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Sección Astrofotografía

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86 O´Toole, Thomas. Soviets are stepping up flights of spy satellites. The Washington Post, Washington DC, United States of America, 7 June 1982. https://www.washingtonpost.com/archive/politi cs/1982/06/07/soviets-are-stepping-up-flightsof-spysatellites/ad422f1b-5397-489a-bf96b7b262cea768/. Consultado el 22 de junio de 2020.

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Argentina fue a la Luna.

Gustavo Marón

Asociación Argentina de Tecnología Espacial - Facultad de Derecho, Universidad Nacional de Cuyo Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Cuyo Instituto de Energía y Minería “Dr. Edgardo Díaz Araujo”, Universidad de Mendoza

dr.gustavo.maron@gmail.com

Resumen

El programa Apolo, que terminó con los primeros seres humanos en la Luna, fue hasta ahora la aventura de exploración espacial más osada y extraordinaria de la historia. Aunque es poco conocido, la Argentina fue partícipe de sus proyectos precedentes (Mercury y Gemini), al tiempo que varios argentinos trabajaron activamente para lograr la meta de alcanzar la superficie lunar con una misión tripulada.

El 5 de mayo de 1961, apenas 23 días después del primer vuelo orbital realizado el 12 de abril por el cosmonauta soviético Yuri Gagarin, la Administración Nacional del Aire y el Espacio de los Estados Unidos (NASA) lanzó al espacio al astronauta Alan Bartlett Shepard Jr. El despegue se produjo desde Cape Canaveral utilizando para ello un cohete Redstone de una sola etapa, en cuyo extremo fue colocada la minúscula cápsula Mercury, tres veces más pequeña y más liviana que la soviética Vostok. La cápsula, bautizada Freedom 7, alcanzó una altura de 187,4 kilómetros y se proyectó en un vuelo suborbital de apenas 15 minutos, tras lo cual descendió en paracaídas en el mar a 487,3 kilómetros de distancia del punto de lanzamiento. La nave de Shepard no entró propiamente en órbita de la Tierra ni batió tampoco la marca de tiempo o distancia alcanzada por la Vostok de Gagarin, pero su ingreso al espacio fue suficiente para mostrar al mundo que los Estados Unidos seguían en la carrera espacial y que estaban determinados a alcanzar y superar a los soviéticos cualquiera fuera la meta. 1 2 Definir esa meta fue, precisamente, uno de los logros políticos más grandes del presidente John Fitzgerald Kennedy. Asesorado por sus consejeros técnicos, pronto comprendió que los Estados Unidos no podrían aventajar realmente a la Unión Soviética en hitos inmediatos tales como llegar al espacio con tripulaciones múltiples, colocar en órbita satélites más pesados o incluso construir una estación espacial. Pero había un objetivo que por su complejidad estremecía incluso a los propios rusos, cual era alcanzar la Luna con una misión tripulada. En consecuencia, ese fue precisamente el ambicioso objetivo que fijó para el programa espacial norteamericano. El 25 de mayo de 1961, apenas veinte días después del vuelo suborbital de Shepard (y con una experiencia espacial de apenas 15 minutos) Kennedy se dirigió al Congreso de los Estados Unidos a fin de solicitar los fondos necesarios para que su país pudiera “comprometerse a lograr el

objetivo, antes de que termine esta década, de aterrizar a un hombre en la luna y devolverlo a la tierra de manera segura”. 3 Nació así el Programa Apolo, la empresa espacial más osada y compleja encarada hasta el momento y, por lejos, la misión de exploración más riesgosa y atrevida que hubiera encarado hasta entonces la Humanidad. El desafío era monumental pues había que resolver en simultáneo una enorme cantidad de problemas técnicos sobre los que no se tenía ninguna experiencia ni conocimiento. Los principales eran llegar a la órbita terrestre con misiones tripuladas, ensayar la aproximación y acople de dos naves espaciales en órbita, confirmar la capacidad de supervivencia de los astronautas durante largos períodos de permanencia en el espacio, desarrollar un traje espacial autónomo que permitiera a los astronautas caminar sobre la superficie lunar (una mini nave espacial en sí misma), descubrir cómo navegar por el espacio de la Tierra a la Luna y construir el enorme cohete que pusiera en órbita terrestre la compleja nave espacial que habría de llevar a cabo la hazaña. Cada uno de estos problemas representaba todo un desafío en sí mismo, pero en conjunto constituían un obstáculo abrumador que resultaba preciso superar para cumplir la meta fijada por el presidente Kennedy y de esa forma salvar el orgullo nacional norteamericano. Como no había tiempo, los Estados Unidos decidieron avanzar en todos los frentes en paralelo, forzando la inteligencia, la ciencia y la tecnología de una forma nunca antes vista. Para alcanzar el objetivo de la puesta en órbita, entre 1961 y 1963 se completaron todos los lanzamientos de la serie Mercury. Al vuelo de Shepard le siguió el de Virgil Grissom en la cápsula Liberty Bell 7, que fue lanzada el 24 de julio de 1961 por un cohete Redstone, pero la escasa potencia sólo permitió desarrollar un vuelo suborbital. Recién cuando la NASA cambió el Redstone por el más poderoso Atlas se logró poner efectivamente en órbita al astronauta John Glenn, el 20 de febrero de 1962, en la cápsula Friendship 7. Le siguieron Scott Carpenter el 24 de mayo de 1962 (Aurora 7), Walter Schirra el 3 de octubre de 1962 (Sigma 7) y Gordon Cooper el 15 de mayo de 1963 (Faith 7). Los exitosos vuelos con humanos fueron precedidos por dos lanzamientos de homínidos, específicamente chimpancés de la especie Pan troglodytes, en el curso de los cuales se procuró comprobar su fisiología en condiciones de aceleración, microgravedad y desaceleración. Era una forma sensata de conocer estos parámetros en seres vivos antes de correr el riesgo de experimentar lo desconocido con un astronauta que bien podía morir en el intento. Es bien sabido que el primer lanzamiento de pruebas con un chimpancé retrasó el primer vuelo tripulado de Alan Shepard (lo que permitió que Yuri Gagarin le arrebatara la gloria de ser el primer humano en el espacio), pero es menos conocido que los primeros estudios y experimentos fisiológicos desarrollados en la materia habían sido iniciados varios años atrás en Buenos Aires por el médico austríaco Harald von Beckh, uno de los padres de la Medicina Aeroespacial argentina, que tras migrar a los Estados Unidos tuvo una activa participación en el Proyecto Gemini, incluyendo el lanzamiento suborbital del chimpancé Ham (31 de enero de 1961) y en el lanzamiento orbital del chimpancé Enos (el 29 de noviembre de 1961). Von Beckh había nacido en Viena el 17 de noviembre de 1917 en el seno de una familia de médicos, por lo que decidió seguir la carrera de sus padres y en 1935 ingresó a Facultad de Medicina de la Universidad de Viena. Se graduó en enero de 1940, medio año antes que el resto de la clase, a la edad de 22 años, convirtiéndose así en el médico más joven en haberse graduado jamás en cualquier universidad austriaca o

alemana. Su ganado prestigio le permitió comenzar a trabajar en la Academia de Medicina de Aviación en Berlín, donde ayudó a desarrollar el concepto de Trayectoria Kepleriana para obtener períodos de microgravedad mientras colaboraba con el Dr. Heinz von Diringshofen, y en 1941 fue nombrado miembro de la facultad en la Academia de Medicina de la Luftwaffe. El 22 de junio de ese año la Alemania Nazi lanzó la ocupación militar de la Unión Soviética, y el joven Von Beck fue comisionado como cirujano del Escuadrón de Cazas (Jadsgeschwader) 51, que desplegó a Rusia, luego a Italia, Túnez y Yugoslavia, hasta terminar la guerra en mayo de 1945 en Prusia Oriental. 4 Para entonces Alemania estaba completamente destruida y para Von Beckh fue claro que no tendría ninguna posibilidad de continuar allí con sus investigaciones, por lo que se contactó con la Embajada de Argentina en Génova y así obtuvo visa y documentos para viajar a nuestro país. Ingresó a la Argentina en 1948 con un pasaporte emitido por la Dirección Nacional de Migraciones a nombre de Haraldo Juan Widmanstetter, lo que confirma que era Nazi, pues de otro modo no habría tenido ninguna necesidad de alterar su verdadera identidad para poder salir de Europa. Una vez en Buenos Aires se nacionalizó como Haraldo Von Beckh y con ese nombre castellanizado fue admitido como el miembro 141 de la Sociedad Argentina Interplanetaria (SAI), donde trabajó activamente para popularizar el nuevo campo de la Medicina Espacial. A tal fin escribió una serie de artículos en la Revista Nacional de Aeronáutica y dio varias conferencias sobre el tema, algunas en colaboración con el Dr. Heinz von Diringshofen, quien también había emigrado a la Argentina. 5 6 En 1950 el Dr. Von Beckh comenzó sus experimentos de ingravidez en Argentina, a cuyo fin realizó una serie de vuelos parabólicos en un aviones Focke-Wulf FW-44J Stieglitz (del Aero Club Argentino) y FIAT G55B Centauro (de la Fuerza Aérea Argentina), llevando en ellos recipientes con tortugas de agua a la especie Chelonias (Chrysemys ornata e Hydromedusatectifera), pues al moverse bajo el agua con una velocidad y habilidad extraordinarias en todas las direcciones en su búsqueda de alimento, eran los animales más adecuados para sus estudios de comportamiento de orientación y coordinación muscular. Dado que estas tortugas son extremadamente voraces y dado que para comer extienden sus cuellos con la precisión y la velocidad de una serpiente, Von Beckh las alimentó durante los vuelos parabólicos y así pudo estudiar su comportamiento durante los escasos segundos en que el avión quedaba suspendido en condiciones de ingravidez. 7 Los resultados mostraron que el deterioro de la coordinación neuromuscular observada al comienzo de la ingravidez era de corta duración porque el sentido de la visión compensaba fácilmente la falta de señales laberínticas. Von Beckh presentó sus conclusiones en el 4° Congreso Internacional de Astronáutica celebrado en Zúrich, Suiza, en Agosto de 1953, el primer antecedente a nivel mundial sobre los efectos de la ingravidez en animales y humanos. Un año más tarde publicó un trabajo ampliado en el Journal of Aviation Medicine de los Estados Unidos, lo que inmediatamente lo puso en contacto con sus colegas de los Centros de Investigación de Medicina Aeroespacial de Randolph (Texas) y Holloman (New Mexico). 8 9 Después de casi diez años viviendo en Argentina, en 1957 von Beckh aceptó una invitación para continuar con sus trabajos sobre gravedad cero en los Estados Unidos, primero en la fábrica de aviones Glenn Martin Aviation Company y unos meses más tarde en el USAF Aeromedical Field Laboratory de la

Base Aérea de Holloman, luego bautizado USAF Aeromedical Research Laboratory. De esta forma, las investigaciones iniciadas sobre las pampas bonaerenses con aviones de pistón continuaron sobre el desierto norteamericano con modernos jets Lockheed T-33 Shooting Star, Lockheed F-94C Starfire, North American F-100 Super Sabre y Locheed F-104 Starfighter. En numerosas oportunidades Von Beckh fue su propio sujeto de prueba, a tal punto que realizó realizó 51 misiones en biplazas T-33, acumulando más de 200 trayectorias hiperbólicas. Su objetivo era replicar o emular lo que podía suceder en un vuelo espacial tripulado, es decir, cómo soportaría el cuerpo humano la carga G del ascenso del cohete y la inserción en órbita, la ulterior etapa de ingravidez y finalmente la carga G de reentrada a la atmósfera terrestre. 10 En febrero de 1959, cuando el acceso de humanos al espacio exterior no se había logrado todavía, von Beckh publicó en el Journal of Astronautics un nuevo artículo titulado Ingravidez y Vuelo Espacial. En uno de los últimos párrafos, declaró que "el corazón, utilizado durante la ingravidez para transportar la columna de sangre sin la fuerza de la gravedad, necesitaría un cierto tiempo para la adaptación después de volver a entrar en el campo de gravedad de la Tierra u otro planeta". (De esta forma pronosticó la hipertensión ortostática que experimentaría tres años más adelante el astronauta Walter Schirra en el curso de la misión Mercury que puso en órbita su cápsula, Sigma 7, el 3 de octubre de 1962). 11 El 31 de enero de 1961 el mono N° 65 fue dispuesto en la cápsula MR-2 y lanzado desde Cape Canaveral en un vuelo suborbital de casi 17 minutos durante el cual sus signos vitales y tareas programadas fueron monitoreados a través de sensores y computadoras. La velocidad de respuesta al estímulo de la palanca en el espacio fue solo una fracción de segundo más lenta que en la Tierra, lo que demostró que un humano podría realizar todo tipo de interacción con sus comandos sin ninguna dificultad. La cápsula sufrió una pérdida parcial de presión durante el vuelo, pero el chimpancé no sufrió ninguna consecuencia pues viajaba enfundado en un traje de prueba hecho con los mismos materiales térmicos y aislantes propios de un traje de astronauta. Tras su exitosa recuperación, el chimpancé 65 pasó a llamarse HAM (por Holloman Aero Med). El nombre le fue asignado después de comprobar su supervivencia, pues nadie en Holloman quería asociar el nombre de su base a un fracaso. 12 En retrospectiva, quizá el programa de pruebas con animales del Programa Mercury retrasara el acceso al espacio de Alan Shepard. Pero el conocimiento acumulado permitió que el paso fuera mucho más seguro, sobre todo teniendo en cuenta que el pequeño cohete suborbital Redstone no podía compararse con el mucho más potente R-7 con el que los soviéticos habían puesto en verdadera órbita a Yuri Gagarin. Tras la exitosa serie Mercury, entre 1964 y 1966 la NASA llevó adelante el Programa Gemini, que incluyó doce lanzamientos orbitales exitosos, todos ellos realizados con cohetes portadores Titan II modificados, diez de los cuales fueron tripulados por veinte astronautas en nuevas naves biplaza. Argentina participó activamente en el Programa Gemini pues, como parte de la cooperación internacional entre la CNIE y la NASA, el Smithsonian Institute de los Estados Unidos instaló en Villa Dolores, Provincia de Córdoba, una estación de rastreo y observación óptica para el seguimiento de las cápsulas Gemini 6 y Gemini 7. Este centro empleaba técnicos argentinos y norteamericanos. Con la cámara fotográfica de la estación se obtuvieron más de 27.500

tomas del espacio, de los distintos satélites ya en órbita y las naves Gemini. 13 Para el llamado Satellite Tracking Program, el Smithsonian Astrophysical Observatory encargó a la empresa Boller & Chivens el diseño y la fabricación de doce cámaras fotográficas, con la subvención de la National Science Foundation. La óptica elegida fue un sistema Schmidt modificado, diseñado por James G. Baker, y montura ideada por Joseph Nunn, por lo que las cámaras se denominaron Baker-Nunn. La cámara contaba con un espejo esférico de 31 pulgadas (79 cm) de diámetro e igual distancia focal (f/1), y tres lentes correctoras de 20 pulgadas (51 cm) de abertura. Tenía aproximadamente 2,5 metros de altura, 3 metros de ancho y un peso de 9.000 kilogramos. La película se desplazaba con velocidad variable sobre un plano focal curvo. Tenía un campo de 5º x 30º y delante del negativo existía un obturador giratorio de dos hojas, por lo que el trazo de los satélites se imprimía interrumpido. Esta cámara era operada por un equipo mixto de técnicos argentinos y norteamericanos, entre ellos Edward A. Horine (jefe de la estación), Robert Bob Bennett (director de seguimiento de las misiones Gemini), Tadeo Musinsky y Donald Tingle (Smithsonian), Troncoso, Newman, Iglesias (Universidad de Córdoba), Van Ditmar, David McLeish (Observatorio Astronómico de Córdoba), Francotti, Antón y Alberto Caravaca. La misión Gemini 7 fue lanzada al espacio el 4 de diciembre de 1965 con un cohete Titan II, llevando en la cápsula homónima a los astronautas Frank Bormann y James A. Lovell. La misión Gemini 6A fue lanzada once días después, el 15 de diciembre de 1965, llevando a los astronautas Walter Schirra y Thomas Stafford. El objetivo de la misión combinada fue lograr el primer acercamiento espacial de dos naves tripuladas, para emular lo que luego sería el acercamiento y acople de los módulos de comando y alunizaje de las misiones Apolo. Además de esta experiencia, la nave Gemini 7 realizó el rastreo de misiles balísticos desde la órbita con instrumentos infrarrojos y batió el récord de permanencia de una tripulación en el espacio, con una marca de 13 días y 18 horas en órbita. La cápsula Gemini 6A, que debía interceptar a su gemela, permaneció en órbita un día y poco menos de dos horas. El 1° noviembre de 1966 el Smithsonian Institute instaló una segunda estación de rastreo a unos 12 km al suroeste de la ciudad de Comodoro Rivadavia, donde continuaron los trabajos de seguimiento óptico con la cámara BakerNunn a partir del 14 de ese mes. Con este y otro instrumental se siguió la órbita de la misión Gemini 12, lanzada el 11 de noviembre de 1966, que permaneció 3 días, 22 horas y 34 minutos en el espacio. Durante esta misión, los astronautas James Lovell y Edwin Aldrin lograron el acoplamiento exitoso de su nave con un módulo-objetivo Agena puesto previamente en órbita. Además, Aldrin batió el récord de una caminata espacial, con 5 horas y 30 minutos. A la finalización de la misión Gemini 12, las dos estaciones de rastreo de Villa Dolores y Comodoro Rivadavia fueron donadas a la CNIE, que de esa forma adquirió el instrumental, la experiencia y la transferencia de tecnología necesarias para producir el seguimiento satelital. La estación de Comodoro Rivadavia estaría activa hasta 1969. 14 La colaboración argentina en el Programa Gemini fue agradecida por la NASA a través de diversos reconocimientos y acciones de buena voluntad. En efecto, durante la semana comprendida entre el 22 y el 29 de marzo de 1966 la NASA exhibió en el Aeroparque de la Ciudad de Buenos Aires la cápsula Gemini V, con la que Gordon Cooper y Charles Conrad establecieron la primera marca de permanencia de ocho días en órbita. La CNIE aprovechó la oportunidad para exhibir un remolque de apoyo, otro de telemetría y una

rampa de lanzamiento de sus propios cohetessonda. El número de asistentes se computó en miles, lo que puso en evidencia el interés que las actividades espaciales habían generado en el público argentino. 15 16

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No es de extrañar por eso que entre el 25 y el 26 de octubre de 1966 la Argentina fuera visitada por los astronautas Neil Armstrong (comandante de la Gemini 8) y Richard Gordon (comandante de la Gemini 11), acompañados de sus esposas, como adhesión de la NASA a la XX Semana Aeronáutica y Espacial. Llegaron junto a George M. Low (Subdirector del Centro de Vuelos Espaciales Tripulados de la NASA) y del Dr. George Q. Armstrong, médico a cargo de la selección e investigación médica de los astronautas norteamericanos. 18 Tras el éxito de las misiones Mercury y Gemini, el siguiente objetivo del Programa Apolo consistió en descubrir cómo navegar de la Tierra a la Luna. El problema revestía la máxima prioridad, a tal punto que fue motivo del primer contrato asignado por la NASA en 1961 a un proveedor, en este caso el Massachussets Institute of Technology (MIT), lo que pone de manifiesto la máxima prioridad que se le otorgó al asunto pues, pese a la confianza que exudaba el presidente Kennedy, intramuros de la agencia espacial norteamericana nadie sabía exactamente cómo hacer para poner en órbita lunar una nave espacial y traerla de regreso a nuestro planeta. El MIT derivó el asunto a su Instrumentation Laboratory, que por entonces se encontraba bajo la dirección del brillante ingeniero Charles Stark Draper, que había sido su propio fundador. Draper sabía que no tenía ningún margen de error para el diseño, desarrollo y construcción del sistema crítico que se le había encomendado, que no era otra cosa que la computadora de navegación de que debería guiar a la nave espacial Apolo a la Luna. Por esa razón, para crear el Apollo Guidance Computer (AGC) reunió a los cerebros más brillantes que conocía: el diseñador de hardware Eldon C. Hall y los ingenieros informáticos J.H. Laning Jr, Albert Hopkins, Herb Thaler y Hugh Blair-Smith. Por lejos, el más destacado del equipo era el argentino Ramón Alonso, un ingeniero egresado de la Universidad de Buenos Aires que recién terminaba en la Universidad de Harvard su doctorado en Matemática Aplicada, el nombre con que por entonces se conocía a la recién nacida Informática. Nacido en Buenos Aires en 1930, Ramón Alonso era hijo del filólogo español Amado Alonso, que en 1946 debió emigrar con toda su familia a los Estados Unidos debido a la persecución del gobierno peronista. Dado que era una eminencia en Lingüística, su padre fue invitado a dar clases en la Harvard University, por lo que se afincó en Cambridge, Massachusetts, donde Ramón terminó la secundaria y estudió Física. Al estallar la Guerra de Corea en 1950, el joven estudiante de 20 años fue enviado a prestar servicio militar al US Army´s Ballistic Research Laboratory, como adscripto al Departmento de Computación y Ciencias de la Información de la Universidad de Filadelfia. Allí se encontró con la primera computadora que vio en su vida, la ENIAC, Electronic Numerical Integrator And Computer, un armatoste de 27 toneladas diseñado para calcular tablas de tiro y artillería. Según recordaría divertido años después, “yo casi rompí a ENIAC, aunque en esa época ya no se usaba tanto; durante las tareas de mantenimiento, por la noche, a veces poníamos un programa cualquiera y nos dormíamos mirando las lucesitas”. 19 En 1953, cuando Estados Unidos y Corea del Norte firmaron un armisticio para poner fin a la guerra en la península coreana, Ramón Alonso volvió a Harvard para terminar su doctorado de dos años. Inmediatamente después de recibirse ingresó a trabajar en el

Laboratorio de computación de Havard y, más tarde, en el Laboratorio de Instrumentación del MIT, donde conoció a Charles Draper, quien por entonces estaba desarrollando el sistema de control de los misiles balísticos Polaris, de cabeza nuclear. Allí conoció también al ingeniero J. Halcombe Lanning, vicedirector asociado del laboratorio, un pionero de la computación que en 1952 había inventado el compilador algebraico denominado George y que en ese momento se encontraba trabajando en un plan para llegar a Marte con una nave no tripulada. Para ello sería necesaria una computadora de navegación muy eficiente pero que a la vez gastara muy poca energía y en eso se metieron de cabeza. Laning y Alonso pensaron que la sonda marciana necesitaba una computadora que prácticamente no consumiera energía durante los meses que insumiera el viaje a Marte, pero que fuera capaz de “despertarse” en proximidad de la órbita de aquel planeta para comenzar a ejecutar todas las funciones propias de la misión. Después de darle muchas vueltas al asunto, Alonso concluyó que lo mejor sería poner en práctica la idea de un australiano que había propuesto desarrollar un sistema de memoria en “cuerda”. La Memoria de Núcleos Cableados (Core Rope Memory) “hablaba” en lenguaje binario, es decir, utilizando combinaciones de Ceros y Unos. Funcionaba básicamente como un transformador, almacenando las órdenes en un núcleo magnético (llamado Molly Permallov) enrollado alrededor de una bobina de cerámica. Los Unos fluían por el centro y los Ceros se interponían (o no) a su alrededor. La señal de cable de una línea de palabra que pasaba a través de un núcleo dado y se emparejaba con el cable en la línea de bit, se interpretaba como un Uno en lenguaje binario. Por el contrario, el cable de una línea de palabra que evitaba el núcleo y no quedaba emparejado con el cable de la línea de bit se leía como Cero. El sistema ideado por Alonso sólo servía para lectura (ROM) y se diferenciaba totalmente de la memoria aleatoria de núcleo magnético utilizada hasta el momento en las computadoras (RAM). El software debía ser literalmente tejido en núcleos de memoria que permitían almacenar las órdenes que luego serían ejecutadas por la nave en un momento preciso. Con esta tecnología, se podía almacenar una cantidad de datos relativamente grande para los estándares de la época en un volumen bastante pequeño. En efecto, los ROM de núcleo cableado permitían guardar aproximadamente 2,5 Megabytes de información por metro cúbico frente a los 140 Kilobytes en igual volumen de RAM de núcleo magnético. La compresión de tanta información en tan poco espacio y peso resultó asombrosa en un tiempo en que las computadoras eran moles tremendas que ocupaban toda una habitación, de pared a pared. La única limitación del sistema de Alonso era que los códigos no podían ser cambiados una vez que habían sido “tejidos”. En sus propias palabras, “la memoria de cuerda usaba imanes unidos con cables para codificar los datos. Ni un rayo X ni un rayo cósmico, nada podía cambiar lo que estaba escrito ahí. Pero el problema mayor estaba en el software, había muy poco espacio para el código y era muy difícil tener la seguridad de que no había ninguna falla". La programación debía hacerse de entrada a la perfección, pues no podría ser alterada en el curso de la misión, lo que imponía a los programadores un nivel de excelencia superlativo. 20 Los trabajos de Laning y Alonso en la computadora a bordo de la nave marciana se vieron interrumpidos en mayo de 1961 cuando la NASA requirió al MIT el desarrollo del sistema de navegación de la futura nave Apolo (que todavía no existía ni en los planos). Como no había tiempo para

improvisar ni tampoco para desarrollar desde cero alternativas superadoras, Alonso decidió utilizar la Memoria de Núcleos Cableados que ya tenía suficientemente probada. Para ganar espacio y lograr empaquetar todo el sistema de navegación en casi un pie cúbico (la limitación de volumen que prescribía el contrato), Alonso y su equipo apostaron a los circuitos integrados, una tecnología completamente nueva que redujo la cantidad de espacio físico en la computadora y agregó memoria de cuerda no borrable para almacenar los programas de vuelo. En palabras de los historiadores del MIT, “un pie cúbico de espacio y una tonelada de ingenio se convirtieron en el Apollo Guidance Computer”. 21 El uso de Núcleos Cableados y circuitos integrados no sólo permitió ganar espacio, sino también tiempo, el recurso más valioso del Programa Apolo, pues no sólo había que llegar a la Luna sino hacerlo antes de la fecha límite fijada por Kennedy. El tiempo ganado por Alonso le permitió abocarse a la interfaz, es decir, la conexión entre el cerebro de la computadora de navegación y el panel de comando que habrían de utilizar los astronautas. Era preciso crear un teclado y una pantalla que pudieran ser fácilmente utilizados por hombres enfundados en trajes espaciales, así como un lenguaje informático que fuera fácil de entender y “hablar” por personas que previsiblemente estarían trabajando bajo una enorme presión. Bajo estos parámetros, Alonso comenzó a diseñar la pantalla y teclado de la computadora de navegación (Display & Keyboard o DSKY, por sus siglas en inglés). 22 Alonso, que era hijo de un lingüista y que había debido aprender el Idioma inglés desde cero, se inspiró en las enseñanzas de su padre para idear un formato de “verbo+sustantivo” para comunicarse con la computadora. Usar el DSKY era como tener una conversación con el AGC usando pequeñas oraciones gramaticales, por ejemplo “activar cohete”, “eliminar plataforma” o “ver tiempo”. En opinión de los altos directivos de Raytheon Space and Information Systems Division, la empresa encargada de producir los equipos en serie en Waltham, Massachusetts, el lenguaje “no era lo suficientemente grave, no era lo suficientemente militar, ni era lo suficientemente científico, por lo que los astronautas no lo entenderían". Pero los astronautas lo encontraron sumamente fácil de usar durante las prácticas y, para mejor, los botones de gran tamaño ideados por el argentino resultaron muy fáciles de digitar por manos enfundadas en grandes guantes térmicos. Los prototipos de la AGC y del DSKY resultaron tan robustos, que inmediatamente se convirtieron en los productos estándar que habrían de equipar a la nave Apolo y a los simuladores terrestres con que habría de emularse el funcionamiento de sus sistemas. 23 Para cuando la ACG y el DSKY estuvieron terminados, ya estaba claro cómo sería la nave espacial que llevaría a los astronautas a la Luna. No sería propiamente una sola nave, sino dos unidades autónomas e independientes acopladas: el Módulo de Comando y Servicio (Command & Service Module o CSM por sus siglas en Inglés) y el Módulo Lunar (Lunar Module, LM) que habría de realizar el descenso. Este último, a la vez, estaría dividido en dos etapas, pues alunizaría completo, pero sólo su etapa superior regresaría a encontrarse con el CSM, para aligerar todo lo posible el peso de despegue desde la superficie lunar. Puesto que el CSM debía navegar a la Luna y dado que el LM debía posarse en su superficie y volver a la órbita para acoplarse nuevamente con el CSM, ambos debían estar equipados con sendas computadoras de navegación e interfases DSKY. La computadora diseñada por Alonso no sólo constituía el sistema primario de orientación, control y navegación

de ambos módulos, también era el nodo de vinculación con la Unidad de Medición Inercial (IMU), el controlador manual, el radar para acople espacial, el radar de aterrizaje, el receptor de telemetría, el sistema de control de reacción y el controlador de los motores de cada módulo. 24 La computadora de navegación diseñada por Ramón Alonso fue utilizada por primera vez en la misión no-tripulada Apolo 3 que fue lanzada el 25 de agosto de 1966 para probar en órbita terrestre todos los sistemas operativos del módulo de comando y servicio CSM-011. La experiencia fue un éxito y la fiabilidad de los sistemas se confirmó con la siguiente misión no-tripulada, Apolo 4, lanzada el 9 de noviembre de 1967, en la cual se repitieron los ensayos, esta vez en el módulo CSM017. En la misión no tripulada Apolo 5, lanzada el 22 de enero de 1968, se comprobó el funcionamiento de las computadoras en el módulo de descenso lunar LM-1, que obviamente permaneció en órbita terrestre. La AGC, el DSKY y todos los demás sistemas operativos del módulo de comando fueron probados por primera vez con astronautas a bordo el 11 de octubre de 1968, en el curso de la misión Apolo 7, que mantuvo en órbita terrestre durante más de 280 horas a Walter Schirra, Don Eisele y Walter Cunningham en el módulo de comando CSM-101. La prueba de fuego llegó dos meses después, el 21 de diciembre de 1968, cuando la misión Apolo 8 lanzó al CSM-108 a la órbita lunar con los astronautas Frank Borman, James Lovell y William Anders. Fue la primera vez que una nave espacial tripulada se desprendía de la fuerza gravitacional de la Tierra para navegar por el espacio a la órbita de otro cuerpo celeste y la hazaña fue posible gracias a la computadora de navegación, que funcionó a la perfección durante todo el viaje de ida y vuelta. La computadora fue probada por primera vez en un Módulo Lunar tripulado el 3 de marzo de 1969, en el curso de la misión Apolo 9, que llevó a cabo el desacople y acople del CSM bautizado Gum Drop y el LM bautizado Spider en órbita terrestre con los astronautas James McDivitt, David Scott y Russell Schweickart (en la misma misión también se probó el traje espacial autónomo con el que los astronautas habrían de usar en la superficie lunar). Dos meses después, el 18 de mayo de 1969, las computadoras de Alonso volvieron a llevar a una misión tripulada a la Luna, la misión Apolo 10 a cargo de los astronautas Thomas Stafford, John Young y Eugene Cernan, que separaron y acoplaron en órbita lunar el módulo CSM Charlie Brown y módulo de descenso Snoopy, pero sin posarse en la superficie selenita. Mientras Ramón Alonso trabajaba en Massachussets en la resolución de todos los diversos problemas asociados la computadora de vuelo de la nave Apolo, otro argentino, Alberto S. Musicman hacía lo propio en Downey, California, con la construcción de la nave misma. Su trabajo se remontaba a noviembre de 1961, cuando quedó definida la estrategia lunar de Von Braun y se decidió empezar a diseñar y construir por separado las diferentes partes y sistemas que harían posible la misión a la Luna, desde el enorme cohete portador hasta la nave Apolo propiamente dicha. La NASA se reservó los diseños conceptuales de todo el programa, la supervisión y la administración del presupuesto para llevar a cabo la empresa, pero delegó en contratistas privados la provisión de todos los componentes y la construcción de todas las piezas que harían al conjunto. Así, por ejemplo, el desarrollo de las tres etapas del cohete Saturn fue adjudicado a las fábricas aeronáuticas Boeing, North American y Douglas; los desarrollos de los principales sistemas de guiado fueron encargados a IBM, Bendix y Eclipse; y la fabricación de la computadora de navegación fue requerida a

Raytheon. Dado que la nave Apolo sería en definitiva un conjunto complejo formado por dos partes separables, la construcción del módulo de comando y servicio (CSM, Command & Service Module) fue encomendada a North American Aviation, mientras que la construcción del módulo de alunizaje (LM, Lunar Module) fue asignada a Grumman Aircraft. En el diseño de cada parte y componente se arrancó prácticamente desde cero, con requerimientos de la NASA bastante estrictos en cuanto a peso y volumen, los dos principales condicionantes para la puesta en órbita. Las diferentes partes no sólo debían ensamblarse entre sí para funcionar como un todo una y otra vez, a lo largo de las distintas misiones planeadas, sino que a la vez debían ser todo lo pequeñas, resistentes y livianas posibles. Dado que las principales misiones del Programa Apolo serían tripuladas, se le asignó máxima prioridad a la supervivencia de los astronautas en todas las etapas del trayecto a la Luna y regreso, pues el prestigio norteamericano se esfumaría en un segundo si se perdiera algún hombre en el despegue, en la superficie lunar o incluso en el reingreso a la atmósfera terrestre. Para prevenir esto último, North American Aviation puso particular atención en la última etapa del viaje, es decir, en la reentrada a la atmósfera terrestre y en el aterrizaje de la cápsula Apolo, fuera que lo hiciera en superficie continental o en el mar, lo que parecía lo más probable debido a que los regresos de las misiones Mercury y Gemini habían acumulado una buena experiencia en chapuzones suaves y seguros. Pero una cosa era calcular las fuerzas y deformaciones de naves monoplaza y biplaza relativamente pequeñas y livianas, y otra muy diferente era hacerlo con la más grande y pesada cápsula Apolo, que no sólo estaría ocupada por tres astronautas sino por su valiosa carga de piedras lunares. Un mal impacto podría desnucar a los tripulantes y bastaba una fisura en el casco, por mínima que fuera, para que la cápsula se inundara y se fuera al fondo del mar, como ya le había ocurrido a la Liberty Bell de Virgil Grissom el 21 de julio de 1961 en el Atlántico Norte. Para prevenir estos problemas, North American Aviation encomendó los cálculos de resistencia y el diseño conceptual de un sistema de atenuación de impacto a su Space & Information System Divisions con sede en Downey, California, liderada por el Ingeniero Allen I. Bernstein. Su mano derecha y principal discípulo era el joven ingeniero argentino Alberto S. Musicman, con quien comenzó a trabajar en el diseño conceptual de un sistema de atenuación de impacto mecánico para una nave espacial tipo Apolo que proporcionara una plataforma de aterrizaje terrestre estable y protegiera la estructura y la tripulación de cargas excesivas. Bernstein y Musicman diseñaron ocho cápsulas con diferentes combinaciones de escudos térmicos desplegados, patas de aterrizaje extendidas, patines para evitar el vuelco, amortiguadores, bolsas neumáticas y cables de anclaje. Se realizaron análisis de diseño, estabilidad y estrés para evaluar cada uno de estos conceptos, elegir uno y finalmente establecer su envoltura de estabilidad. A tal fin se desarrollaron programas informáticos de análisis de estabilidad que calcularon el movimiento de la cápsula en torno a tres ejes considerando la velocidad vertical y horizontal, la actitud y la orientación, las características del golpe de carga al momento del impacto terrestre y la fricción del suelo. 25 La cápsula diseñada por BernsteinMusicman podía acuatizar y flotar a la espera de una recuperación por helicóptero (como había ocurrido con las misiones Mercury y Gemini) o bien posarse en tierra firme, a cuyo fin se concibieron segmentos desplegables verticalmente del escudo térmico para que actuaran como patas de aterrizaje. Cada pata

estaba equipada con un puntal hidráulico para proporcionar atenuación al impacto del aterrizaje y evitar la rotación de la nave sobre su eje longitudinal, de modo tal que no volcara. En caso que la NASA eligiera conceptualmente la técnica de aterrizaje en lugar del acuatizaje, el mecanismo de patas extensibles de la cápsula Apolo (denominado MISDAS) sólo sumaba unos 304 kilogramos al peso total de la cápsula. Bernstein y Musicman trabajaron bajo el contrato NAS94915 otorgado por la NASA a North American Aviation y bajo la coordinación de J. McCulloughm, Ingeniero de Proyectos del Manned Space Center (MSC). Para el desarrollo de los programas de análisis de estabilidad contaron con la colaboración de J.R. Partin y D.N. Herting, mientras que los conceptos de diseño fueron elaborados por H. Bransky, E. Clegg y E.M. Van Alstyne. La propuesta final ya estaba terminada para fines de 1966, a tal punto que fue presentada como Paper 66-989 en el Third Annual Meeting organizado en Boston, Massachusetts por el American Institute of Aeronautis & Astronautics (AIAA) entre el 29 de noviembre y el 2 de diciembre de 1966. La iniciativa causó sorpresa, en buena medida porque representaba una alternativa de bajo costo respecto del amerizaje y el despliegue logístico que era preciso realizar en mar abierto para llevar a la cápsula y los astronautas hasta la cubierta de un portaaviones. 26 Apremiada por los tiempos, la NASA no se mostró interesada en modificar la cápsula Apolo para que realizara un aterrizaje en lugar de un acuatizaje descartó el proyecto de aterrizaje de BernsteinMusicman a favor de la técnica de actuatizaje (splashdown) de la cápsula Apolo. Pero este no fue el fin de los trabajos de ambos ingenieros en el módulo de comando CSM, pues inmediatamente después fueron asignados a trabajar en el diseño del escudo térmico que debía deflectar y disipar el calor generado por la fricción de la cápsula en la reentrada atmosférica. Para entonces Musicman ya había sido ascendido a Investigador Especialista en Estructuras y Dinámica (Research Specialist, Structures and Dynamics), por lo que se encontraba al frente de pequeño batallón de técnicos y calculistas.

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El escudo térmico ablativo que contribuyó a construir estaba compuesto de resina fenólica de formaldehído, un material que se carbonizaba y se derretía durante la reentrada, absorbiendo y arrastrando en el proceso un calor tan intenso que era capaz de derretir prácticamente a todos los metales.

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Para fines de 1966 el Módulo de Comando y Servicio de la nave lunar Apolo se consideraba completamente terminado y listo para realizar su primera prueba tripulada en el espacio. Los vuelos de prueba no tripulados realizados el 20 de enero de 1966 (CSM-002), 26 de febrero de 1966 (CSM009) y 25 de agosto de 1966 (CSM-011) habían resultado sumamente exitosos, todos los sistemas habían funcionado a la perfección y los escudos térmicos habían soportado satisfactoriamente el calor de la reentrada, por lo que las tres cápsulas, una vez recuperadas en el mar, fueron donadas al Craddle Museum of Aviation de Long Island (New York), al Strategic Air & Space Museum (Ashland, Nebraska) y al NAS Alameda Museum (Alameda, California). Con estos antecedentes, todo hacía pensar que el primer vuelo tripulado sería también un éxito. Entonces, inesperadamente, sobrevino el desastre. El 27 de enero de 1967, mientras realizaban una prueba de sistemas de rutina a bordo del módulo CSM-012 con el que habrían de viajar al espacio, un súbito incendio se desató dentro de la cápsula. Completamente sellada y saturada de oxígeno puro, la cápsula se comportó como un verdadero horno que cocinó vivos a los

astronautas Virgil Grissom, Ed White y Roger Chaffee. El golpe fue demoledor para todas las personas que participaban del Programa Apollo, pero especialmente para quienes habían participado en el diseño y construcción de la cápsula, incluido Alberto Musicman. La investigación del accidente identificó varias concausas que habían contribuido al desastre, entre ellas cableado vulnerable, cañería vulnerable para transportar combustible y refrigerante corrosivo, una tapa de escotilla difícil de quitar a alta presión, sobrepresión interna de oxígeno puro y una amplia distribución de materiales combustibles en la cabina. La NASA decidió cortar por los sano y ordenó el rediseño total del Módulo de Comando y Servicio. El valor de las acciones de North American Aviation inmediatamente se vino abajo junto con el prestigio de una empresa aeronáutica que había sido fundada en 1928 y que, desde su nombre en adelante, era un auténtico orgullo para los norteamericanos. En septiembre de 1967 el paquete accionario de North American fue adquirido por Rockwell Standard Corporation, dando lugar a una nueva compañía denominada North American Rockwell. La fusión produjo una importante revisión de procedimientos y hasta una purga de personal, pues Rockwell decidió quedarse sólo con los mejores. Alberto S. Musicman no sólo fue retenido, sino que fue promovido al cargo de Ingeniero de Proyectos y administrador del programa de Investigación y Desarrollo de Compuestos Avanzados (Advances Composits IR&D) en la Division Los Angeles de Rockwell. Desde allí participó activamente en la resurrección del CSM, que como una moderna Ave Fénix se levantó de sus propias cenizas. Después de un trabajo descomunal, para mediados de 1968 la primera de las nuevas cápsulas estaba completamente terminada. El 11 de octubre de 1968 un cohete Saturn IB puso en órbita a la misión Apolo 7, la primera tripulada del Programa Apolo. Para alivio de los tres astronautas, el nuevo CSM Block II funcionó a la perfección, lo que pasaría a ser un estándar en todos los vuelos posteriores. Huelga decir que para llevar a la órbita lunar a la compleja nave Apolo era preciso abandonar primero la formidable fuerza de atracción gravitacional terrestre. Precisamente para ello Wernher von Braun había concebido la tercera etapa del cohete Saturn, que era la encargada de impulsar al CSM y al LM a la trayectoria translunar, hasta que ambos módulos acoplados fueran atrapados por la propia fuerza de gravedad de la Luna y entraran en su órbita. Y resulta que, en la construcción de esa tercera etapa del cohete, quizá la más crítica para el éxito del Programa Apolo, tuvo una destacada participación otro argentino, el Ingeniero César Sciammarella. César Sciammarella había nacido en Buenos Aires el 22 de agosto de 1924. En julio 1950, a sus 26 años, se graduó en Ingeniería Civil de la Universidad de Buenos Aires, tras lo cual trabajó como profesional en diferentes industrias y funciones, entre ellas la docencia, pues entre 1952 y 1957 se desempeñó como profesor de Física en la Escuela de Ingeniería del Ejército Argentino. En junio de 1955, cuando se produjo el primer alzamiento contra el gobierno constitucional del presidente Juan Domingo Perón, Sciammarella fue acusado de haber participado de la conspiración y, aunque no tenía nada que ver, pues era apenas un docente civil de sólo 25 años. En el penal de Villa Devoto casi lo mataron al someterlo a interrogatorios despiadados de 24 horas, bajo la luz enceguecedora de un faro que le apuntaba sin pausa a la cara, sin darle agua y aplicándole regularmente torturas con una picana eléctrica. Aunque fue ayudado por oficiales de la propia Escuela de Ingeniería donde daba clases, su situación personal era muy precaria, incluyendo su salud, pues durante el encierro contrajo neumonía. En

septiembre de 1955, cuando las Fuerzas Armadas se levantaron definitivamente contra Perón en lo que se dio en llamar la Revolución Libertadora, Sciammarella aprovechó la confusión y escapó como pudo de su cautiverio, aunque eso no le significó el regreso a su vida profesional porque debió pasar largos mes luchando contra su enfermedad. 31 Caído Perón, el ingeniero Sciammarella pasó a trabajar en la recién creada Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), donde hizo carrera hasta alcanzar la función de Director de los Laboratorios de Ensayos de Materiales de la División de Metalurgia y Materiales. Gracias a su inventiva y contracción al trabajo fue invitado a Chicago para cursar un doctorado en el Illinois Institute of Techonology (IIT) bajo la dirección del Dr. A.J. Durelli, lo que no es poco decir teniendo en cuenta que ya por entonces Durelli era uno de los analistas de estrés experimental de materiales más destacados del mundo, bien conocido por sus trabajos en técnicas de laca frágil, fotoelasticidad y métodos de Moiré. Durelli se caracterizaba por buscar constantemente nuevos métodos para resolver problemas en lugar tratar de hacerlo con métodos existentes y en tal sentido desafiaba a sus estudiantes y colegas a ver el mundo desde una perspectiva diferente. Sciammarella se doctoró en el IIT en junio de 1960, tras lo cual regresó a la Argentina para continuar trabajando en la CNEA. Pero sus capacidades ya habían sido detectadas, por lo que en 1962 fue invitado a desempeñarse como profesor asociado al Departamento de Mecánica (Department of Mechanics) en la University of Florida, en Gainesville. 32 Para entonces la industria aeronáutica norteamericana se encontraba metida de cabeza en la Carrera Espacial contra la Unión Soviética y, sobre todo, en el formidable desafío que representaba el reto público lanzado por el presidente Kennedy en mayo de 1961, apenas unos meses atrás, de poner un hombre en la Luna. La NASA todavía no sabía cómo hacerlo, pero los profesores del Departamento de Mecánica de la Universidad de Florida sabían que, cualquiera fuera la estrategia lunar, para llevarla a cabo sería preciso construir un gran cohete, lo que suponía desarrollar intensos trabajos en estrés de materiales y estructuras, es decir, las especialidades propias de su área. Así, a mediados de 1962, el Jefe de Departamento junto con el Dr. Sciammarella decidieron visitar la Meca del conocimiento espacial, el Arsenal Redstone de Huntsville, Alabama, donde la NASA terminaba de inaugurar el Marshall Space Flight Center, al frente del cual se desempeñaba como director el Dr. Wernher Von Braun. 33 Para entonces ya estaba claro que el alunizaje no se produciría con un gran cohete que despegara luego de la Luna (idea original de Von Braun) sino por un pequeño módulo descartable llevado especialmente hasta la órbita lunar (idea original de John Houboult), lo que suponía realizar dos acoples espaciales, uno del Módulo de Comando y del Módulo Lunar camino a la Luna y otro entre el primero y la etapa ascendente del segundo en órbita lunar. Ya estaban disponibles incluso los cálculos generales de peso y volumen de la tercera etapa del cohete Saturno, llamada S-IVB, cuya construcción había sido encomendada a la Douglas Aircraft Company. Pero no quedaba para nada claro cómo fabricarla, ni con qué materiales, ni con qué márgenes de tolerancia, lo que no era poca cosa teniendo en cuenta que debería ser el primer proyectil de la historia en proyectar a una nave tripulada hacia otro mundo. Sciammarella se entrevistó con el grupo a cargo del diseño estructural del S-IVB y llegaron a un acuerdo para presentar una propuesta de análisis del cohete, con foco en su tanque de

combustible de oxígeno líquido. La NASA accedió a la iniciativa y en 1963 la University of Florida comenzó los estudios bajo un contrato de 3.5 millones de dólares, con el ingeniero argentino a la cabeza. Los estudios estructurales no sólo eran teóricos, sino que suponían la construcción de un modelo a escala 1/6 del tanque de combustible, cuyo costo representó 1.2 millones de dólares adicionales. 34 El equipo liderado por Sciammarella trabajó intensamente durante tres años, en el curso de los cuales elaboró cuatro memorias con centenares de páginas, fiel reflejo de los estudios de torsión, elasticidad, resistencia, tensiones y deformaciones de los distintos modelos de tanques de combustible de la etapa S-IVB que se fueron ideando, cada uno de los cuales fue analizado en las diferentes fases del futuro vuelo a la Luna (tanque vacío en plataforma, tanque repleto de combustible en plataforma, tanque sometido a las tensiones del despegue y el ascenso, tanque en el vacío del espacio y tanque abasteciendo combustible a su motor cohete durante el proceso de inyección translunar). 35 36 Los cálculos eran muy difíciles, en buena medida porque debían efectuarse sin la asistencia de grandes computadoras y sin posibilidad alguna de emular en condiciones reales los esfuerzos que podía experimentar la S-IVB, tales como las vibraciones del lanzamiento, las fuerzas de aceleración a las que estaría expuesta toda la estructura e incluso las condiciones de ingravidez propias del entorno espacial. Las conclusiones parciales y definitivas fueron compartidas con la NASA y con Douglas, que para el desarrollo del SIVB había levantado un complejo industrial completo en Huntington Beach, California, en enero de 1963. 37 Tal como quedó definido en los diseños y cálculos finales de 1966, el tanque principal del SIVB quedó estructurado con dos depósitos y un mamparo interno común que separaba el combustible del oxidante. En los primeros diseños los propelentes se alojaban en tanques separados, cada uno con sus propias cúpulas y paredes, pero esto requería que tuvieran un ensamble rígido entre sí, lo que generaba tensiones en los acoples y aumentaba su longitud y el peso del conjunto. El mamparo común que propuso Douglas (y cuyas cualidades dinámicas calculó Sciammarella) significó una reducción en el peso estructural de hasta un veinte por ciento, lo que redujo el esfuerzo portador de las otras dos etapas inferiores del Saturn V e incrementó la capacidad de combustible de la tercera, exactamente las dos cosas que se necesitaban para alcanzar la Luna. A partir del rediseño de Douglas se desarrolló una estructura hemisférica de doble cara, de unos cinco centímetros de espesor, con un par de conchas o escudos de aluminio 2014-T6 a cada lado de un núcleo de panal de fibra de vidrio. Así quedaron separados el hidrógeno líquido a -253 ° C de temperatura del oxígeno líquido a -172 ° C en el otro lado. El mamparo común sirvió también como domo final para ambos tanques, así como aislamiento para evitar el flujo de calor desde un propelente al otro, pues de lo contrario el oxígeno líquido se podía congelar. El mamparo fue diseñado para soportar las tensiones térmicas y las presiones inversas, así como para sobrevivir a una gran pérdida de presión de ambos lados, todo a partir de los cálculos del ingeniero argentino. 38 El primer vuelo de una tercera etapa (misión Apollo AS-201) se produjo el 26 de febrero de 1966 y consistió en una prueba suborbital no tripulada que terminó cayendo intencionalmente en el Océano Atlántico. La primera prueba en órbita tuvo lugar el 5 de julio de 1966 (misión Apollo AS203) y terminó con la explosión programada del SIVB en el espacio. El primer vuelo de un S-IVB montado en un Saturn V ocurrió el 9 de noviembre de 1967 con la misión Apolo 4. El

primer vuelo a la órbita terrestre de la tercera etapa transportando un módulo lunar ocurrió el 22 de enero de 1968 (misión Apolo 5), y el primer vuelo tripulado en órbita terrestre tuvo lugar el 11 de octubre de 1968 (misión Apolo 7). La prueba de fuego para la S-IVB llegó el 21 de diciembre de 1968, cuando el más grande y pesado Saturn V diseñado hasta el momento lanzó al espacio la misión Apolo 8, la primera que debería dejar la órbita terrestre para interceptar la Luna, orbitarla y regresar. La tercera etapa del Saturn se había comportado perfectamente en todos sus vuelos anteriores, pero una falla en este resultaría catastrófica para todo el programa lunar. La misión resultó un éxito y pavimentó el camino para los dos siguientes viajes a la Luna: Apolo 10 (que llevó hasta allí un módulo de alunizaje pero que no alunizó) y Apolo 11, que cumpliría la meta de todo el programa logrando un alunizaje perfecto el 20 de julio de 1969. Es interesante destacar que durante las misiones Apolo 13, Apolo 14, Apolo 15, Apolo 16 y Apolo 17, las etapas SIVB fueron estrelladas intencionalmente contra la superficie lunar para realizar mediciones sísmicas destinadas a caracterizar el interior de la Luna, a cuyo fin fueron instalados previamente sismógrafos de alta sensibilidad. Cuando las misiones tripuladas Apolo 18 a 20 fueron canceladas, la tercera etapa S-IVB número de serie 212 se convirtió en el casco de la nave Skylab, la primera estación espacial estadounidense, que fue puesta en órbita por un Saturn V el 14 de mayo de 1973. El último S-IVB, número de serie 515, también se convirtió en un Skylab de respaldo, pero nunca fue llevado al espacio. Además de Alonso, Musicman y Sciammarella, otro argentino jugaría un rol importante, aunque mucho menos conocido, en el desarrollo del Programa Apollo. Se trataba del Ingeniero Armando Maubré, quien realizó diversos aportes durante su paso por las tres empresas norteamericanas que lo contrataron en los diez años comprendidos entre 1962 y 1972. Armando Maubré había nacido en Buenos Aires en diciembre de 1929, cursó estudios primarios y secundarios en el Colegio San Marón de Capital Federal y para 1958 ya se encontraba graduado como Ingeniero Civil en la Universidad de Buenos Aires. Para entonces la situación económica del país era sumamente y, para superarla, el joven profesional decidió emigrar a Estados Unidos “con una valija de libros y otra de ropa” para abrirse camino en otros horizontes. Arribó en 1962, justo a tiempo para montar de entrada la ola de la Carrera Espacial, pues para ese momento la NASA ya había adjudicado al sistema tecnológico e industrial norteamericano los principales contratos para la ejecución del naciente Programa Apolo, en sus propias palabras “el desafío más grande del mundo”. 39 40 41 Maubré pasó un mes golpeando puertas en distintas compañías de Los Ángeles, California, hasta que otro ingeniero argentino al que conoció accidentalmente, Jorge Morando, le recomendó que probara suerte en la empresa Frebank Company, que por entonces estaba buscando un Ingeniero de Diseño. Sin nada que perder y un hambre atroz, Maubré aplicó al puesto sin poder imaginar que la compañía no se dedicaba a desarrollos civiles, sino a la construcción de presostatos, reguladores de presión y válvulas de alivio para cohetes teledirigidos, misiles balísticos y aviones militares. En tal carácter, Frebank había sido seleccionada por Boeing Aircraft Company, North American Aviation y Douglas Aircraft Company para la provisón de los sistemas reguladores de flujo de combustible de la primera, segunda y tercera etapa del cohete Saturno V, que les habían sido adjudicadas respectivamente. Maubré no tenía ninguna experiencia en industria aeroespacial al iniciar su trabajo en Frebank, pero sí una somera idea de la mentalidad y esquema de trabajo

militar, pues durante breve tiempo se había desempeñado como ingeniero en el cuerpo técnico de la Escuela de Aviación Militar de Córdoba. Con este antecedente, mucho esfuerzo y aplicación práctica de sus conocimientos adquiridos en Argentina, comenzó a ensayar diversos materiales y diseños para presostatos que debían soportar “presiones, temperaturas y vibraciones escandalosas”. 42 Y es que la primera etapa del Saturno V estaba propulsada por cinco enormes motorescohete Rocketdyne F-1, cada uno alimentado por una mezcla de oxígeno líquido y kerosén, lo que generaba una fuerza individual cercana a los 7 MegaNewtons de empuje. En sus aproximadamente dos minutos y medio de funcionamiento hasta que se producía el vaciado de los tanques de combustible, los cinco motores permitían al cohete alcanzar una altura de más de cincuenta kilómetros y una velocidad final, antes del cambio de etapa, cercana a los 9.000 kilómetros por hora. Las vibraciones eran asombrosas, al punto que el encendido hacía temblar la tierra, los vidrios se rompían a kilómetros de distancia y las ondas acústicas viajaban hacia arriba por toda la estructura del cohete, generando el peligroso “efecto Pogo”, la oscilación violenta del conjunto debido a la combustión inestable del propelente. Los ductos de alimentación y los presostatos se encontraban sometidos a esfuerzos extremos, no sólo porque el oxígeno líquido se encontraba congelado (lo que contraía a todos los metales), sino porque el kerosén fluía a temperaturas positivas, mientras todo el cohete se aceleraba continuamente. El juego se repetía al encenderse la segunda etapa, cuyos cinco motores Rocketdyne J-2 alimentados de oxígeno líquido e hidrógeno líquido continuaban impulsando al conjunto hasta la órbita terrestre con una potencia combinada de 4.4 MegaNewtons. 43 Lejos de explotar bajo tanta presión, el ingeniero Maubré se concentró, comenzó a brillar con luz propia y pronto devino Jefe de Diseño de Frebank. Así terminó creando el dispositivo electromecánico que controlaba la presión del flujo de combustible a los motores de la segunda etapa del Saturno, un presostato de precisión que informaba a un panel de control si la presión del abastecimiento de oxígeno líquido e hidrógeno líquido era correcta. Si la presión era inferior de la prevista, el presostato activaba una alarma. Si era superior, derivaba el caudal a circuitos redundantes o duplicados a modo de válvula de alivio. 44 45 Concluido su trabajo en Frebank Company, Maubré fue en otra empresa vinculada al Programa Apolo (práctica frecuente también). Resultó ser Hydra- Electric Company, de Burbank, California, una firma especializada en el diseño y fabricación de micro presostatos electro mecánicos de alto rendimiento. Hydra-Electric era proveedora de Hamilton Standard (de Windsor Locks, Connecticut), que a la vez tenía a su cargo el diseño y construcción de los sistemas de control ambiental del Módulo de Excursión Lunar. La integración final de todos los componentes quedaba a cargo de Grumman Aircraft en su planta de Bethpage, New York. Como contratista principal de la NASA, era responsabilidad de Grumman el cálculo, diseño, producción y testeo de los todos LEM, es decir, los que debían ser probados en órbita terrestre y aquellos que habrían de posarse en la superficie lunar. Siguiendo con la filosofía de tercerizar trabajos para ganar tiempo, Hamilton Standard encomendó la construcción de la bomba de circulación de aire del sistema de soporte vital del LEM a la empresa Crane, de New York, cuyo Jefe de Diseño era el Ingeniero Jorge Morando, el mismo que había recomendado a Maubré su primer bajo en Frebank. Sin poderlo imaginar, ambos amigos se reencontraron en

el contexto más insólito y, juntos, encararon el desafío de producir un componente clave para la supervivencia de todos los astronautas que alcanzaran la Luna. La dupla funcionó a la perfección, pues Morando logró crear una bomba de presión diminuta pero de excelente calidad, mientras que Maubré hizo lo propio con el presostato que la misma llevaba incorporado. Al cablear estos dispositivos, Maubré tuvo la genial idea de utilizar cables celestes y blancos. De esa manera, cada LEM que se posara en la Luna llevaría simbólicamente la bandera argentina.

46 47

Este no sería el último trabajo de Maubré para el Programa Apolo, pues resultó que la empresa Hydra-Electric fue subcontratada por Marion Power Showel Company, fabricante de la oruga mecánica que debía transportar por tierra los cohetes Saturn desde el edificio de integración vertical hasta la torre de lanzamiento en Cape Canaveral. Así, el ya experimentado ingeniero argentino se descubrió trabajando en el diseño de los presostatos que controlaban la presión del sistema ecualizador del crawler, un mecanismo fundamental para mantener estable y horizontal toda la plataforma sobre la cual se asentaban aquellos grandes cohetes de 111 metros de altura. Huelga decir que los argentinos citados en este trabajo fueron apenas un puñado de cerebros en el verdadero ejército de profesionales que los Estados Unidos puso en movimiento para alcanzar la meta de llegar a la Luna antes de 1970. Pero fueron cerebros determinantes para el éxito de cada uno de los segmentos que los tuvo por protagonistas, a tal punto que sin ellos los resultados hubieran sido muy distintos. Con todo, su mayor legado quizá no sea poder exhibir el orgullo de haber logrado lo que en su generación se consideró imposible, sino servir de inspiración para que nuevas generaciones de argentinos alcancen nuevas y ambiciosas metas espaciales.

Referencias

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7 De León, Pablo e Isabel von Beckh Widmanstetter. Harald von Beckh, Pioneer of Microgravity Medical Research. 52nd IAA History of Astronautics Symposium. https://www.academia.edu/37653909/HARALD_VON_BEC

KH_PIONEER_OF_MICROGRAVITY_MEDICAL_RE SEARCH. Consultado el 26 de julio de 2020.

8 Von Beckh, Harald. Untersuchungen überSchwerelosigkeit an Versuchspersonen und Tierenwährend des lotrechten Sturzfluges. 4 th International Astronautical Congress in Zurich, Austria, August 1953.

9 Von Beckh, Harold. Experiments with Animals and HumanSubjects under Sub- and Zero Gravity Conditionsduring the Dive and Parabolic Flight. Journal of Aviation Medicine, United States of America, June 1954.

10 Von Beckh, Harold. Human Reactionsduring Flight to Acceleration Preceded by or Followed by Weightlessness. 9th International Astronautical Congress, Amsterdam, Netherlands, August 1958. Journal of Aviation Medicine, United States of America, June 1959.

11 Von Beckh, Harold. The Incidence of Motion Sickness during Exposures to the Weightless State. Space Medical Symposium, 11th International Astronautical Congress. Stockholm, Sweden, 1960.

12 Gazenko, Oleg G.; Armen A. Gurjian, Magdalena von Beckh Widmanstetter de Viale. Harald von Beckh's Contribution to Aerospace Medicine Development (19171990). Acta Astronautica, Vol. 43, No. 1-2 pp.43-45, 1998

13 De León, César. En el rastreo de satélites también se baten récords. Revista Nacional Aeronáutica y Espacial. Buenos Aires, Argentina, Junio de 1966.

14 Paolantonio, Santiago. Estación de rastreo satelital Las Tapias. Historia de la Astronomía, 23 de octubre de 2017. https://historiadelaastronomia.wordpress.com/document os/l astapias/. Consultado el 3 de agosto de 2020.

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16 Aeroparque, Base Espacial? Revista Nacional Aeronáutica y Espacial, Buenos Aires, Argentina, abril de 1966.

17 Para la historia. Revista Nacional Aeronáutica y Espacial. Buenos Aires, Argentina, julio de 1962.

18 Dos astronautas en la ciudad. Revista Nacional Aeronáutica y Espacial. Buenos Aires, Argentina, diciembre de 1966. 19 Torres, Ariel y Ricardo Sametband. Un físico con historia. El hombre que fue llamado por la NASA. Ramón Alonso, el argentino que llevó a la Apollo 11 a la Luna. Diario La Nación, edición del 7 de marzo de 2010. https://www.lanacion.com.ar/sociedad/ramon-alonsoelargentino-que-llevo-a-la-apollo-11-a-la-lunanid1240769/. Consultado el 19 de julio de 2020.

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21 Ramon Alonso. Designer of the DSKY, Computer Logic and Rope Memory. WeHackTheMoon. 2020. https://wehackthemoon.com/bios/ramon-alonso. Consultado el 13 de julio de 2020.

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43 Córdova, Diego. Huellas en la Luna. Vázquez Mazzini Editores. Buenos Aires, Argentina 2019.

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45 Rígoli, Claudio. Entrevista a Armando Maubré. Programa Tal como son. https://www.youtube.com/watch?v=iqdSI-1P1q0. Consultado el 25 de julio de 2020.

46 Pagni, Carlos. Entrevista a Armando Maubré. Programa Odisea Argentina. LN+, Buenos Aires, Argentina, 2019. https://www.youtube.com/watch?v=Yo-wXvi-N8. Consultado el 25 de julio de 2020.

47 Armando Maubré, ingeniero de la misión Apolo 11, dejó una "bandera argentina" en la Luna. Diario La Nación, edición del 6 de agosto de 2019. https://www.lanacion.com.ar/sociedad/armandomaubreingeniero-mision-apolo-11-dejo-nid2274623. Consultado el 20 de julio de 2020.

Conjunción del 6 de Diciembre de 2021 fotografiada por Pedro Humberto Romano desde San Juan. Vemos a la Luna con el planeta Venus y la estrella doble HR 7440 en Sagitario.

Hermosas imágenes del eclipse total de Sol ocurrido el 4 de Diciembre de 2021 en la Antártida tomadas por Felipe Trueba y René Quinán, desde la Estación Polar Científica Conjunta Glaciar Unión o Base Glaciar Unión es una base antártica de verano de Chile ubicada en el glaciar Unión en los montes Ellsworth.

Hermosas imágenes del eclipse total de Sol ocurrido el 4 de Diciembre de 2021 en la Antártida tomadas por Felipe Trueba y René Quinán, desde la Estación Polar Científica Conjunta Glaciar Unión o Base Glaciar Unión es una base antártica de verano de Chile ubicada en el glaciar Unión en los montes Ellsworth.

Espectaculares imágenes del Sol de Eduardo Schaberger Poupeau desde Rafaela, Santa Fe, Argentina tomadas el 22 de Noviembre de 2021. Se aprecian dos regiones activas que contienen pequeñas manchas solares, destaca un enorme filamento con una longitud de unos 17 planetas tierra. Los filamentos son el mismo fenómeno que las prominencias solares, reciben este nombre cuando están sobre el disco solar. Las prominencias se ven más espectaculares porque contrastan con el cielo.

Excelente fotografía de la Luna y el paso de un jet de Aerolíneas Argentinas capturados por Cyntia Olivera (Ofiucco) de Brea Pozo, Santiago del Estero, Argentina el 3 de Diciembre de 2019

No solo fue una conjunción la del 6 de Diciembre de 2021: también hubo una ocultación. En su camino propio, la luna suele ocultar a su paso, planetas o estrellas. Hoy había al lado de la luna, a su derecha dos estrellas, la mas cercana a ella (siempre hablando de "cercano" visualmente) era h2 Sagitario, una estrella de magnitud casi 5. A las 20: 46hs se veían ambas estrellas, a las 20:57hs la estrella h2 quedó "apoyada" en la luna y apenas un minuto después, a las 20:58hs la estrella quedó ocultada por nuestro satélite. Así de rápido suceden las cosas allá arriba aunque para nosotros parezca que es la misma escena. Carlos Di Nallo desde Avellaneda, Buenos Aires, Argentina