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A propósito del cine realista Nazario Sepúlveda E.
Me invitan amablemente a que escriba sobre cine en esta revista, asunto que no me ocurre con frecuencia pues, por diversas razones, he sido rechazado, despedido y corrido de tres diarios locales en este orden de situaciones y bien, he aceptado y a ver cuánto duro pues lo que escribo y digo no es del gusto de muchos. He aquí el reinicio de esta actividad que, cronológicamente, se inició en 1980 y me gusta mucho hacerla.
Fue también en los años 80 cuando empezó a llegar a la ciudad, y con tardanza como siempre, el cine denominado realista y que era representado por el entonces muy brillante y diverso joven cine alemán, que nació en Alemania Occidental como protesta de los jóvenes cineastas contra la mediocridad del cine germano que era en muchos sentidos, pésimo. Así, un alemán afrancesado: Volcker Schlöndorff, realizó en 1966 la coproducción con Francia Der Junge Törless–El joven Törless, adaptación fidelísima de la novela del austriaco Robert Musil que sorprendió a todo el mundo cuando fue presentada en Cannes, pues esta cinta realista le devolvía al cine alemán la calidad y la grandeza que había tenido desde 1919 hasta 1933, cuando surgió la dictadura de Hitler, y Schlöndorff, continuó con una carrera que dura hasta hoy y en 1966, 67, otros jóvenes como él le volvieron a dar la vida al cine más inútil de la Europa Occidental de entonces y los filmes realistas en estreno, llegaban a Monterrey –pero a los cine clubes, claro– y en ellos descubrí el afán de los germanos por mostrar la realidad en casi todos sus aspectos cotidianos y no había aquí la censura establecida por la hipocresía de los productores. En Hollywood, por ejemplo, en los años 30 se prohibía mostrar la pobreza que asolaba a los Estados Unidos y los censores atenuaban la visión de la miseria urbana y la suavizaban y embellecían porque el mostrarla tal cual, era “inmoral” y “peligroso” y se tuvo que esperar a la década de los años 40 para que en Italia, el Neorrealismo revelara la dramática situación en que vivía el pueblo italiano durante la guerra y después de ésta, sin concesiones a la hipocresía y a la mentira.
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Ahora, ya no existe joven cine alemán pero el realismo continúa afincado en los cines de muchos países, como por ejemplo en Irán, en Chile y hasta en varios directores mexicanos como Reygadas, Eimbke y otros y si bien Reygadas es con frecuencia un realista declarado, como en la película que hizo con los menonitas del norte del país y hasta empleó menonitas auténticos en los papeles principales de la obra, hay muchos cineastas buenos y malos que no pueden ni quieren ser realistas pues saben que el público mayoritario, rechaza este tipo de filmes. Al respecto, recuerdo que en los años 80 hubo alguien que declaró que no le gustaba el cine alemán y en cambio, traía una vez consigo un videocassete de los de entonces en donde se hallaba un filme de Steven Spielberg que poco o nada se ocupaba del mundo de la realidad y esta persona, tenía todo el derecho a gustar del cine de Spielberg pero ¿tenía el derecho a manifestar su total rechazo por el joven cine alemán que llegaba al cineclub de la UDEM, del Centro Cultural Alemán y de muy pocos cines comerciales? El asunto continúa con muchos de los que aquí se ocupan, principalmente, de elogiar sin límites al cine comercial que predomina en esta ciudad e ignoran al cine llamado de arte.
Decía una vez un célebre cineasta francés llamado Jean Renoir que el cine que él hacía no era realista. Sin embargo, se traicionaba a sí mismo durante los años 30, pues casi todas sus obras de ese tiempo eran un retrato realista de la sociedad en la que vivía y hay que decir que el público francés de la época rechazó muchos de sus filmes, y cuando un poco antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial estrenó su obra maestra Las reglas del juego, el fracaso con el público fue total y tuvieron que pasar veinte años, nada menos, para que fuera aceptada y reconocida como una de las mejores películas de todos los tiempos, al exhibírsela en un Festival de Venecia en su versión recuperada y reconstruida. La verdad desnuda es con frecuencia molesta y esto ocurre bajo las dictaduras y bajo la democracia.
Mi película favorita de Renoir es un mediometraje de sólo 43 minutos de duración que recrea un cuento realista de Guy de Maupassant y que el cineasta realizó en 1937 y se vino a exhibir hasta 1946 por varias razones. El filme, titulado Partiere campagne – Una salida al campo, narra el día de campo en un verano, de una familia de pequeñoburgueses parisinos. Dos mujeres del grupo: madre e hija, son pretendidas y seducidas por dos jóvenes pescadores y si la madre no tiene problema alguno tras el hecho, la joven hija descubre aquí el placer de la seducción erótica y de la brevedad de éste. Tiempo después el hombre y la joven, casada ahora con un papanatas, se reencuentran y recuerdan el momento de ese encuentro y ambos lo añoran. Ya no es posible que vuelva a ocurrir y, al igual que en el cuento, se separan definitivamente y los dos no podrán olvidar nunca la felicidad que tuvieron y lo poco que les duró y Renoir, que en esta breve obra maestra se dio el gusto de reproducir varios cuadros pintados por su padre Auguste Renoir, fue fiel al estilo de Maupassant y él, a pesar suyo, fue aquí un realista absoluto. Cuando he presentado este filme a los jóvenes actuales, lo han considerado excelente. De esta suerte, se ve que no todos rechazan el realismo en el cine y lo disfrutan cuando tienen la oportunidad de verlo, ya sea en el cine de arte o del comercial.
A propósito de este último cine, hay que referirse al género de las cintas de pistoleros norteños, que se suponía que imitaban y muy mal, al cine norteamericano e italiano de los años 70 y 80 con títulos como Pistoleros famosos o El silencio asesino. Por supuesto que nadie o muy pocos lo consideraban en serio. Sucedió entonces que la situación de violencia y muerte que vive México ahora, ya estaba prefigurada en estas películas hechas casi todas con el fin de ganar dinero, exceptuando, claro, a las cintas de Alberto Mariscal. Y ha ocurrido el caso de que la vida ha imitado y repetido al ¿arte? Bueno, pues mejor dicho al comercialismo más abierto y si éste acabó siendo realista a pesar suyo, ¿entonces qué? Por algo la reciente muerte de Mario Almada, el actor más idóneo para estos filmes, ha sido revalorado como una gran figura del cine nacional y claro, merece serlo.
Mientras tanto, el cine de Hollywood, cada vez más prepotente y mediocre en todo el país, insiste en fabricar la misma historia una y muchas veces del relato dizque de terror combinado con esa condición que según los estadounidenses es natural (?) y normal (?) en ellos y que es la paranoia hacia los enemigos gratuitos que, sobre todo, persiguen y destruyen a los inocentes gringos. Al final pues sucede que el mal triunfa por completo, lo cual indica el pesimismo ante el american way of life y además están las inacabables llegadas de filmes con héroes sacados de las tiras y revistas cómicas y los personajes normales de origen humano son cada vez menos. ¿Y el realismo?, pues muy escaso y muy ninguneado. Por todo esto, fui al cine, dizque de arte, y disfruté un filme francés titulado La magia de los sentidos, –de un cineasta llamado Eric Besnard–, sobre la historia del amor que surge entre un joven autista y una atractiva viuda, y todo era normal, tranquilo, creíble y realista y la gocé bastante, por lo tanto seguiré buscando y recomendando el cine realista.§