7 minute read

DE QUÉ COLOR ES LA FELICIDAD

libre y comprometido con el material más frágil y delicado, con la INFANCIA. Educar para despertar los talentos que duermen a la sombra de un sistema educativo que sigue sin entendernos y que se empeña en mantenerlos ocultos en los lugares más lejanos del ser humano, en la introspección del absurdo y de lo

socialmente establecido, ocultando y reprimiendo a la esencia del ámbito artístico. Hay que respetar de forma urgente a la infancia y tener derecho a ser diferente, aunque eso nos obligue a saber y a sentir que somos iguales y que en la individualidad reside la riqueza y la firmeza de que todos tenemos algo que ofrecer. Aceptarnos y aceptar, sin juzgar, sin poner etiquetas, porque las etiquetas molestan en la ropa y aún más en la vida.

Advertisement

“LA CAJA DE LAS TAREAS DIVERTIDAS “ Una manera de favorecer la autonomía y el hábito de trabajo, es usando “LA CAJA DE LAS TAREAS DIVERTIDAS “. Esta actividad la aprendí siendo Presidenta de un Tribunal de Oposiciones, lugar que además de examinar, ofrece espacios de aprendizaje y desarrollo personal, así como el intercambio de experiencias e ideas educativas entre compañeros/as. Es un recurso sencillo, divertido y que los invita a realizar trabajos, actividades, dinámicas…Estas actividades pueden ser escogidas por ellos/as mismos/as o al azar. Sólo se necesita una caja y depresores de gomaeva o de madera donde escribiremos distintas actuaciones o actividades que pueden realizar en su tiempo libre o una vez terminados los trabajos personales. La clase debe tener ubicadas y bien delimitadas todas aquellas consignas que ofrecen los depresores. Podemos jugar a construcciones, escribir palabras en un papel o en la pizarra, hacer un puzzle, regalar un dibujo a un compi de clase o a nuestra familia, jugar a algún juego de mesa, hacer un poco de deporte, copiar números, letras, calcar, recortar, hacer una manualidad jugar con los bloques lógicos o los policubos, disfrazarse, irse al rincón de lectura, dar un masaje a un compi…en definitiva, esta caja nos ofrece multitareas ajustadas a sus necesidades e intereses y nos puede ayudar a superar esa pregunta tan habitual en Infantil que no es otra que : Y DESPUÉS …¿ QUÉ HAGO ?: Esta caja es MÁGICA y , sobre todo, es funcional, ya que permite dotar de soltura, autonomía y resolución a los niños y niñas en estas edades donde desenvolverse por sí mismo, es tan complicado y a veces tan difícil. Con recursos sencillos, divertidos y que implementan las tareas cotidianas, ofrecemos oportunidades de ampliación de conocimientos y experiencias.

Siempre soñé con una escuela de colores, con una revolución infantil perpetuada y movida por sus verdaderos protagonistas, las familias, los niños y niñas y los maestros y maestras; un equipo capaz de hacer magia y de descubrirse ante la creatividad, la motivación y la construcción de experiencias fantásticas. Caminar juntos no es una utopía, sino el sueño de una escuela de verdad, de una escuela por y para la vida.

¿De qué color es la felicidad?

JOSÉ MARTÍNEZ VILAS

El Profe Pepe, como le gusta que le llamen, es natural de San Fernando (Cádiz). Diplomado en Magisterio de Primaria por la Universidad de Cádiz. Apto para la Enseñanza Bilingüe  Máster Interuniversitario en Cultura de

Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos, por las Universidades de Granada,

Cádiz, Córdoba y Málaga.  Experto/Especialización en Comunidades de Aprendizaje

Amante de la Animación a la Lectura, la Innovación Pedagógica, TICs, los Proyectos Interdisciplinares y Tareas Multicompetenciales, la Educación en Valores a través del Aprendizaje Cooperativo Experiencial, y el uso didáctico del Material Manipulativo, ha sido nominado al Premio Educa Abanca al Mejor Docente de España 2019 (categoría Primaria).

Contacto: profepepe.edu@sptartessos.net

El color favorito de Irene es el verde. Tiene cinco años, y un mundo entero por descubrir. ¿Qué digo un mundo? ¡Un universo! Pero lo tiene tan claro como que el año que viene ya va al cole de “los grandes”.

El verde. Al cien por cien el verde. No lo duda ni un segundo. Y si les cuento por qué, lo mismo se les acaba poniendo la carne de gallina. El que avisa no es traidor. ¿Se atreven a seguir leyendo?

Esto lo viví el curso pasado. Me encontraba cubriendo a una compañera que había faltado esa semana a su tutoría de infantil de 5. Una aventura de las buenas, desde luego. Al ser una comunidad de aprendizaje, en el centro en el que me encontraba teníamos talleres -grupos interactivos les suelen llamar- ciertos días periódicamente, donde algunos padres y madres de la clase venían al aula a trabajar con nosotros.

Aquel viernes había preparado, como de costumbre, un taller para cada rincón de la clase. Teníamos de construcciones, creación de cuentos, de tangram, un memory de animales y alguna cosa más que no logro recordar ahora. Uno de ellos, el que me he reservado para la ocasión, era de colores. Se les daba un color a todos, y se les decía:

Venga, el amarillo. ¿Qué cositas sabes tú que sean de color amarillo?

Alguno, si tenías la suerte de que a la primera se hubiese enchufado a la dinámica, respondía: ¡El Sol!

Y tú asentías enérgicamente en todas direcciones, para que todos se pusieran a pintar un solecito en sus papeles, con el color amarillo que les habías entregado. Luego lo mismo con el rojo, y el azul, y el verde. Poco más. Al cabo de unos minutos tocaba rotar de taller, así que tampoco daba lugar a explayarse demasiado en la gama cromática. Lo básico.

Irene llegó con su grupo y se sentó a mi derecha. Agarró el rotulador grueso de color verde como quien blande una antorcha olímpica y no lo soltó hasta el final. Todo el tiempo con ese. Solo de verde. Todos los dibujos. En esto que me di cuenta, me giré hacia ella disimuladamente y señalándole el papel le pregunté en voz baja:

Irene cariño, ¿de qué color son las nubes?

Ella me contestó sin mirarme. Con la vista absolutamente fijada en su folio mientras deslizaba de un lado a otro su preciado rotulador.

Es que las nubes son bonitas.

Yo también, mira que preguntarle a una niña de cinco años sobre el color de las nubes del cielo… ¡Con la de tonalidades que adquieren a lo largo del día dependiendo de tantas cosas cuando las miramos! ¡Me podría haber contestado prácticamente media caja de rotuladores! Pero su respuesta no me la esperaba en absoluto. “Las nubes son bonitas”.

Mi madre siempre me educó con aquella frase de Bambi desde pequeño que decía: “Si al hablar no has de gradar, es preferible callar”. Y como me quedé patidifuso, opté por dejar a Irene ensañarse con el verde y regresar mi atención al resto del grupo. En uno de los momentos del taller en los que había que cambiar de color, volví mi mirada hacia mi desconcertante artista de la derecha y más de lo mismo. El verde por bandera otra vez.

Había dibujado ya todo el resto del paisaje. Una casa verde, un corazón verde, y justo en ese

momento estaba pintando algo parecido a un muñeco también de color verde. Así que le hice la pregunta con mayúsculas. Debo hacer una pausa ahora mismo para comentarles que esta misma pregunta se la hago todos los cursos a mis alumnos cuando empezamos a conocernos. Les voy siempre preguntando uno a uno su nombre y alguna cosa aleatoria. Las hay típicas y las hay desconcertantes. Del tipo… No sé, “si tuvieses un superpoder ¿cuál sería y para qué lo usarías?” “Si pudieses volver al pasado o viajar al futuro, ¿cuál de las dos opciones elegirías y por qué?” O “si fueses capaz de transformarte en un animal ¿cuál escogerías?”

Y siempre pregunto entre tanto, ¿cuál es tu color favorito? ¿Y por qué? Esa última coletilla a menudo los desconcierta bastante. Porque no están acostumbrados en absoluto a tener que justificar algo tan irracional o personal como el gusto por un color. Después, cuando uno les guía un poco y les hace pequeñas preguntas, del tipo: “¿Qué hay a tu alrededor normalmente que sea de ese color y que te gusta contemplar?” O “¿qué cosas tienes que te encantan, y que casualmente son todas del mismo color?” Pues ellos ya van reconociendo ciertas preferencias personales, etcétera. Pero todo esto de saber conducirles hacia su propio descubrimiento, toda esta capacidad que puedan pensar que tengo para sacarle punta a algo tan inapreciable, no me viene de ningún pedagogo, de un Máster en Psicología Educativa ni nada de eso. No. Me lo enseñó Irene.

Volvamos a donde lo dejamos. Justo fue preguntarle a aquella pequeña que cuál era su color favorito, y me señaló directamente el monigote que acababa de terminar de plantar en medio del paisaje.

Abuela- dijo, directamente.

Pensé para mí, o esta niña me está hablando en clave, de manera prodigiosa, o me parece a mí

This article is from: