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 "LAS EDUCADORAS DE VERAGUAS;ABUSIÓN EN LA CANCHITA DE LA CENTRAL DE SANTIA- GO" POR: ARÍSTIDES UREÑA RAMOS……………………………………………………………31

Artículo por: Arístides Ureña Ramos. Florencia, 1983.

Le voy a contar un cuento a mi hermanita menor, Onanchy Hace muchos años, cuando de pequeño mis padres repentinamente comenzaron a prohibirnos ir a jugar al parque que se encontraba a lado de la canchita de la Central. Fue porque comenzaron a circular ciertos rumores extraños, que hablaban de apariciones de noche y de día... eran sobre una niña que, confundiéndose entre los demás, jugaba meciéndose en el trapecio del parque. Algunos juraban haberla visto de madrugada, otros decían haberla visto de tardecita, entre los niños, en el parque y en los patios del vecindario, siempre solitaria y con una embrujadora sonrisa en su carita. Las cosas comenzaron a preocupar a los santiagueños y entre las “vainas locas” que se decían para dar respuesta a las apariciones, escuché esta curiosa versión... Mi abuela que de “cosas raras” entendía todo- nos relató lo acontecido, explicándonos que no debíamos tener miedo ni preocuparnos de las abusiones, sobre todo de la abusión de la niña que aparecía en la canchita de la Central del pueblo.

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Corrían los inicios de los años 60 y a la ciudad de Santiago llegó un circo procedente de Europa. Los componentes del grupo, en su mayoría, eran gitanos. Acamparon con sus variopintas carretas en un escampado, frente al matadero, entre la Canchita y avenida Sur, donde actualmente están la Piscina y el Gimnasio Municipal. El evento fue todo un acontecimiento, pues, en la ciudad de Santiago no pasaba nada, aparte de los chaparrones nocturnos de octubre. La rutina de tardecita en el pueblo era siempre la misma, con sus filas de estudiantes que iban y venían de la Escuela Normal… así que la llegada del circo era un gran suceso para los aburridos moradores de esta ciudad. Los cartelones publicitarios, traídos por los gitanos, llamaban la atención sobre las magníficas fieras: tigres de bengala, elefantes africanos… también malabaristas, trapecistas y payasos eternamente sonrientes. Entre estos cartelones había uno con una gran fotografía que reproducía a una bellísima mujer con un espectacular cuerpo, que, suspendida en el aire, volaba disparada por un cañón y se anunciaba con grandes letras: LA MUJER CAÑÓN.