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1- Armas Quimicas

2- Juegos Sucios

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3- Primer Ataque Quimico

4- Gases toxicos, una forma de matar

5- Uso de armas quimicas

6- Antes de la primera guerra Mundial

7- Durante y despues de primera la Guerra Mundial

8- Durante y despues de segunda la Guerra Mundial

Todo ello a pesar de que el uso de “gases asfixiantes y deletéreos” estaba prohibido por la Conferencia Internacional de Paz de La Haya de 1899 y la posterior Convención de La Haya de 1907. El empleo de estas armas químicas durante la Primera Guerra Mundial fue una práctica generalizada y abusiva por parte de ambos bandos. Los franceses fueron los primeros en usarlos, al utilizar bromoacetato de etilo, una sustancia lacrimógena, para forzar a las tropas alemanas a salir de sus búnkeres en 1914, aunque su efecto era prácticamente nulo, al emplearse al aire libre.

Armas Quimicas

El 29 de abril de 1997 entró en vigor la Convención sobre las Armas Químicas. Sin embargo, el empleo de sustancias químicas y material biológico como herramientas de guerra es tan antiguo como los propios conflictos armados en los que se ha visto involucrado el ser humano desde épocas prehistóricas.

No obstante, el gran desarrollo de esta modalidad bélica tiene su origen en el auge de la industria química en Centroeuropa durante el siglo XIX. Concretamente en la industria alemana, dominada por las llamadas “tres grandes”, BASF, Hoechst y Bayer, que invirtieron gran parte de sus recursos en la búsqueda de nuevos compuestos sintéticos derivados de los colorantes.

Precisamente, en plena I Guerra Mundial, en agosto de 1916, estas tres compañías firmaron una alianza denominada “Comunidad de Intereses de la Industria de los Tintes”, que se constituyó en una pieza clave de la guerra química con gases neumotóxicos y vesicantes durante el desarrollo de la contienda bélica.

Juegos Sucios

Por el contrario, la implicación de Alemania en este juego bélico sucio fue consecuencia del azar. Al quedarse el ejército alemán sin el suministro de los nitratos chilenos para la fabricación de pólvora y explosivos por el bloqueo marítimo británico, el Departamento de Materias Primas del Ministerio de la Guerra enroló al científico Fritz Haber, en aquel momento director del Instituto Kaiser Wilhelm de Física, Química y Electroquímica de Berlín, para solucionar el problema. De esta forma, Haber organizó y dirigió, entre 1915 y 1917, el Departamento de Guerra Química del Ministerio de la Guerra del Reich prusiano, y en sus laboratorios se desarrollaron las primeras armas de destrucción masiva conocidas, como una alternativa a la preocupante escasez de armas convencionales para el ejército alemán.El primer gas utilizado fue el clorosulfonato de o-dianisidina, sin apenas eficacia, y posteriormente el cloro, ensayado contra las tropas francesas el 22 de abril de 1915 en Ypres.

La vida orgánica es pura química reactiva, pero paradójicamente el nitrógeno es inerte, pues no interactúa con otros elementos. Al respirar el nitrógeno penetra en los pulmones y vuelve a salir de inmediato sin provocar reacción alguna salvo la de servir como agente diluyente del oxígeno en la respiración.

Para resultar útil debe adoptar otras formas más reactivas como el amoniaco y son las bacterias las que hacen ese trabajo para nosotros

Primer Ataque Quimico

Este primer ataque químico de la historia de la guerra ocasionó 5.000 muertos y 15.000 afectados. A partir de este momento, la industria química multiplicó su influencia en los ámbitos militares y Haber incorporó a su Instituto más de 1.500 trabajadores, 150 de ellos científicos.

Dadas las dificultades del uso del cloro por la dependencia de la climatología, en el Instituto de Haber se comenzó a investigar el fosgeno (denominado D-Stoff por los alemanes), un gas más tóxico, menos reactivo y con un periodo de latencia mucho más lento, que se empleó por primera vez contra los británicos el 19 de diciembre de 1915 en Wieltje.

El fosgeno, junto a difosgeno, también permitía su uso en proyectiles de largo alcance, denominados “Cruz Verde” por su marca específica, evitando así el problema derivado del uso de las bombonas.

Aunque sintetizada por primera vez en 1822, la fabricación de iperita pura mejoró notablemente en 1886, gracias a la reacción de tiodiglicol con tricloruro de fósforo. Precisamente, el tiodiglicol era una sustancia disponible en enormes cantidades en las empresas de tintes alemanas, por lo que la iperita se fabricó con gran facilidad en las compañías BASF y Bayer. La iperita realmente no es un gas, sino un líquido que, al contactar con la piel, y tras un periodo de latencia de varias horas, ocasiona lesiones ampollosas de muy mala evolución y cura, sobre todo en zonas húmedas, como pliegues, axilas, genitales, ojos y tracto respiratorio cuando es aspirada.

Los alemanes la utilizaron por primera vez en los preludios de la tercera batalla de Ypres.Durante las siguientes seis semanas, este veneno ocasionó 20.000 bajas en las tropas británicas.

Gases toxicos, una forma de matar

Justo el año que finalizó la Gran Guerra, Fritz Haber fue galardonado con el Premio Nobel de Química por la síntesis del amoniaco, descubrimiento de vital importancia para el desarrollo de la Humanidad.

Así pues, en Haber se recrea una extraña paradoja de la historia de la ciencia, pues sus hallazgos salvaron y cercenaron cientos de miles de vidas, incluida la de su propia esposa, Clara Immerwahr, primera mujer en doctorarse en Química por la Universidad de Breslau, quien, tras una discusión por los programas de guerra tóxica de su marido, se suicidó.

A pesar de esta enorme cantidad de víctimas, en el discurso leído durante la ceremonia de entrega del Premio Nobel, el “padre de la guerra química” dijo: “En ninguna guerra venidera los militares podrán ignorar los gases tóxicos. Son una forma superior de matar”.

Los agentes tóxicos de destrucción, desde su aparición en los escenarios bélicos, provocaron una repulsión generalizada por sus características insidiosas, sus secuelas a largo plazo y sus efectos letales sobre la población civil.

Uso de armas Quimicas

El uso moderno de armas químicas comenzó con la Primera Guerra Mundial, cuando ambos bandos del conflicto utilizaron gas venenoso para infligir sufrimiento atroz y considerable número de bajas en el campo de batalla. Dichas armas consistían esencialmente conocidas sustancias químicas comerciales introducidas en municiones habituales como granadas y proyectiles de artillería. Entre las sustancias químicas empleadas se encontraban el cloro, el fosgeno (un agente sofocante) y el gas mostaza (que provoca dolorosas quemaduras en la piel). Los resultados fueron indiscriminados y a menudo devastadores. Se produjeron casi 100.000 muertes.

Como resultado de la indignación pública, en 1925 se firmó el Protocolo de Ginebra que prohibió el uso de armas químicas en la guerra. Si bien fue un gran paso, el Protocolo presentaba una serie de lagunas significativas, tales como la falta de prohibición del desarrollo, la producción o el almacenamiento de armas químicas.

Otro aspecto problemático es que muchos Estados que ratificaron el Protocolo se reservaron el derecho de usar armas prohibidas contra Estados que no eran partes en el Protocolo o como represalia en caso de que se utilizaran armas químicas contra ellos.

Durante la Segunda Guerra Mundial se usaron gases venenosos en campos de concentración Nazis y en Asia, aun que no se emplearon armas químicas en los campos de batalla de Europa.

Durante el período de la Guerra Fría, se observó un significativo desarrollo, fabricación y almacenamiento de armas químicas. En las décadas de 1970 y de 1980, se calcula que unos 25 Estados estaban desarrollando capacidades relativas a armas químicas.

Antes de la primera guerra Mundial

El primer acuerdo internacional en condenar el uso de armas venenosas fue el acuerdo entre Francia y Alemania de 1675 que prohibía el uso de “bombas cargadas de veneno”.

Posteriormente, en 1899, en el marco de la Primera Conferencia de Paz Internacional, celebrada en La Haya, las naciones europeas firmaron la Convención de La Haya en la cual renunciaron “emplear proyectiles que tengan como objetivo dispersar gases tóxicos y asfixiantes”. Esta Convención también contenía una cláusula que prohibía el uso de medios de guerra que pudieran causar sufrimientos innecesarios.

La Primera Guerra Mundial, anteriormente llamada la Gran Guerra,b fue un conflicto militar de carácter mundial, aunque centrado en Europa, que empezó el 28 de julio de 1914 y finalizó el 11 de noviembre de 1918, cuando Alemania aceptó las condiciones del armisticio.

Durante y despues de la primera guerra Mundial

Sin embargo, la Convención de La Haya no logró prevenir que los Estados signatarios usaran armas químicas durante la Primera Guerra Mundial (19141918). En efecto, durante esta contienda las armas químicas fueron utilizadas por primera vez a larga escala, estimándose que para el final de la guerra se habían utilizado aproximadamente 124 toneladas de agentes químicos que causaron más de un millón de víctimas, 100 mil de las cuales fueron fatales.

El 11 de noviembre de 1918, finalizó la que hasta el momento había sido la guerra más devastadora de la historia humanidad, un conflicto que sería la antesala de otro que, años más tarde, tendría aún consecuencias más terribles.

Luego de la Primera Guerra existieron distintas iniciativas para prohibir el uso de armas químicas. En este marco, en 1925 se firmó el Protocolo de Ginebra (17/06/25) que expresaba la condena internacional del empleo de sustancias químicas agresivas como métodos de guerra, e incluía además a las armas bacteriológicas.

Este Protocolo, no obstante, no logró institucionalizarse como un instrumento eficaz y contundente, principalmente por dos razones: por un lado, porque la mayoría de los Estados que la ratificaron lo hicieron con la reserva de utilizar armas químicas como represalia, y por otro lado, porque este Protocolo sólo prohibía el uso de armas quimicas.

Durante y despues de la segunda guerra Mundial

Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), ninguno de los bandos en conflicto inició un ataque con armas químicas, ya sea en el frente europeo como en el africano. Entre las diferentes razones, podemos encontrar las perspectivas de represalias, el alto grado de protección de las tropas para este tipo de armas, y la reluctancia de utilizarlas por motivos morales.

Con el fin de la Segunda Guerra Mundial se intensifican las negociaciones para alcanzar un acuerdo efectivo. Durante la década del ‘60 la mayor parte del trabajo diplomático sobre armas químicas y biológicas se llevó a cabo en el marco del Comité de Desarme de 18 Naciones, órgano establecido en Ginebra en 1961 con la responsabilidad de conducir las negociaciones multilaterales de desarme. Posteriormente, con el ingreso de nuevos Estados a su seno, este órgano fue cambiando de nombre: primero Conferencia del Comité de Desarme, luego Comité de Desarme y finalmente, Conferencia de Desarme.

Con posterioridad a la conclusión de la Convención de Armas Biológicas, en 1972, y en conformidad con su artículo IX, los negociadores de la Conferencia de Desarme en Ginebra se focalizaron en el establecimiento de la Convención de Armas Químicas. Las negociaciones sobre la CAQ duraron mucho más, y progresaron a un ritmo desigual a medida que los grandes avances reflejaban los cambios políticos y de otra índole.

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