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Cervantes

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CAMELA “Se Ciega x Amor” (EMI, 2006)

Disco del mes

Con la misma falta prejuicios con que abordan ellos el mundo de la homosexualidad, llenando de guiños gays sus vídeos y hasta dedicando una canción a la gente de la revista Zero. De ese modo conviene recibir cada entrega de Camela y todas sus canciones desbordantes de amor por los cuatro costados. Dioni es más de flamenquito puro, Miguel Ángel la goza con las bandas sonoras de Disney y Mª Ángeles es fan de Shania Twain. Como la vida misma. Y es que, cuando les piden autógrafos, sus seguidores confiesan identificarse con tres o cuatro historias de cada disco. Ellos dicen que se inspiran en terceros, porque si no su vida sería como un culebrón. Y gustan a todos, desde José Merce hasta el macarra que vive para tunear su R11. Número uno dentro y fuera del topmanta, con amigos como El Fary poniendo voz de padre en un tema del disco. Cuando nos creemos que somos algo más de lo que somos, es recomendable poner ‘Se Ciega x Amor’ a todo trapo y bajar la ventanilla. En la época de éxito de ventas en gasolineras, no tenían los arreglos que tiene este disco. Y ya estamos esperando a que se líen a tiros o naveguen por el espacio en una de esas minipelículas de JA Bayona. “Me he enamorado de ella y no puedo ocultarlooooo”./ Iago Fernández

TWO GALLANTS

“What The Tolls Tells”

(Saddle Creek/Everlasting, 2006)

Lo lograron Ian MacKaye y Amy Farina. Pero no muchos más. Si aceptamos la mentira de que está ya todo inventado, ¿por qué no buscar la virtud en las raíces? Algunas claves: no ser demasiado purista, evitar virtuosismos y actualizar el discurso. Sumando sólo una guitarra, batería y pinta de leñadores sensibles a todo lo anterior, Adam Stephens y Tyson Vogel han encontrado la fórmula casi perfecta. Nunca llegué a leer la obra de Joyce, pero al ver la adaptación cinematográfica de Dublineses en la Filmoteca madrileña, no pude imaginar que uno de sus relatos serviría para bautizar a esta pareja cruda y bluesera. Entre el espíritu punk más ojeroso y el folk más reaccionario, allí está el sonido de ‘What The Toll Tells’. Haciendo burla a los White Stripes, resucitando a los músicos sureños de los años treinta y con Furry Lewis o John Coltrane moviendo la cabeza entre el público de sus conciertos. Básicos como este disco. Simples y directos a dónde más duele. Les avala su complicidad, forjada en una amistad que se remonta a la más tierna infancia y varios proyectos musicales comunes. Una pena tener que rebuscar tanto para encontrar algo así de desgarrador. /Iago Fernández

BELLE & SEBASTIAN

“The Life Pursuit”

(Rough Trade/Sinnamon, 2006)

Dicen de ellos que ahora cantan con alegría, como los cánticos de mi tierra. Y uno se transforma en el peor de los fanáticos al lamentarse de que sea precisamente éste el disco que los pueda llevar al gran público. Uno duda, en clave de talibán, si Belle & Sebastián son posibles sin su confusión, anonimato y ese estilo de vida mediocre-freak. Uno llega a temer, incluso, que el viejo Stuart cambie ahora sus paseos en solitario y viajes en buses de Glasgow, por galas de MTV y hordas de groupies con flequillo. Al menos puedo decir que lo he intentado, regalando ‘If You’re Feeling Sinister’ a todos mis seres queridos. Pero este álbum no es ni rojo ni triste. Lo reservo para la bicicleta, de camino al trabajo. Tarareando los coros de ‘Another Sunny Day’ a los pedales, soltando el manillar para dar palmas con ‘Funny Little Frog’ y silbando al ritmo de ‘For The Price of a Cup of Tea’. De vuelta a casa, toca imaginar las escenas de ese despecho a dos voces que es ‘Dress Up in You’ o saborear el blanco y negro de ‘Act of the Apostle II’. Es un elegante álbum de pop, en el que sólo sobran los estudios angelinos donde fue grabado y el exceso de fotos de promo. Le faltan Isobell Campbell y tres gotas de timidez. A mayores: coqueteos glam, folk, funk, psicodelia y hasta un solo guitarrero. Cualquier tiempo pasado fue distinto./Iago Fernández

CAT POWER

“The Greatest”

(Matador/Everlasting, 2006)

Prohibido sacarlo del salón. Obligado reservar la escucha para días reflexivos y tardes muertas. ‘The Greatest’, además de un título modesto, es el trabajo que añade más de 10 instrumentos, arreglos en clave funk y suaves coros de ensueño a la discografía de Chan Marshall Power. Añejo y de etiqueta. La aparentemente sencilla ‘Willie’ es una canción mucho más complicada tras una profunda revisión. Y ‘Where Is My Love’ suena como si fuese esa primeriza composición a la que siempre ha aspirado. Por su parte, ‘Living Proof’ tiene ese rollito gospeliano que contrasta con la calma de venas de horchata que inunda todo el disco. Voz herida que canta en el susurro para alegría de salas de espera y cenas románticas. Es Menphis, capital del soul. Y también es Tennessee. Pero, sobre todo, es ella y sus desengaños, amores, pasiones, deseos… Los que transforma en pop-folk-indie. En baladas magistrales que ya son clásicos contemporáneos antes de salir a la luz. Una obra narcótica y mimosa que grita por lo bajini. No esperes el mejor disco del año y te entusiasmará./ Iago Fernández

ANTONY AND THE JOHNSONS

“I am a Bird Now”

(Secretly Canadian/Green Ufos, 2005)

Porque aún no ha sacado nuevo disco. Y porque, a pesar de su entrada directa en todos los ranking de lo mejor de 2005, todavía quedan muchas personas por descubrir ‘I am Bird Now’. Por eso toca hablar de Antony y de su banda The Johnsons. El piano protagoniza aquí una producción sin recargar, con honestidad en cada frase y piel de gallina de principio a fin. Todos los temas son sobresalientes, pero ‘Hope There’s Someone’, ‘Man Is the Baby’ y ‘You are My Sister’ se llevan la matrícula de honor. El británico transmite como nadie ese espíritu suicida y decadente, que de tan derrotista anima a un muerto. Con el alma de Elvis antes de huir a una isla escondida. Con la sexualidad invertida. Con Bukowski como apuntador. Se ha convertido en artista de culto oficial y parte de su legado es este compendio de pequeños homenajes a Nina Simone, Jeff Buckley y los crooners más viejunos de todos los tiempos. Se sale del rebaño un ‘Fistful of Love’ apoteósico, con los vientos celebrando la confesión del amor no recíproco. Se sirve de las fotografías del tiempo en soul, jazz y gospel. Colaboran Lou Reed, Devendra Banhart y Rufus Wainwright. Ámalo./ Iago Fernández

MAE

“The Everglow”

(Tooth&Nail, 2005)

Ni Coldplay ni James blunt, la versatilidad de Dave Elkins poniendo voz a Mae ha confirmado ‘The Everglow’ como el disco perfecto para ñoñear a gusto y ponerse sanvalentiniano por un momento. Cada canción forma parte de una historia que no se completa hasta finalizado el álbum. Un libro infantil que desafía y se sirve al mismo tiempo de las etiquetas emo y pop. Baladas rápidas y lentas. Eléctricas y acústicas. Es sano recuperar aquella emoción de cuando introdujimos una cinta en el radiocassete para escuchar a aquel narrador contar su fábula inquietante mientras hojeábamos el libreto. Puro concepto. Con arte gráfico a modo de valor añadido. De vez en cuando se centra en el piano y otras veces parece repetitivo en la forma. Pero se trata de melodías únicas y sutiles, como la de ‘Painless’ en su oscuro y poderoso sonido a vacío. El progreso del grupo es notable. Y es, además, factible sin desvíos experimentales o supuestamente innovadores. Desdeñan la originalidad y apuestan por la calidad. Odio, intelecto, electronica y unas letras que abusan tanto de la palabra ‘estrellas’ que la sustituyen un símbolo de asterisco./ Iago Fernández

ZOO

“Música del descontento”

(La Incubadora, 2005)

Son la excepción que confirma ese refranero popular: “de la puta arrepentida líbrame”. No se parecen en nada al ex-fumador que pasa de echar el humo en la cara a romper cigarros o recomendar manuales de autoayuda. Ni tampoco al treintañero que presume de haberlo probado todo y, ahora que se ha quitado, predica la sobriedad como un mormón en traje sin chaqueta. Más bien son tres hardcoretas (miembros de Nuevenoventaycinco) que, sin renegar de un pasado que es historia reciente de nuestra aldea peninsular, se reinventan a sí mismos con ganas de regresar al escenario. Y todo esto en castellano, ese idioma que poco a poco se hace rock sin sonar a un refrito de lo anterior. Hoy ya tienen temas nuevos, pero en ‘Música del Descontento’ se encuentra la espina dorsal de Zoo. Instrumentos y voz en su altura justa. Con vocoder. Bajo la idea de que no hemos leído bien a Orwell y estamos tragando todo lo que él nos advirtió que era ‘caca de la vaca’. En las revistas de tendencias ‘in’ y la oferta mediática alternativa ‘cool’ se esconde un enemigo mucho más sutil que cualquier locutor de la COPE. Trata de encasillar el estilo de ‘Perdido en la espiral’, ‘¿Dónde estáis?’ o ‘En el espejo’ y te darás cuenta de que son, como aquel disco de Refused, la puerta a algo aún por llegar. No te conformes con lo malo conocido./ Iago Fernández

NIGHTRAGE

“Descent into chaos”

(Century Media, 2005)

Pero ¿qué clase música es esta? Antes de que llevarnos las manos a la cabeza con su portada de mutilación, odio y maldad, hemos de saber que esto es metal del bueno. Machacón e ininteligible. Ni hardcore. Ni melodeath. O quizá esto último sí. Es un poco hermano de los At the Gates y otro poco hijo bastardo de sí mismo. Se echa de menos a Tom Englund (Evergrey) al micrófono en su anterior trabajo, pero ‘Descent into Chaos’ es tan bruto que cada tregua suena a gloria. Y cuelan, además, a Mikael Stanne (Dark Tranquility) en ‘Frozen’ para compensar. La producción es inmejorable y hace que las guitarras suenen hasta en tu nuca. Muy pesado, con solos tan enfermos que parecen de broma. Riffs heavyrulos y un onanismo musical que se hace volcán en ‘Solus’, la canción de tres minutos en la que todos callan para escuchar a sus instrumentos. Aquí no hay postureo ni pintas que valgan. Sólo un martillazo de calidad compositiva que no curan ni tres cajas de espidifen y una señal de vida dentro de una escena musical sueca, bastante aburrida y adormilada en los últimos tiempos. Lo resume en la primera línea el tema que da título al disco: “La venganza golpeará duro y sin compasión”./ Iago Fernández

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