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Medicina natural en tiempos de pandemia - DIEGO PUEBLA
from Revista Vegan #40
by revistavegan
Medicina natural en tiemposde pandemia
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Si retomamos la historia, si recordamos los momentos donde la humanidad se enfrentó a las pandemias (de la viruela, de la polio, de la gripe española, de la peste bubónica, etc.) podemos imaginar cómo las personas en aquellos tiempos se encontraban vulnerables, presas del miedo y carentes de información útil. Hoy en día, en esta emergencia del Covid-19 y con la gran diferencia de que actualmente tenemos cloacas, agua potable, tv e internet; seguimos igual de vulnerables y lejos de encontrar la salud individual y colectiva y por eso quiero que le demos una vuelta al pasado para reflexionar y entender porque seguimos repitiendo estas historias.
En aquellos tiempos donde no existían los avances tecnológicos, farmacológicos y demás formas protocolares que posee la medicina moderna, se sabía de la gran importancia que tenía la higiene como uno de los medios para combatir a las enfermedades; métodos tan simples como el lavado de manos (acto que evitó miles de muertes de recién nacidos porque los médicos teníamos las manos sucias durante el parto), el manejo de excretas, la ingesta de alimentos sanos y enteros, la exposición al sol, el ejercicio físico, los ayunos, la respiración, los lavajes y las purgas intestinales. Toda esta serie de técnicas dietéticas y trofológicas, indicaciones y terapias utilizamos los médicos naturistas desde hace miles de años y aún lo seguimos haciendo, ejerciendo nuestra profesión desde una cosmovisión propia a través de los elementos que la naturaleza provee, y que se pueden obtener de manera accesible y sustentable por todas las personas libres.
Entendemos, además, que lo más importante de todo es defender la fuerza interna que hace que el bienestar se exprese, cosa totalmente distinta a estudiar en la Facultad de Medicina cómo el cuerpo se enferma y cómo a la hora del tratamiento utilizaremos quimioterápicos que bloqueen los sistemas de defensa que el propio cuerpo humano posee. A esta medicina, a la que conocemos hoy como la institución médica actual, se le llamaba antiguamente medicina alopática, término proveniente del griego y que significa “allos”: otro, distinto, y “phatos”: sufrimiento; y que implica que el evento médico utilizado sea contrario a la causa de la dolencia que se quiere combatir. Por ejemplo: actualmente se utilizan glucocorticoides, medicamentos anti-inflamatorios esteroideos, cuyo mecanismo de acción consiste en bloquear a la enzima fosfolipasa a2, inhibiendo la formación de mediadores de la inflamación del dolor y de la vasodilatación, constituyendo un completo bloqueo a la fisiología humana.
Por el contrario, el naturismo sigue con la firme convicción de que a través de los métodos naturales se puede recuperar la salud de un modo muy sencillo, económico y ecológico, y que las personas podríamos estar sanas y vivir en plenitud con apenas lo mínimo. Sin grandes inversiones, esta medicina no es rentable para nadie ya que una persona sana no consume de más; y por no ser generadores de grandes ganancias económicas, los naturistas fuimos subyugados por el poder a través de una campaña de desprestigio antinaturismo durante
la Primera y Segunda Guerra Mundial y que aún hoy seguimos sufriendo. Luego de la Revolución Industrial y de la aparición de las máquinas, fue cuando se creó la necesidad de la pastilla como el único método que el médico debía prescribir para tratar a las personas, y así fue como poco a poco los profesionales de la salud dejaron de darles indicaciones a sus pacientes, ya no más infusiones de hierbas, ni ungüentos, ni cataplasmas, ni barro, ni agua.
Hipócrates fue un médico griego que vivió en los años 460 ac, y él advirtió que las enfermedades no venían de los dioses, como sostenían los sabios y los oráculos; sino que éstas se debían a las malas formas de vida y de alimentación. Éste médico, defensor de los más débiles y convencido de sus ideales, desafió a las altas hegemonías políticas que gobernaban y que por alguna razón no querían que la población supiera que tenían el poder de curarse cambiando hábitos perniciosos. Él decía que el alimento era la mejor medicina, que las enfermedades no existían, sino que había en realidad cuerpos enfermos y que nuestra naturaleza poseía una energía que curaba todo desde adentro, a ésta energía él la llamó Natura Medicatrix.
A principios del siglo xx, cuando la tuberculosis mataba muchas personas en Europa, vivió un médico alemán que dedicó parte de su vida a curar a enfermos de aquella enfermedad con una técnica compleja a través de jugos de frutas y vegetales junto con otras medicinas naturales. El Dr. Max
Gerson se atrevió a curar la tuberculosis a través de la alimentación, participó en muchos estudios con pacientes infectados del Micobacterium con exitosos resultados. Incluso curó a la esposa del médico y premio Nobel de la Paz, Albert Schweizer, quien vivió más de 80 años (pags. 55/56 del libro La terapia Gerson de Charlotte Gerson y Morton Walker). A pesar de sus logros en su tierra natal, por sus creencias religiosas el Dr. Gerson escapa a Estados Unidos para salvarse del ejército alemán. Se instala y comienza a trabajar en la curación del cáncer, con un método más preciso, refinado y controlado, logrando la remisión de miles de pacientes con enfermedades crónicas. A pesar de su gran aporte, toda la familia Gerson tuvo que volver a huir por presión de la comunidad médica, ya que debido a la “guerra contra el cáncer” no se aceptaban las terapias alternativas. Esto sucede hasta el día de hoy. Lamentablemente, el Dr. Gerson murió en el anonimato, aparentemente asesinado, y habiendo sido cancelada su licencia médica en el Estado de
“Hay una generación de apenas adolescentes o menores, interpelando a mamá y a papá con que no quieren comer más animales, y esto abre el debate en muchas familias que me consultan”
Nueva York, lugar donde vivía y ejercía. Su hija falleció a los 96 años de edad, y hasta su muerte dirigió un centro terapéutico en México, honrando la labor de su padre, el Health Institute de Tijuana s.c.
El Veganismo abarca varias aristas de nuestra relación con los animales y tiene como base fundamental la empatía y la compasión. Una cosmovisión moderna que denuncia el utilitarismo, el maltrato y la explotación animal; y que lleva más de 70 años advirtiendo sobre los problemas que acarrea la explotación animal, y que el amontonamiento, el hacinamiento y el encierro de animales que son castrados, violados y víctimas de las peores atrocidades en nombre de la economía, traería desgracias sanitarias, ecológicas y económicas. Donde más cultivo de animales y más pandemias hayan, más crisis y más pobreza habrá; por eso es que llamo a la reflexión sincera de la humanidad e invito a que tomemos acciones concretas para hacer posible que a los platos de nuestros hogares lleguen alimentos de buenas prácticas agrícolas.
Hay que reconocer que los avances científicos que se han obtenido en los últimos 50 años (consultar el libro El estudio de China del Dr. Collin Campbell) confirman que es más saludable vivir con una dieta sin crueldad animal, basada en plantas y frutos enteros, mientras sea correctamente planeada y guiada. Por experiencia profesional, he tenido contacto con un sin número de personas que llevaron y llevarán una vida extremamente saludable con dietas veganas o basadas en plantas. Hay una generación de apenas adolescentes o menores, interpelando a mamá y a papá con que no quieren comer más animales, y esto abre el debate en muchas familias que me consultan. Es así que a esta nueva generación le
estamos dando su lugar con valiosos resultados, e incluso se han convertido en motor de amor y voluntad para que toda la familia lo ponga en práctica, y así un 12% de la población argentina es Vegetariana o Vegana.
Uno de mis más preciados maestros es un abuelo naturista que hoy tiene 96 años, quien se baña en el cajón de vapor y se hace frotaciones con agua fría los martes, que ayuna veintiún días de frutas cuando se siente un poco mal, quien cena poquito y quien posee demás virtudes espirituales, tan profundas y sencillas que cualquier médico que lo ve, no cree que sea real y que a esa edad no necesite medicamento ni intervención alguna para seguir siendo sano y feliz. Este abuelo lleva más de 60 años sin consumir carne, leche, quesos, huevos y demás. Y es real. También debo reconocerle a la madre de mi hija, el amor, la convicción y el coraje con los que lleva adelante una vida vegana hace más de 10 años y el poder tener un parto en el hogar, cual antigua medicina de todos los tiempos, el nacimiento sagrado, este valioso acto de una mujer poderosa dando la vida y la muerte, sabiendo que gran parte de la ciencia médica y las costumbres modernas aseguran que no sería posible un nacimiento bajo estas condiciones. Ha sido una de mis más grandes lecciones de cómo sostener la vida humana y la vida de la tierra con esta forma de alimentación.
Está renaciendo un poder natural en cada persona, desde lo más profundo del corazón, que ya está dando vueltas por la humanidad y se expande más rápido que cualquier virus o bacteria, una sensación que es infrenable, que no la podemos tapar, que nuestros hijos la sienten y lo están expresando. La compasión y la empatía, esas eternamente modernas formas de respetar nuestro lugar en el mundo. No debemos seguir adormeciendo nuestra empatía porque es también adormecer nuestra intuición y si perdemos esta necesaria forma de ser humanos, no seremos más que autómatas guiados por el primitivo ser de la mente. La búsqueda de la salud a través de los métodos naturales se ha transformado en una de las más relevantes búsquedas de un gran porcentaje de la población moderna y este movimiento atraviesa a ricos, pobres, mujeres, niñas, niños y hombres, blancos y negros. Ya cada vez más gente
descree de la idea de que los medicamentos van a traer soluciones mágicas a sus problemas de salud. Hemos recorrido más de 2500 años, atravesado varias pandemias, hambrunas y sequías, y hoy transgénicos, herbicidas, metales pesados, alimentos ultra procesados con una variedad de 5000 productos químicos, carnes de animales transgénicos, leches de vaca con genes de cerdo (Hormona de crecimiento recombinante bovina) y glutamato monosódico, aceites de pescado en las leches de fórmula para recién nacidos y toda una batería de medicamentos legales para adormecer el cuerpo, y seguimos creyendo que las enfermedades son causadas por seres que no vemos, y que la solución va a venir de la mano de los expertos y sus pastillas.
En los viajes a lo más profundo de mi ser, envuelto en medicinas antiguas que los indígenas desean compartir, el ayuno, los temazcales, las plantas de medicinas tradicionales, limpias de tabaco, danzas de la Luna, y más, pude poco a poco aproximarme a esa sensación subjetiva de que la salud se hace real sólo a través de la naturaleza. Los antiguos originarios de América sostenían que el Gran Espíritu, ese Gran Misterio que mora adentro y afuera, arriba y abajo, omnipotente y omnipresente, tiene la virtud de la dualidad, de la vida y de la muerte, del día y de la noche, y también es real que a través de las visiones y de los sagrados rituales de agradecimiento y ofrenda, la cultura americana pudo vivir en armonía y prosperidad por miles y miles de años. Toda esta sabiduría ancestral está brotando de manera simultánea en el mundo, somos los que vimos y vivimos el fracaso de la civilización posmoderna, vivimos lo obsoleto de las propuestas en todos los niveles y hoy más que nunca tenemos la gran responsabilidad de dejarle un mundo mejor a nuestros hijos.
Diego Puebla Médico – Universidad de Mendoza. Conservador de antiguos conceptos naturistas, admirador de la medicina indígena americana y promotor de la moderna medicina Integral. Padre. Músico. Agricultor. Dedicado a la medicina natural en su consultorio desde el 2011 en Mendoza capital, San Rafael y Neuquén. Organizador de la primera Jornada de Salud Integral en Mendoza. Conferencista en Vegfest Argentina 2014, 2016 y 2018. Asesor