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Los Fariseos: el Nacimiento de una Vocación con Miedo

Cuandoa María José la llevaron sus padres a visitar por primera vez la celebración de “Los Fariseos”, en Semana Santa, en el cerro del Coloso de la ciudad de Hermosillo, la niña se asustó mucho; se refugió en las faldas de su madre y rompió a llorar de manera escandalosa.

Sus padres querían que la niña, ya desde pequeña, se familiarizase con las tradiciones de Sonora, típicas de esas fechas de la Semana Mayor.

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Supusieron que, tal vez, había sido el lugar congestionado de personas y en las horas pico de las ceremonias lo que habría angustiado a la pequeña, así que decidieron cambiar de toma y se fueron a las explanadas del Vado del Río, donde también se realizan las procesiones Yaquis de la Semana Santa. Pero tampoco ahí, María José se sintió segura.

Sus padres, se percataron entonces, de que su angustia no era el cúmulo de personas, sino las figuras discordantes y dantescas de los personajes de la procesión, como salidas de un sueño, lo que a ella le estaban dando miedo. No había uniformidad en las máscaras, sino, una ópera de figurines a cual más de dispares y sobrecogedores…Y ¿cómo nó?: cabezas de venado, plumajes de indio, rostros de oso o de leones, máscaras de personajes ficticios de películas de terror… un vestuario salido, todo el, no de un extenso y lúgubre sótano en las profundidades de un teatro parisino, sino de la imaginación más divertida y curiosa de cada uno de los jóvenes “fariseos” que prestaban sus días a representar las hazañas del bien y del mal muy propias del triduo pascual: el sufrimiento, la tentación, el juicio, la crucifixión, y la resurrección del ícono de la cristiandad para millones de personas en el mundo, escenificado y vivido de muchas y diferentes maneras, como se estaba haciendo ahí, en Hermosillo, la capital del desértico noroeste de México.

Al terminar su preparatoria, María José quiso estudiar cine. Al principio de su carrera, divagó una y otra vez sobre los escenarios que cada maestro, entusiasta, presentaba sobre sus géneros preferidos. Cada semestre, ella cambiaba de opinión sobre el sesgo que le quería dar a su carrera. Un día se levantaba de su cama y salía eufórica decidida a imitar a los polifacéticos directores de la escuela de Hollywood…. Y en otra ocasión llegó triunfante a su casa pregonando que se había decantado, mejor, por el cine europeo “mucho más realista” -decía.

Cuando le tocó profundizar sobre Akira Kurosawa -uno de los más célebres directores del cine de Japón- se sintió atrapada por el cine local, el que refleja la impronta del carácter de un pueblo… “Se parece mucho -se dijo- guardando las diferencias en el tiempo, al cine que hace Alfonso Cuarón”.

Pero fue, en un paseo ecológico, organizado por la Universidad, a la Isla del Tiburón, la tierra sagrada del milenario pueblo Comca´ac, cuando sintió la “revelación” de plasmar toda esa naturaleza e historia en un fílmico, que sería en formato documental, su mejor manera de hacer cine. Estaba decidida.

Corrieron los años, se embarcó en proyectos, trabajó en equipo, perdió dinero, se presentó en festivales de todo tipo, hizo cosas buenas, hizo cosas mediocres… hasta que un día, se encontró - durante una cuaresma, en un poblado ejidal, allá en medio de la nada, a treinta kilómetros de Navojoa: El Recodo. Ahí, de nuevo, tuvo otra conversión: plasmaría, cuadro a cuadro el por qué, el cómo y el cuándo de las tradiciones sonorenses de la Semana Santa. La niña María José, convertida en mujer de treinta años, ya no tuvo miedo a las máscaras, ni a los bailes, ni a los azotes cuaresmales, ni a la multitud.

Había llegado la primavera, y amanecía en Cannes, la ciudad francesa, un hermoso cielo azul, ribeteado con nubes de algodón que le daban mayor elegancia a la ciudad; era el sábado 21 de mayo del 2022. La ciudad celebraba el 75° aniversario de su Festival de Cine, un evento universal anclado en la historia. El reloj marcaba las 18: 23 horas de la tarde, y la María José mujer, la que años atrás, cuando niña, le tenía miedo a la “historia de los fariseos” caminaba junto con su equipo por la alfombra roja, rumbo al patio de butacas del gran teatro de festivales situado en el paseo marítimo de la Croisette.

…días después, el 28 de mayo, ya casi entrada la madrugada en Europa María José, ya desandaba la alfombra roja, con la Palma de Oro del jurado del Festival alzada en su mano premiada como el mejor documental presentado en tan magno evento. Los fariseos de Sonora y sus máscaras habían triunfado en el interior de ella…y en el mundo entero.