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Herramientas para enfrentar los retos de la vida

Las herramientas psicológicas que tenemos para vivir el día a día definen en gran medida nuestra salud mental. Descubre a través de cuáles hábitos puedes fortalecerlas.

Un acto de amor propio HÁBITOS SALUDABLES

La salud mental puede ser un tema muy ambiguo para las personas: por ejemplo, algunos lo asocian con “no tener enfermedades mentales” y, otros, con “ser felices y mantener un bienestar permanente”.

La realidad es que la salud mental ha tenido a lo largo de la historia muchas concepciones. Y, en la actualidad, las visiones más modernas hablan de que la salud mental es una capacidad individual y social que todos tenemos para afrontar los retos de la vida.

Sin embargo, cuando hablamos de capacidad no lo debemos reducir a un solo sentimiento o emoción de felicidad. Se trata de tener la posibilidad de enfrentar, de manera efectiva, los retos de nuestra vida cotidiana: el trabajo, las tragedias, los problemas, la gestión del ocio, del gasto, de los proyectos de vida, entre otros. Para reforzar esta capacidad existe un componente muy importante: el hábito.

Pero, ¿qué son los hábitos?

Los hábitos hacen referencia a los comportamientos que repetimos de manera frecuente. Los seres humanos convertimos los hábitos en algo automático, en una respuesta del cerebro que aparece siempre ante un reto o estímulo. Estos no son buenos o malos; solo son una herramienta que nos permite responder a una necesidad.

Las personas pueden aprender y desaprender los hábitos de acuerdo a qué tan positivos o adecuados sean para su vida. Para aprenderlos es importante la repetición diaria: mientras más constantemente se emplee la acción, más rápido se crea el hábito.

Hábitos aplicados a la salud mental

Un buen hábito, desde la perspectiva psicológica, es aquel que nos permite brindar una respuesta que alivie nuestra carga emocional, que nos brinde estados emocionales positivos, sobre todo de tranquilidad.

Estos son algunos de los hábitos más importantes para nuestra salud mental. Comienza a desarrollarlos en el día a día para fortalecerla: Los hábitos de vida que limiten o disminuyan las capacidades son los que se deben eliminar, y los que la benefician son los que debemos mantener e impulsar cada día.

• Ejercítate: un cuerpo que tiene una buena capacidad física, y que no se siente fatigado, es un cuerpo que va a responder mejor a los retos emocionales.

• Registra a diario las emociones: en un cuaderno o libreta haz el ejercicio de escribir al final de tu día frases o textos que te permitan generar conciencia de aquello que necesitas mejorar.

Por ejemplo, si identificas que la rabia es una emoción que constantemente atravesamos, analiza qué la desencadena y cómo canalizarla y calmarla para enfrentar las situaciones desde una emoción distinta.

• Expresa las emociones y comunícalas: evita “tragar entero” lo que sientes.

Habituarnos a tener una adecuada externalización o verbalización de las molestias te permite darte cuenta de que cuentas con apoyo y acompañamiento alrededor para asumir los retos.

• Descubre contenidos, música, programas, películas y prácticas que te ayuden a sentirte relajado y en paz:

emplea un espacio diario para estas actividades, liberando las emociones negativas y canalizando la tranquilidad.

• Descansa muy bien: dormir de siete a ocho horas al día te ayuda a mantener tu rendimiento físico y psicológico activado. Además, evita que nos expongamos a problemas como la fatiga mental, el estrés o la ansiedad.

• Organiza tu tiempo: en ocasiones, sentir que el día no te va a alcanzar para cumplir con tus responsabilidades es un gran desencadenante de la ansiedad.

Una buena opción para solucionarlo es acostumbrarse a llevar una agenda en la que anotes las actividades del día a día de manera que sepas con cuánto tiempo cuentas y cómo distribuirlo, dándole un break a la mente.

• Fortalece relaciones sanas: sea en un entorno familiar, laboral, de pareja o social es importante contar con círculos de soporte con los cuales compartir experiencias y sentirnos acompañados.

Es necesario dedicar tiempo a cada una de estas esferas, fomentando la comunicación, la resolución de conflictos y la empatía.

• Aliméntate de manera sana

y equilibrada: consume proteínas, verduras, frutas y legumbres que mantengan activa tu mente.

• Pide ayuda profesional cuando la

necesites: agendar citas semanales o mensuales con un terapeuta o psicólogo te abre las puertas para alcanzar objetivos emocionales y para cuidar la salud mental. Aceptar que necesitas ayuda es fundamental.