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CONSTRUCTORES > LA TRAGEDIA EDUCATIVA
La nueva tragedia educativa
Una descarnada semblanza de la situación de la educación en la Argentina y una clara diferenciación entre "mérito" y "meritocracia" en la enseñanza. El papel de los padres, de los maestros, y de la estructura educativa en su conjunto, y las consecuencias de una deficiente educación para el país.
Texto ALFREDO GOIJMAN • Fotos NICOLÁS J. SILBERAY PÉREZ • Ilustraciones CARINA AMARILLO PIETRAFES
a entrevista sucede en su
Ldepartamento. El prestigioso académico nos abre las puertas de su estudio colmado de libros y cuadros originales, un claustro que encapsula perfectamente su perfil académico y pedagógico. Su escritorio está lleno de notas, lapiceras, biromes y un trípode LED para charlas vía Zoom. El Doctor Guillermo Jaim Etcheverry nos cuenta que no ha dejado de hacer cosas desde el comienzo de la pandemia. Como educador y escritor, parece incluso haber duplicado sus esfuerzos para mantener viva la llama de la curiosidad en tiempos de virtualidad.
—¿Qué consecuencias considera que deja la pandemia en la educación, tanto en lo que hace a la elaboración de contenidos, como en cuanto a la respuesta de los niños y jóvenes?
—A esta altura ya resulta evidente que, además de la amenaza del virus, estamos sufriendo una pandemia educativa. El daño a nuestra educación -muy maltrecha antes de la pandemia– está siendo tremendo y resulta muy difícil anticipar cómo podremos repararlo. No ha sido posible aún determinar el estado de los aprendizajes de los niños y los jóvenes, una información que es imprescindible para arbitrar los medios para intentar recuperar lo perdido. Hay numerosos estudios en todo el mundo, uno muy importante en
Brasil, que muestra la dimensión del daño. Asimismo, la deserción ha adquirido dimensiones alarmantes: fuentes oficiales estiman que más de un millón de alumnos han perdido contacto con la escuela.
—¿Qué se puede hacer para revertir lo más rápido posible los efectos nocivos de la pandemia en la educación?
—Precisamente, en primer lugar, hay que tratar de localizar a quienes se alejaron de las escuelas para volver a incorporarlos. Entiendo que a fines del año lectivo habría que evaluar los conocimientos de los alumnos en comprensión lectora y matemática para saber dónde estamos y arbitrar las medidas que permitan poner énfasis en esas materias a comienzos del próximo ciclo. Habría que fijar objetivos más modestos para la enseñanza, asegurando al menos que los alumnos adquirieran habilidades básicas en esos campos, quien no comprende lo que lee o tiene dificultades para abstraer, encuentra muy difícil proseguir sus estudios.
—¿Es posible evaluar el 2020 en materia de educación promediando el 2021, en el que supuestamente, la sociedad argentina estaría “más preparada” para transitar la pandemia en materia educativa?
— Como señalé, es urgente encarar esa evaluación. A pesar de contar con una situación mucho más favorable que la del año anterior, no son pocas las escuelas que aún ven dificultado el regreso a la presencialidad.
—¿Cuál fue la situación de la educación pública y la privada?
—Al tener mayor disponibilidad de recursos y recibir un alumnado proveniente de familias de mejor nivel socioeconómico y cultural, las escuelas de gestión privada han visto algo más facilitada la relación con sus estudiantes, estos contaron en esos casos con mayores facilidades para conservar el contacto con sus docentes. Sin embargo, de una u otra manera, todos se han visto seriamente afectados.
—Ante la cruda exposición de desigualdad en materia educativa, con jóvenes con todos los dispositivos a su alcance y otros que escasamente contaban con un celular en sus domicilios, y docentes que incluso iban a casa de los alumnos para entregarles en mano su tarea, ¿cree usted que se revalorizó la importancia de la educación y de la utilización de las tecnologías?
—Considero que una de las consecuencias positivas de esta experiencia tan preocupante será la revalorización de la educación por parte de las familias. El enfrentarse con las dificultades de sus hijos para continuar educándose, demostró a los padres la importancia de la tarea que llevan a cabo las escuelas y, fundamentalmente, la dificultad de enseñar. Esto debería generar una valorización de la actividad de maestros y profesores, tarea que no es lo suficientemente apreciada por la sociedad. En un país en el que más de la mitad de los chicos de menos de 14 años es pobre, su dirigencia debería estar obsesionada por corregir esa situación que escandaliza (o tendría que hacerlo…). Si esos chicos no están bien alimentados y estimulados desde sus primeros días, la tarea de educar se vuelve muy difícil. Yendo al terreno específico, creo que es preciso intensificar el apoyo a la educación pública en todos sus niveles, porque esa es una de las más claras esperanzas de enfrentar un futuro incierto. Una exigente formación de los docentes debería ser la prioridad, ya que no hay buena educación sin buenos docentes. Todos los países que han mejorado su educación han puesto el énfasis en esa formación. Para lograrlo, la docencia debe ser una actividad socialmente valorada y retribuida en consecuencia. Obviamente, la provisión de equipamiento y de medios de conexión adecuados debe incrementarse porque, como señalé, estas tecnologías acompañarán la labor de los maestros crecientemente en el futuro, aunque no la harán en absoluto prescindible.

—¿Considera que los padres estuvieron a la altura de la necesidad de educar a sus hijos a pesar de la pandemia, apoyando, complementando y ampliando la función de la escuela?
—Entiendo que, en general, los padres han estado a la altura de tan inesperado desafío. Pero no hay que perder de vista que se trata de una población estudiantil muy heterogénea y que quienes más necesitaban de ese apoyo, no han podido contar con él. El surgimiento de grupos de padres comprometidos con la reanudación de las actividades presenciales hace ser optimistas en ese aspecto. Es de esperar que, en el futuro, se mantenga ese compromiso y que se centre en el mejoramiento de la calidad de la enseñanza que
reciben sus hijos. Es muy importante que los padres asuman la demanda de educación para sus hijos, pero es de esperar que ese reclamo no se limite a los aspectos de vinculación social de los chicos –función que, por ejemplo, podrían cumplir los clubes– sino, que se manifieste en un genuino reclamo de la formación que compete a la escuela. Además de proporcionar un ámbito para la interacción con amigos y de asistencia social cuando corresponda -funciones muy importantes-, la razón de ser de la escuela es la de brindar las herramientas para que los recién llegados puedan intentar comprender el mundo y a sí mismos. En otras palabras, insertarse en la cultura en la que se desarrollan provistos de las herramientas que les permitan incidir en su destino.
—Hemos vivido la revolución del Zoom que a algunos los impulsó a estudiar y a otros los desalentó o desanimó (dicho esto a juzgar por los números de abandono escolar vigentes). ¿Cómo se revierte tal situación?
—La superación de esta experiencia nos llevará a valorar el carácter presencial de la educación. Sin ninguna duda, muchas de las herramientas con las que felizmente contábamos seguirán siendo utilizadas, pero, así como han demostrado su utilidad, han quedado de manifiesto sus limitaciones. El explosivo desarrollo contemporáneo de las tecnologías de la comunicación hizo posible en esta emergencia intentar mantener la vinculación entre las escuelas y los estudiantes. Esto se logró con muchas dificultades y quedaron en evidencia, también en este campo, las profundas desigualdades que

caracterizan a nuestra sociedad, la falta de acceso a dispositivos de comunicación y las dificultades en la conectividad hicieron muy ardua la tarea de los docentes que realizaron un gran esfuerzo para adaptarse a condiciones impensadas para desarrollarla. Se experimentaron enfoques muy diversos y algunos novedosos. Es posible que esas experiencias contribuyan a la educación en el futuro mejorando la comunicación entre docentes y alumnos. Sin embargo, en mi opinión, la actividad presencial seguirá siendo imprescindible, especialmente en lo que respecta a la educación inicial, primaria y secundaria. Considero que otro de los aspectos positivos de la experiencia actual será un cierto desengaño con la prédica de los entusiastas reformadores de la educación que la anticipan como totalmente mediatizada. Ya resulta evidente la saturación que, al menos la tecnología hoy disponible, genera tanto en maestros como en alumnos. La “fatiga del Zoom” es motivo de estudio por parte de académicos de todo el mundo. El futuro sigue pasando por la relación interpersonal que, como todos hemos comprobado, es insustituible.
—También hemos advertido que se ha morigerado el nivel de exigencia de los alumnos, al punto de que pareciera que el esfuerzo por mejorar, que el mérito ha sido casi un defecto en esta pandemia. ¿Cuál es su percepción ante esta situación?
—En estos meses se ha agudizado una tendencia que ya estaba presente en nuestra educación y que es esta desvalorización del conocimiento que se adquiere en la escuela. Cada vez más, esta se convierte en un consultorio psicológico y deja de ser una institución en la que, mediante el esfuerzo, niños y jóvenes desarrollan sus capacidades y se familiarizan con lo que los humanos hemos hecho mediante su utilización, es decir, con la cultura. Asimismo, se observa un peligroso intento de desvalorizar el mérito, que debe ser estimulado y reconocido ya que esa exigencia, que implica la confianza en las posibilidades de cada uno de nosotros, es lo que nos ha permitido progresar. Resulta obvio que la igualdad de oportunidades que prometen las democracias es un ideal muy difícil de lograr. Las sociedades actuales están caracterizadas por profundas desigualdades y eso ha puesto en duda en todo el mundo la idea de la meritocracia, muchos académicos han colocado esta cuestión en el centro del debate actual, se trata de una cuestión imposible de analizar en pocas palabras. Pero una cosa es la meritocracia, que se refleja en una competencia feroz en la que se manifiestan las desigualdades, y otra muy distinta el mérito, que sigue siendo un valor importante que debe ser alentado. La obligación de las dirigencias es intentar que todos tengan acceso a la posibilidad de superarse, de formarse mejor como personas. Por eso la exigencia es inseparable del proceso educativo –tanto el que está a cargo de los padres como el que llevan a cabo los maestros– ya que pone de manifiesto el interés que quien aprende tiene para quien enseña. De otro modo, la falta de confianza conduciría a una resignación y a la confirmación de la falta de posibilidades.
—¿Cuál es el papel que tuvieron en la pandemia, Gobierno, Ministerio de Educación, sindicatos y padres (y algún otro sector que usted considere de relevancia para el análisis)?
—Este interrogante merece un análisis más detenido que escapa a este espacio y cuya magnitud me supera, en mi opinión, todos han hecho lo que ha estado a su alcance para intentar enfrentar esta contingencia inesperada. Obviamente, se han experimentado muchas dificultades, pero eran esperables ante lo excepcional de la situación. Creo que la responsabilidad es compartida por los distintos actores. En lo que respecta a los especialistas en el tema, pienso que plantean la cuestión educativa con un grado tal de complejidad teórica, que hace que la escuela

deje de abocarse a lo fundamental: enseñar a leer y a escribir, a comprender lo que se lee, a desarrollar la capacidad de abstracción, a lograr una cierta orientación en el tiempo y espacio históricos. Hoy, a la escuela se le plantean demasiados desafíos y se dejan de atender esas funciones centrales, de allí los pobres resultados que se observan en la realidad cotidiana; todavía sigue siendo necesario saber algo, pero se enseña cada vez menos. En lo que respecta a la dirigencia, resulta lamentable observar que utiliza a la educación como arma de lucha partidaria lo que termina por confundir a todos. Es imprescindible que se vuelva al diálogo y que se logren acuerdos sobre aspectos en los que hay amplia coincidencia. Entiendo que la financiación, la formación docente y la profesionalización de la labor de quienes tienen a su cargo la tarea de enseñar, el cumplimiento de los calendarios educativos y la evaluación de los resultados de la enseñanza, entre muchos otros aspectos importantes, no pueden quedar al margen de esos acuerdos. Creo que se deben abandonar tanto la crítica, como la defensa generalizada, a los docentes y a sus gremios, prestando atención a los matices y a las situaciones específicas que plantea la realidad, pero teniendo en cuenta que la política educativa está a cargo de los responsables del sector y no a los actores individuales y que las normas que regulan la actividad docente deben ser adaptadas a la realidad actual. “Nadie es la educación, pero todos lo somos”, parafraseando a Borges. Confiemos en que lo vivido nos sirva para tomar conciencia de la situación crítica que atraviesa desde hace ya mucho tiempo la educación argentina, tragedia que la pandemia no ha hecho sino descubrir ante nuestros ojos. Ì