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La Casa de Asterión Jorge Luis Borges

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Paso a Paso

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Prof. Ana María Russo

Dice cierto proverbio: “A los aprendices los aventajan los que leen. A estos los aventajan los que retienen lo leído. A estos los aventajan los que comprenden lo leído. Y a estos los aventajan los que ponen manos a la obra.” Carina (3er.año- Unidad 31) realizó los cuatro pasos: leyó un cuento (La casa de Asterión, de Jorge Luis Borges); lo retuvo (con impacto, con asombro); lo comprendió y puso manos a la obra. Su texto es un excelente ejemplo de los diferentes efectos de lectura que puede llegar a producir la recepción de textos literarios. La consigna dada por el docente expresaba: En este cuento, Borges ha dejado que sea el minotauro, el monstruo mismo, quien hable de sí y de sus actos. Quien no tuvo voz en los relatos antiguos, la ha obtenido ahora y, con ello, la posibilidad de explicar y justificarse: ¿qué efecto produce en el lector este cambio de perspectiva o punto de vista? En respuesta a ella, Carina

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escribió lo siguiente:

El minotauro y yo

Desde mi punto de vista, sobre el porqué Borges permitió que sea el minotauro mismo quien explique y justifique sus actos, me pareció perfecto, porque me siento un poco identificada con él: si a mí me hubiesen dado la oportunidad de explicar por qué hacía lo que hacía en vez de estar juzgándome siempre por lo mismo, creo que las cosas hubieran cambiado y mi vida habría sido diferente.

¡Pobre minotauro! La gente lo veía como a un monstruo, pero él no tenía la culpa de haber nacido así, ni mucho menos de vivir como vivía. Aunque él quisiera salir de su casa, mezclarse con la gente, no podía pasar desapercibido: no era normal y la gente le temía.

Lo mismo pasa con algunas de nosotras: la gente cree que las personas que estamos privadas de nuestra libertad somos una especie mala, cruel, que no tenemos remedio y que merecemos morir, así, como somos, sin importarles que no todos somos iguales, que merecemos vivir una vida de igualdad, oportunidad y justicia.

Al principio del relato, cuando el minotauro comienza a contar que a él se lo acusa de soberbia y de un montón de cosas más, me conmovió, porque sentí que lo contaba con dolor y que a la vez quería vengarse de toda esa gente que lo acusaba injustamente, sin conocerlo.

¡Yo he sido juzgada tantas veces en mi vida, sin que se me permitiera expresar y justificar todo lo que fui y sobre el porqué llevo más de la mitad de mi vida encerrada!

Así como el minotauro expresa que no sale de su casa a pesar de que las puertas están abiertas de día y de noche, acá, en “mi casa provisoria”, pasa lo mismo, aunque hay algunas diferencias: siempre “entra” la gente más humilde, pero jamás verán “entrar” a gente del poder.

Asterión dice que es el único en su raza. Nosotras también somos diferentes (únicas) unas de otras… en lo único en que nos parecemos es que todas tenemos una causa. Sin embargo, para los de afuera (los políticos y los de la clase media y alta) somos todos iguales: el descarte de la sociedad.

El minotauro expresa que a él no le interesa lo que un hombre pueda transmitir a otros hombres, ya que nada

es comunicable por el arte de la escritura: jamás ha retenido la diferencia entre una letra y otra. En esto somos un poco diferentes el minotauro y yo: aunque me cueste retener información en algunas materias, aunque el tiempo me juegue en contra y mi capacidad de aprender sea mínima, yo tengo una inmensa necesidad de saber el porqué de todo. Me he privado del conocimiento porque vivía atrapada en un mundo de mentira.

No sé quién fue el que creó este mundo para mí…no creo haber sido yo quien lo eligió…tenía tan solo doce años. Trato de recordar en qué momento creí que eso era vida (de drogas, delitos y de estar con los pibes en la esquina). Me acuerdo cuando acompañaba a algunos de mis amigos a robar y yo, con mi inocencia, les guardaba las armas en mi mochila. ¡Y el distintivo de 7° grado que me acompañaba a cometer mis primeros delitos sin pensar que me costaría muchos años de encierro! No solo me encerraron el cuerpo, sino también la mente y el alma.

El minotauro juega a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa, pero de tantos juegos prefiere el de fingir que lo visitan. Yo también juego con mis hijos, aunque ellos son muy chicos y no entienden nada. A veces se me complica cuando uno de ellos se enferma y lo tengo que trasladar a un hospital: les digo que tenemos que esperar la limousine y a la niñera para que nos acompañe porque mamá no puede cargar a los dos. También les digo que nos acompaña nuestra custodia personal, porque somos importantes y nos deben cuidar. De regreso, cuando volvemos al Penal, les digo: -“¿Ven?...Esta es nuestra mansión y con lo que mamá trabaja, les paga el sueldo a todos los que cuidan nuestra casa”. ¡Pobre el minotauro! Piensa que él debe liberar de todo mal a cada hombre que ingresa a su casa. Está tan cansado de tanta soledad que desea que llegue su redentor, ese hombre que lo libere de ese laberinto y de su aislamiento. Yo, toda mi vida he esperado que llegue Dios y me libere del mal de la droga, de este acostumbramiento de estar encerrada, porque mi mundo gira así: ocho meses en libertad, cinco años en prisión y de nuevo... ocho meses en libertad, cinco años en prisión.

¡Anhelo tanto que llegue el día de poder sentirme libre de este mal! Y es que ahora estoy acompañada por mis dos hijos y deseo de todo corazón obtener conocimiento, sabiduría y paz interior.

Carina (3er año- Unidad 31)

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