Chasqui Perú Año 40 – 337 Junio 2011
Dos fiestas importantes que evocan la entrega del amor incondicional... El mes de Junio para los católicos siempre ha sido “el mes del corazón”. El hecho de hablar del “corazón” ya evoca sentimientos de simpatía, de afecto y de entrega incondicional. Pero hagamos un poco de historia: Para muchos pueblos, como el judío, el corazón equivale a lo “interior”. En él están presentes no sólo los sentimientos, sino también los recuerdos, los pensamientos, los proyectos y las decisiones. Es el lugar donde la persona dialoga consigo misma, asume sus responsabilidades y se abre o se cierra a Dios y a los demás. Es la fuente misma de la personalidad, es el lugar donde el ser humano se encuentra con Dios y con los demás. El corazón siempre permanece oculto, pero se manifiesta externamente por sus obras: “de la abundancia del corazón habla la boca”. En nuestros días hablar del corazón, es hablar de afectos y sentimientos, “entregar el corazón es darse a alguien o a algo”. Y en esa entrega total, hasta dar la vida por quienes se ama, está Cristo, “nos amó hasta el extremo, hasta dar la vida por nosotros”. La Iglesia agradecida celebra la fiesta de este Corazón lleno de amor. A nuestra sociedad le sobran sentimientos interesados y le falta un corazón, como el tuyo, que sepa amar. Tenemos que aprender pronto a amar, pues “al final de la vida seremos examinados en el amor”. El 29 de Junio, la Iglesia celebra a San Pedro y San Pablo, columnas de la Iglesia, Madre y Maestra de todas las comunidades cristianas. Ellos predicaron con gran fortaleza el mensaje de salvación; y dieron, con su martirio, el testimonio de su fe en Cristo muerto y resucitado. Pedro fue escogido para ser cabeza de la Iglesia, el primer Papa, y allí en Roma, fue el primer obispo que asumió con gozo, su misión de padre y pastor. Pablo, predicador insigne, viajó incansable durante treinta años, por todos los pueblos y ciudades del Mediterráneo, llevando el mensaje de salvación. También en este día la Iglesia católica vuelve sus ojos y su “corazón” hacia Juan Pablo II, el Papa peregrino, que movió los corazones de todas las culturas y generaciones a tener “hambre de Dios”.