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Editorial

Sin medida ni clemencia

Este número de Dossier no busca aportar a la unidad nacional, la cohesión social ni a superar las heridas del pasado para construir un futuro esplendor. Por el contrario: nos dedicamos a meter el dedo en la llaga y rescatar las enemistades, las rabias, los rencores y los odios más feroces que pudimos recordar en la pauta que tuvimos cuando todavía nos podíamos reunir de verdad (fue una reunión eterna y nos odiamos un poco al final, la verdad). Ahí está el rabioso Carlos Droguett, enojado con el país que permitió la matanza del Seguro Obrero y el golpe de Estado; Droguett siempre fuera de su época, demasiado tarde o demasiado temprano, Droguett recordado por Álvaro Bisama en un texto extraordinario. David Ponce repasa las grandes canciones del odio y plantea una frontera entre el odio enno blecido por el arte y el odio intolerable. Juan Ignacio Piña distingue entre el adversario –coyuntural, hasta deportivo– y el verdadero ene migo, el que plantea una visión de mundo que amenaza la propia. En ese mismo y fangoso terreno político, Ximena Jara recuerda la vieja enemistad entre Sergio Onofre Jarpa y Sebastián Piñera, y Raimundo Frei habla de cómo un modesto viajero puede quedar atrapado en medio de rencillas internacionales. Desde su propia bio grafía, Danay Mariman reflexiona sobre cómo los mapuche de esta generación asumen el conflicto con la cultura chilena dominante que sus mayores intentaron obviar. Leila Slimani muestra que a veces los peores enemigos están en la casa y en la cama. O en el vecindario, como relata Cynthia Rimsky en una crónica sobre el loco de su pue blo, en Argentina; un hombre atormentado por una enfermedad o un demonio, vaya uno a saber. Y sobre enojos inexplicables, la poeta Julieta Marchant se pregunta por qué los artistas se sienten menosca bados cuando se les elogia por su técnica. Los artistas, no las artistas. «Presiento que a las mujeres nos han criado sin temor a lo pequeño», escribe Marchant. Desde Colombia, Carolina Sanín nos recuer da cuán atados están los enemigos a lo largo de sus vidas, al punto de extrañarse cuando uno de ellos desaparece, una idea del amigoenemigo que dialoga con la dulce remembranza de la amistad en Marcela Labraña, una autora que conoce de silencios. Karen Glavic reivindica a las feministas odiosas y Ricardo Martínez sospecha que el confinamiento ha hecho aflorar rivalidades dignas de la peor (¿la mejor?) telenovela. Incluso Daniel Alarcón, entrevistado por una persona tan amable como es Alejandra Costamagna, alcanza a ver la rabia de los chilenos. Sí, sí, este es un número odioso, pero, como decía Julio Jaramillo en su bolero, tan solo se odia lo querido. Y sí, odiamos esas reuniones de pauta, pero cómo queremos que vuelvan.

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Marcela Aguilar

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