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Colapsó la democracia

Por: Guillermo Álvarez - El fin del afán, Santa Elena, diciembre 2016 -

Colapsó la democracia. Colapsó el humanismo liberal de hombres libres societarios a manos del exacerbado individualismo darwiniano del sálvese quien pueda.

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Fracasó el ideal de que el desplazamiento del trabajo vivo por el trabajo muerto – la maquinaria (la ciencia y la tecnología), liberaría a los hombres de la necesidad de trabajar, para poderse dedicar al ocio y al arte. Por el contrario, la reducción del trabajo socialmente necesario en la producción, propició condiciones de abuso al trabajador, llegando a que una ínfima elite usufructúa los réditos de la esclavización del 99,9 de la población con ingresos que consumen más de doce horas diarias de su existencia. Y han reducido el carácter de ciudadano a la vil fabula democrática electoral. Fracasó el proyecto ético y estético de todos los humanismos.

Fracasaron los sistemas filosóficos divinizadores del individuo, arrancándolo de la tierra. Ya no va más buscar más allá es que rocíen maná para calmar hambrunas inevitables.

Estamos en época de incertidumbre, de crasa inseguridad. Época de no futuro y de vacío.

Ya no el azote de dios sino el inminente miedo a entrar en precariedad y exclusión, porque es el individuo desarraigado y en solitario e impotente enfrentado a la incertidumbre y el abuso. Época de individualismo y soledad. Época de incomunicación y diálogo de sordos, en que abundan las redes sociales de in relacionados en la extrema individualización sin conexión común con nadie, como

parte de una comunidad ficticia, virtual sin carne, hueso y habla identitarios. Individuos desarraigados como cifras sin comunidad. En estas redes “sociales” no hay diálogo y controversia sino un enjaularse en la propia burbuja en el mudo grito del silencio con numerosos “amigos” sin rostros, conectados al bipolar universo matemático.

Época de crasa despersonalización de la existencia individual social.

Escenario en que la democracia representativa no representa a nadie porque los partidos políticos desnaturalizaron su esencia política como bandos controversiales, socialdemócratas y de izquierdas enzarzadas están en el mismo accionar sin diferencias cualitativas. Son tan necro liberales como los tradicionales.

Todo gobierno, sea de derechas o de izquierdas, sigue la misma política, decidida por grupos de banqueros y burócratas financieros e inmobiliarios, que son quienes mandan y comandan; los gobernantes son designados por los banqueros y no por los electores y los políticos, quienes solo hacen parte de la fábula.

La elección de Trump como presidente de Estados Unidos, la ventaja del NO en el plebiscito por refrendar el Acuerdo de Paz en Colombia, el revés en el Reino Unido por la validación de continuar en la Unión Europea, la manipulada destitución de la presidenta electa de Brasil Vilma o golpe de estado blando, entre otros hechos, evidencian el fin de la democracia. Época de retorno a la plutocracia dinástica, muy alejada de la máxima democrática liberal de “igualdad de oportunidades” para todos.

Este colapso de la democracia a manos del cinismo autoritario carente de ideales sociales, de ética y estética, está dando un mensaje.

El único valor que vale es el dinero. Todos a la carrera del éxito. Tener dinero es tener poder, y tener poder es tenerlo todo, incluyendo inmunidad para actuar, porque la Ley también se compra, o se fabrica, en altas, bajas o medias cortes. Y en los pasillos.

Lograr aprobación mayoritaria en las urnas electorales recurriendo a estrategias engañosas salpicadas de mentiras, puede no ser ilegal, pero ¿es legítimo? ¿Es legítimo validar por mayorías la eliminación de un pueblo, la extinción de una raza, la contaminación sin límite del planeta? ¿Es legítimo validar por mayorías estatutos tributarios que protegen y exoneran a los ricos y gravan sin compasión a los precarios?

Otro ingrediente del colapso de la democracia, ¡colapsaron los contrapesos y propósitos de su fundación! El mensaje es claro. No más blasones. No más compasión. No más solidaridad. El éxito es tener dinero cueste lo que cueste. Macrado en arrogante populismo ordinario y burlón del sálvese el que pueda, recurre a la manufacturación de mayorías no generando corrientes de opinión en controversia, sino atizando la rabia de las gentes indignadas por el miedo, la inseguridad y las incertidumbres generados por el permanente e inminente riesgo de entrar en precariedad y exclusión. El que no pueda ¡Arrodíllese!

No hay diálogos de ideas sino marketing electoral de fabricación de mayorías...con arsenal de profesionales al servicio y el ominoso influjo de los medios que sometieron (sustituyeron) la política y los partidos, al servicio de propósitos depredadores de la sociedad, la naturaleza y la vida.

Para ser individuo de comunidad necesitas habilidades sociales, desarrolladas cuando estás en interacción para enfrentarte a las dificultades, involucrarte en comunidad y diálogo con las certezas del otro, ser individuo social.

Estamos en el imperio de la no confianza

Hay la convicción generalizada en los electores de que los representantes políticos ya no les representan.

La ecuación política y conducción del estado ya no funciona, porque es evidente que este fue tomado por los bancos. Y son los bancos los que mandan, por encima de soberanías, incluidas

Otro ingrediente del colapso de la democracia, ¡colapsaron los contrapesos y propósitos de su fundación!

las soberanías nacionales, que subsisten como decoro en la globalización. “los problemas de las naciones ya no están confinados al territorio nacional, sino al globo. La presunción de que se puede resolver la situación desde dentro es errónea” (Bauman).

La desterritorialización de la vida provocada por la industrialización es responsable de este colapso.

El azaroso caos e inseguridad de las ciudades como aglomeraciones necesarias a la esclavitud del capital, no va más. Este malestar de hábitat violento en la ciudad del espectáculo y aburrimiento organizado, no va más.

La crisis de confianza es levadura del miedo generalizado.

El régimen de libertad proclamado por la democracia y el humanismo liberal creó instituciones democráticas diseñadas para manejar situaciones de un mundo no globalizado, complejo y en interdependencia como el actual mundo contemporáneo.

Por ello el colapso de la democracia es el colapso de las instituciones democráticas. Colapsó la familia nuclear, colapsó el sistema escolar, colapsó la ética y legitimidad del poder, colapsó la libertad liberal, colapsaron los contrapesos de poder.

A punto que llegamos al “circulo” de a mayor libertad mayor inseguridad y viceversa. A mayor democracia menor eficacia económica capitalista. A mayor utilidad y seguridad, menor libertad.

Pero con todo ese apocalipsis, está emergiendo el hombre tierra, tratando de sustituir los procedimientos parlamentarios por formas de organización social alternativas a la democracia y de vida no esclavizada por el consumismo de tener cosas. Actuando no desde modelos que iluminen, sino desde la incertidumbre y convicción que transformando cotidianamente la vida en las conductas y costumbres sencillas hacia lo simple, en nuevas maneras de habitar la tierra amigablemente, descubriendo la grandeza de las pequeñas cosas, suprimiendo consumos innecesarios, trabajando y viviendo en comunidad.

En las comunidades originarias tenemos referentes de auto organización directa sin parlamentarismo de intermediación.

Hombres tierra en ciudad tierra, economía comunera, sociedad ambiental, des divinizar al hombre y la vida. Ser como éramos antes de que nos desarraigaran de la tierra al mundo modelado de las ideas, con sus sistémicas filosofemas para modelar e industrializar la vida y la naturaleza en utilitarismo depredador y excluyente.

La ciudad tierra que está emergiendo es la irrupción de un cardumen de relaciones diferentes entre cultura y naturaleza, entre vida y ecosistemas, por tanto, también entre los humanos y los territorios. Relaciones de interacción, entrecruzamiento, bifurcación, yuxtaposición, entramadas como rizomas. Es la territorialización de la vida emancipándose del mundo enjaulado de cosas, liberándose de la vida cotidiana necrófila en la ciudad esclava del capital. Del fluir de la vida en ríos vivos, hombres comunes libres emancipados, hombres tierra de palabra en movimiento al Vivir bien, compartiendo los bienes comunes o colectivos. ¡En libertad colectiva!

No va más la locomotora del productivismo y consumimos compulsivos. No más jaulas Eco sociedad, vida comunera, territorios de la alegría.

Es la resistencia al sistema de dominación del capital globalizado como una tendencia orientada ecológicamente por prácticas y proyectos cuyos ensayos se basan en la economía solidaria al servicio de la vida y no del lucro, y políticas fundamentadas en la hospitalidad y la tolerancia; la colaboración y la solidaridad; sin fundamentalismos religiosos, ideológicos y políticos, levadura de terrorismos de la sociedad enferma depredadora, como hemos visto últimamente en Estados Unidos, Noruega, Alemania, Turquía.

Son muchos los proyectos existentes en las prácticas del “Vivir bien” en América Latina, resulta de sintonizar vida personal y social en el yosotros=yo, el otro, nosotros, bajo distintas denominaciones que acá decimos Ciudad Tierra, hombres tierra.

El «Vivir bien» está un saber vivir y un saber convivir en comunidad, con la Tierra, sus energías presentes en las aguas, en las montañas, en el suelo, el sol, la luna; en los bosques y las selvas. En las prácticas de producción de lo suficiente y digno para todos, respetando la capacidad de carga de la tierra, sin represar el fluir de la vida.