerca creen que no soy así


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realmente. Soy un hombre sencillo, con deseos simples y debilidades. ¿Dicen que se pasó un verano entero en una choza en forma de barril por encima de los 4.000 metros de altitud para preparar la carrera? Vivo en la ciudad de Terskol, en la región del Elbrus, a 2.200 metros de altitud. Sí, algunas veces duermo sobre 3.700 o 3.850 metros gracias a mis amigos. De hecho, Elbrus es uno de los pocos lugares del mundo donde se puede preparar una carrera a

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gran altitud durante todo el año. Estuve viviendo por encima de 4.400 metros de altitud durante tres semanas. Fue en julio, justo antes de la Lenin Race. El Monte Elbrus no necesita una aclimatación tan completa. No regresé al Elbrus justo después del pico Lenin, así que no puedo asegurar si he usado la aclimatación plenamente. Debo decir que una aclimatación de estas características tiene sus pros y sus contras. Puedes ganar mucho funcionalmente pero a la

vez puedes perder física y mentalmente debido a la altitud y las condiciones de vida que fueron geniales en el pico Lenin gracias a la empresa Aksai-Travel. Uno se cansa de la falta de comodidad diaria, así como del frío, la nieve y el hielo. Creo que quién haya pasado mucho tiempo en la montaña entenderá que quiero decir. ¿Qué falló en la tentativa del récord del Monte Elbrus con el corredor catalán? En las imágenes se ve como Jornet intenta seguir


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pero a los pocos metros da marcha atrás muerto de frío. Se debió al clima. Al fuerte viento y al frío, ¡sin duda! En aquellas condiciones se nos hubiesen congelado las extremidades. Mientras compites es fácil que no prestes atención al hecho de que no sientes las manos o las piernas y de repente te das cuenta de ello. Cosas así me han sucedido a mí. Por lo tanto, creo que la decisión de los jueces de detener la

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carrera era la correcta. Ellos lo sabían mejor que nosotros. Yo no hubiese parado por mí mismo, y Kilian, tampoco. En aquella ocasión el récord no se consiguió incluso no se llegó a la cima. ¿Se prometieron volver a intentarlo juntos? Definitivamente me gustaría volver a tener la oportunidad de competir con Kilian otra vez. Competir contra un rival así de fuerte te hace llegar

hasta el límite. Además, este tipo de competencia es buena para la comunidad deportiva. El corredor catalán intenta rodearse siempre de los mejores en cada disciplina, aprender de ellos para mejorar. ¿Qué le ha podido aportar el conocerle y correr junto a usted? Jornet acaba de batir el récord de ascenso y descenso del Monte McKinley en Alaska en unas condiciones climáticas


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parecidas a las que vivió en el Elbrus. Es difícil de decir. Mejor preguntarle al propio Kilian. Ahora que ha conseguido establecer un nuevo récord de ascenso y descenso de 4 horas, 39 minutos y 17 segundos aunque se le ha escapado por 5 minutos el récord no homologado del ascenso que posee el corredor polaco Andrzej Bargiel desde 2010. ¿Todavía le quedan ganas de volver a intentarlo? Por supuesto. Ese récord no es mío, así que deberé intentarlo de nuevo para superarlo completamente.

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¿Qué ha cambiado en esta ocasión respecto a la del año pasado, teniendo en cuenta que esta vez se ha realizado en agosto y la otra vez se intentó en septiembre con el consiguiente empeoramiento meteorológico? Todas las veces han sido diferentes. A mi modo de ver Andrzej tenía las mejores condiciones. Cuando corrí con Kilian el principal problema era el frío y el fuerte viento. Ahora, cuando corres descendiendo a 4.200 metros de altitud, la nieve se derrite y es muy fina y así es

imposible correr, aunque siempre hay esperanza de que se congele. Pero bueno, eso son excusas. Probablemente yo me calmaría. Sería mejor hacer ejercicio que tratar de encontrar la razón en las condiciones climáticas, etc. Y tratar de batir el récord mientras existe, haciendo lo que sea necesario. Y el Elbrus, el Elbrus es siempre diferente. Kilian Jornet es un amante del minimalismo. Siempre que puede huye del uso de material que exceda de unas zapatillas, un pantalón, una camiseta


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y un ligero cortavientos. Aunque ya vivió en sus carnes el frío de Rusia... ¿Qué material utilizó usted en el Elbrus? Así soy yo. Uso el mínimo de material posible, dependiendo de las condiciones meteorológicas, la estación del año y la altitud en la que voy a correr. En el Elbrus usé mallas, una camiseta y una chaqueta, todo Salomon. Y crampones. Antes de conquistar la montaña más alta del continente europeo se hizo con el récord del pico Lenin. Este pico es de mayor altitud que el Elbrus, en cambio pareció

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que el récord fue coser y cantar. Consiguió batirlo en mitad de una carrera, la Lenin Race Vertical Skymarathon, una carrera de 14 kilómetros que transcurre desde los 4.400 metros de altitud hasta la cumbre del pico. ¿Realmente lo ha conseguido por sorpresa, en el primer intento o ya llevaba tiempo detrás de él? El tiempo no es, en efecto, malo. Honestamente puedo decir que incluso pude hacerlo más rápido. Me perdí al comienzo de la carrera. Perdí bastante tiempo en vestirme sobre los 6.100 metros de altitud y alguna otra pérdida más de tiempo absurda. El año

que viene voy a volver a intentarlo centrando todo mi esfuerzo en evitar este tipo de cosas. Por encima del pico Lenin quedan algunas otras montañas de la antigua Unión Soviética como el pico Ismail Samani (7.495 m) al que anteriormente se le conocía como pico Stalin y después pico Comunismo. ¿Tiene previsto intentar alguna ascensión? En el territorio de la antigua Unión Soviética hay cinco grandes cumbres: el Pico Comunismo (7.495 m), Korzhenevskaya Peak (7.205 m), Pico Lenin (7.134 m), Han Tengri (6.995 m) y Victoria Peak (7.439


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m). Puedo asegurar que tengo un enorme deseo de tratar de correr en cada uno de ellos, así como descenderlos. Este sueño puede hacerse realidad sólo si se tiene un patrocinador que sea capaz de proporcionar un programa de entrenamiento y correr con todos los gastos. Sólo en ese caso se puede hablar en serio de un proyecto así. ¡Y el Everest, por supuesto! Como postre. Es sabido que comparte pasión con Jornet por el Himalaya y que ambos tienen pendientes proyectos en la cordillera más alta del planeta. ¿Han quedado en hacer algún intento en la zona conjunto? No he hablado de eso con Kilian. Claro que estoy interesado en el Himalaya. Hay montañas que son muy peligrosas de hacer uno solo, por ejemplo, el Victoria Peak. Y como he dicho, compitiendo siempre das lo mejor de ti mismo. El hecho de que haya una posibilidad de no ganar me asusta. Cuando la siento doy todo lo que soy capaz de dar y más todavía. Esa sensación me encanta y compito por ella. Jornet alguna vez ha comentado que no le obsesiona batir el récord del francés Marc Batard en el Everest, que data de 1988, cuando tardó 22 horas y 30 minutos en subir y un total de 36 incluyendo la bajada si con ello sacrifica su filosofía. Dice que prefiere llegar 5 minutos más tarde que utilizar 100 metros de cuerda fija o tener a una persona en un campamento con una botella de agua. ¿Qué opina al respecto? Cada persona siente el riesgo a su manera. Depende. Creo que no estoy obsesionado con el riesgo. Es difícil de imaginar, no estoy seguro de si yo preferiría usar una cuerda si con ello gano tiempo, etc. Bueno, depende de la finalidad. Por el récord en el Everest estoy dispuesto a arriesgar mucho. Contando con un milagro y confiar en la suerte. Nosotros, los rusos, tenemos un término especial que describe este tipo de acciones: avos* rusos (risas). Lo que sea, vale la pena.

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¿Intentará algún día superar ese reto? Lo haré. El suyo es un deporte con un alto nivel de exigencia física y en muchos casos con un cierto riesgo a sufrir un accidente, incluso a morir en el intento. ¿Piensa en ello cuando corre en busca de una cima por debajo de los 30 grados centígrados de temperatura, nieve hasta las rodillas y cada vez menos oxígeno que llevar a los pulmones?

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Siempre tengo presente el riesgo pero nunca pienso en la muerte. No tiene sentido pensar en ella. Si estás dudando no empieces, si has empezado no dudes. Esa es mi filosofía. ¿Cómo se prepara para sus retos? Vivo en la región del monte Elbrus. En el período de base el volumen de mi entrenamiento es de 2830 horas por semana de promedio. Y 14-16 horas en bicicleta por semana. No

puedo decir que tengo un plan especial, lo hago de manera intuitiva, sólo para mí. ¿Sigue alguna dieta especial? No hay nada especial en ella. Yo como comida sencilla sin cocinar y casi ninguna especie. Sólo pongo especial atención en los hidratos de carbono, principalmente pasta y alimentos básicos como la carne, huevos, yogur, requesón, etc. Prefiero productos caseros como


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ayran –una especie de yoghurt bebible– o queso. También bebo agua mineral Narzan de fuentes naturales. ¿Le quedan muchos años a este nivel de exigencia? Desde que era niño siempre he estado haciendo deporte. Mucho. Comencé mi carrera como corredor de montaña en otoño de 2009, cuando por primera vez corrí el Elbrus y cuando conocí a mi entrenador actual. No me veo haciendo otra cosa. Seguro que además de subir y bajar las montañas más altas del mundo tiene alguna otra afición. ¿Cómo es Vitaly cuando no corre por la montaña? Las montañas son mi vida, mi trabajo y mi hobby.

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*El avos de Rusia describe una filosofía de vida o actitud de una persona que no tiene en cuenta los posibles problemas o molestias y, al mismo tiempo, espera o tiene la esperanza de que no hayan resultados negativos o consecuencias. Es una actitud que trata la vida como impredecible y que lo mejor que uno puede hacer es contar con la suerte. Representa el optimismo sin fundamento y se puede resumir como “Lo que sea, estoy seguro de que voy a tener suerte”.

Entrevista realizada por Òscar Cusidó Coordinadora de la entrevista: Anna Maleva Fotografías de Andrey Gromov de Elbrus Race y Russian Skyrunning Association



SALUD

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EL CICLISTA VEGETARIANO


SALUD

Si formas parte de un club, peña o grupo ciclista, seguramente ya tienes hecho un estudio individualizado de cada uno de sus miembros y, en función de sus actitudes, aptitudes o bicicleta que posean, ya tienes etiquetado de forma “cariñosa” a más de uno. Desde “el atajos” que no hace falta desvelar el porqué de su apodo, “el pedales” en honor a sus malas experiencias en cada cena anual del club, o hasta Carlos, ciclista que pasa totalmente desapercibido pero aún así es conocido como Carlos el de la Cannondale. Todos estamos catalogados de algún modo u otro. Pues bien, seguro que si perteneces al grupo de individuos o personas que su alimentación se basa únicamente en productos de origen vegetal, o sea, eres vegetariano, es muy posible que ya estés “etiquetado” dentro de tu grupito; aunque, como les hayas dicho que eres vegano, es posible que más de uno ande despistado. Así es, porque si no lo sabíais, vegetariano y vegano es lo mismo. Los vegetarianos llevan una dieta basada

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únicamente en productos de origen vegetal, aunque dentro de estos, hay alguna variedad que se permiten alguna licencia más: Ovovegetarianos: Añaden huevos en su dieta, por lo que si en el almuerzo del domingo te sientas a su lado, podrás pedirles el jamón. Lactovegetarianos: además de los vegetales, incluyen lácteos y sus derivados (queso, cuajadas, yogurt, etc.). Ovolactovegetarianos: Lo que quiere decir que incluyen en su dieta, huevos y productos lácteos. Y aunque existe alguna variedad más de vegetarianos, nos centraremos en aquellos que basan su dieta únicamente en vegetales y que son los que quizás podrían tener un mayor riesgo de sufrir alguna carencia nutricional, circunstancia que podría afectar


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al rendimiento deportivo.

desgaste que supone.

Quizás puede parecer difícil de entender cómo alguien que se alimenta sólo a base de cereales, frutos secos, legumbres, semillas, frutas y verduras, llegue a rendir hasta límites insospechados. Sí, es posible llegar a rendir al igual que otro individuo que lleva una dieta que incluye los alimentos de procedencia animal. Inclusive, aquellos que siguen una dieta suelen gozar de una mejor salud y se ven menos afectados por el colesterol malo (LDL), ya que no consumen grasas saturadas, suelen tener un porcentaje graso corporal menor, una menor propensión a sufrir diabetes tipo II y un mejor control de la tensión arterial.

Alguien vegetariano suele tener un conocimiento mayor a nivel nutricional ya que, en cierta forma, tiene que preocuparse de extraer de su dieta vegetal determinadas vitaminas o proteínas que sólo pueden aportar algunos productos de origen animal. Y es que los alimentos de origen vegetal contienen minerales o vitaminas con una absorción muchísimo menor frente a productos animales; las proteínas que contienen los vegetales también suelen tener un valor biológico mucho menor que los alimentos de origen animal. El valor biológico de la proteína viene definido por:

Son muchos los deportistas profesionales y de alto nivel que basan su dieta únicamente en productos de origen vegetal y con excelentes resultados. Por ejemplo, los hermanos y triatletas Eneko y Héctor Llanos son vegetarianos, y el triatlón mira si requiere una dieta completa debido al

- La cantidad de aminoácidos esenciales que contiene el alimento. - Que dichos aminoácidos se encuentren en un porcentaje adecuado. Y que sean de fácil asimilación.


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Por ejemplo, en este cuadro puedes ver la diferencia entre la proteína animal y vegetal referente a su digestibilidad (porcentaje de proteína adsorbida y que pasa a la sangre como aminoácidos), valor biológico (descrito en párrafo anterior), menor proporción de algunos aminoácidos necesarios para el organismo y el exceso de estos, tanto en proteína vegetal como animal.

Posibles carencias de la dieta vegetariana Aquellos que siguen una dieta vegetariana estricta, a diferencia de aquellos que incluyen huevos y leche, tienen más riesgo de sufrir alguna carencia importante en alguna vitamina y mineral. Vitaminas Es el caso de la vitamina B12 que no se encuentra en ningún alimento vegetal. Además, esta vitamina es de vital importancia para un deportista -al sufrir un mayor desgaste- ya que puede caer en una anemia en caso de carencia. Dicha vitamina interviene en la formación de los glóbulos rojos, además del mantenimiento del sistema nervioso central. Por lo tanto, se hace necesario ingerir alimentos enriquecidos con vitamina B12; otra solución sería su aportación con suplementación específica. Otra deficiencia puede ser la vitamina D. En este caso, es conveniente tomar cereales


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enriquecidos con dicha vitamina (en el desayuno, por ejemplo) o, si tomas tostadas, añadir unas pinceladas de margarina. Es necesario exponerse al sol para la asimilación de la vitamina D. No creemos que tengas mucho problema si eres ciclista, salvo que seas de los que sólo haces rodillo y estás siempre bajo techo. En este caso, debes salir diariamente a que te de el sol dando un pequeño paseo. Oxalatos y fitatos Los oxalatos y fitatos son componentes de algunos alimentos vegetales que impiden que la asimilación de determinados minerales sea la adecuada; y son perjudicados particularmente el zinc, hierro y calcio. Alguien omnívoro también se ve afectado por estos componentes pero tendrá menor problema a la hora de extraer los micronutrientes porque los encontrará en altas dosis en alimentos de origen animal y además con una mayor biodisponibilidad, pero alguien como un ciclista vegetariano que tiene que extremar el aprovechamiento

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nutricional de los vegetales, debe mostrar más esmero e intentar no mezclar en una misma comida alimentos que aporten los minerales descritos con alimentos en un alto contenido de oxalatos y fitatos. Alimentos ricos en oxalatos: espinacas, remolacha, acelga, cacao en polvo, germen de trigo, perejil. Alimentos ricos en fitatos: salvado de trigo, cereales sin procesar y legumbres. Minerales Un ciclista con dieta vegetariana puede tener más riesgo de sufrir carencias de los minerales como el zinc, el hierro y calcio. El zinc, que contienen las frutas y verduras, tiene mucha menor disponibilidad que el existente en los alimentos de origen animal. Hay que intentar consumir gran variedad de productos integrales, guisantes, maíz, zanahoria, frutos secos, dátiles y legumbres. La levadura es otro de los productos que se puede tomar como suplementación, que además de ser rico en vitaminas del grupo B


SALUD

(muy importantes en el deporte), aporta zinc. El calcio es otro de los minerales que puede ser deficitario. Un vegetariano tiene que consumir frutos secos y en especial verduras de hoja verde. Sin embargo, algunas verduras de hoja verde como son las espinacas y las acelgas contienen fitatos y oxalatos que dificultan la asimilaci贸n de hierro. Otra sugerencia es consumir productos enriquecidos con calcio. El hierro es un mineral muy importante en la dieta de cualquier individuo, pero en este caso m谩s. El hierro de origen vegetal (hierro no hemo), se encuentra en legumbres, verduras y frutos secos. Se absorbe en muy poca cantidad, entre un 2% y 20%. Por eso, si eres vegetariano, debes vigilar tus niveles de hierro y consumir alimentos vegetales que contengan cantidades apreciables de

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este mineral. Cuando se ingieran productos con hierro no hemo, es muy importante que tengas en cuenta las pautas de no mezclar determinados alimentos en la misma comida, con el fin de facilitar su absorci贸n. La vitamina C es la mejor aliada del hierro, por lo que debes intentar mezclar productos ricos en hierro con esta vitamina. Algunos alimentos ricos en hierro: frutos secos, s茅samo, lentejas, garbanzos y albaricoques secos.


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Además, hay determinados medicamentos que impiden la absorción de hierro:

Por lo tanto, si quieres dar el paso a una dieta vegetariana, lo más recomendable es que te pongas en manos de un profesional si no quieres provocarte alguna carencia importante que afecte tu rendimiento.

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Bibliografía La dieta vegetariana, limitaciones y sus posibles efectos en el rendimiento físico-deportivo: Aritz Urdampilleta Otegui, José Miguel Martínez Sanz. Aguilar, M. La dieta vegetariana. Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 1990. Deutsh, RM; Morrill, J. Realities of nutrition. Bull publishing company. Ninivaara, FP; Antila, P. Valor nutritivo de la carne. Editorial Acribia, Zaragoza, 1973.

Chema Arguedas, Alimenta tus pedaladas Joan Ramón Barbany, Alimentación para el deporte y la salud


NOVEDADES

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MARKER KINGPIN REVOLUCIONA LA TECNOLOGÍA PIN La nueva Kingpin de Marker redefine el estándar en la tecnología de fijaciones Pintech: La innovadora fijación alpina touring de altas prestaciones, es la primera fijación Pintech del mundo en obtener el certificado DIN ISO 13992:2007 de la prestigiosa organización Alemana de pruebas TÜV. Desarrollada para una amplia gama de entornos de esquí, Kingpin es un producto que destaca en: Protección, seguridad, rendimiento a través de la óptima transmisión de energía y confort por la facilidad del funcionamiento en modo de esquí y modo travesía. La Kingpin tiene un definido y configurable ajuste de liberación que se dispara de forma fiable. Incluye una activa función compensatoria de la longitud para asegurar la liberación adecuada, incluso cuando el esquí se flexiona. El diseño pionero de la talonera permite la transferencia directa de energía sin ninguna pérdida, es decir, el mejor rendimiento posible para esquiar tanto en el ascenso como en el descenso.

LA HERO4, LA LÍNEA DE CÁMARAS MÁS POTENTE HASTA EL MOMENTO La tecnología de imagen premiada con un Emmy® se combina con una mayor facilidad de uso y nuevas y potentes características como 4K30, 2.7K50 y 1080p120 en captura de vídeo (Hero4 Black) y una pantalla táctil integrada (Hero4 Silver), para que sea más fácil capturar imágenes de uno mismo y compartir contenido impresionante de calidad profesional de sus experiencias favoritas. La Hero4 Black ofrece un rendimiento 2 veces mayor a su antecesor y una calidad de imagen de cine a 4K y 30 frames por segundo (fps), 2.7K a 50fps y 1080p a 120fps, eliminando virtualmente el rolling shutter y permitiendo mejorar los efectos en cámara lenta. Se ha rediseñado por completo el sistema de audio de alta fidelidad multiplicando por 2 el rango dinámico comparado con los modelos anteriores. Otras mejoras son la calidad de imagen, el rendimiento a baja luz, la posibilidad de etiquetar los mejores momentos y la mejora del interface de usuario que permite acceder a todas las funciones y controles de la cámara de una manera fácil y rápida. La Hero4 Silver ofrece la misma calidad de imagen profesional que la Hero4 Black sin algunos de los modos de captura de vídeo de mayor rendimiento, como 4K30, 2.7K50 y 1080p120. Incluye una brillante pantalla táctil incorporada para aquellos que prefieren la comodidad y facilidad de uso frente a la potencia ilimitada de la Hero4 Black.


NOVEDADES

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LA SPORTIVA MUTANT-máximo agarre Zapatilla de Mountain Running muy estable y versátil. Ideal para carreras de montaña de media y larga distancia. Destaca por el confort gracias al sistema Fusion Gate, que permite un gran control del volumen del pie. Además añade el sistema Spyral Tongue que integra la lengüeta y una polaina integrada que facilita un rápido calzado y evita la entrada de piedras y barro. Integra una suela de taqueado muy marcado y con una mezcla muy adherente diseñada para terrenos blandos y grasos a la cual se le puede incluir el sistema de tacos metálicos AT Grip. Drop: 10 mm. Construcción: Malla transpirable resistente a la abrasión y con polaina integrada. Forro: Mesh antideslizante. Media suela: MEMlex EVA inyectada con estabilizadores insertados. Suela: Frixion XF (verde), muy adherente. Plantilla: Ortholite Mountain Running Ergonomic 4 mm. Tallas: 36-47’5 (incluye medias tallas). Peso: 320 gr. (medio par).

LA SPORTIVA SYBORG IDEAL PARA EL ESQUÍ DE TRAVESÍA Uno de los platos fuertes viene del esquí de travesía, disciplina que cada vez practican más aficionados para seguir disfrutando de deportes aeróbicos, en un entorno privilegiado. En este apartado La Sportiva Syborg es la ganadora del ISPO Award 2014, una bota de skimo ideada tanto para entrenamiento como para competición. La Syborg combina las innovaciones de la Strato Cube con una carcasa de Grilamid®, obteniendo, de este modo, ligereza en la subida y durabilidad para largas temporadas. El sistema de bloqueo “Race-Ready” de leva, única con mecanismo Cavo Bike, permite pasar de la modalidad “walk” a la modalidad “ski” rápidamente, con un único gesto rápido, obteniendo una excelente fijación ideal para el descenso. Es destacable la capacidad de los ingenieros de La Sportiva en conseguir una bota de semejantes prestaciones con un peso de 785gr, esto es posible gracias a la combinación del carbono y el uso de Grilamid®.


NOVEDADES

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POLAR Y LOOK LANZAN NUEVOS PEDALES DE POTENCIA PARA CICLISTAS POLAR y LOOK unen fuerzas nuevamente para presentar un nuevo stantard en la medición de la potencia ciclista. Con Kéo Power Bluetooth® Smart, los ciclistas obtienen información precisa sobre la intensidad de su esfuerzo, miden la potencia que producen y cómo esto afecta a su rendimiento. El nuevo Kéo Power Bluetooth® Smart incluye dos pedales LOOK Kéo Power y dos transmisores POLAR Bluetooth Smart™ totalmente renovados. Mide la potencia (en vatios), el balance izquierda/derecha, la cadencia y la eficiencia ciclista. También proporciona el vector fuerza, que informa al deportista sobre su técnica ciclista mostrando cómo ejerce la fuerza sobre el pedal. Y todo esto con la máxima precisión y ligereza (sólo +200g que Kéo Blades versión Titanium). El set incluye un pedal que mide la potencia, un pedal standard y un transmisor. Es ideal para ciclistas que desean conocer la potencia total sin necesidad de obtener un análisis de la variación entre la pierna izquierda y derecha. Los nuevos transmisores metálicos de titanio, son más finos y son compatibles con la mayoría de bicicletas. Su facilidad de montaje permite cambiarlo de una bici a otra. Son compatibles con los modelos Polar V800 y V650. También funcionan con cualquier dispositivo con tecnología Bluetooth® Smart que detecte datos de potencia.

POLAR M400, ESENCIAL PARA TU RUNNING El nuevo Polar M400 es el compañero perfecto para corredores urbanos y trail runners que buscan constantemente nuevos retos para desafiar sus límites. Combina la precisión GPS con el registro de actividad 24/7 utilizando la más avanzada tecnología Bluetooth® Smart. Su atractivo diseño, ligero y compacto, invita a llevarlo en cualquier momento del día. Es resistente al agua y su pantalla de alta resolución permite una clara visualización de la información en condiciones climatológicas adversas o cambios de luz. El Smart Coaching proporciona guías de entrenamiento para conseguir la máxima eficiencia de cada sesión y muestran el efecto del entrenamiento. Registra los pasos realizados, las calorías y muestra alertas para interrumpir largos periodos de inactividad. Registra cada detalle del entrenamiento como el ritmo, la distancia y la altitud gracias al GPS integrado. Back to Start indica la dirección y la distancia más corta para volver al punto de partida, sin miedo a perderse en plena naturaleza. Saber el tiempo de llegada estimado en base al ritmo o distancia y conocer el Running Index (rendimiento de carrera basado en frecuencia cardíaca y velocidad) son dos factores más que contribuyen a seguir la evolución en la mejora del rendimiento.


Vèrtic en:


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OXSITIS HYDRAGON 10 BOTTLE. VERSATILIDAD Y RESISTENCIA

Alejandro Molina

Si una marca ha entrado con fuerza en los últimos tiempos en el ámbito de los sistemas de hidratación y mochilas para la práctica del trail running, esa ha sido la francesa Oxsitis. Dentro de su gama de productos, nos ha parecido interesante realizar la prueba de un modelo de mochila, denominado Hydragon 10 Bottle, dado que, por

cualidades y capacidades, es seguramente uno de los modelos más polivalentes de la marca. Al comenzar a analizar sus características principales, descubrimos, ya a primera vista, que su construcción ofrece una gran robustez. No se ha escatimado a la hora de dotarla de un tejido principal bastante contundente y que augura alta resistencia al desgarro, así como de unas cremalleras


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de gran calidad. Todo ello va en detrimento de su peso que, cercano a los 400 grs. sin bidones, no es precisamente la más ligera de su categoría. De todos modos, su alta resistencia y el grado de protección que, en caso de lluvia, ofrece al material que portemos en su interior, puede compensar, en muchos casos, este pequeño lastre de más. Por lo demás, nos encontramos dos compartimentos principales en la parte trasera. El primero, el más pegado a la espalda, es de gran capacidad y cuenta con un velcro destinado a fijar un depósito de agua. A su vez, advertimos que dicho compartimento, aunque dispone de cierre con cremallera, no está plenamente aislado,

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ya que tan solo lo separa de nuestra espalda una rejilla y el acolchado del sistema “airback”. Este sistema está diseñado para brindar a nuestra espalda mayor ventilación, tratando de contrarrestar la merma en la misma que supone llevar una mochila puesta. El acolchado se antoja un poco voluminoso, para lo que se estila en este tipo de mochilas, pero todo apunta a que será efectivo. El otro bolsillo trasero también tiene unas dimensiones respetables y dispone de cierre vertical de cremallera. En su interior descubrimos una serie de compartimentos que facilitan en gran medida llevar determinadas cosas perfectamente ordenadas, suficientemente protegidas


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y localizables sin esfuerzo. En uno de sus bolsillos descubrimos una manta térmica de generoso tamaño. Pasando ahora a la parte delantera, contamos, a ambos lados de los tirantes, con dos grandes bolsillos abiertos, en los cuales podremos alojar sin problema desde pequeños dispositivos soft flask hasta bidones de gran capacidad. Justo encima de cada uno de estos bolsillos tendremos otro más, de tamaño medio/bajo y provisto de cremallera muy adecuado para alojar geles, barritas, sales e incluso, el teléfono móvil o una mini-cámara. Su protección es bastante buena, gracias a la comentada robustez del tejido exterior y el forro acolchado del que está cubierto su interior. Al lado de los bolsillos destinados a alojar los bidones nos encontramos con una peculiaridad. La Hydragon 10 dispone de unas cinchas elásticas cuya misión es la de permitirnos fijar los bastones. Confesamos que es una de las características que más nos ha llamado la atención de este modelo y deseamos ponernos en marcha para comprobar su funcionamiento. Antes de ello, solo comentar finalmente que la mochila se ajusta mediante dos velcros situados en la lateral inferior de la mochila y por dos cinchas, una pectoral que no es regulable y dispone de silbato, y otra situada en la parte inferior del pecho (más o menos a la altura del diafragma), que se ajusta mediante velcro y está equipada con un porta dorsal magnético. Abundando en su ajuste, advertir que con la Hydragon 10 hemos de acertar plenamente con la talla, ya que su capacidad de ajuste, en caso de no elegir un tamaño adecuado a nuestra envergadura, es limitada.

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EN MARCHA Con la Hydragon 10 hemos realizado numerosos entrenamientos con carácter previo, hasta ponerla realmente a prueba en el Ultra Trail de Sierra Nevada. Desde el primer momento sentimos que el confort es elevado, gracias a una ergonomía que incluso hace que se sienta mucho menos cargada de lo que en ocasiones la llevábamos. El ajuste también contribuye a ello. Aunque no llevemos las cinchas y tirantes especialmente ceñidos, la mochila no se moverá de su ubicación, permitiendo olvidarnos incluso de que la llevamos puesta. En este aspecto, nos ha parecido siempre muy adecuado no ajustar con firmeza la cincha inferior, dado que su ubicación puede incomodar en caso de sentir presión en la zona del diafragma. La buena noticia es que, con apretarla levemente, es más que suficiente para que la parte inferior de los tirantes (donde se encuentran los bidones), no se mueva en absoluto. En cuanto a los tirantes, aun disponiendo de los grandes bolsillos con los bidones en su interior, los brazos podrán moverse con libertad, ya que el contacto con los mismos será mínimo. Lo cierto es que la mochila no se mueve ni resulta intrusiva a la hora de correr. Por su parte el acceso a los bidones, así como a los bolsillos con cremallera de los tirantes es muy adecuado y cualquier maniobra se puede ejecutar con la debida rapidez. Nuestra mayor incertidumbre era el comportamiento de la mochila portando bastones. Para ello procedimos a colocar unos bastones plegables en sus respectivos dispositivos de fijación y realizamos varios entrenamientos con esta configuración.


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Por una parte, la maniobra -tanto a la hora de sacarlos como de volver a fijarlos- no se realiza cómodamente ni con rapidez. Al tener cada bastón en un sitio diferente, ello obliga a liberar uno de ellos para, después, con una mano ocupada en sostener un bastón, realizar la misma maniobra para liberar el otro (lo que no resulta demasiado fluido, por mucha práctica que se adquiera). A la hora de volver a guardarlos, se repite el inconveniente, solo que a la inversa. Todo ello desemboca en que –frecuentementese decida aguantar con los bastones en las manos, que es lo que precisamente se trata de evitar con un sistema de fijación de fácil acceso.

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El otro inconveniente es que, aunque no resulta para nada intrusivo para los brazos, llevar los bastones en esa ubicación sí que produce esporádicos roces entre la parte inferior de los bastones y nuestro cuerpo. Lógicamente, estos serán mayores o menores -en función de la longitud de los bastones- pero, en cualquier caso, rozarán con nuestra ropa. Cabe destacar que esto puede ocasionar -a la larga- algún deterioro de la prenda que llevemos puesta. A su vez, si los bastones se han ensuciado, inevitablemente, mancharán nuestra ropa. Debido a este último inconveniente, desaconsejamos la utilización de bastones telescópicos, dada su mayor longitud. En definitiva, nuestra conclusión es que es


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un sistema de fijación innovador y parece muy adecuado a priori, pero también tiene unos inconvenientes que debemos tener muy en cuenta. Por lo demás, celebramos, bajo la lluvia, el grado de protección que el tejido exterior otorga. Los días en que el líquido elemento nos ha sorprendido a modo de intermitentes aguaceros, y no llevábamos el material envuelto en bolsas de plástico, temíamos sacarlo después totalmente mojado. No obstante, afortunadamente, no fue así. Un punto a favor muy a tener en cuenta. A continuación, os mostramos un vídeo en el cual se transmite claramente la experiencia de uso de la Hydragon 10: Con todas estas conclusiones sacadas, decidimos testear la Hydragon 10 en la pasada edición del Ultra Sierra Nevada. A la hora de proceder a guardar todo el material obligatorio en la misma, procedimos conforme os mostramos en el siguiente vídeo: Durante el transcurso de la prueba, la Oxsitis Hydragon 10 nos ofreció un grado de comodidad muy alto. La sentíamos plenamente integrada en nuestro cuerpo y su capacidad de ventilación fue muy adecuada. En ningún momento nos generó agobio ni la percibimos aparatosa (a pesar de llevar los bastones fijados). El material iba correctamente acomodado, y sin tener que comprimirlo en su interior. Lo cierto es que sus 10 litros de capacidad se mostraron más que suficientes para alojar todo el material obligatorio, a pesar de que la mochila no es expandible ni mínimamente elástica. También tuvimos en cuenta la premisa de colocar el cortaviento y pantalón impermeable en el bolsillo cuyo interior está en contacto con nuestra espalda, ya que son dos prendas que -aunque las mojemos con nuestro sudor- no se verán afectadas por ello.

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Solo dos aspectos nos parecieron mejorables. El principal, lo mencionado respecto al sistema de fijación de los bastones, el cual provocó que siempre tuviéramos que tener una razón poderosa para sacarlos y -en varias ocasionesdecidiéramos cargar con ellos en las manos antes de volver a realizar la (un tanto tediosa) maniobra de guardado.

compartimentos de la parte trasera. A su vez, cuando la luz natural hizo totalmente prescindible el uso del frontal, tuvimos también que quitarnos la mochila para guardarlo en este mismo bolsillo posterior. Nuestra conclusión es que los bolsillos laterales (que sí incorporan otros modelos de Oxsitis) son muy funcionales y en la Hydragon 10 se echan de menos.

Por otra parte, la ausencia de bolsillos laterales (a los que pudimos acceder sin quitarnos la mochila) es un hándicap en pruebas largas. Cuando los geles y barritas que portábamos en los bolsillos de los tirantes se acabaron, nos vimos obligados a parar y realizar la reposición con los que llevábamos en el interior del bolsillo con

De todos modos, al respecto, existe un “workaround” (gracias a la cincha de ajuste pectoral inferior) que puede librarnos de quitarnos la mochila e, incluso, con cierta destreza, de detenernos totalmente (aunque nos obligue a caminar). Este sistema es más sencillo si no llevamos los bastones fijados:


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1. Soltamos la cincha pectoral superior y liberamos uno de los tirantes. 2. Sin liberar la cincha inferior, giramos la mochila hasta tener la parte trasera delante de nosotros. 3. Accedemos al material necesario. Repetimos la maniobra en sentido inverso para volver a colocarnos la mochila. Por lo demás, la experiencia fue muy satisfactoria. La Hydragon 10 hace que se disfrace la sensación de carga como ninguna, su ergonomía resulta muy acertada y facilita que no tengamos pérdidas de equilibrio. Los materiales, a la vez que resistentes, no son en absoluto agresivos con nuestra piel. Sobre su resistencia queremos destacar también que sus cremalleras aguantarán perfectamente muchos usos sin que la sal haga de las suyas sobre las mismas. CONCLUSIÓN La Oxsitis Hydragon 10 nos ha parecido -como augurábamos- una mochila muy polivalente, ya que, al no sentirse voluminosa y poder llevar la carga muy bien organizada, la hace apta para media y larga distancia. Cuando la mochila va medio vacía, el contenido no irá rebotando incómodamente y -a su vez- si decidimos llevar mucho material, veremos que su capacidad es más que suficiente para portar todo lo necesario. Tan solo el sistema de bastones (precisamente, uno de sus signos de diferenciación) y la ausencia de bolsillos laterales nos parecen aspectos mejorables en un producto que valoramos como de excelente calidad. Álvaro Rodríguez

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CORRIENDO POR AHÍ JUNGFRAU MARATHON


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“La maratón más bonita del mundo” Dicen las estadísticas que esta es la maratón más bonita del mundo, así que he viajado hasta Suiza para comprobarlo. La respuesta está clara: tienen razón. La Jungfrau Marathon, que este 2014 ha celebrado su 22ª edición, parte desde la turística localidad de Interlaken (568msnm) para terminar en Kleine Scheidegg (2061msnm). Alrededor de la línea de meta se levantan colosos de más de 4.000 metros de altitud, como el Jungfrau (4.158), el Mönch (4.107) y el Schreckhorn (4.078). Sus paredes cuasi verticales y cubiertas de nieve quitan todavía un poco más el aire a los corredores. Estar ahí arriba impresiona. Y llegar corriendo es un reto que no todos pueden alcanzar.

La carrera forma parte de un fin de semana festivo a las acaballas del verano suizo. La ciudad de Interlaken se viste de gala para acoger la milla de élite (sólo para corredores invitados, varios de ellos medallistas europeos y mundiales). Esta milla se disputa el viernes por la tarde, rodeando el prado que hay delante del lujoso Hotel Victoria; un prado que usan los aficionados al parapente para volver a tocar el suelo pasados varios minutos en el aire. Justo antes, se disputan también carreras para niños, sillas de ruedas, discapacitados y una fun-run de 4,2195 km para todo el que quiera. Pero el mayor espectáculo empieza el sábado por la mañana. Después de un baile de banderas y la entonación del himno nacional de Suiza, la pistola marca el inicio


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de un reto mucho mayor que el de correr 42,195 kilómetros. Se trata de una maratón atípica que combina el asfalto con los caminos de tierra y algún que otro sendero. Una maratón que se reserva para el final el tramo más duro, como si el famoso muro del kilómetro 30 tuviera que ser físico de verdad. Los primeros cinco kilómetros transcurren dentro de la ciudad de Interlaken para luego llegar a la ciudad de Bönigen y remontar el río Lütschine hasta la población de Lauterbrunnen. Hasta ahí, el kilómetro 25, el desnivel ha sido pequeño pero está a punto de empezar lo peor. Las rampas del kilómetro 25 son tan intensas que las marcas kilométricas aparecen cada 250 metros (y aun así tardan mucho en llegar). La población de Wengen, en el kilómetro 30 y a 1.257 metros de altura, es un canto al optimismo. Numerosos paisanos, y otros muchos que llegan en el tren cremallera,

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abarrotan las calles y plazas para animar a los atletas. El terreno suaviza un poco la inclinación y parece que la meta ya está más cerca. Pero es sólo un espejismo. La meta se aleja cada vez más a medida que nos acercamos a las nubes. El oxígeno es cada vez más escaso a medida que nos alejamos de la civilización. Pero la embriaguez del paisaje todo lo puede. Nadie dice que esté prohibido caminar así que cuando las fuerzas (o el oxígeno) brillan por su ausencia, es momento de levantar la cabeza del suelo y, mientras caminamos poco a poco, contemplar la belleza de las montañas que nos rodean. Esporádicamente aparecen aficionados encargados de animar a los atletas, y el ruido del tren cremallera se encarga de devolvernos a la tierra. Pero el sabor del esfuerzo se disfruta mucho más cuando se padece en soledad, en esta inmensa soledad.


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Trompetistas suizos (de esos con trompetas que llegan al suelo) entonan melodías patrióticas al paso de los corredores. Y el famoso gaitero del kilómetro 40,5 (el punto más alto del recorrido) no falla a su cita anual y toca la gaita desde que pasa el primer corredor hasta horas más tarde, cuando ya sólo quedan los más rezagados. De pie, encima de una piedra, su figura imponente inspira respeto. En otro lugar sería motivo de burla pero ahí, en el punto más duro de la carrera, su presencia imprime calma y paz. Y así acaba la maratón más bonita del mundo (aunque también la más dura), con un kilómetro de bajada que no se sabe si ayuda o todavía molesta más. Pero la

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línea de meta es una bulliciosa fiesta que se clausura cuando uno quiere. Porque cuando uno decide que ya está recuperado, se sienta en el tren cremallera y baja hasta Interlaken. Y este viaje, sin duda, es el más sorprendente. Porque deshacer cuesta abajo lo que se ha corrido cuesta arriba lleva más de una hora. Entonces, cada atleta descubre que su gesta ha sido tremenda y esboza una segunda sonrisa en la cara mucho más grande que la que esbozó al cruzar la línea de meta. Porque acabar una maratón es más o menos fácil, pero acabar la Jungfrau Marathon está al alcance de pocos. Marc Roig


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LAS 5 PRUEBAS DE “THE NORTH FACE ULTRA-TRAIL DU MONT-BLANC”

UTMB-CCC-TDS-OCC-PTL

Desde el año 2003, viene celebrándose una de las carreras por montañas más emblemáticas: UTMB (The North Face Ultra-Trail Du Mont-Blanc). Es una carrera mítica -limitada a 2.300 participantes- donde los corredores recorren 168 kilómetros con 9.600 metros de desnivel positivo con salida y llegada en Chamonix. Con el paso de los años, la organización ha ido creando nuevas carreras. En el año 2006, nació la CCC (Courmayeur-Champex-Chamonix), carrera de 101 kilómetros y 6.100 metros de desnivel positivo (limitada a 1.900 participantes). En el 2006, empezaba una gran aventura: la PTL (La Petite Trotte à Léon), donde los corredores participan en equipos de 2-3 corredores teniendo que recorrer 300 kilómetros con 28.000 metros D+. En el año 2009, se celebraba la primera edición de la TDS (Sur les Traces des Ducs de Savoie), con llegada y salida en Chamonix, carrera de 119 kilómetros y 7.250 metros de D+ (limitada a 1.600 corredores). Por último, en esta nueva edición vio la luz la OCC (Orsières-Champex-Chamonix), carrera de 53 km con 3.300 metros de D+ (limitada a 1.200 corredores). Todas las carreras tienen una misma particularidad: son carreras en semiautosuficiencia, a excepción de la PTL que es autosuficiencia total. Sólo el hecho de estar en la salida de cualquiera de estas carreras es un privilegio. Estas crónicas reflejan a la perfección que se siente al cruzar la línea de meta en Chamonix.


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PATRICK A. MÜLLER Y MARTA MUIXÍ VIVIERON LA UTMB Viernes, el día D. Nos desplazamos a Chamonix. Sin prisas. No quiero ni ir vestido. Lo primero, entregar la bolsa de recambio y luego improviso una zona donde cambiarme, en el mismo paseo. Ya veía a la gente vestida. Una vez entregada la bolsa para Courmayeur, me siento más liberado. A las 16:30h, se nota la subida de revoluciones, se va cargando el ambiente. Troto un poco con toda la armadura y mochila puesta para soltar un poco, me noto cómodo pero pesado, últimas fotos antes de la salida, besos de despedida y rumbo al arco de salida. Nos acercamos un poco a la plaza y está súper llena, así que vamos a la fila de uno de los callejones laterales. En la fila estoy solo, así que saboreo el hecho de estar allí.

“El juego de luces, el sonido del río y una gran hoguera de fuego hicieronmágico el paso por Notre Dame La Gorge”

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Empieza la cuenta atrás, suena la canción de Vangelis -un clásico en la UTMB-, llueve, helicóptero con las nubes negras de fondo, el Mont Blanc de frente, los pelos de punta, la emoción me atraviesa el cuerpo de arriba abajo. 3, 2, 1…empieza el sueño. La salida es muy lenta, hecho que hace que me desespere un poco. Empiezo a trotar a gusto y a adelantar gente sin parar, teniendo toda la UTMB delante de mí. Empieza a diluviar, esto es justo lo que no quería. Da igual. Ya estamos en marcha, no hay vuelta atrás. En 2h-3h, veré a Estela y Alejandro en Saint Gervais, km 21 aprox. Sufro una primera caída de boca en el km 15, una raíz que apareció de la nada. Esto es lo malo de estas carreras con tanta gente al principio, ya que no puedes ver bien lo que hay delante tuyo. No obstante, esto me hace subir más la adrenalina.


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Cuando paso por Saint Gervais, oigo los gritos de mi mujer y mi hijo: ¡Vamos papá! ¿Estás bien? Todo OK señalo con mi dedo pulgar arriba. Al alejarme, Alejandro me grita: ¡Ánimo y suerte! Por dentro, sabía que lo bueno estaba por llegar, todo esto era un mero calentamiento. Esas dos palabras de mi hijo me hicieron volver a emocionarme, iba a lo desconocido. Nos metíamos ya por bosque y la cosa pintaba para tener muchísimo cuidado, siguiendo el ritmo más o menos esperado y sin desgastar mucho, concentrado al máximo para no resbalar y tener otro percance. El suelo muy embarrado, los pies pesaban del agua y del barro y había muchísima humedad. Lo que más me llamó la atención son los ánimos de la gente; los españoles te animan

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cuando te acercas a los pueblos, te sube el ánimo: ¡Vamos Patrick! A veces, creía que eran conocidos, pero no, eran anónimos. La verdad es que se agradecen esos ánimos. La gente en carrera, sin embargo, apenas habla. Hay que ahorrar energías. Yo tampoco estaba para mucha cháchara, así que tampoco buscaba mucha conversación en los puntos de avituallamiento. Paso Les Contamines. Se me hace largo por tanto serpenteo dentro del bosque y por la máxima concentración que llevo. Me pongo el frontal y pasamos por la zona de Notre Dame de La Gorge, una iglesia en medio de un lugar espectacular. Era ya de noche, y el juego de luces, el sonido del río y una gran hoguera de fuego hicieron mágico el paso por aquel lugar.


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Subida hacia La Balme al refugio Croix Bonhomme. Primer pico coronado, hace frío, así que toca mantener ritmo, no quiero sacar más ropa porque llueve a ratos y no quiero cargar con la ropa húmeda. Aguanto a buen ritmo cómodo de subida sin pasarme, los tiempos más o menos encajaban, estaría en Courmayeur sobre las 14h de carrera. Bajada a Les Chapieux, muchos resbalones y alguna torta de la gente, avituallamiento y vuelta a subir al Col de la Seigne. Subida larga y espectacular. El juego de luces era increíble. Nuevo avituallamiento en Lac Combal, Arête du Mont-Favre, Col Chécrouit y Courmayeur. En Courmayeur me hago la cura de mis pies agrietados y, entre reponerme, cambiarme, curarme, bolsa de recambio, comer algo y coger un respiro se me va más de 1h. La salida se me hace muy pesada y me cuesta

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mucho coger ritmo. La subida a los refugios Bertone y Bonatti y el tramo hasta Arnuva fue cuando peor me encontré en toda la carrera; no cogía ritmo, tenía sueño, pero sabía que debía seguir, tenía que luchar por mi sueño, por todos los conocidos que darían lo que fuera por estar allí. ¡Esta era una oportunidad única! En Arnuva volví a recobrar fuerzas, paré en cada avituallamiento y me hidraté y alimenté bien, los calditos milagrosos hicieron efecto. Estaba preparado para la ascensión al Grand Col Ferret. Llegué a Grand Col Ferret tras 21h39 de carrera y me entró un subidón. En la bajada me divertí mucho, me encantó, por fin podía correr bien, recuperaba las piernas y la cabeza. Llegué a adelantar a unos 200 participantes en ese tramo hasta Champex Lac.


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En Champex Lac sabía que quedaban tres picos para llegar a Chamonix, pero no sabía el tipo de terreno que me encontraría, ni cómo reaccionaría mi cuerpo en la segunda noche tras 25h 36’ en carrera. Hacer una maratón de montaña con unos 6.000 metros acumulados tras 25 horas es duro. Empieza a caer la noche y de vuelta al frontal. El tipo de terreno era embarrado, boscoso, complicado y de noche y cansado sé que me va a llevar más de la cuenta. A mi llegada a Trident, sobre las 30h de carrera, veo que se va a alargar y aviso a mi mujer. Esas tres cumbres, unos 3km verticales por terrenos complicados, me llevó la friolera de 8h y media. Subiendo todo lo fuerte que podía y bajando con mucho cuidado porque resbalaba por todos lados, me encuentro

“Sólo quiero agarrar la manita de Alejandro y entrar juntos por el arco triunfal de la UTMB”

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con niebla, frío, ya mal cuerpo, varias tortas y alucinaciones. Finalmente, ya amaneciendo, bajo de La Flegere, donde con la humedad y la piedra mojada más que un sendero era una pista de patinaje. Los últimos 8 km me parecieron interminables. Mis rodillas estaban justitas, los tobillos tras un par de percances también, y una molestia en el cuádriceps derecho casi no me dejaba correr. Vuelvo a llamar a mi mujer y le digo que en 40’ más o menos estoy por allí. “Estamos en meta desde anoche”, me dice. Me saltan unas lágrimas y tiro como puedo para Chamonix. ¡Qué grandes! La entrada a Chamonix la hago con Juan Carlos, la única persona con la que pude


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hablar un poco en la última subida desde Vallorcine. La hacemos juntos y veo al fondo a mi gran Alejandro corriendo hacia mi ¡Qué fuerte! Este es el momento que llevo esperando 38h ¡Qué emoción! El cansancio no me deja emocionarme más, sólo quiero agarrar la manita de Alejandro y entrar juntos por el arco triunfal de la UTMB… Un reto, un sueño cumplido y un sueño merecido por todo lo que había luchado para llegar hasta allí ¡Finisher de la UTMB! Quiero agradecer especialmente a mi familia por apoyarme en todo momento desde Chamonix y Lanzarote, a mis amigos, y a mi equipo HH Trail Team por realizar un gran seguimiento de la prueba y enviarme ánimos y apoyo antes, durante y después de la prueba. A mi entrenadora Gema Quiroga, por todos los quebraderos de cabeza que le he dado con las lesiones y todas las mejoras en cuanto a técnica y entrenamientos que he notado en carrera. A los colaboradores que me han apoyado en este sueño como Seguros MB, Helly Hansen Puerto Calero, Stilo Vitae, Club Santa Rosa, Powergym, Novagestión Consultores y Paleotraining. Y sobre todo a Juan Montero, por hacer posible mis recuperaciones, milagro que sin él no hubiera podido ni estar en la línea de salida de la UTMB. Patrick A. Müller

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Hace poco más de un año, vi el arco del UTMB en Chamonix. Todavía no se percibía el ambiente de los días de carrera, pero fue suficiente para decidir que quería estar allí. Nos inscribimos conjuntamente con mi compañero, Raül, y el sorteo nos sonrío, por lo que sólo faltaba entrenar para conseguir el objetivo: terminar nuestra primera carrera de 100 millas. Y, como quien no quiere la cosa, llega el día. Es 29 de agosto, son las 17h y estamos en pleno centro de Chamonix, entre más de 2000 personas bajo la lluvia, “preparados” para empezar una aventura que se alargó más de lo previsto. La salida es espectacular. Ríos de gente aplaudiendo y animando. Allí, entre todos los gritos de ánimos, nos cruzamos con la mirada de un hombre que nos lanzó un

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“Bon voyage!”. ¡Él sí sabía bien de qué hablaba! Salimos a buen ritmo. Agobia intentar encontrar tu lugar entre tanta gente, pero no nos colapsamos. Sigue lloviendo, por momentos con intensidad, pero no hace ni frío ni viento. A las 11 de la noche, empiezo a bostezar; primer síntoma de ataque de sueño. Sabía que sería una de mis debilidades pero, ¿ya? ¡No han pasado ni seis horas! Vamos bien de tiempo, seguramente demasiado, pero tampoco noto que nos estemos pasando de ritmo. Poco después de la primera maratón, noto un fuerte pinchazo en la rodilla. Es un dolor que ya conozco, nunca me ha limitado del todo, pero sé por experiencia que la molestia me acompañará hasta que me detenga. Llegamos a Courmayeur con un tiempo bastante bueno. De momento, no se nos ha hecho largo, pero ya sería demasiado. ¡No hemos hecho ni media carrera! En

“El cansancio se mezcla con la alegría, el recuerdo de los momentos más bajos con la euforia”


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este punto, es donde recibimos la bolsa de vida. Hace horas que temía el momento de quitarme los calcetines. Tengo los píes cocidos, algunas ampollas y uñas negras. Cambio de calcetines y a comer. Allí sentada, ante un plato de sopa, el humor me cambia bruscamente. Estoy hecha polvo. El sueño y el dolor me desaniman. Pero, lo peor para mí, es saber afrontar una situación nueva: llevamos 77 kilómetros y ¡todavía nos faltan 90 kilómetros! Si fueran 20 o 30, ningún problema… Pero 90, uf... Sé que este planteamiento no me ayuda y que abandonar por cansancio no es una opción. Así que toca sacar la energía y actitud de donde sea para poder seguir. En salir del avituallamiento, nos damos cuenta que hemos cometido un error de principiante: no dormir. Andamos tan lentamente que nos podría atropellar un autobús de ancianos con mochilas de 80 kilos. Antes de llegar al refugio de Bertone,

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Raül me dice que ha llegado el momento de la T10 que nos enseñó Sergi Cots: diez minutos de sueño recuperador. Nos tumbamos en un prado con el despertador y, antes de cerrar los ojos, ya estoy durmiendo. Nos sienta muy bien. No estamos más fuertes pero andamos para arriba más rápido y trotamos sin problemas, cuando el terreno nos lo permite. Llegamos a Grand Col Ferret con el ánimo y el físico como una montaña rusa. Allí, nos encontramos con Cristina y Gerard, los amigos de Klassmark, que nos transmiten toda la alegría que necesitábamos. Hasta este momento, no te das cuenta de lo importante que es encontrar caras conocidas cuando se te empieza a hacer larga la aventura. Bajamos trotando a buen ritmo hacia la Fouly. Parece que, por arte de magia, aquella fatiga extrema se haya esfumado. Llegamos al avituallamiento de Champex-lac, en el km 122, donde


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nos esperan de nuevo preparados para cuidarnos a cuerpo de rey. Me emociono tanto con las atenciones que sólo haría que llorar. Salimos del avituallamiento tras un masaje que nos ha sentado de maravilla. Nos sentimos con fuerzas y las aprovechamos. Nada de reservar o pensar como estaremos dentro de un par de horas. Apretamos hasta Trient, es una bajada larga y avanzamos a bastantes corredores. Poco después, nos damos cuenta de que –efectivamentenos hemos emocionado y hemos vaciado las pocas energías que quedaban. Somos así; no sabemos hacerlo de otro modo. Volvemos a montar lentos y nos quedan dos subidas. Queda prácticamente una maratón y estamos fundidos. Hace muchos kilómetros que hemos dejado atrás nuestras previsiones horarias más optimistas y el único objetivo real es llegar a meta. El sueño sigue apoderándose de mí y ya hace rato que es de noche. Además, la rodilla no ha dejado

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de dolerme y, al forzar, me estoy llevando un nuevo recuerdo: un bulto en el tibial que parece de piedra. De hecho, ambas piernas están tomando un color sospechoso y cada vez se parecen más a las de una abuela con problemas de circulación. Sé que no es sano, sé que mi cuerpo me está pidiendo que frene pero, si hemos llegado hasta aquí, no será para dejarlo a medias. Saliendo de Trient, pido a Raül que marque un ritmo suave y constante. Si normalmente subimos en carrera larga entre 500 y 600 metros de desnivel positivo por hora, ahora vamos a 300. Incluso paramos un momento en una piedra y cierro los ojos un momento. Si la subida es lenta, la bajada de Vallorcine es interminable. No es técnica, pero cada raíz parece ya un obstáculo insalvable. Llegados al avituallamiento, hacemos una cabezadita de 5 minutos. Por primera vez en mi vida, tomo un pastilla de cafeína, confiando que me haga el efecto que necesito.


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Llegamos a la última subida, la de Tête aux Vents. Me esfuerzo para mantener un ritmo de andar digno. No lo consigo por mucho tiempo y necesito volver a sentarme a media subida. Nunca hubiera pensado que el cuerpo me pediría sentarme en medio de una carrera, pero sí. Con más de 150 kilómetros en las piernas, más que una tentación es una necesidad. Ya arriba, nos encontramos con un larguísimo y rocoso flanqueo. No sé si es por el cansancio pero me parece el tramo más técnico de la carrera. Y me voy repitiendo: ¿en serio? ¿Ahora? La rodilla y el tibial no han hecho más que empeorar, como era de esperar. Pienso que si corro terminará antes el calvario y, llegados a este punto, es lo único que quiero. Raül va delante y le pido que corra aunque no lo ve claro cuando me pilla con alguna mueca de dolor. Pero insisto, trotemos, aunque sea a ritmo lento, será más rápido que andar. Todo el tramo del altiplano tiene constantes toboganes con piedras donde han quedado marcadas las pisadas de los corredores que han pasado por allí. Vimos caras humanas, animales, formas extrañas e incluso troncos que parecían vírgenes. Raül se acercó a una piedra y la miró de cerca. Tenía vegetación que le parecía arte modernista. Allí empezaba a entender porqué la gente teme la segunda noche. La llegada a la Flegère se hizo eterna. Pero una vez allí, vemos por fin la luz. No paramos. Tenemos agua y, por encima de todo, unas ganas terribles de volver a pisar Chamonix. Bajamos bastante rápido, en comparación al ritmo lamentable que arrastrábamos desde hacía horas. Cuando ya estamos llegando, nos encontramos otra agradable sorpresa: Albert Balcells ha ido subiendo desde Chamonix hasta encontrarnos. Parece que la mochila de todas las horas que cargamos sea menos pesada al encontrar una cara conocida, al empezar una nueva conversación. Apretamos para llegar a meta, mientras se remueven todas las emociones vividas durante este intenso viaje. Y, al fin, Chamonix. El cansancio se mezcla con la alegría, el recuerdo de los momentos más bajos con la euforia. Al fin, dejamos de correr. Marta Muixí

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JAVIER RODRÍGUEZ Y DAVID COMA VIVIERON LA TDS Cuando uno lleva ya unos años corriendo por la montaña –como en mi caso, que ya voy teniendo una edad-, empieza a pensar que al menos una vez en la vida debería correr la carrera más famosa del mundo, el UTMB. Tomada esa decisión, el proceso requiere la colección de los puntos clasificatorios. Con los siete puntos en la saca procedo a hacer la inscripción, y empiezan a aparecer las dudas en la cabeza: que si son cuatro maratones, que vaya paliza, que hay que correr de noche… En esas que en la web aparecen alternativas como la CCC y la TDS; y como a estas alturas no me voy a conformar con 100 km, decido que mi carrera será la TDS. Mi decisión se va viendo reforzada cuando voy escuchando cosas que

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me gusta oír, como que mi carrera es más técnica que el UTMB, que el recorrido es muy “guapo”, que es súper dura… Una vez en Chamonix, y viendo el ambiente que se respira en los preparativos, me doy cuenta que cualquiera de las carreras será una experiencia que sobradamente merecerá la pena. Así que me planto en la línea de salida de Courmayeur con un buen madrugón en el cuerpo. Caras conocidas, saludos, besos y… ¡a correr! Tras atravesar Courmayeur, arrancamos por pistas de esquí en dirección al Col de Checrouit; se hace un grupo de unos diez corredores y, como casi todos vamos con palos y en fila, me parece una carrera de esquí de montaña. Al llegar a la arista de Mont-Favre, ¡zas!, ¡qué espectáculo! Nos encontramos con los


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“Después de la experiencia vivida, me temo que no me queda otra que volver” glaciares que bajan por la vertiente italiana del Montblanc. Reconozco la Aiguille Noire de Peutery y me viene a la cabeza de mis tiempos de escalador algún vivac por la zona con el amigo Palas. Bueno, ¡que me descentro! El sendero juega arriba y abajo y el panorama es impresionante; esto promete. Al llegar al Lac Combal hace un viento de bigotes y me arrepiento de no llevar los manguitos, pero como no para nadie para abrigarse… Sigo, confiando que al otro lado del Col de Chavanes estemos a sotavento. Unos zigzag y nos “comemos” la ladera para alcanzar el collado. Primeros 2000 metros hechos –¡y en un periquete!-. Empezamos a bajar y Toti se ofrece a guardarme los palos en la mochila, pero como he traído unos rígidos del montón de casa deniego el ofrecimiento; le coloco los suyos, y me muero de envidia y me maldigo por no haberme agenciado unos. Entre tanto, en carrera se han hecho dos grupos. Por delante van Xavier Thevenard y el nepalí Tamang (junto a un holandés); a su zaga nos

quedamos Toti Bes, Jordi Gamito y yo. La verdad es que casi prefiero ir solo para no gastar más de la cuenta, pero es imposible renunciar a tan buena compañía. Corriendo por prados, el sendero se empieza a empinar a medida que nos acercamos al Col del Petit St-Bernard. Desde abajo oímos jaleo, griterío y muchos ánimos. Le comento a Toti que parece que corra en casa. Nos avituallamos y empezamos a bajar los tres, cada uno separado del otro unos metros; vamos juntos, pero como sin ninguno quisiera renunciar a su ritmo personal. Yo trato de ir lo más constante posible con tal de gastar lo mínimo. “Bajadón”, prados, senderos, pistas, sendero, vamos devorando kilómetros y nos plantamos en Bourg Saint-Maurice, km 50. Primer tercio de carrera finiquitado. Entramos en la zona de asistencia entre los ánimos de la gente. Trato de no entretenerme en el avituallamiento y salgo, mientras que Jordi se queda a esperar su asistencia.


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El camino asciende entre las casas del pueblo. Ya sabéis: jardines cuidados, tejados de madera… Pienso si merecería la pena vivir aquí en frente de las montañas y los glaciares de la Vanoise. Concluyo que la respuesta es afirmativa. Subimos hacia el Fort de la Platte y el Col de la Forclaz. ¿Cuántos Col de la Forclaz habrá en Francia? La víspera había estado hablando con Jordi que esta subida de unos 2300 metros de desnivel es clave. El sendero es muy empinado, profundo como una trinchera y no corre el aire, en zigzag sube, sube y sube. En esas que pillo al tercero y me doy cuenta que Toti se ha entretenido algo más en el avituallamiento. ¿Y si pruebo por si tiene un mal día? Desde abajo voy subiendo fuerte y trato de mantener el ritmo. Por supuesto pago mi osadía; me pasa Toti y cruzo por una pequeña crisis. Llegamos al fuerte casi entrando por el foso, y me concentro para no dar un traspié y acabar dentro. ¡Qué guapo! ¡Vaya vistas para hacer guardia! Pasado el Col de la Forclaz la carrera se empieza a hacer más montañera, y

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el sendero más técnico, lento y sinuoso, al estilo de los pirenaicos. Alcanzamos la divisoria del Passeur de Pragnoglan y acabamos una “señora” cuesta. Ya llevamos acumulados unos 4500 metros de subida. El collado es bonito y desde el control llevan un rato animándome. ¡Sorpresa! La bajada es técnica y hay incluso una cuerda. Me vuelvo a encontrar de frente con el macizo de Montblanc y sus glaciares. El día es soleado, espectacular. ¡Qué suerte estamos teniendo con el tiempo! Entramos en el Beaufortain y por fin puedo admirar el terreno que he esquiado tantas veces en la Pierra Menta. En el avituallamiento del Cormet de Roseland me obligo a comer un trozo de queso de Beaufort, más que por hambre por la gracia de consumir el producto local. Desde hace rato voy transitando a una distancia variable entre los tres y cinco minutos del tercer puesto. Los veo en las subidas, pero empiezo a ir justo de piernas en las bajadas. Toti ya va por delante de Tamang, ¡vaya tío! Xavier Thevenard ya nos debe llevar un rato largo. Esta fase


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de la carrera son subidas más cortas de unos 500 metros, pero muy directas por prados y senderos. Empiezo a “recortar” al nepalí. Subimos la primera al Col de la Sauce y, para bajar a la Gitte, el camino empedrado se va colgando y haciendo aéreo, permitiéndonos así disfrutar las vistas de todo el valle. Nos enfrentamos a la subida a Entre Deux Nantes, y nada más coronar alcanzo al nepalí, y como me da la sensación de que va fundido pienso que es el momento de hacer unas gestiones en carrera. Hago un pis, me ato los cordones, saco unas cosas de la mochila y… ¡a por él! ¿Pero dónde se ha metido? Le veo a tomar por saco, baja “a fuego” y yo me he quedado sin piernas. El sendero hacia el Col de Joly va por una arista serpenteando arriba y abajo, y nos permite anticipar el gran desnivel que tendremos

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que bajar para llegar a Les Contamines. En el control del Col du Joly me informan que Tamang ya me ha devuelto los cinco minutos. No me preocupa, estoy extasiado viendo el Montblanc y el Dome de Meige; además, empiezo a ir fundido. Hace ya rato que no me entra la comida. Como en todos los controles, me animan muchísimo, me atienden fenomenal y me dan referencias, así que salgo lo más dignamente que me dejan mis piernas. La bajada a Les Contamines es muy variada y va por pistas de esquí, sendero, sendero empinado entre bosque y con muchas raíces, calzada romana y un llano que me anticipa que la llegada a Chamonix va a ser dura. En el avituallamiento doy mil vueltas buscando algo que me pueda entrar en el estómago, descartado todo decido llevarme un par de


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geles. Me animan, me hace ilusión ver caras conocidas y mirando el reloj por primera vez en toda la carrera, me sorprende que todavía vaya cerca del mejor tiempo de carrera de ediciones anteriores. Y, aunque me anima, salgo al tran-tran, y eso que voy deseando que haya cuesta arriba porque hacia bajo no tengo piernas. De pensarlo, me mosquea, ¡si yo suelo bajar bien! En fin, cosas de la larga distancia. La última subida es la guinda del recorrido; otros 500 metros pero desde abajo es un señor muro. Empiezo la subida y voy viendo que el nepalí y Toti van juntos. ¡Qué estrés! Y ¡qué sufrimiento a estas alturas! No me da ninguna envidia tener que luchar un puesto a las 13 horas de carrera. De bajada, disfrutamos de las ultimas vistas sobre los glaciares antes que nos alcance la noche. En Les Houches recibo un anticipo del

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ambiente que nos espera en Chamonix. A lo largo de los 8 km llanos que nos separan de meta voy encontrando gente sentada en el camino gritando y animando. Gracias a ellos consigo superar el impulso que me pide andar en vez de correr. Corro por las calles de Chamonix entre saludos y ánimos de desconocidos, y conocidos que no esperaba ver allí. Pocas veces se enfrenta uno a una entrada en meta tan emocionante, y pese a ser cuarto en la carrera, que es un puesto que a veces deja sensaciones contrariadas, yo me quedo la mar de contento. Mi idea era correr alrededor del Montblanc por lo menos una vez y ahora, después de la experiencia vivida, me temo que no me queda otra que volver. Javier Rodríguez 4º clasificado, 1º Veterano


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Finales de verano. Por fin llegan las vacaciones familiares y mi objetivo deportivo de la temporada, la Traces des Ducs de Savoie. A falta de un día para empezar mi primera ultra de 119 km en la meca del trail, Chamonix, mi cabeza y estomago están como el cielo. Las nubes han tapado el Montblanc y la tormenta hace plantearse con que material salir el día de la carrera. Constantes idas y venidas a tiendas, ¿térmica de manga corta o manga larga? ¿Zapatillas con más o menos taco? ¿Lloverá? Miles de preguntas con varias respuestas. Charlas y nervios compartidos con un montón de amigos “de casa” por las calles de Chamonix y una sola idea clara, la alimentación.

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Miércoles 5 de la mañana. Suena el despertador y mi cuerpo se activa. Miedo, nervios, adrenalina y un “vete a saber” qué continua con un “quiero llegar”. La salida de TDS me espera en Courmayeur. Solo de llegar a Courmayeur, tengo buenas sensaciones. Salgo de la parrilla de favoritos. Impone. Tengo corredores de renombre alrededor. Los saludo y me pongo al lado de mi referente y compañero de equipo. Suena la música, los gritos de ánimo empiezan y la concentración aumenta. Tengo clarísimo que mi objetivo es ver a mis hijas a la llegada y para eso tengo que utilizar la cabeza. Pienso: “de menos a más, de menos a más”, “comer sin hambre”, “beber sin sed” y me lo voy repitiendo.


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Llego a mitad de carrera y encuentro el primer avituallamiento asistido. Tengo clarísimo que tengo que comer, forzarme. Como arroz, me hidrato, me cambio de camiseta, beso a mi mujer y a mis hijas y a seguir. En la segunda mitad de la carrera, ya voy top10. Me encuentro bien. Es la parte más técnica pero me es conocida porque el año anterior hice la Ultra de Beaufortain. Los paisajes son increíbles, los desniveles también. Llego a Les Contamines cuando empieza a oscurecer. Estoy muy animado porque voy avanzando posiciones. Mis niñas me enseñan los dibujos que me dedican para animarme. Voy encontrando compañeros de Girona en los avituallamientos que no paran de decirme que “ya está”, “ya lo tienes”. Llego a Les Houches. Es el último avituallamiento y ya solo quedan 8 km. Me

“Mi recompensa y mi sueño solo ha sido el fruto de un trabajo hecho en equipo”

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noto motivado, cómodo, ágil, con buen ritmo, o eso creo. Cargo solo coca-cola y salgo corriendo. Quiero asegurar al máximo mi posición. Y, finalmente llega el momento culminante de la temporada. Después de 16 horas y 23 minutos, cruzo la línea de llegada en 7º posición. Es esa línea fina que separa todos los meses de esfuerzo a un último minuto de carrera. La entrada a Chamonix es un premio por sí solo. Es mi recompensa. Es un sueño hecho realidad. Pero luego pasan los días, digieres todo lo sucedido y llegas a la conclusión que “mi recompensa” y “mi sueño” solo ha sido el fruto de un trabajo hecho en equipo. ¡Mil gracias a todos! David Coma 7º clasificado Fotografías de C Núria Padrós


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ASÍ VIVIÓ IOLANDA LLADÓ LA OCC El pasado sábado 25 de agosto tuve la gran suerte de poder participar en la OCC (Osieres-Champex-Chamonix) en el macizo del Montblanc. Está considerada una Trail Ultra Médium, con un recorrido de 53 km y 3.300 metros de desnivel positivos. A la espera de la salida, viví una mezcla de entusiasmo y nerviosismo, ya que personalmente nunca antes había participado en una carrera de más de 30 km.

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La primera subida, pasado Osieres, fue un gran desafío mental, ya que requería una alta intensidad y nivel físico, hecho que me hizo dudar la posibilidad en algún momento de poder acabar la carrera. Asimismo, cuando llegué a la cima fue realmente abrumadora la belleza de las vistas después de tal esfuerzo. Durante la carrera me ayudó especialmente recorrer ciertos tramos acompañada de otros participantes que hicieron mucho más ameno el esfuerzo, y que ocupaban tu mente con una agradable conversación.


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Cuando faltaban unos 5 km para llegar a Chamonix, recuerdo oír a lo lejos cómo la organización estaba alentando la llegada por megafonía. Fue entonces cuando sentí en mi interior una sensación indescriptible, como si una fuerza superior me empujara hacia el último esfuerzo.

Acabé en la posición 225 de la general (1.200 corredores), hecho que me ha animado a prepararme para un próximo desafío.

La gente animaba. Comprendí que todo aquel esfuerzo y preparación previa había valido la pena. Por fin había llegado a Chamonix.

Iolanda Lladó

Recomiendo esta carrera por su belleza, apoyo de los seguidores y una buena organización.

Fotografías de The North Face Ultra-Trail du Mont-Blanc


TOMTOM.COM/SPORTS


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HUNCH IS BACK TOUR POR LOS ALPES

Los miembros del club HunchBack se reunieron para llevar a cabo unas vacaciones ciclistas por el sur de Francia y los Alpes durante cinco d铆as, pedaleando unos 470 kil贸metros con un desnivel positivo de 12.951 metros.

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1 de Agosto y viernes para nosotros: el inicio de nuestro particular tour por el sur de Francia y los Alpes. Lo empezamos en el centro de Barcelona, donde nos reunimos todo el grupo para partir hacia Meyrueis. Allí nos encontramos con la primera dificultad del tour –y no es ninguna rampa con porcentajes de doble dígito-; esa dificultad la encaran Pau y Marcel para montar un portabicis en uno de los vehículos de la caravana. Sin el portabicis y con las bicis cuales piezas de tetris dentro de la furgoneta, empezamos el viaje. Después de unas cinco horas de viaje, con abundante lluvia, llegamos a Meyrueis. Es una pequeña localidad ubicada en las Cevenas, que nos servirá como inicio de la primera etapa, donde coronaremos el Mont Aigoual. Éste está en nuestro recuerdo

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gracias al libro de Tim Krabbé, el Ciclista. Durante esta primera etapa recorreremos unos 80 kilómetros de la carrera que él describe. La mañana de la primera etapa es gris pero sin lluvia, así que después de deambular para encontrar el sentido correcto del track empezamos la primera etapa entre frondosos bosques de abetos y también por los característicos planos de las Cevenas. A los pocos kilómetros, la lluvia hace acto de presencia y nos acompañara durante toda la etapa. El punto culminante de la etapa es cuando, cubiertos por la niebla, llegamos al observatorio que corona el Mont Aigoual. Allí nos reagrupamos y, con un rápido descenso, llegamos a Meyrueis, donde nos espera una pizza y la correspondiente tertulia post-etapa que acaba con 76 km y 1.456mD+.


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La segunda etapa empezaba en Bourg d’Oisians, población que rezuma ciclismo y que nos recibió con una abundante lluvia después de un largo traslado desde Meyrueis. Si bien cuando llegamos a Bourg d’Oisians llovía a cántaros, al día siguiente amaneció sin lluvia. La segunda etapa la empezamos huyendo del desayuno que ofrecía el siniestro motel dónde pasamos la noche para ir a saborear un poco de la pastelería francesa en Bourg d’Oisians. Después del desayuno y la visita a la tienda de bicis de al lado de la cafetería, tocó pasar por el taller. Empezamos la etapa yendo

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a buscar la cima de La Sarenne por Alpe d’Huez. Aún con el sabor de los pains au chocolat afrontamos el indigesto inicio del Alpe d’Huez con sus primeros kilómetros con pendientes de doble dígito, para luego ponernos a contar cada una de sus herraduras. El día amaneció sin lluvia, pero húmedo y con niebla; eso ahuyenta a la turba de gente ataviada con bicis e otros objetos con ruedas que suele subir en procesión hacia esta cima mítica del ciclismo. Una vez llegados a la estación de esquí de Alpe d’Huez seguimos subiendo hacia la Sarenne, donde en su cima encontramos un refugio


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para recuperar fuerzas. Descendimos hacia Clavans-en-Haut-Oisans descubriendo la dureza de esta vertiente de La Sarenne, así como su belleza. Finalizado el descenso en Le Freney d’Oisans. Paco, quien ha ideado el recorrido de las etapas, nos tiene guardada una bella alternativa para volver a Bourg d’Oisans rodando por una pequeña carretera situada a lo alto del valle, que circula casi paralela a la carretera nacional. Una vez en Bourg d’Oisans volvemos a ir a buscar las herraduras de l’Alpe d’Huez, pero esta vez por Villard-Reculas, vertiente más desconocida para llegar a Huez, pero

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igualmente bella, donde un servidor recibió la visita de Moinsieur Mazó. Acabamos la segunda etapa con una buena comida y la tertulia post-etapa después de 103 km. La segunda jornada termina disfrutando el Col Du Glandon, subiéndolo en coche yendo hacia Saint Jean de Maurienne para luego observar lo que nos esperaba el día siguiente. La tercera etapa empieza en Saint Jean de Maurienne, donde pasamos la noche en el mejor hotel del viaje, el hotel Saint Georges. El puerto de Glandon empieza en la población de Saint-Avre y desde allí rodamos los primeros kilómetros rodeados


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de un frondoso bosque que nos regala una preciada sombra en un día de sol radiante. Antes de llegar al camping de La Perrière y, pasado el pueblo de Saint-Colombandes-Villards, llegamos a una zona donde el bosque empieza a clarear y empezamos a sufrir las primeras rampas con porcentajes de doble dígito, a partir del Camping y pasado un inhóspito campo de futbol el bosque nos abandona y vamos pedaleando por un bello valle rodeado de prado alpino. En los últimos kilómetros encontramos la parte más dura, con desniveles del 10% de promedio y la parte también más bella donde en cada herradura, además de ganar altura, podemos gozar de una bella panorámica del valle. En mi modesta

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opinión, esta ascensión es la más bonita de las que haremos durante el viaje. Una vez coronado el Col du Glandon nos dirigimos a la Croix de Fer, que se encuentra a unos pocos kilómetros del Col du Glandon. De la Croix de Fer nos dirigimos a realizar la última ascensión del día, La Toussire, una estación de esquí cuyo posterior descenso nos lleva de nuevo a Saint Jean de Maurienne. Acabamos la segunda etapa alpina, tercera del viaje, con 98 km y 2.886 mD+ de desnivel. El cuarto día de viaje, tercero en los Alpes, lo empezamos en Barcelonette, donde llegamos después de una breve visita al Piemonte italiano gracias al túnel de Frejús.


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“Subida a la Bonette por Jausiers, la carretera asfaltada más alta de Europa”

En esta tercera etapa alpina se nos une Marcel Zamora, junto a Josetxo, que se encuentran preparando el Embrunman; nos acompañaron durante el resto del viaje. La tercera etapa alpina consistía en coronar la cima de La Bonnette por sus dos vertientes. Empezamos la jornada subiendo la Bonette por Jausiers; nos espera una ascensión de unos 22 kilómetros que acabará a más de 2.800 metros de altitud (la carretera asfaltada más alta de Europa). La ascensión transcurre por bellos parajes boscosos hasta que llegamos a una cota de cerca 2.000 metros de altitud, donde la vegetación nos abandona para dar lugar a valles de aspecto pedregoso. A partir de allí nos toca ir sumando metros de altitud mientras

dejamos de lado fortificaciones militares abandonadas y algún que otro bunker abandonado. Cuando podemos divisar el final del puerto, viendo que la pendiente de la carretera se torna muy favorable, llega la sorpresa final en forma de muro por encima del 10% de desnivel para coronar los últimos metros del puerto. Una vez reagrupados, realizamos el descenso hacia Saint-Étienne-de-Tinné, donde tomaremos un pequeño tentempié e iniciaremos la segunda ascensión a La Bonette. Esta segunda ascensión es más larga y la empezamos a mayor altitud que la ya realizada desde Jausiers, por lo que se nos podía antojar más fácil. Aún así, somos


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cautos y empezamos a ritmo tranquilo disfrutando de tertulias varias. Esta vertiente muestra menor vegetación y en su mayor parte la realizamos entre pastos y piedras. A media ascensión, pasamos entre un pueblo abandonado, Le blockhaus des Fourches. Volvemos a realizar los últimos metros en pendientes realmente duras, y ya hemos coronado por segunda vez La Bonette para realizar un largo y rápido descenso a Barcelonette. Acabamos la tercera etapa alpina y cuarta del viaje con 118 km y 3.426 mD+ de desnivel. La quinta etapa consistía en coronar el gigante de la Provenza, el Mont Ventoux.

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Para ello, hicimos noche en Malaucène, donde llegamos después de un bello y largo viaje por el interior de la Provenza. La ruta del último día consistió en una bella vuelta por la Provenza, coronando pequeñas cotas como la Suzette, Col de la Roque o Col de la Madeleine para llegar a pie del Mont Ventoux en Bedoin. En Bedoin paramos a reponer agua y observamos la ingente cantidad de ciclistas y personas ataviadas con una bicicleta, que se dirigen en procesión a coronar el Mont Ventoux. Es Agosto y se nota en la ascensión, abarrotada de gente en bicicleta y coches de asistencia, así empezamos los primeros suaves kilómetros en grupo charlando. Al llegar


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a las primeras rampas el grupo se fragmenta y cada uno llevamos nuestro ritmo; primeras rampas al entrar en el bosque de pino, que nos acompañaran durante casi siete kilómetros, donde el porcentaje de pendiente raras veces bajará del 9%. Esta parte del Mont Ventoux se hace realmente dura, ya que no hay descansos y, si bien la vegetación nos regala su sombra, no podemos contemplar el desnivel ganado con los kilómetros pedaleando. Cuando llevamos 15 kilómetros de ascensión llegamos al Chalet Reynard; allí ya podemos divisar la ya mítica postal lunar del Mont Ventoux, con su antena en su cumbre. Nos quedan siete kilómetros, donde el pendiente ya es más soportable, pero la fatiga acumulada se hace patente. Coronamos finalmente los 23 kilómetros del gigante de la Provenza, con sus 1.900 metros de altitud. En su cumbre nos encontramos gentío, cual día de mercado, y vemos gente emocionada por el reto conseguido y personajes algo tronados. Reagrupamos y hacemos la fotografía de rigor para realizar el descenso más rápido hecho hasta entonces y tomarnos una rica piadina en Malaucène. La última etapa del viaje acaba con 74 km y 2.276 mD+ de desnivel. De Malaucène, Marcel, Pau, Joan, Pablo, Paco, Carles, Roc, Albert y quien escribe, Rafi volvemos a Barcelona, después de haber disfrutado de unas grandes vacaciones ciclísticas y pensando dónde realizaremos el siguiente tour. Rafael Fotografías de Marcel Batlle

“Coronamos finalmente los 23 km del gigante de la Provenza, con sus 1.900 m de altitud”


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TOR DES GÉANTS: “UN LUNGO VIAGGIO”

Albert Herrero decidió que había llegado el momento de participar en el Tor Des Géants enmarcado dentro de su proyecto “7 Ultras–7 Continentes”: realizar 7 carreras de ultradistancia de diferentes características en los 7 continentes con el apoyo de la Diputació de Lleida.

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Descubrí esta carrera en el año 2010, durante la celebración de la primera edición. Desde entonces, la segunda semana de septiembre ha supuesto para mí estar pegado al ordenador siguiendo las evoluciones de varios centenares de esforzados, embarcados en la aventura de recorrer estos 330 km con 24.000 metros de desnivel positivo por el valle de Aosta (Alpes Italianos), decidiendo en cada momento cómo llevar a cabo la gestión del esfuerzo, la alimentación y sobre todo el sueño. Después de meses de preparación y varias semanas de inquietud y nervios, llegan las 10 de la mañana del domingo 7 de septiembre, en la plaza mayor de Courmayeur. Con la piel de gallina bajo la música sobrecogedora de Piratas del Caribe, se da la salida y arrancamos por las

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calles de Courmayeur, ansiosos por soltar las piernas. La meteorología acompaña con un día fantástico, podemos disfrutar de bonitas vistas mientras subimos el Col d’Arp, primera dificultad de esta travesía. Intento recordarme lo que queda por delante y no dejarme llevar por el ritmo -exageradamente vivo- con el que ha empezado la carrera. Tras el primer avituallamiento en La Thuile, las cosas se calman un poco y empiezo a encontrar mi ritmo y buenas sensaciones que me llevan a ganar varias posiciones y estabilizarme entre las posiciones 15ª y 20ª. El cruce de dos collados, el Paso Alto y el Col de Crossatia, da acceso al valle de Valgrisenche, donde se encuentra la primera base de vida. Una particularidad de esta carrera es que, además de los


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numerosos avituallamientos instalados en aldeas o refugios a lo largo del recorrido, hay seis bases de vida que constituyen avituallamientos más completos, con una gran variedad de comida y puntos donde uno puede pararse a dormir todo el tiempo que crea conveniente (en los refugios las paradas pueden ser de un máximo de dos horas). Además, en las bases de vida, cada corredor encuentra su bolsa particular que ha preparado previamente y que la organización se encarga de ir trasladando entre cada uno de esos seis puntos. Llego a Valgrisenche (km 48) con la sensación de haber controlado bien pero con ganas de zamparme un buen plato de macarrones que me ayude a afrontar bien la primera noche. El segundo tramo de la carrera empieza con la subida al Col Fenetre. La internacionalidad de esta carrera me lleva a coincidir con un chico serbio con el que charlamos de nuestras vivencias pasadas

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mientras admiramos el espectacular tono rojizo de la montaña, bajo una preciosa puesta de sol. Una buena manera de iniciar la noche, en la que tendremos que afrontar la ascensión a dos gigantes de más de 3.000 metros, el Col d’Entrelor (3.007 m) y el Col Loson (3.299 m). Tras el paso por RhemesNotre Dame, afronto la primera de esas subidas con fuerza y buen ánimo, lo que me lleva a ganar algunas posiciones más y situarme 12º al llegar a Eaux Rousses. No obstante, una eterna ascensión de más de 1600m hasta el segundo de los pasos mencionados se encarga de dar un vuelco en la dinámica positiva que -para mí- estaba teniendo la carrera. Sin previo aviso, unos últimos 400 metros de fuerte pendiente, en un ambiente cada vez más frío y con la falta de oxígeno propia de los 3.000 metros, me hacen llegar exhausto a la cima. Mi estómago se declara en rebeldía ante lo exigente del esfuerzo y


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decide soltar lastre expulsando parte de lo ingerido en el avituallamiento anterior. La sensación de crisis cuando aún no llevo un tercio de carrera me resulta muy preocupante, pero este es el objetivo de muchos meses, y una idea de varios años. Si hay problemas, tendremos que apañarlos por solucionarlos. No quiero que empiece a merodear por mi cabeza la idea de una posible retirada. Aunque no tenía planeado pararme tan pronto a dormir, decido invertir una hora de descanso en el Refugio Vittorio Sella, que está a 4 km. El estómago apenas me deja dormir, pero al menos consigo que se estabilice un poco y bajo hacia Cogne, segunda base de vida (km 102), con las primeras luces de la mañana. Me como –tranquilamente- un plato de macarrones que me tiene que reintroducir en una dinámica de nutrición adecuada y salgo con fuerzas renovadas a por el tercer tramo, que me llevará hasta Donnas. El siguiente tramo -de subida bastante suave- permite a mi estómago volver a ponerse en forma. Tras el paso por el Col Fenestre di Champorcher, ya estoy en condiciones de afrontar corriendo -a un ritmo relativamente bueno- el descenso de 30 km; descenso con los típicos repechos escondidos que me lleva hasta Donnas, tercera base de vida y punto más bajo de la carrera (km 148, 330 m). Tras un descanso para seguir comiendo bien, salgo por un camino entre viñas que me aproxima a la temida subida al Refugio Coda, de 1.600 metros de desnivel. La afronto con un chico italiano pero, poco antes de llegar al refugio, un ataque de sueño me hace bajar el ritmo. Como en la Formula 1, es momento de entrar en boxes a cambiar neumáticos, y le comunico a mi compañero que me paro dos horas a dormir aquí. El descanso me repone bastante y afronto el tramo técnico que viene a continuación con una agilidad renovada. 20 km que me llevan hasta el pueblo de Niel y en los que la lluvia hace su primer acto de presencia y me recuerda que el terreno mojado no es mi elemento. Tras ese rato de tensión, agradezco el plato de macarrones de rigor y con las primeras luces del martes supero la subida al Col de Lasoney, tras la cual bajo por unos bucólicos prados hasta la localidad de Gressoney (km 200), donde se encuentra la cuarta base de vida.

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“El cansancio va en aumento y me incita a 20 minutos de siesta” Me como mi enésimo plato de macarrones mientras me comentan la noticia de la descalificación de Francesca Canepa, ganadora de las dos últimas ediciones, por saltarse un control. La confusión de los rumores me sirve, al menos, para entretenerme durante la subida posterior al Col Pinter, en un debate interior sobre reglamento y ética de carrera. La lluvia vuelve a hacer acto de presencia y me obliga a concentrarme durante el siguiente descenso. El cansancio va en aumento y me incita a 20 minutos de siesta en Saint Jacques, antes de enfrentarme a la siguiente subida al Col de Nana. Me sirven para tener ganas de salir del avituallamiento y poco más. El tiempo sigue lluvioso, el terreno complicado y, durante el siguiente descenso, aparece un dolor en el pie izquierdo que acaba haciendo la bajada insoportable. Si a eso le añadimos la tensión por el terreno mojado, mi sentimiento al llegar a

Valtournenche (quinta base de vida, km 236) es de derrota total. Me quito la zapatilla y pregunto por un fisioterapeuta mientras como un nuevo plato de pasta. Apenas puedo caminar hacia la camilla… No me imagino cómo voy a ser capaz de recorrer los 100 km que me faltan. La fisioterapeuta me hace un masaje en la zona maltrecha y me pone una bolsa de hielo. Con ella atada al pie, me tumbo a dormir dos horas con la esperanza de que algún poder mágico calme el dolor. Al ponerme en pie tras el descanso, veo con satisfacción que el dolor no se ha ido pero se ha estabilizado un poco y puedo caminar. Animado por la música de mi MP3, salgo con esperanzas renovadas a por el siguiente tramo en la que es mi tercera noche de carrera. Es un trozo bastante rompepiernas en el que coincido con un italiano que va acompañado de su sobrino, ayuda considerable en momentos de sueño y un ejemplo de la desigualdad


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“Al llegar a la brecha, apago el frontal y observo el Mont Blanc a la luz de la luna”

de condiciones con la que corren los diferentes participantes en esta carrera. La noche pasa con un ritmo decreciente y otra pequeña siesta intermedia hasta que, afortunadamente, llega la luz del día que renueva mis energías para llegar a Oyace. Una contundente lasaña también aporta lo suyo y me ayuda a empezar con fuerzas la subida al Col Brison, antepenúltimo ascenso de la carrera. La obsesión por dormir una hora que me permita llegar al final de la carrera, me lleva a pararme en una cabina de metacrilato que se encuentra al sol, junto a un avituallamiento. Grave error, ya que dentro hace un calor horrible que me deja totalmente deshidratado. Tras el percance, desciendo hacia Ollomont (sexta y última base de vida) con ganas de comer, beber y

reponer las energías que me ha quitado este “descanso”. Afortunadamente, un último plato de macarrones me devuelve a la buena senda y supero el Col de Champillon, con las luces de la tarde y unas vistas espectaculares sobre el Mont Blanc. Tengo la sensación de que nada se puede torcer. Tras tres platos de caldo en el avituallamiento de Saint Rhemy, salgo dispuesto a hacer frente al temido Col de Malatra y a finalizar cuanto antes esta aventura. La noche me devuelve a la cruda realidad y me sorprende con un nuevo y demoledor ataque de sueño. Encuentro un corral lleno de vacas y contemplo la posibilidad de quedarme a dormir un rato, pero los ladridos de unos perros me


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recuerdan que no soy bienvenido. Continuo hasta el Refugio Frassati y “disfruto” de una hora de sueño que me devuelve un punto de energía que me permite superar los últimos 400 metros de terrible desnivel hasta el collado. Al llegar a la brecha, apago el frontal y observo el Mont Blanc a la luz de la luna. Un momento mágico con la satisfacción de que el objetivo está ya al alcance de la mano. El descenso hacia el Refugio Bonatti supone una lucha contra el sueño en la que me obligo a hablar en voz alta para mantener la mente activa. Sueño con poder tumbarme en una cama sin la sensación de que tengo que levantarme en un rato para seguir

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caminando. Afortunadamente, las vistas a la derecha sobre el Mont Blanc y las Grandes Jorasses son alucinantes, sólo superadas en emoción por la visión de las luces de Courmayeur, cuando llego al Refugio Bertone. En la última bajada, me pasa un italiano con su acompañante pero me da igual. Quedaré en 17ª posición, tras casi 93 horas de carrera, pero nada puede privarme de disfrutar del final de esta aventura y de la sensación de satisfacción por el objetivo conseguido al cruzar la línea de meta. Albert Herrero


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TRANSALPINE-RUN A QUIÉN NO LE GUSTA EL CALDO, ¡TAZA Y MEDIA!

La pareja mixta formada por Emma Roca y Gerard Morales (Team Buff) fueron vencedores de la 10ª edición de la Gore-Tex Transalpine-Run. Quien también se alzó en el podio masculino fueron David López Castán y Alfredo Gil (Team La SportivaMultipower). Aquí nos relatan sus vivencias etapa tras etapa.


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ASÍ LO VIVIÓ EMMA ROCA Este año participaron 350 equipos de 46 países diferentes. La Transalpine-Run se ha convertido en una legendaria carrera por etapas. La organización ya había estado haciendo la ruta en bicicleta de montaña desde hacía mucho tiempo y en 2005 comenzaron a hacerlo a pie. Desde los inicios es una carrera especial, con un gran componente social entre los equipos y los corredores; se corre con equipos de hombres, mujeres, hombres máster, mixtos, máster mixtos o sénior máster hombres, funcionando juntos durante 8 días. En esta edición he participado con Gerard Morales (Blacky), también del equipo Buff en la categoría de pareja mixta. Cruzar una pequeña parte de los Alpes por Alemania, Austria e Italia, ha permitido disfrutar de un paisaje impresionante con

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arroyos de montaña y cascadas que han creado un paisaje sonoro único. Aunque ha sido la edición de año par, que corresponde a la versión más corredora y menos alpina, hemos pasado por montañas nevadas, senderos llenos de piedras, musgo, raíces y muchas setas. Etapa 1: Ruhpolding-St.Johann: 48, 7 km, 1540 mD+ Ruhpolding, el pueblo de donde salimos, forma parte de los Alpes Bávaro, cerca de Salzburgo y Múnich. Su valle está protegido de los vientos fríos, evitando la niebla y teniendo un clima muy suave. Esta región está llena de lagos y se llama el “pequeño Canadá”. Con Gerard empezamos progresivos, sin esperar nada pero a la vez sin disminuir el ritmo. Desde el inicio nos íbamos


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“Blacky me ayudó como un campeón en toda subida y falsos llanos” preguntando si todo sería pista y asfalto, porque se iba rápido y no había tramos técnicos. Cuando llegó la montaña después de más de 20 km, vino la primera bajada técnica y adelantamos a las dos parejas que en las primeras 3h iban delante destacados, los franceses del Garmin Adventure y los suizos del Orthomol Sport-running Team. El primer pensamiento que tuve fue que no bajaban bien y, por lo tanto, suponía una ventaja para nosotros en las etapas posteriores cuando hubiera senderos técnicos. ¡Y así fue! Pero en los llanos y pistas ellos serían más rápidos y nosotros tendríamos que apretar los dientes. Al terminar la etapa tenía la rodilla izquierda tocada; ya me lo empecé a notar a partir del km 30 y el dolor fue a más. Cuando se enfrió iba bien coja. Asustada, llamé al

“fisio” y al médico. Se me había inflamado por el rozamiento entre el condreo-femoral y la fascia lata, por pronar demasiado en terrenos duros como los que acabábamos de correr. Yo también lo atribuí a no descansar lo suficiente desde el ultra de Leadville. Así que tocaría convivir con el dolor y aguantar tanto como pudiera las 7 etapas que quedaban. Después de cada etapa podías comer algo, y ya tenías tu bolsa o en el campamento que la organización preparaba o en los hoteles que habían reservado para quienes lo pedían. Desgraciadamente, siempre teníamos los hoteles lejos de la llegada e ir a pie después de cada etapa era bastante calvario e incluso algunos días había que coger un bus o un coche.


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Cada tarde a partir de las 18h estaba la pasta party donde te daban un plato de pasta, sopa, pan y algo de postre; no era muy generoso y la proteína brillaba por su ausencia, pero se tenía un hambre que se acababa todo lo que había sin contemplaciones. Muchas veces el lugar elegido para la cena estaba muy lejos de donde se descansaba y esto hacía que las tardes fueran duras y pesadas de desplazamientos y logística sin mucho tiempo para relajarse. Pero si te gusta correr, y quieres una carrera por etapas espectacular, es el precio que tienes que pagar. A quien no le guste el caldo, ¡taza y media! Etapa 2: St.Johann-Neukirchen: 49,2 km, 1820 mD+ Seguimos yendo a nuestro ritmo. Tan solo

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salir, no tenía claro que pudiera correr; estaba bien nerviosa y “acojonada”. Por suerte la rodilla se calentó y me permitió mantener un buen ritmo y conseguir adelantar los equipos de cabeza para llegar primeros de nuevo. Cada día ampliábamos un poco la diferencia con el resto de equipos (pocos minutos), que iban dando más distancia pero que en ningún momento representaba una garantía. Las etapas eran suficientemente largas y técnicas como para pifiarla un día y perder toda la ventaja, o ya no poder continuar más. Lo teníamos claro con Gerard; sabíamos que la lucha sería diaria, que no había espacio para la relajación. Interiormente, veía que esta Transalpine se me estaba haciendo más dura de lo que pensaba, y con la lesión de la rodilla preveía que sufriría… Y mucho. Neukirchen, un pueblo típico tirolés, es un


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lugar ideal para el senderismo o el ciclismo de montaña en el Parque Nacional Hohe Tauern, con más de 800 km de rutas por la mountain bike. La lluvia no nos abandonó, la nieve llegó a cotas bajas y la organización le tocó aplicar el plan C para el recorrido del día siguiente. Etapa acortada con salida y llegada al mismo Neukirchen. La pasta party fue en el bar de la estación de esquí, después de andar un buen rato y sumar 20 minutos de “telehuevo”. Etapa 3: Neukirchen-Neukirchen: 29 km, 1500 mD+ Por culpa del mal tiempo, que ya hacía 3 días que arrastrábamos, cambiaron la etapa en el último minuto y, en vez de llegar a Prettau, hicieron un recorrido circular por la zona. Para nuestra sorpresa, casi no pusieron ni pista ni asfalto y disfrutamos de senderos y bosques espectaculares, pero sin relajarnos ni un momento y siendo unos rompepiernas. Pudimos conservar el 1er puesto, pero con

“No nos podíamos permitir perder, después de todo el trabajo sudado y sufrido”

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un ritmo infernal. A mí, que me gusta largo y suave, sufrí bastante; Blacky me ayudó como un campeón en toda subida y falsos llanos. Al terminar la etapa, nos dimos una remojada en la fuente del pueblo hasta la cintura. Fue genial y el dolor de la rodilla se durmió un poco. La sorpresa fue el transfer –en bus o coche- con más de 3h 30min para llegar al pueblo de la salida del día siguiente, Prettau. Este trayecto machacó a todo el mundo y las piernas no se pudieron recuperar como todos queríamos, sintiéndonos al día siguiente mucho más cansados de lo previsto. Etapa 4: Prettau-Sand in Taufers: 31, 5 km, 1800 mD+ Esta etapa, partiendo de Austria y llegando a Italia, fue la que nos permitió disfrutar como nunca hasta entonces de la alta montaña, pasando por cuellos espectaculares y bosques de ensueño. Tocamos nieve, viento y frío. Desde el inicio íbamos con el equipo francés


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2º clasificado que llevaba un gran ritmo en la subida, pero a la que comenzó la bajada técnica de sendero, nieve, barro y raíces, les pudimos recortar una distancia que fue clave para volver a estar delante. La rodilla aguantaba, la musculatura también, pero yo me encontraba un poco vacía, sin demasiada energía subiendo. Pero con Gerard todo se hacía fácil y su empuje y ayuda constante eran espectaculares. Al cierre de la 4º etapa ya teníamos una ventaja de 26 minutos; no era mucho pero íbamos sumando una ventaja poco a poco, a base de sudar duro. Prettau es uno de los pueblos más adentrados del valle de Ahrntal, pintoresco como los que ya habíamos visitado las etapas anteriores, y famoso por la tradición de la minería y la artesanía. Pero nuestras piernas no estaban para ir a pasear por los pueblos que pisábamos, y lo primero que hicimos al llegar al hotel fue

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llevar la bolsa a la habitación, ducharnos, picotear algo de comida y descansar tanto como pudimos con las piernas arriba. Nuestro alojamiento estaba lejos de la llegada y hacía falta coche para llegar allí. Enfrente mismo tenía un río de agua helada que me sirvió para poner las piernas en remojo durante unos 10 minutos; se hicieron eternos, pero sirvieron para desinflamar y recuperar tanto como podía para la maldita etapa vertical del día siguiente. Sabía que no nos beneficiaba una etapa de sólo subir y bien corta, pero a la vez nos serviría para poder descansar el resto de día y afrontar con más garantías las tres últimas etapas. Etapa 5: km vertical Speikboden: 6,4 km, 1075 mD+ Sand in Taufers: situado entre 865 m y 1.600 m (Rein), tiene 5.000 habitantes, está rodeado de montañas que no dejan indiferente en pleno Tirol, y las pistas de esquí que la rodean fueron el escenario de la 5ª etapa (novedad de este año), corta


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y dura donde sólo se hacía que subir por un sendero que cortaba la pista principal de acceso a la estación. Como la rodilla me seguía haciendo daño de antes, no se calentaba y me suponía un gran dolor comenzar una etapa sin haber calentado, el entrenador Leo me pidió si podía buscar una bici estática antes de salir, para calentar la musculatura sin notar rodilla. Ya me ves entrando a los hoteles del lado de la salida, pidiendo por la sala de fitness y buscando una bici, o directamente bajando al piso -1 e investigar… La encontré desde ese día hasta el final, me espabilaba en cada pueblo y algo encontraba. El km vertical fue tan duro como esperaba, con 6 km de subida 1000 mD+ para una diesel como yo… ¡Se me hizo pelota! Pero con Blacky ayudándome de principio a fin, y tratando de no decaer de ritmo, pudimos salvar un poco cediendo 5 minutos a los franceses que iban segundos. Pero es tan diferente una etapa así del resto, que tenía

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la esperanza de que no pasara nada. Había que ir tirando y conservando cada granito de energía, ya que aún quedaban 3 etapas que marcarían. Y así lo hicieron. Al terminar el km vertical, mi ácido láctico estaba a 8,7mmol/l, cuando el resto de etapas acababa entre 2 y 3. Había exprimido la musculatura, sin apurar a su límite, pero de nuevo dejando bastante la piel. La vuelta al hotel fue con el “telehuevo” y luego autostop, bien coja por la rodilla. La moral estaba un poco tocada por ceder 5 minutos, pero yo convencida que había hecho bien en no desgastarme en exceso. Después de este sprint había que recuperar bien, vaciar el lactato y regenerar musculatura. La primera hora post carrera es muy importante para rellenar depósitos de carbohidratos y volver a dar los aminoácidos necesarios para reconstruir las proteínas dañadas.


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Etapa 6: Sand in Taufers-St.Vigil: 38, 5 km, 2290 mD+ ¡Qué dura fue la etapa! Salimos con el turbo puesto para no dar treba a los segundos clasificados (quienes el día anterior nos habían “arañado” 5 minutos). Suerte que los primeros 4 km pudimos calentar para afrontar bien la primera subida de 600 m, derecha por un sendero estrecho, de pinaza y con raíces. En la bajada yo necesitaba unos minutos para adaptar las piernas, pero luego, ya marchaban y podíamos ir bastante rápidos para siempre adelantar gente y que nunca nos atraparan. De buen inicio nos pusimos delante, pero no venían muy lejos, así que no valía relajarse. Después vino un trozo de unos 10 km por pista y asfalto, pasando por medio de grandes pueblos como Brunico. Yo iba ya al límite, sin muchos reflejos, corriendo a un ritmo alto y con un Gerard que no cedía, que empujaba y que constantemente pedía y animaba. En el km 23 se nos acabaron “los postres” y vino la subida de 1500 m+ en 7 km, que dejó el km vertical del día anterior en ¡peccata minuta!

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Seguimos a ritmo alto, dejándolo todo y con Gerard ayudando todo el tiempo. Arriba casi fundidos miramos de ir recuperando en la larga bajada que venía, y a falta de 5 km ya vimos que los llevábamos lejos. No aflojamos, a mí me dolía todo y desde el inicio tenía un abductor tocado (el de la pierna contraria de la rodilla lesionada). Sufría porque en los 5 km de asfalto no se acabara de destrozar y cerraba los dientes y a veces los ojos ¡Qué duro que se hacía! Al entrar en meta como vencedores de nuevo de la etapa, las lágrimas me saltaban, todo era dolor y al mismo tiempo satisfacción por haber conseguido controlar el sufrimiento hasta el final. Yo renegaba del porqué había que ir tan rápido, pero Gerard era contundente: “Si les podemos recortar 5 segundos, no les recortaremos 3. A fondo hasta el final”. Se generó bastante tensión de equipo que, después de ducharnos y comer, se calmó. El cansancio tanto físico como psicológico fluía por todos lados.


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Etapa 7: St.Vigil-Niederdorf: 41,8 km, 1950 mD+ St.Vigil/Enneberg se encuentra en la entrada del valle Enneberger, un valle lateral de Val Badia, en el corazón del Tirol del Sur de los Dolomitas con más de mil años de historia. Esta etapa la hicimos con otra filosofía. Sabíamos que los segundos los teníamos a más de 30 minutos y por lo tanto, si no había ninguna decaída grave, no era necesario sufrir. Salimos detrás de los franceses del Garmin, controlando y sin dejar que se escaparan. Los primeros 14 km se hicieron un poco duros porque ellos no bajaban el ritmo y nosotros no les dejábamos marchar. Pero poco después del primer avituallamiento, cuando la pendiente ya se puso más derecho, tomamos un ritmo constante con Gerard y en poco tiempo ya les

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llevábamos unos minutos de ventaja. Solo con este margen hicimos una carrera más relajada, pudiendo disfrutar de un paisaje alpino impresionante, aunque los bancos de niebla y la pequeña lluvia que a veces caía nos tapaban las vistas. Algunos tramos en los collados eran bien derechos y preciosos, con cadenas para cogerse y grandes bloques de granito. En las bajadas técnicas con Gerard nos decíamos: “no nos relajemos pero no arriesguemos. Seguridad”. Los últimos 5 km, por asfalto su mayoría, seguimos a ritmo sin desgastarnos y como mi rodilla, isquio o el abductor; aún aguantaban. Pude disfrutar de una llegada en condiciones, sin aquel sufrimiento que el día anterior me dejó bien tocada. Al día siguiente ya “solo” quedaba una etapa


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de 33 km, y los ánimos tras ganar más de 30 minutos a los segundos en una sola etapa estaban por las nubes. No obstante, las piernas cantaban de dolor. Etapa 8: Niederdorf-Sexten: 33,4 km, 1270 mD+ Era el último de los 8 días de carrera, teníamos claro que íbamos a conservar y a no arriesgar. No nos podíamos permitir perder, después de todo el trabajo sudado y sufrido durante los 7 días previos. El equipo de los franceses estaba tocado, había perdido 39 minutos el día anterior y no las tenía todas de acabar bien; la chica tenía el tobillo y la rodilla muy tocados. Pero nosotros seguimos nuestra estrategia, siguiéndoles desde el inicio y controlándolos. Rápidamente vimos que no iban a buen ritmo y nos pusimos a la cabeza de carrera fácil. A la media hora de empezar, el equipo suizo que iba 4º de la general y el alemán del Woly Sport Salomon Team con Julia Böttger nos pasaron como cohetes; iban haciendo su carrera para poder tener una plaza en el podio y su diferencia era de apenas 10 minutos. Para mí fue la etapa más bonita de todas, pudiendo ver por primera vez el sol todo el tiempo y apreciar las 3 Cime di Lavaredo a tocar. Al final de la última subida atrapamos al equipo alemán y ya nos situamos segundos. La última bajada fue un poco técnica, y luego ya se dejó hacer, disfrutando de un final merecido y ganando una prueba que nos la tuvimos que trabajar desde el primero hasta el último día. Los franceses del Garmin volvían a perder una minutada saltando del podio y quedando cuartos, y los alemanes de Julia quedaban terceros, a solo un minuto de los suizos que finalmente acabaron segundos de la general. Emma Roca

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ASÍ LO VIVIÓ DAVID LÓPEZ CASTAN A finales de 2013 surgió una idea que, en un principio era una simple propuesta, pero que con el paso de los meses fue adquiriendo forma. Alfredo Gil, mi amigo y compañero del Team La Sportiva-Multipower, y yo nos marcamos un objetivo muy ambicioso a finales de año: correr juntos la TAR. La Sportiva enseguida se volcó con nosotros y lo marcamos como objetivo prioritario en el calendario del 2014. La temporada pasó rápido y, cuando nos quisimos dar cuenta, ya estábamos en agosto. Preparando dicha prueba, reunimos y organizamos todo: material, logística y un sinfín de cosas.

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Los entrenos iban geniales y la temporada había sido muy buena para ambos, consiguiendo varios pódiums en pruebas nacionales e internacionales. Esto nos hizo coger confianza, estábamos fuertes y solo faltaba demostrarlo. El jueves volamos a Munich y, tras unas horas de tren, llegamos a Ruhpolding, un pueblo precioso de Alemania donde empezaría todo. El viernes, tras un rodaje suave para soltar piernas y sudar un poco, nos dirigimos a recoger los dorsales. Por la tarde acudimos al briefing y a la pasta party, entrando ya en ambiente. Charlamos con


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otros españoles que también estaban allí, cambiando impresiones y riendo, pero a la vez algo nerviosos. Nos metíamos a la cama temprano. Son impresionantes la organización y despliegue de esta carrera lo llevan todo a la perfección; no he visto nada igual en ninguna prueba. Ya en 2011 tuve la ocasión de correr aquí, junto con mi compañero de equipo Miguel Caballero, donde conseguimos la victoria (pero de la otra versión). Los años impares es más corta, técnica y con mayor desnivel; y los años pares, como éste, es más larga, menos técnica y con menor desnivel. Ya sabía cómo funcionaba el tema en esta carrera y, quizás el hecho de repetir experiencia, es por eso, por el buen sabor de boca que me quedó. La idea era luchar por la victoria. Siendo conscientes de nuestro estado de forma, lo podíamos conseguir. En la primera etapa de 48 km ya me di cuenta que este año nos iba a tocar correr (¡y mucho!). Las otras dos siguientes etapas fueron de 43 y 50 km, también muy llanas, por pistas y carreteras;

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nada parecido a cuando la corrí en 2011. Perdimos varios minutos con unos suecos y los alemanes, pero la estrategia era no entrar mucho al trapo en las primeras etapas para reservar algo de chicha para la segunda mitad de la carrera. Así pasaron los días. Dábamos mucha importancia a la recuperación diaria, llevábamos todo a rajatabla. Después de cada etapa la rutina era la siguiente: meter las piernas en un río, tomar el Recharge de Multipower, comer bien, y en el hotel, después de un buen masaje, una pequeña siesta regeneradora. Por la tarde unos estiramientos y a cenar pronto, donde diariamente se hace ceremonia de premios, briefing técnico de cada etapa y se pasan las fotos y los vídeos del día. Era muy divertido. Además, al ser una carrera en línea, lo que hace que sea muy peculiar y diferente, ves infinidad de paisajes, montañas, pueblecitos y su inconfundible banda sonora Keep On Running. ¡Me encanta!

“Fueron unos días de gran compañerismo y complicidad”


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Durante esos días, quiero agradecer el trabajo excepcional de la empresa Sommerkind, que contrató para nosotros La Sportiva. Carmel, la chica que lo llevaba, se ocupó de toda la logística, nos llevaba y traía a cada salida y llegada de las etapas, así como a la pasta party y a unos fantásticos hoteles de 4* cerca de la salida, cuidando hasta el mínimo detalle. Siempre teníamos comida y bebida en la habitación, información, horarios, masajes, etc. Una pasada. ¡Mil gracias! Pasado el ecuador de la prueba, los suecos (que lideraban hasta el momento la clasificación) tuvieron que abandonar porque uno de ellos se lesionó. El ritmo de

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las etapas era endiablado y sabíamos que les podía pasar factura. Ya solo teníamos por delante a los alemanes, que en la 5ª etapa, en el KV, les pudimos ganar dándoles un toque de moral y quedándonos a tan solo 20’ de distancia. Más o menos, la estrategia estaba funcionando. Llegaron las etapas supuestamente más alpinas y lo intentamos todo. Pero fueron superiores y no pudimos arañarles ningún minuto más en ninguna de las etapas, ¡y mira que lo intentamos en las subidas y las bajadas!, pero no había manera, aunque supuestamente estábamos más frescos y las etapas iban a ser más montañeras. Estas etapas también tenían


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kilómetros y kilómetros de pista y carretera, donde no conseguíamos nada de ventaja, todo lo contrario: tener las piernas fatigadas por el paso de los días hizo que las fuerzas se fueran igualando y, aunque quisiéramos, ya era tarde. Y así se mantuvieron las posiciones hasta el final, quedando segundos, pero no con mal sabor de boca, ya que hicimos todo lo posible y estamos orgullosos por ello. Aunque tengo que decir que, siendo tan competitivos como somos, nos queda esa espinita que no se si algún día nos decidiremos a quitar. Eso sí, en la versión más técnica. En definitiva, y a lo que doy más valor, es que fueron unos días de gran compañerismo y complicidad, en los que hablamos de todo y reímos mucho. Sucedieron mil historias,

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mil anécdotas que siempre quedarán ahí. Risas y alguna lágrima son lo que hacen de esta carrera algo muy especial, tanto en carrera como fuera de ella. Son un cúmulo de sensaciones que jamás olvidaré. Querría agradecer a La Sportiva-Multipower, por darnos esta oportunidad, así como su apoyo diario. Y como por supuesto, todo el calor de la gente a través de las redes sociales nos ha brindado; sin ellos no lo hubiéramos conseguido. A pesar de que el tiempo no fue bueno durante la carrera, teniendo días de lluvia, frío e incluso nieve, nos llegaba el calor de toda esa gente que nos apoyaba en la distancia. David López Castan Fotografías de www.wisthaler.com


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7546 METROS DE ALTURA...

Javier Pérez, junto con seis amigos suyos, decidieron hacer una expedición al pico Muztagh Ata, que significa “El padre de las montañas de hielo”, está situado a pocos kilómetros de la frontera entre China y Pakistán.


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Este verano, entre los meses de julio y agosto, junto con seis amigos, nos fuimos a la lejana China de expedición, concretamente con la intención de hacer el pico de Muztagh Ata, una montaña con una altitud de 7.546 metros. El macizo del Muztagh Ata es una mole con dos cimas: una de 7.130 metros y otra de 7.546, separadas entre ellas unos dos kilómetros, que se encuentran situadas en el Kunlun Shan. El viaje lo hicimos vía Pekín, saliendo desde Madrid, para luego volar a Urumquí y finalmente hasta Kashgar. Nos pegamos dos días de vuelos y luego tuvimos que sumarle

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unas 6 horas de autobús. De esta manera, y pese a la lejanía del lugar, llegábamos más rápido al Campamento Base que por otras opciones que existen para llegar y, así, tener más días para aclimatar, algo fundamental en este tipo de montañas con tanta altitud. Reseñar que la mayor dificultad de esta ascensión es sin duda la altura, ya que técnicamente no presenta dificultades destacadas, solamente la precaución entre los campamentos I y II que, por las grietas, es mejor pasar encordados. Éramos 7 miembros en nuestra expedición y, en la


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zona de grietas, íbamos encordados en dos cordadas de dos miembros, y una de tres. Para el resto de la ascensión, y poder afrontarla con éxito, es necesario tener experiencia en altura y estar bien entrenado. Algunos montañeros deciden ascender esta montaña con esquís de travesía, aunque la gran mayoría lo hacen con raquetas. Nosotros, excepto un miembro de la expedición, la subimos con raquetas. Nuestro viaje duró 25 días en total y, a la hora de afrontar la estrategia de nuestra expedición, tuvimos la precaución de

“A las 14:45h, hicimos cumbre, después de casi doce horas de actividad”

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programarlo de tal manera que pudiéramos ascender muy progresivamente para que nuestros cuerpos se adaptaran bien a la altura, haciendo los porteos de material a los campos de altura muy poco a poco. El mayor error para la gente que intenta subir estas montañas, son las prisas, querer subir más rápido, no frenarse. Ver la montaña tan aparentemente cerca y no frenarse para subir poco a poco, para los montañeros menos expertos, suele ser un error fatal, que puede hacer que la ascensión no salga bien.


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Después de los primeros días que utilizamos para enlazar los vuelos, y últimas compras para nuestra estancia en el campamento base, cogimos un autobús, donde nos pegamos 6 horas, por una carretera bastante penosa, a la que se unía las innumerables curvas, junto con la coincidencia de encontrarse en obras por la construcción de una gigantesca presa. El viaje en autobús nos llevó hasta la última aldea poblada, donde pasamos dos noches a 3.800 metros de altura. En estos dos días hicimos excursiones a picos de 4.000 metros cercanos. Luego subimos al campo base, a 4.500 metros, junto con nuestros petates que nos lo llevaron los camellos hasta el campamento base, y donde pasamos la mayoría del tiempo, haciendo excursiones suaves, descansando, y haciendo los primeros porteos, al Campo I avanzado a 5.400 metros y al II, a 6.200 metros.

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El Campo base es cómodo y es donde teníamos contratados los servicios de comidas y tienda comedor. La comida muy rica y elaborada, aunque pese a nuestra insistencia en que no nos pusieran demasiado picante (¡y los cocineros lo intentaban!), siempre acababa picando. Los peores momentos debido a este picante fueron cuando bajamos de cumbre al campamento base, con los labios cortados por el frío, y a la hora de comer de caliente. En el campamento base tuvimos unos primeros días muy buenos, incluso calor, aunque poco a poco, se complicó la cosa, ya que empezó a aumentar el viento. En las cotas altas el éste era muy fuerte, y nos impedía intentar hacer cumbre pensando en los futuros días. Estuvimos esas jornadas viendo la previsión que nos anunciaba viento, preocupados por la previsión que


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veíamos en los partes, donde el viento no cesaba e incluso aumentaba. Nuestro ataque a cumbre peligraba.

así, atacar desde del CII, ya que estábamos bien aclimatados y no teníamos muchas más opciones.

Pero, con el paso de los días, en uno de los partes que buscábamos, vimos que, para el día 3 de agosto, el viento bajaba bastante, y después volvía a complicarse. Fue cuando decidimos, después de que cada uno de los miembros de la expedición valorara, si subir desde el CIII a 6.800 metros, con más posibilidades de cumbre pero con el inconveniente de avecinarse mucho viento al día siguiente, o atacar a cumbre desde el CII a 6.200 metros, ahorrándonos un día, y donde el viento, quizás y según las previsiones, nos respetaría, pero con el gran inconveniente de subir un gran desnivel, haciendo mucho más duro el día de cumbre. Si lo hacíamos desde el CII, nos lo teníamos que jugar todo en un día, por subir del tirón. Decidimos entonces hacerlo

Fue entonces cuando el día 1 de agosto decidimos atacar cumbre. Teníamos los campamentos montados. Subimos al CI, donde pasamos noche. Al día siguiente subimos al CII (6.200 metros), donde pasamos la segunda noche. Ya teníamos montadas las tiendas, por lo que la tarde antes de antes del ataque a cumbre, la dedicamos a preparar el equipo para atacar el día siguiente, derretir nieve, tomar bebidas calientes e intentar comer algo. Aunque lo cierto es que, a esas alturas, el estómago se cierra y entra poca comida. El día 3 de agosto, a la una de la madrugada, y sin haber dormido a penas, comenzamos a prepararnos para salir de las tiendas, vestirnos, derretir nieve e intentar comer


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algo. Habíamos quedado a las 3 de la mañana fuera de las tiendas para salir todos los miembros de la expedición. A las 3 en punto, todos preparados, comenzamos el ataque a cumbre. Con una temperatura de unos 25º bajo cero, comenzamos a subir. La noche era preciosa, despejada y estrellada, y el amanecer nos dejo impresionados. Conforme nos acercábamos a la cumbre, el tiempo empezó a cambiar, a cubrirse y soplar fuerte el viento. Por fin, a las 14:45h, hicimos cumbre, después de casi doce horas. Muy cansados y con una sensación térmica por el viento de unos 40º bajo cero. Hicimos las fotos rápidamente y comenzamos el descenso, no pudimos disfrutar mucho de la cima debido al fuerte viento y al frío que hacía. Llegamos al CII a las 20:30h, muy cansados y a la vez contentos. Nos metimos en las tiendas, intentando comer algo, (casi imposible), y nos quedamos dormidos vestidos y dentro del saco. Me quedé dormido y me desperté un momento, cuando mi compañero de tienda me avisó que por lo menos me quitara las botas, ya que me había quedado dormido con las botas puestas. Fueron 18 horas de actividad y, de los siete miembros de la expedición, hicimos cumbre cinco. Una pena por los dos que no pudieron hacer cumbre, aunque todo montañero sabe que en una expedición, el esfuerzo y trabajo de todos los miembros es fundamental para que uno, dos o todos lleguen a la cima. Al día siguiente, desmontando el CII, bajamos hasta el campamento base, donde por fin, y al cabo de 2 días, nos fuimos recuperando del gran esfuerzo y comenzamos a poder comer algo más sólido. Como todo salió bien e hicimos cumbre a la primera, utilizamos los días que nos quedaron libres para visitar las ciudades de Urumquí y Pekín, donde hicimos turismo. Un viaje y expedición muy recomendable, ideal para montañeros experimentados y entrenados, que quieran probarse en altura. Javier Pérez Guía de montaña y barrancos

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ULTRA SIERRA NEVADA UN RECORRIDO ESPECTACULAR

Vicente Roig participó en la primera edición de la Ultra Sierra Nevada, uno de los ultra trail a mayor altitud de Europa: 3.300 metros 83 km míticos: desde la Alhambra de Granada a Sierra Nevada, la cima de la Península Ibérica.


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Esta vez aprovechamos estar con la familia y nos fuimos todos juntos a Granada. El viernes por la tarde fuimos a recoger los dorsales y nos encontramos con Rafa, Rebeca, Mateo y Neus (gran equipo de apoyo de Rafa que me ayudarían también a mí). Ya en el hotel conocí a Borja y Emmanuel, con los que quede a la 1:30h de la mañana para bajarnos juntos al centro de Granada. Me fui a dormir pronto sobre las 22:00h, pero en la habitación de al lado estaban de fiesta… Al final me dormí una hora y en pie. A las 3:00 se da la salida y rápidamente subimos a la zona más alta de Dehesa del Generalife. Desde allí, unas vistas impresionantes de Granada “durmiendo” a un lado y, en el otro, las poquitas casas del Albaicín iluminadas. Voy pasando los diferentes controles con zonas de sube-baja

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hasta llegar al kilómetro 22 en Quentar; 2 horas 40 minutos. Por cierto, estaban en fiestas y el “musicón” era tremendo. El ritmo es muy bueno y el gemelo va respetando; una subida corta y otra más larga hasta el Alto de los Jarales me dejan en el control de Fuente de la Teja, kilómetro 31 en 4h 14min. Desde aquí empieza una larga subida hasta el Alto de El Calar, a casi 2.000 metros de altitud. Se me hace eterna, ya que está amaneciendo y me voy durmiendo (mando recuerdos a mis vecinos del hotel). En la bajada más atento ya me voy despejando hasta llegar al control de Güejar Sierra; km 43 en 6h. Cojo fuerzas y salgo corriendo por una larga pista en el Barranco de San Juan, picando hacia arriba. Llego al Hotel del Duque; km 54 en 7h 30min. El terreno


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empieza a empinarse, son subidas cortas pero muy verticales hasta Dornajo; km 60 en 8h 30min. A partir de aquí hay un tramo de pista donde también se puede correr bastante hasta empezar la subida hasta el cruce del control. Aquí llego apajarado, menos mal que están mis salvadores Rebe, Neus y Mateo que me han comprado pasta; me siento a comérmela para recuperarme. Voy camino de Pradollano, km 74 11h 8 minutos, pero tengo claro que ahora empieza lo más duro y hay que ir midiendo las fuerzas. Subida muy vertical hasta la Hoya de la Mora, km 77 12h. Empieza a hacer un viento muy fuerte y frío que nos hace parar a poner la chaqueta. Ya queda menos… Voy llegando hasta la zona más alta, el Veleta a 3.100 metros de altura, kilómetro 81 en 13h. Tan solo quedan unos 7 km hasta la meta en Pradollano. Termino los 89 km con 4.900m positivos y 3.500 metros negativos en 14 horas 8 minutos, el 43º de la clasificación general. Estoy contento de ver cómo va la recuperación del gemelo y ver que cada vez me encuentro mejor. ¡Muchas gracias a todos los que están a mi lado! Está claro que al ser la primera edición tienen que mejorar ciertos aspectos como avituallamientos más consistentes para este tipo de pruebas, pero me quedo con un recorrido espectacular perfectamente balizado y con la ceremonia de entrega de premios entre amigos, donde lo pasamos en grande. Vicente Roig

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