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En la piel, las células son las encargadas de mantener los tejidos en buen estado de funcionamiento, de sintetizar los elementos necesarios de la matriz extracelular y de conferir a la epidermis sus propiedades de barrera corporal. Estos centenares de miles de células que conforman la epidermis evolucionan de unos pocos cientos de supercélulas que las producen a diario, llamadas células madre adultas de la piel.
Estas células madre son más resistentes y están más protegidas que el resto de células, pero también están sometidas a los factores que desencadenan el envejecimiento prematuro, y que reducen con el tiempo su capacidad para generar nuevas células sanas. Así, la pérdida o deterioro de las funciones de este grupo especifico de células madre, por causa propia de la edad o agentes externos, produce un déficit de células epidérmicas. Sin células epidérmicas, no se sintetiza material extracelular por lo que las funciones de la piel se deterioran, en especial su capacidad para auto-regenerarse de manera eficiente frente a traumatismos (cortes, quemaduras,...), característica solo hallada en la dermis de los bebés. Este hecho tiene un impacto crucial en el aspecto de la piel, quien acumula pequeños traumatismos que aparecen en forma de los signos de la vejez prematura: arrugas, flacidez, inelasticidad, marcas, falta de luz.
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Las células madre tienen un metabolismo especial y su cuidado requiere de unos nutrientes especiales. Recientes estudios en ingeniería genética, parecen indicar que parte de estos nutrientes puede encontrarse en el interior de otras supercélulas de características similares, como las células madre de origen vegetal. Este elixir de vida y regeneración vegetal, nutre y revitaliza las células madre epidérmicas, y en el resto del tejido ejerce un extraordinario efecto rejuvenecedor que mejora todos los aspectos relacionados con el envejecimiento prematuro de la piel, de una manera global y perdurable en el tiempo.
