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La Colonia del Río de la Plata

Colonia del Sacramento es una ciudad uruguaya que se destaca por su casco histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad, calles empedradas donde se exhiben antiguos automóviles, y un gran número de galerías de arte y ateliers. Todo ello encierra un importante catálogo de historias que sorprenden a los turistas dispuestos a develar sus secretos.

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La tranquilidad no ha sido precisamente una constante en la historia de Colonia del Sacramento. Desde que el maestre de campo Manuel de Lobo fundara la que llamó “Nova Colonia do Santíssimo Sacramento”, en el año 1680, la urbe cambió demasiadas veces de manos, ya fuera por la fuerza de las armas o de los tratados internacionales. Tan es así que, desde el mismo momento de su fundación, Colonia se convirtió en un objetivo estratégico para la Gobernación española del Río de la Plata, la cual intentó conquistarla media docena de veces. Lo consiguió en diversas ocasiones pero, por uno u otro motivo, siempre acababa retornando a manos portuguesas. La ciudad llegó a ser colonia independiente entre 1705 y 1715, e incluso, por un breve lapso, caer en manos de la Corona Británica.

Colonia del Sacramento constituyó el primer asentamiento de Uruguay. A pesar de considerarse zona española, el príncipe don Pedro de Portugal quería fundar una ciudad en los dominios del país vecino para aprovechar las posibilidades del comercio y el contrabando con Buenos Aires.

En la actualidad, la reconstruida muralla de la ciudad y la puerta de la ciudadela, también llamada “Puerta del campo”, son mudos testigos de la historia. Más adelante, la calle Henríquez de la Peña, deriva doblando hacia la izquierda en la “Calle de los Suspiros”, un callejón de reducido tamaño y notable belleza, al punto de constituir la imagen de mayor identidad de Colonia del Sacramento, obligada foto que los turistas conservan como recuerdo de sus pasos por el Río de la Plata. Coloridas y pequeñas casas, mezcla de arquitectura colonial portuguesa y española, custodian esta calle y describen su impronta, destacándose además la piedra como material predominante en las fachadas. Un pavimento de piedras de cuña revisten el imaginario de la postal, sumamente apetecida por directores de cine que intentan recrear “escenas de época”.

La “Calle de los Suspiros” invoca a varias leyendas que compiten por justificar su nombre. Originalmente denominada Ansina, una de las historias le confiere su actual denominación al tránsito a través de ella de los condenados a muerte, quienes pasaban suspirando camino a su ejecución. Otra, recuerda la gran cantidad de “casa de citas” que poblaban la arteria, punto de encuentro obligado de los marineros quienes la recorrían suspirando deseosos de promesas de placer.

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La geografía de Colonia, colmada de casas antiguas, calles empedradas, talleres de artistas artesanos y ruinas, encuentra en la Casa del Gobernador una posta fundamental para avistar la historia de la urbe. Los automóviles antiguos, estacionados con estratégica in- tención, parecen remedar clásicas postales de La Habana. Algunos de esos coches fueron convertidos, intervención de artistas plásticos mediante, en obras de arte espontáneos, pro- longación de los grafitis encargados de decorar ciertas paredes del casco histórico.

Los 118 escalones que separan del suelo el mirador del faro de Colonia del Sacramento, construido a mediados del siglo XIX, aporta unas espectaculares vistas del casco antiguo de la ciudad. A sus pies descansan las ruinas del convento de San Francisco, las más an- tiguas de Uruguay, fechadas entre 1696 y 1704. Desde el faro, cercano al Bastión de San Pe- dro, encontramos otra cita especial: Contem- plar la puesta del sol sobre el Río de la Plata, con la isla de San Gabriel como refrendataria en primerísimo plano. Los barcos meciéndose sobre las aguas doradas por la luz del atarde- cer del Río de la Plata enmarcan un hermoso paisaje.

Recorrer Colonia del Sacramento implica vis- lumbrar la historia a través de su reconstruido casco histórico, el cual hacia la década del 70 del siglo pasado lucía abandonado y peligroso, habitado mayoritariamente por ruinas sin valor aparente.

En la actualidad, la ciudad ha recuperado su encanto y se transforma en el paseo ideal para los turistas “de fin de semana”, curiosos del pasado y del presente de esa mágica ciudad, una joya más del Río de la Plata.

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