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Revista Rhema #143 Febrero 2022

El bendito creador siempre ha visitado su inmensa creación y la tierra no ha sido la excepción; leemos al Señor Jesús diciendo: “otra vez dejo el mundo y vuelvo al Padre” (Juan 16:28) y tomando en cuenta el contexto de Miqueas 5:2 el cual dice que “sus salidas son desde la eternidad” entendemos por la fe que Él ha visitado la tierra desde antes de la humanidad. Pero cuando vino en carne como nunca antes lo había hecho; se manifestó debido a su gran amor y lo dejó bien claro. Una de las cosas que a mi más me asombra es que vino a salvar a los pecadores (Marcos 2:17) a llamar a los pecadores (Lucas 5:32) a Salvar almas (Lucas 9:56) Para salvar al mundo (Juan 12:47) ampliando el concepto descrito en Juan 3:16 “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo para que todo aquel que crea en Él no se pierda sino que tenga vida eterna”, de acá surge con vehemencia que Dios nunca deja de amarnos aunque seamos pecadores y nos da una y otra oportunidad, pero su trabajo empezó con los pecadores y luego Él nos explica que luego de salvar, vino a enseñar, servir, recuperar lo que se había perdido, para cumplir la ley, para dar vida y abundancia, consolar, vencer a la muerte y un largísimo etcétera.

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