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El aprendizaje como proceso de sanación.

EL APRENDIZAJE COMO PROCESO DE SANACIÓN.

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Por: Amalia Jimenez Galán.

Foto: Centro Q’anil.

Recuerdo un día en el que estaba hablando con el abuelo Cirilo, venerable ajq’ij maya kiche, desahogándome sobre los traumas y las situaciones difíciles que había atravesado en mi vida. Era uno de esos momentos de “drama”, dominados por una sensación de timidez, vergüenza, pena, culpabilidad y malestar, profundamente atesorado en los silencios sostenidos de una mujer que se ha atrevido a vivir en plenitud rompiendo tabúes, pero que todavía no ha podido asimilar el alcance de todas esas vivencias. No sabía cuál podría ser su reacción. Había pasado días intentando ordenarme adentro para ser capaz de compartirle el peso de esas experiencias en mi vida. ¿Y saben qué me respondió? Fue un simple: “Ésas son las experiencias de la vida, mamita. Esos son los aprendizajes. Así es como aprendemos, con éxitos y fracasos, aciertos y errores. Todo eso son los aprendizajes que tenemos que agradecer. Sin esos errores, fracasos, dificultades vividas, no podemos crecer y aprender”.

De esto, hace más de 20 años. Y hoy lo recuerdo como el punto de inflexión clave que me permitió salir por primera vez de una situación de “drama”, para vivirla como una de “aprendizaje”. Es decir, pude darme cuenta de que, en lugar de sumergirme en un océano caótico de emociones y pensamientos negativos que no parecen poderse controlar, en vez de eso, podía situarme en un lugar donde ver la situación como una oportunidad de “aprendizaje”. Ese cambio de enfoque era la clave para darme el tiempo y el permiso de registrar el alcance de la huella de lo vivido, su contexto, las causas y consecuencias de ese proceso, sin quedar inmovilizada dentro de las camisas de fuerza que son las oleadas emocionales vinculadas al drama, como son la vergüenza, la culpa, el dolor o la confusión.

La categorización de las experiencias difíciles como procesos de aprendizaje nos ayuda a salir de la implicación caótica y dolorosa que comporta vivir una situación de forma dramática y nos habilita para darnos el permiso de transitar el proceso de asimilación con más equilibrio, respeto y amorosidad por nosotras mismas.

La segunda vez que se produjo un punto de inflexión importante en una etapa de revisión interna de los procesos dolorosos de mi vida -viéndolos como experiencias de aprendizaje-, se produjo casi quince años después, con la guía y el acompañamiento a largo plazo de nana Tomasa y nana Sebastiana, dos sabias abuelas kichés que me ayudaron a encontrar sentido a pérdidas, fracasos y situaciones de maltrato que me hicieron pasar años difíciles. Ellas me acompañaron en el proceso de desenredar toda la madeja de hilos, separar los dolores, quedarme con las lecciones aprendidas, ponerlas a la luz de la historia de mi propia vida y de la de otras mujeres, y así, hasta que este ser diminuto que soy yo quedó finalmente bien enraizado entre el corazón del cielo y el corazón de la tierra.

La tercera vez en la que pude volver a hacer introspección para navegar las profundidades de las experiencias más traumáticas vividas a consecuencia de mi ser mujer libre en un mundo de cultura patriarcal opresiva, se produjo en el marco de los diplomados de formación para “Acompañantes de Sobrevivientes de Violencia Sexual” y “Cuerpos, Erotismos y Sexualidades” ambos desarrollados en el Centro de Sanación Q’anil.

Centro de Formación-Sanación e Investigación Transpersonal Q’anil | Teléfono: 502 2474 0374 | www.sanacionqanil.org.gt Disponer de oportunidades para verbalizar las experiencias traumáticas de opresiones, tabúes, abusos y violencias sobre nuestros cuerpos junto a otras mujeres que han atravesado experiencias similares marca una diferencia clara en la vida. Porque ¿qué mujer, realmente, puede afirmar que no ha vivido ninguna opresión o condicionamiento en la relación con su cuerpo por el hecho de ser mujer?: sólo las que las niegan y un par de excepciones más.

Por eso, cuanto antes nos concedemos la oportunidad de participar en la construcción de un espacio seguro para la sanación junto a otras mujeres, y desde una perspectiva feminista, antes nos damos la posibilidad de sanar. Poco a poco, va quedando muy claro que, cuanto más verbalizas lo vivido, más sanas, más opciones se abren para que cada recuento contenga una posibilidad concreta de sanar lo no dicho, lo callado, lo reprimido.

Las primeras veces que lo hablas, recuerdas y revives pueden ser dolorosas, llenas de lágrimas, rabia, frustración… cuanto más lo dialogas en un proceso de sanación a largo plazo, más logras irte desapegando de la parte dolorosa y afianzarte en la construcción de fortaleza, en el desarrollo de mayor sensibilidad y conciencia con las que transmutar la experiencia difícil. Dimensionar el tamaño y la profundidad de la herida, si ha dejado cicatriz, o si no hay ni rastro, es tan fundamental como reconocer la posibilidad de desapegarse de lo sucedido para que no nos siga condicionando más en el nivel inconsciente de la mente. Ese aprendizaje de trabajo con lo más profundo y oculto de la mente inconsciente es uno de los regalos que más aprecio en mi proceso de formación como acompañante de sobrevivientes de violencia sexual. Sobre todo, porque es meridianamente claro que sólo una sobreviviente puede ayudar a otra con total empatía respecto a lo vivido. Pero también. porque una sólo puede ser útil a las demás en la medida en que ha tomado conciencia de cómo se comporta la propia herida y de qué manera puede trabajar con ella para que sea de utilidad, y no de estorbo, en el proceso de acompañar a otras.

El último proceso de aprendizaje que rescato se dio en el marco del diplomado “Cuerpos, Erotismos y Sexualidades”. Los primeros módulos, dedicados al origen amoroso del esfuerzo creativo del universo, me ayudaron a re-conceptualizar y re-nombrar las fuerzas de la sexualidad, a entenderla desde otro lado, desde su vínculo con los procesos de evolución y de recreación permanente de la vida, que se producen más allá del marco restringido de la genitalidad, en todas las esferas de la existencia.

Los módulos dedicados a estudiar el origen matrístico de las sociedades humanas y los procesos históricos que dieron lugar al origen del patriarcado en Europa me ayudaron a conectar los intentos de violación y asesinato que yo viví, con el origen histórico de estas violencias.

Pude ver con claridad que esas acciones tenían un origen, una herencia, en los procesos “civilizatorios” europeos. Las prácticas de violación, dominación, tortura y asesinato de los cuerpos de las mujeres se remontan a las formas brutales con las que las tribus de kurgos y hebreos, entre otros, fueron asolando la Europa del Este y destruyendo las sociedades matrísticas. Y si los kurgos comenzaron a tratar de dominar la sexualidad de los cuerpos de las mujeres fue porque antes lo habían hecho con los cuerpos de las hembras de animales no humanos.

Conocer el trasfondo histórico del origen de la violencia sobre los cuerpos feminizados en el marco del patriarcado fue la luz que me permitió situar mi experiencia traumática en el transcurso histórico de los millones de violencias ejercidas sobre otros cuerpos a lo largo de miles de años.

Tomar conciencia de esta realidad es lo que ha hecho que mi lucha social se resitúe y se haya comprometido, cada día con más fuerza, con el fin de las opresiones patriarcales. Porque el patriarcado es tan dañino para los hombres, como para las mujeres, la diversidad sexual, el resto de las especies con las que convivimos y para la misma Madre Tierra. Por or eso mismo, el patriarcado se va a caer, se va caer…

Hay un proceso de reconstrucción del tejido social a la luz de la sanación y transmutación de la heteronormatividad, de la expresión libre de las diversidades sexuales, la equidad entre especies, y en cuyas transformaciones está latiendo el corazón transversal de lo femenino resurgiendo y reconstruyéndose a sí mismo con la fuerza resiliente de siempre, pero multiplicada, que hace que asistamos a una fuerza incontenible de transmutación humana. A una revolución que está dejando huella en nuestros ADN y hace que podamos mirar hacia el horizonte iluminado por los colores del arco iris. Por fin.

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