1 minute read

En Playa del Carmen: Enfrentando el Ecocidio

*Dra. Yoyo García Puebla

Como soy del desierto, me asombra la vegetación con sus diversos tonos de verde.

Advertisement

En Mérida y en Playa del Carmen, en los terrenos baldíos crecen árboles; no son arbustos ni maleza como en mi pueblo. ¡Son árboles!

Podría pensarse que la tierra es muy fértil pero no: el terreno es pedregoso, y asombra la forma en que aquí crecen los árboles

Es inexplicable cómo la vida se va abriendo camino. En realidad, crecen literalmente hasta en las piedras. El camino a Playa del Carmen, va serpenteando en paralelo a la construcción del destructor Tren Maya en muchos tramos.

A los lados de la limpia y blanca explanada con trabajadores que van y vienen paseando la maquinaria pesada que compacta el terreno donde colocarán los durmientes de cemento que están apilados por ahí, durmiendo y esperando su turno, se ven las raíces de los árboles arrancados ¨a la mala¨, amontonados, revueltos entre piedras, raíces, trocos gruesos y delgados, ramas secas, que alcanzan la orilla de la carretera. Parece que alargan sus brazos pidiendo ayuda, queriendo rozar los carros que van despacio por las maniobras de la maquinaria…

Este escenario contrasta con la densa vegetación. Justo a un lado de la cordillera de vegetación asesinada y seca, se encuentran de pie los árboles con hojas muy verdes; parece que la naturaleza los sembró muy juntos para que socializaran, con troncos grandes, chicos, gordos y flacos, tupiditos.

Se ven tristes…se saben con suerte porque a ellos no les llegó la guillotina; justo hasta ahí llegó la muerte. Se quedaron en la línea de la vida pero están llorando al ver el horrible espectáculo, quizá preguntándose cuánto tiempo podrán sobrevivir. Muchos con las raíces exhibidas, algunos de sus pedazos de raíces o ramas se ven entre la cordillera de deshechos… de basura.

Están impactados de su experiencia; no encuentran una explicación a lo que ocurre ya que ellos no hacen ningún daño, no han pedido nada, nadie los riega, nadie los planta. Ellos están para dar, oxígeno, refugio a la fauna y a cualquier ser humano que quiera respirar tranquilidad y paz.

Yo los vi y estoy segura de que estaban queriendo gritar en su idioma a tanta gente que pasamos despacio, con tiempo suficiente para verlos aunque, tristemente, la mayoría se voltea indiferente.

Los árboles quieren que alguien les explique qué hicieron para merecer eso.

Yo escuché sus gritos pero lo único que pude hacer fue empatizar con ellos, “decirles” que no hay una justificación válida, que hay muchos locos sin corazón en posiciones de tomar decisiones y aunque no sirva de consuelo, no solo ellos han sido afectados. Los abracé con energía amorosa; me traje unas lágrimas y los dejé en el camino a Playa del Carmen.

Me quedé tan impresionada del ecocidio que ni siquiera pude tomar fotos.