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Articular el pasado de uno

Centro de Formación-Sanación e Investigación Transpersonal Q'anil
ARTICULAR EL PASADO DE UNO
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Por: Gabriel Rodríguez
Participante de la primera promoción del Diplomado Cuerpos, Erotismos y Sexualidades Racializadas

Foto: Gabriel RodríguezDiagramación: Pilar Isabel Salazar Argueta | Edición: Amalia Jiménez Galán
La idea de un Centro de terapias para ayudar a personas que ayudan me parecía muy curiosa. La idea de una terapia grupal me intrigaba muchísimo. Pensaba que lo más parecido a esto, que yo tuviera noción, son los Alcohólicos Anónimos. Eso me daba pánico. Desde la tercera sesión, se me fue disipando este miedo, porque me di cuenta que lo que enfrentaba era a mis propios prejuicios. Yo buscaba, en principio, algo que me ayudara a comprender y articular el racismo como enfermedad psicológica de carácter de salud pública. Nunca pensé que se trataría sobre mis experiencias de vida y las del grupo con quienes compartí.
Conforme transcurría cada sábado en el Diplomado de Cuerpos y Sexualidades Racializadas, comencé a darme cuenta de lo racializado que estaba mi deseo. No en el sentido de martirizarme con tal cosa, sino de lo importante de una auto-interpelación a nivel sensible y político. De ir descubriendo las maneras en que internalizamos, somatizamos y metabolizamos estos padecimientos psicológicos heredados. No solamente el racismo, sino también la homofobia, el machismo, el clasismo. Fui percatándome en esta terapia de psicoanálisis político, los momentos en que se me fueron imponiendo estos mandatos desde la infancia y como son parte fundamental de la perpetuidad de la Ladinidad del ser.
Escudriñando en mi propio pasado me fui dando cuenta de la importancia de estar consciente de cuál fue el momento en que recordaba el primer comentario racista de algún familiar. Que, en algunos casos, estas imposiciones podían estar somatizadas en alguna parte del cuerpo, de la psique o sublimadas en alguna conducta.
Siempre había pensado que a los ladinos nos habían insertado una especie de chip programando nuestros prejuicios. El chip de la segregación. En el Diplomado de Q’anil, fui empezando a vislumbrar maneras de articular esta programación. En la adolescencia, crecí pensando en que había maneras de relacionarse con tal persona de acuerdo a su aspecto, que, rápidamente por el chip de la segregación, me programaban para cierto comportamiento.
Dentro de las facilitadoras del Diplomado, la conferencia de Cecilia Mérida, me causó una conmoción, en relación a los prejuicios. Ella nos mostró ejemplos, en los cuales la arquitectura es un dispositivo de segregación. Cecilia nos ilustró de qué manera podíamos tomar el libro de Femestizajes , como una herramienta para analizar nuestro propio entorno. Y haber crecido en la Ciudad de Guatemala, ya de por sí es un entorno en donde las diferencias en las relaciones de clase y de raza están a flor de piel. Por ejemplo, si me preguntaba, en mi niñez, cuál era mi relación con alguna persona indígena, lo más probable hubiera sido que la única relación que tuviese fuera con la empleada doméstica, que hablaba un idioma que yo no comprendía, me cuidaba y convivía conmigo, pero no se sentaba a la mesa a comer con la familia. En el momento en que se articulan las maneras en que el colonialismo se continúa perpetuando, por medio de esas relaciones sociales, en este país, me da una pauta en la manera en la cual internalicé esos mandatos. Esta socialización me hacía ver estas relaciones como algo normalizado, naturalizado y libre de violencias, cuando en realidad es algo trágico, muy delicado y sumamente colonialista y violento. No es que uno en la adolescencia no se dé cuenta de la manera que funcionan las opresiones hacia los cuerpos racializados, pero el Diplomado me dio las palabras, categorías y formas para nombrar y articular estas experiencias.
Parte de ese proceso de analizar incluso la formación académica, me hizo pensar posteriormente al Diplomado, en mis años de estudiante de arquitectura. En las clases de Dibujo Técnico se nos enseñaba a dibujar los planos de una casa. Ahora llama mi atención la manera en que se normalizaba diseñar dentro de la casa el llamado “cuarto de servicio”, que muestra esa forma de colonialismo al pensar en un cuarto con dimensiones mínimas y en donde apenas cabe una persona.
Con estos ejemplos, fui comprendiendo las maneras en que, al igual que el racismo, se me fueron imponiendo mandatos de machismo, homofobia y clasismo. Ahora comprendo también la forma en que la mente patriarcal opera en la búsqueda de dominación del otro y día a día busco que esos mandatos salgan de mí.
Una de las partes claves de esta terapia que me fue moldeando la sensibilidad es la idea de compartir intimidades (desde el zoom). ¿Cómo sustituir el contacto físico sin estar juntxs? Los sábados dejábamos de ser individuxs para volvernos grupo. Nunca antes había vivido una manera de compartir intimidad, como forma de tejer comunidad, lazos, complicidades, afectos, e ir reflexionando juntxs a partir de las experiencias de alguien más. Fundirnos todxs en esta especie de inconscientes, pasados y vivencias, que nos sirvieron para pensarnos en conjunto. Ser testigo de las rupturas políticas de otras personas me hacía empatizar con ellas. Aprender que la vulnerabilidad es un valor, una fuerza y un motivo de admiración me ha dado una clave para seguir abandonando la mente patriarcal.
Después del Diplomado de Q´anil, no sé si resolví las dudas iniciales, pero éstas se volvieron una dinámica de constante cuestionamiento y auto interpelación. Ahora pienso y re-pienso mis relaciones sociales y utilizo las herramientas tanto teóricas como de autoconocimiento de mi sensibilidad que aprendí cada sábado.
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