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SANTA ANA como síntoma
SANTA ANA COMO SÍNTOMA (de lo que fuimos y de lo que somos)
J. Espluga Trenc, sociólogo
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El pasado 12 de noviembre se celebró el 50 aniversario de la inauguración oficial del embalse de Santa Ana. En el número anterior de Somos Litera (SL), Félix Andreu Álvarez publicó un interesante y documentado artículo sobre las circunstancias de la construcción de la presa y su inauguración, así como sobre los beneficios sociales que comportó dicha infraestructura, que sin duda contribuyó a transformar profundamente el paisaje físico y social de nuestro territorio. Cuando desde SL se me pidió esta colaboración, lo primero que hice fue releer aquel escrito para darme cuenta de que buena parte de las ideas que yo podría aportar desde un punto de vista sociológico, las había expresado ya Félix Andreu con mucho más conocimiento y contrastada solvencia. Había, por tanto, que buscar otra vía de reflexión.
La casualidad quiso que justo en ese momento anduviera uno enfrascado en la lectura del libro ‘Los ingenieros de Franco’, escrito por el historiador Lino Camprubí y editado en 2017 por Crítica. Uno de sus capítulos trata, precisamente, sobre la explotación eléctrica del río Noguera Ribagorzana, y no me resisto a comentar aquí alguno de sus hallazgos, de los que luego intentaré extraer algunas reflexiones.
Aunque la idea de construir una presa en la zona de Santa Ana ya venía
Familias llegadas desde el sur de España poblaron La Litera Alta a mediados del siglo pasado
de antes (al menos desde 1913, como advertía Félix Andreu), el historiador Lino Camprubí fija su punto de partida en el ingeniero leridano Victoriano Muñoz Oms, quien en 1931 fundó una empresa para extraer carbón en la cuenca del Noguera Ribagorzana y explorar sus potencialidades energéticas. En 1935 el gobierno catalán le encargó preparar un plan para el aprovechamiento de la energía eléctrica que ya contemplaba la construcción de varios embalses en el río para su explotación privada. La Guerra Civil dio al traste con estos proyectos. Cuando en 1941 se fundó el Instituto Nacional de Industria (INI), principal instrumento de soberanía económica del franquismo, Muñoz Oms tanteó a su todopoderoso director, Juan Antonio Suanzes, para intentar retomar el proyecto de la explotación hidroeléctrica del río. Dicho y hecho. En un país acuciado por todo tipo de carestías, Suanzes ordenó rescatar las concesiones privadas para abordar la regulación integral y sistemática del río, y el Noguera Ribagorzana se convirtió en una pieza clave para el desarrollo industrial que perseguía el INI. El río se explotaría en su integridad al servicio de los intereses industriales y urbanos. A partir de ese preciso momento, la mayoría de los pueblos del valle quedaron condenados a un futuro de inundación, despoblación y emigración. Entre ellos Casserres, el pueblo de mi abuela Anita.
Con este objetivo, en 1946 se fundó la ENHER (Empresa Nacional Hidroeléctrica del Ribagorzana), como empresa pública bajo el paraguas del INI. El ingeniero Eduardo Torroja (abuelo de una famosa cantante de un grupo tecno-pop de los 80) fue nombrado su presidente y Muñoz Oms director eje...


cutivo. Lino Camprubí nos advierte de que la ENHER se inspiró en la Tennessee Valley Authority, una empresa modelo a la hora de diseñar la explotación de una cuenca en su conjunto, y que fue impulsada en Estados Unidos en 1933 en el marco del New Deal de Roosevelt para afrontar la modernización del país tras la Gran Depresión.
De esta manera, la ENHER tuvo vía libre para elaborar un proyecto con casi dos decenas de centrales eléctricas distribuidas a lo largo del río, desde la cabecera hasta su desembocadura en el Segre. Algunas de las centrales aprovecharían saltos naturales en los lagos
Imagen lateral de la presa y embalse de Santa Ana

de la cabecera, pero la mayoría requirieron construir presas para elevar la altura del agua y hacerle ganar energía. Además, había que asegurar que siempre hubiera suficiente agua reservada para hacer frente a la demanda eléctrica en un año seco. En definitiva, un río entero sacrificado en aras de un bien superior: la electrificación de España. Se estimaba que podría suministrar hasta el 20% de la demanda eléctrica española de la época.
Pero, como evidencia Lino Camprubí, el plan tenía un fallo: el supuesto control total del río por parte de ENHER (o del INI) resultó imposible a causa de los muy diversos intereses en juego. ENHER cometió el error de no tener en cuenta el peso e importancia histórica de los regadíos de las llanuras de Huesca y Lleida, donde existía una sólida tradición asociativa en torno a la gestión del agua. De modo que, a pesar de estar en plena dictadura franquista, los regantes del Canal de Aragón y Cataluña y del Canal de Piñana supieron organizarse en grupo de presión para la defensa de sus derechos. El ministerio de Agricultura de la época salió en apoyo de los regantes, así como la Confederación Hidrológica del Ebro, a la que la ENHER acusaba de inflar las necesidades de agua de manera poco realista. Pero las acusaciones de ENHER a la CHE eran infundadas, pues los planes de expansión para el canal de Aragón y Cataluña ya constaban en un plan de regadíos del Ministerio de Obras Públicas de 1939 (aprobado pocas semanas después del final oficial de la Guerra Civil, aunque basado en el Plan Hidrológico Nacional de 1933, el de Lorenzo Pardo), que ya preveía un embalse en la zona de Santa Ana con finalidades de riego.

Ante esta tesitura, en un intento de compaginar intereses agrícolas y eléctricos, se plantearon dos opciones: o bien se construía una presa adicional en Mont-rebei (a lo que ENHER no estaba dispuesta por su elevado coste), o bien se ampliaba la capacidad de Canelles y se gestionaba el agua de acuerdo con las necesidades de la agricultura y
no de la producción eléctrica. Parece que venció esta segunda opción. De ahí que Canelles se convirtiera en el segundo embalse más grande de la cuenca del Ebro y sexto de España, mientras que Santa Ana juega el rol de contraembalse de todo el sistema hidroeléctrico del río, garantizando que habrá agua para regadíos aunque las otras presas del sistema desembalsen para generar electricidad. En este punto, Lino Camprubí retoma al mencionado Eduardo Torroja, ingeniero reconocido internacionalmente en su época por sus innovaciones técnicas en la construcción con hormigón. A principios de los años 50, el equipo de Torroja diseñó una innovadora presa de arco para el estrecho de Canelles. A diferencia de las presas tradicionales de gravedad, las de arco funcionaban como una cúpula vertical y ahorraban mucho material y tiempo, aunque planteaban muchas dificultades de cálculo. Pero el equipo de Torroja disponía de los conocimientos necesarios para llevarla a cabo. La presa de Canelles se completó en 1956 y su relación superficie/ volumen fue una de las más óptimas hasta la fecha en ese tipo de presas, lo cual supuso un logro tecnológico de primera magnitud para la ingeniería española. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que el embalse perdía agua por una de sus laderas, puesto que los modelos del equipo de Torroja no habían contemplado con suficiente detalle las características geológicas de las paredes del embalse. El sellado de las
...los planes de expansión para el canal de Aragón y Cataluña ya constaban en un plan de regadíos del Ministerio de Obras Públicas de 1939 un embalse en la zona de Santa Ana con finalidades de riego.
pérdidas duró 15 años. De hecho, a día de hoy (diciembre 2020) sigue habiendo obras en el estrecho de Canelles a causa de desprendimientos y fracturas en las rocas que aguantan la presión del embalse.
A modo de conclusión me gustaría destacar tres cosas: En primer lugar, el cincuentenario de la inauguración de Santa Ana no es sólo el de un pantano, sino el de todo un sistema hidrológico que abarca desde la cabecera del río Noguera Ribagorzano hasta el Segre. Un proyecto faraónico típico de una época en la que la toma de decisiones podía ignorar sin más los duros impactos negativos sociales y ambientales que podían ocasionar. Esto explica por qué buena parte de mis parientes residentes en Binéfar, Alfarrás u otras localidades de Aragón y Cataluña son, como muchas otras personas, familiares expulsados de la cuenca del Noguera Ribagorzana a causa de los proyectos citados. Miles de hectáreas anegadas que provocaron una migración forzosa dejando un angustioso vacío en el mapa. Y a veces aún nos preguntamos por qué la montaña lleva tanto tiempo expulsando gente.

En segundo lugar, es reseñable la capacidad de presión que consiguieron los agricultores de las zonas de regadío, capaces de doblegar las pretensiones totalitarias de ENHER. La Litera baja y el Segrià eran lugares muy dinámicos social y económicamente, y lo siguen siendo gracias a la disponibilidad de agua que proveen embalses como el de Santa Ana. Es por ello que fueron zonas de destino de buena parte de las personas expulsadas por la construcción de los embalses. Y es por ello que estas tierras bajas tienen una conexión especial con la Ribagorza y la Litera alta, una memoria que debería reconocerse y cuidarse.
En tercer lugar, vale la pena recordar que el proyecto hidrológico integral del Noguera Ribagorzana se hizo en nombre del interés general del país y a través de ENHER, una empresa pública, pero que finalmente ha acabado en manos de una empresa privada, ENDESA (privatizada en 1998, y desde 2008 en manos de ENEL, multinacional italiana de la energía). Quién iba a decir ...
que todo el sacrificio de la familia de mi abuela redundaría en provecho de intereses italianos. Al respecto, es curioso observar que la empresa que sirvió de inspiración a la creación de ENHER, la Tennessee Valley Authority, hoy día sigue siendo la mayor compañía pública de energía de los Estados Unidos, algo contraintuitivo en el país campeón de la desregulación capitalista. Algo deberíamos aprender en relación a la soberanía energética, así como en relación a con qué finalidad exigimos sacrificios sociales y ambientales a nuestra tierra. Por último, tan solo recordar que tanto
Las obras de la presa de Santa Ana fueron extraordinarias para la época

el proyecto de regulación hidroeléctrica del Noguera Ribagorzana como los movimientos sociales de lucha por el agua, se hicieron sin distinguir entre fronteras territoriales autonómicas. Gentes de Aragón y de Cataluña supieron organizarse para reivindicar lo propio trascendiendo fronteras. Aunque esta coordinación popular interterritorial todavía existe (como lo muestra el funcionamiento del propio Canal de Aragón y Cataluña, cooperativas como Actel, integradoras porcinas, forrajeras y otras muchas iniciativas económicas transfronterizas), la imagen pública que predomina en los medios de comunicación es la de rivalidad y hostilidad hacia el vecino. La celebración del cincuentenario del embalse de Santa Ana podría servir para visibilizar más la existencia de un tejido social y productivo muy dinámico y transfronterizo, que supone un reto a los centralismos autonómicos de andar por casa. En este sentido, es de agradecer que haya medios (como Somos Litera) que apuesten por visibilizar una periferia que no suele encajar en los relatos homogeneizadores que nos muestran las televisiones.

CINCUENTA AÑOS DE LA INAUGURACIÓN DEL PANTANO
Hace 50 años, el 12 de noviembre de 1970, la Confederación Hidrográfica del Ebro puso en servicio la presa de Santa Ana y el canal de enlace con el de Aragón y Cataluña. El Nodo, con su rimbombante entonación narrativa, informaba de la inauguración de esta importante obra de ingeniería por Don Juan Carlos Príncipe de España, al que acompañaban el ministro de Obras Públicas, autoridades civiles y militares, Obispo de Lérida y mucha expectación. La carretera estaba engalanada y en letras grandes se leía “CASTILLONROY A S.A.R. PRINCIPE DE ESPAÑA BIENVENIDO A NUESTRO TERMINO”.
La construcción de la presa en las décadas de 1950 y 1960 representó un enorme proceso de transformación, cuyas dimensiones sociales y económicas fueron suficientes a la hora de implicar una extraordinaria etapa de trabajo y progreso. Este pantano, situado al final del tramo industrial del Noguera Ribagorzana, había de ser el regulador de todo el sistema eléctrico de este río. Otra de sus funciones era la de regar una extensa zona de Huesca y Lérida. Su construcción fue aprobada por Decreto del 1 junio de 1951, adjudicada en 1953 a ENHER, Empresa Nacional Hidroeléctrica del Ribagorzana.
Fiesta mayor en Castillonroy fechada en aquel 12 de noviembre de 1970

La magnitud de las obras que la compañía ENHER estaba realizando provocó una inmensa ola de trabajadores, procedentes de Córdoba, Granada, Almería, Ciudad Real y de todas partes del país que llegaban para integrarse a la empresa. Mil quinientos hombres trabajaron en las obras del pantano. Para alojar el gran número de empleados, ENHER levantó un poblado a pie de obra que formaban las viviendas de los obreros, chalets de los ingenieros, talleres, escuela, economato, ermita, etc.
Muchas familias de obreros se instalaron en Castillonroy. Entre 1953 y 1955 la localidad aumentó en un 40 por ciento su población, que pasó de 700 a 1.000 habitantes. Faltaban viviendas y hasta hubo familias alojadas en pajares o corrales. En aquellos años el pueblo tuvo mucha vida, llegando a tener cinco tiendas, tres carnicerías, mercería, estanco, barbería, dos o tres bares y hasta cine. La admisión en las escuelas de los hijos de los obreros creó un grave problema, pues se pasó de 60 a 150 alumnos. Dada la excesiva matrícula y la incapacidad de las escuelas, el Ayuntamiento hubo de solicitar a ENHER que pusiera a disposición de los hijos de los empleados de la empresa una escuela y maestros, habilitando para ello el salón parroquial.La presa se construyó entre 1954 y 1962. A falta de medios, se trabajaba prácticamente a pico y pala, sin sistemas de seguridad y en condiciones muy precarias. Al menos 15 hombres murieron en las obras del pantano.
La parte más triste fue la desaparición del pueblo catalán de Tragó de Noguera, anegado por el embalse en 1962; sus vecinos tuvieron que abandonar las casas “en beneficio del progreso y la riqueza nacionales". No cabe duda que su impacto en la población fue notable, aunque podría haber originado mayores beneficios en el regadío, puesto que solo riega por debajo de Castillonroy y todos los pueblos, aguas abajo, son muy prósperos a costa de nuestra presa.
Cuando se cumplen 50 años de la inauguración de la presa de Santa Ana, sirvan estas líneas de recuerdo y reconocimiento a aquellos hombres y sus familias que hicieron posible, con medios materiales escasos, aquella obra faraónica en la mitad del siglo XX.
Paco Rivas Borrás
Historiador y alcalde de Castillonroy