Este mes de octubre es un mes particularmente importante. Por un lado la fe en el Cristo moreno que sale de su santuario a recorrer las calles, al encuentro de su pueblo. La fiebre electoral que moviliza a todos en busca de propuestas que devuelvan la esperanza y la fe en la política. Y la presencia discreta y profunda de Mater que va asimilando los acontecimientos en su corazón. El Cristo de Pachacamilla, nos tiene que volver la mirada al absoluto del Jesús histórico, que con la petición central de su oración “venga tu Reino” (Mt 6,10), nos hace partícipes de su Causa: “El Reino de Dios”. El Reino que es el Señorío efectivo del Padre sobre todos y sobre todo. Cuando el Padre reina, todo se modifica; la justicia, la paz, el amor, el perdón, la misericordia, la solidaridad, la libertad. Todo esto constituyó la causa por la que vivió, luchó y murió Jesús. El milagro del mes de octubre se hará posible cuando recobremos la esperanza y la fe en la política. Recordemos las palabras de Mahatma Gandhi: “Los que dicen que la religión no tiene nada que ver con la política no saben lo que es la religión”. Miremos con optimismo el surgimiento de líderes que se han hecho políticos en el caminar con los pobres y que se han educado en profundo contacto con las parroquias en diferentes servicios eclesiales de defensa de los derechos humanos, los campesinos, los indígenas. Miremos con fe el esfuerzo de CEAS, que ha puesto en manos de agentes pastorales y personas interesadas el documento de trabajo, que expone seis criterios éticos para orientar una elección responsable de autoridades; y por último el trabajo de gente inquieta que integra las mesas de concertación locales que propician espacios de análisis de planes de gobierno de las agrupaciones políticas, para conocer si sus propuestas responden a las inquietudes de las mayorías y a la búsqueda del bien común. Que nuestra Madre la virgen de lo invisible, nos ayude a hacer visible nuestro amor por el reino y su justicia y nos oriente para seguir creciendo en democracia responsable.
CAMINAR para RECONCILIARSE con el HERMANO, como JACOB En las narraciones bíblicas que protagoniza, encontramos a Jacob casi siempre en movimiento: tiene que salir huyendo después de haber engañado a su padre Isaac arrebatándole la bendición destinada