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Una revolución olvidada // César Morado

...y las causa lo fueron cercando, cotidianas, invisibles..[1]

Silvio Rodríguez

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TUVE LA FORTUNA de acompañar —con Javier Garcíadiego— a Beatriz Gutiérrez, durante la presentación en Monterrey de su libro Episodios de la Revolución Mexicana[2], alusivo a la trayectoria de Rogelio Fernández Güell (1883-1918), político, poeta, periodista y filósofo costarricense. Comentamos algunas razones por las cuales consideramos pertinente la lectura de este volumen.

En primer término, porque nos habla de la Revolución Mexicana —así con mayúsculas—, el proceso político, económico y social más importante del siglo XX y que hoy tenemos profundamente relegado del debate nacional. Nadie quiere hablar de ella, como si no fuera el cimiento del México actual, —algunos historiadores han insinuado que se trató de un error histórico, que hubiera sido pertinente continuar con la modernidad porfiriana—. Ni siquiera en el partido político que se erigió como heredero quieren discutir el legado de la Revolución. No se trata de analizarla para volverse maderista, carrancista, zapatista, villista o cardenista, sino para dimensionarla históricamente, pero nadie quiere arriesgarse a contaminarse, por ahora, hablando del tema, olvidando que la constitución que aún nos rige, es legado suyo, por decir lo menos. Nadie quiere hablar del famoso Sufragio Efectivo no Reelección, en un momento en que empiezan a celebrarse felizmente reelecciones a lo largo del país.

Segunda razón para su lectura, porque deja claro que el proceso de creación de conocimiento histórico es inagotable. Cuando creíamos saberlo todo sobre la Revolución Mexicana. Cuando teníamos ya infinidad de textos testimoniales, novelas de la revolución, historias revisionistas, historias pos revisionistas de la talla de Alan Knight por ejemplo[3]. Aparece un nuevo texto que nos aclara, nos devela aspectos desconocidos, ángulos no contemplados. Hace un tiempo un grupo de colegas tuvimos el privilegio de participar en una obra colectiva de ocho volúmenes, el Diccionario Histórico y Biográfico de la Revolución Mexicana[4] que recoge biografías, batallas, corridos, manifiestos y partidos. Pensábamos haber incluido a todos los que son. Hoy nos percatamos que no y cada vez aparecen más hombres y mujeres que participaron como el estudiado por Gutiérrez.

Tercera razón: La Internacional Liberal, todo mundo habla de la Internacional Socialista, pero casi nadie conoce la primera, que en términos de Carlos Jaramillo, podemos denominar como una diversificada red de radicales latinoamericanos hermanados por la masonería para establecer en sus países regímenes laicos, democráticos y republicanos a fines del siglo XIX y principios del XX.Costa Rica, de la que se habla muy poco en las historias latinoamericanas se había convertido en el epicentro de una fraternidad revolucionaria que buscaba liberar a Cuba del imperio español y por ella deambularon numerosos intelectuales provenientes de Centro y Sudamérica, traficando armas, ideas y manifiestos. Nuestro ilustre vecino el tamaulipeco Catarino Garza[5], por esta razón apareció refugiado en este país centroamericano, perseguido por Porfirio Díaz. A este marco de referencia liberal pertenece el filósofo Rogelio Fernández Güell. Aunque no había redes sociales, los líderes se wathsapiaban por correspondencia tradicional y los archivos de las logias y los clubes políticos están arrojando nuevas luces sobre estos movimientos.

Existe aún una cuarta razón. La mirada del filósofo sobre la Revolución. Rogelio Fernández es un filósofo muy joven, formado en la España impactada por el modernismo. ¿Qué debe hacer un filósofo cuando lo atrapa un aguacero, una tormenta, una revolución? El sueño del filósofo revolucionario es situarse en el vórtice del huracán revolucionario. Sin embargo, a muy pocos filósofos les corresponde una: a Carlos Marx la de 1848, a otros los coge de improviso sin saber que hacer como a Michel Foucault que en pleno Mayo de París de 1968 había escrito El hombre ha muerto, si el hombre había muerto entonces ¿quién estaba marchando en las calles parisinas?[6] cuestionaban los estudiantes. La revolución parece inasequible para los filósofos. Impuestos a realizar generalizaciones, recurrir a las abstracciones, la aprehensión de lo concreto resulta muy compleja. Karel Kosik, en Dialéctica de lo concreto, lo entendió muy bien[7] .

A Fernández lo absorbe la Revolución Mexicana. Escribió su versión en 1915 y durante casi cien años permaneció casi desconocida en México. Entonces uno piensa como lector, ¡Ya la hicimos!, finalmente vamos a tener una interpretación filosófica de la revolución en voz de un protagonista, más allá de las crónicas de generales sus subordinados. Ciertamente, a la revolución mexicana le faltaba su filósofo que la pensara, que la interpretara, por ahora tenemos la versión entre periodística y filosófica de Fernández. Quizá los lectores esperarían que su interpretación estuviera impregnada de la vanguardia marxista, del materialismo histórico, como estaba siendo interpretada por Lenin la Revolución de Octubre.

La interpretación de Fernández proviene de otra vanguardia: la espiritista, con una matriz teórica en París, no en San Petesburgo. Para él, la revolución mexicana está fundada en el derecho providencial de revelarse contra los tiranos, pero finalmente su destino está también definido por la divinidad y no por las fuerzas materiales y la lucha de clases como motor de la historia. Madero debía sacrificarse, como Jesús para salvar a sus semejantes. El sentido de sacrificio es vital en la interpretación de Fernández y lo asume a un grado tal que el mismo ofrenda se vida emulando a Madero, muere también rebelándose contra el gobierno de Federico Tinoco en Costa Rica en 1918 con apenas 35 años de edad. Una gran pérdida para Costa Rica y para México.

Existe aún una quinta razón: la historia escrita por mujeres. La feminización del gremio, de los y las que escriben historia en México es —felizmente— cada día más amplio. A ese gremio pertenece Beatriz Gutiérrez[8] que ha escarbado muchas horas en bibliotecas y archivos para hurgar nuevas evidencias de los intelectuales maderistas que ha venido estudiando últimamente. Independientemente de que comulguemos o no con Fernández en el sentido de sacrificio que deben hacer los hombres para generar mejores condiciones de vida, compartamos o no la necesidad de ofrendarse, el libro vale la pena leerse. Mucho más, en un contexto de sucesión presidencial, donde el principal desafío es la legitimidad, problema que históricamente ha ubicado a México al borde de las revoluciones… Todavía queda mucho por debatir. Cierro con el epígrafe elegido hace un siglo por Fernández para la primera edición de su libro: “A la memoria de todos, los que en diferentes épocas, han padecido y muerto, por la causa de la libertad de los pueblos”[9] .

Notas

[1] Rodríguez, Silvio. Canción Causas y Azares. Álbum del mismo título. Editado por Solaland. Habana, Cuba. 1986.

[2] Fernández Güell, Rogelio. Episodios de la Revolución Mexicana. Edición y estudio preliminar de Beatriz Gutiérrez Müller. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. 2017.

[3] Knight, Alan. La revolución mexicana. Del porfiriato al nuevo orden constitucional. México. Fondo de Cultura Económica. 2010.

[4] Diccionario Histórico y Biográfico de la Revolución Mexicana. Vol. I-VIII. México. INEHRM. 1992.

[5] Young, Elliot. Catarino Garza’s Revolution on the Texas-Mexico border. Durkhan. Duke University Press. 2004.

[6] Castro Orellana, Rodrigo. La frase de Foucault: El hombre ha muerto. Alpha (Osorno), 2005.

[7] Kosik, Karel. Dialéctica de lo concreto. Estudio sobre los problemas del hombre y el mundo. México. Grijalbo. 1967.

[8] Beatriz Gutiérrez Müller. (México, 1969). Doctora en teoría literaria por la UAM Iztapalapa. Investigadora y maestra universitaria.

[9] Fernández, op cit., pág. 5.