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Memoria y espacio público: El Memorial del 68 en México

p r á c t i c a s

memoria y espacio público: el memorial del 68 en méxico

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Edith Elvira Kuri Pineda

Doctora en Ciencias Políticas y Sociales, con orientación en Sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Posdoctorado en Geografía por el Centro Geo. Profesora adscrita a la coordinación de Sociología en la Universidad Autónoma Metropolitana, en la Ciudad de México

El Memorial del 68 es un recinto edificado en la Ciudad de México con el objetivo de materializar la memoria colectiva sobre un movimiento social que desafió al régimen político mexicano posrevolucionario. Como todo espacio de memoria, este recinto es fruto del diálogo vivo entre el presente, el pasado y las expectativas del futuro en donde a través de un lenguaje multimedia se plasma la intencionalidad política, estética y axiológica De sus creadores. Con base en técnicas de investigación cualitativas –entrevistas a profundidad a los fundadores y ejercicios de observación participante– se realizará una interpretación sociológica sobre la forma en que el vínculo entre memoria y espacio se hilvanan y cristalizan en dicho sitio, partiendo de la premisa de que toda labor de rememoración es un proceso abierto, cambiante y marcado por el conflicto.

memoria colectiva | espacio | violencia de estado

«Tanto la memoria colectiva como el espacio son construcciones sociales abiertas y cambiantes que son objeto de disputa política y simbólica por numerosos actores. Diversos pensadores han reflexionado sobre el nexo estrecho e irrompible que existe entre la memoria y el espacio, partiendo del postulado que dada la fijeza y relativa estabilidad espacial, los recuerdos socialmente erigidos encuentran en los lugares un lienzo de anclaje y detonación.»

El régimen político emanado de la revolución mexicana de 1910 se caracterizó por ser autoritario, corporativo, clientelar y presidencialista. Cualquier expresión opositora a dicho sistema político fue reprimida o bien cooptada. El movimiento social de 1968 fue el pináculo de una serie de acciones colectivas que le precedieron, así como el referente político, identitario y memorístico de movilizaciones posteriores –como la guerrilla urbana y campesina-. El 68 mexicano fue un movimiento social conformado por estudiantes de universidades públicas y privadas de casi todo el país, donde pese la heterogeneidad de edad, clases sociales e ideologías, el punto que lo articuló fueron seis demandas que se centraron en la defensa a las libertades democráticas, el alto a la represión y a la criminalización de la protesta sociopolítica (Jardón, 1998). La matanza del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, en el centro de la Ciudad de México, en el que participaron militares, policías y paramilitares permanece impune y constituye una fuente de agravio para generaciones viejas y nuevas que siguen reclamando justicia y, como tal, este acontecimiento se ha tornado en un referente de memoria colectiva ineludible para numerosos sectores sociales en el país (Imagen 1).

En 2007, fue inaugurado dentro del Centro Cultural Universitario Tlatelolco, el Memorial del 68 dedicado a inscribir en el espacio público la historia y la memoria de los sucesos citados, convirtiéndose en el primer museo memorial en México. Como veremos, este sitio es un discurso memorístico en el que se imbrican componentes políticos, estéticos, pedagógicos y simbólicos pergeñados en la relación inquebrantable entre temporalidades.

Imagen 1. Edificio Chihuahua. Plaza de las Tres Culturas, Unidad Habitacional Nonoalco, Tlatelolco. Locus de la matanza del 2 de octubre de 1968. Fuente Propia.

La construcción del Memorial del 68: un dispositivo político y semántico

Tanto la memoria colectiva como el espacio son construcciones sociales abiertas y cambiantes que son objeto de disputa política y simbólica por numerosos actores. Diversos pensadores han reflexionado sobre el nexo estrecho e irrompible que existe entre la memoria y el espacio, partiendo del postulado que dada la fijeza y relativa estabilidad espacial, los recuerdos socialmente erigidos encuentran en los lugares un lienzo de anclaje y detonación. Es en el espacio público, justamente, donde se entablan luchas políticas, materiales y simbólicas encuadradas a desplegar diferentes visiones sobre el pasado (Kuri, 2017). En el caso del Memorial del 68, su edificación fue producto de un conjunto de transformaciones institucionales y sociopolíticas en el que la alternancia partidista por vez primera en la Presidencia de la República en el año 2000 y el arribo de un partido de centro al Gobierno de la Ciudad de México desde 1997 contribuyeron a su construcción. El equipo fundador de este recinto dio forma a un discurso memorístico orientado a materializar el origen, desarrollo y desarticulación del movimiento social del 68, enmarcándolo en la relevancia política y cultural que dicho año tiene en la historia reciente a nivel internacional. Los emprendedores de memoria (Jelin, 2012) encargados de concretar este museo fueron la Universidad Nacional Autónoma de México y el Comité 68 Pro Libertades Democráticas –actor colectivo constituido por exintegrantes del movimiento estudiantil–.

El Memorial del 68 está ubicado en lo que fueron las instalaciones de la Secretaría de Relaciones Exteriores, instancia perteneciente al gobierno federal, de

Imagen 2. Entrada del Memorial del 68.

forma contigua a la Plaza de las Tres Culturas (Imagen 2). Cabe señalar que Tlatelolco es un hito urbano y memorístico al haber sido un barrio prehispánico de gran importancia antes de la conquista española; en 1964 fue creada la Unidad Habitacional Nonoalco Tlatelolco, símbolo urbano del proceso de modernización posrevolucionaria; en 1985 este conjunto urbano fue seriamente afectado por los terremotos. Los eventos señalados, junto con lo acontecido en 1968, permiten inferir que Tlatelolco, per se, constituye un lugar de memoria para los habitantes de la Ciudad de México quienes con sólo escuchar el nombre de esta región rememoran los hechos históricos citados, sucesos de notable resonancia emocional. Es importante recalcar que a diferencia de otros espacios de memoria en Latinoamérica, donde hubo regímenes dictatoriales o autoritarios, el Memorial del 68 no fue un lugar de detención ilegal o de tortura. Empero su ubicación –adyacente al locus de la matanza del 2 de octubre– le confiere al recinto un gran potencial simbólico.

Una de las partes medulares de la propuesta museográfica yace en el video facturado por el cineasta Nicolás Echevarría, donde se recoge el testimonio de 57 personas que participaron en esta movilización. Este material no sólo plasma la experiencia vivencial, política y cultural, sino que también orquesta al resto de la exposición que, mediante fotos, carteles, cédulas informativas retrata el desarrollo de este conflicto. La relevancia del video yace en el impacto emocional presente no sólo en los entrevistados, sino también en sus artífices, así como en los visitantes del memorial. Así, se puede señalar cómo la experiencia significada, revestida de emociones, es el corazón de todo ejercicio memorístico, en el que el nexo pasado-presente es un ingrediente transversal.

Conclusiones

Los espacios de memoria son marcas territoriales cargadas de intencionalidad estética, política, axiológica y afectiva por parte de sus creadores. Estos discursos son decodificados por una gran diversidad de actores que desde su experiencia, memoria, identidad, clase social y género interpretan los significados subyacentes. En el memorial del 68, sus artífices han buscado inscribir espacialmente a la rebeldía como motor de cambio, rescatando valores liberales democráticos. A cincuenta años del 68, la propuesta museográfica de este recinto ha sido modificada desde hace unas semanas con la finalidad de subrayar cómo la violencia estatal es una práctica política vigente. Los cambios experimentados permiten resaltar cómo los memoriales son dispositivos semánticos abiertos, sujetos a mutaciones de acuerdo a las necesidades políticas del presente y a las expectativas del futuro. Si bien estos lugares son una gesta en contra del olvido y la indiferencia, nada asegura que dichos fenómenos no se presenten, no hay que soslayar que al igual que la memoria, el olvido es una construcción social pergeñada por el poder. Pese a sus limitantes, desplegar discursos memorísticos sobre hechos sellados por la conflictividad sociopolítica es una necesidad histórica e identitaria marcada por la propia temporalidad.

referencias bibliográficas

Jardón, R. (1998). 1968. El fuego de la esperanza.

Ciudad de México: Siglo XXI. Jelin, E. (2002). Los trabajos de la memoria. Buenos

Aires: Siglo XXI. Kuri Pineda, E. (2017). La construcción social de la memoria en el espacio: una aproximación sociológica. Península. 12(1), pp. 9-30. _____ (2018). Producción y recepción de espacios de memoria en México: un análisis comparativo.

Espacialidades. Revista de temas contemporáneos sobre lugares, política y cultura. 8(1), pp. 4-23.

Recuperado de: http://espacialidades.cua.uam.mx/ vol08/2018/01/01_Kuri.php