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La tercera es la vencida // Óscar Tamez Rodríguez

El triunfo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en la elección del uno de julio del 2018, es el mandato del pueblo por emprender un viraje en la visión que se tiene del Estado mexicano. Desde principios de los 90 en el siglo XX, la visión cambió hacia un Estado globalizado, de libre comercio y abierto a la economía global. Las promesas de AMLO respecto a acotar este rumbo fue el factor principal que contribuyó a su victoria electoral.

Luego de dos intentos fallidos como candidato a la presidencia de la República, uno en 2006 y otro en 2012, López Obrador venció de forma contundente a sus opositores.

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El éxito electoral del tabasqueño debe analizarse al margen de la realpolitik [1] , pues es un mandato del pueblo, en el mejor sentido de un ejercicio democrático, diciendo que quiere un cambio de régimen, pasar de la visión del sistema político mexicano hacia un modelo más nacionalista, popular y con visión hacia la microeconomía.

El contexto

El año electoral inicia en septiembre del 17; con él se estrena el mamotreto llamado “ley electoral”, el cual presenta una amplia cantidad de inconsistencias, enredos, absurdos, lagunas y elementos para hacer sospechar que está hecho para manipular y controlar los procesos eleccionarios democráticos.

De entrada, la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (LGIPE) debió ser interpretada en diversos momentos por la autoridad electoral, entiéndase INE o TRIFE; pero no sólo eso, sino implementar una serie de reglamentos a la misma que en ocasiones terminaron siendo opacos, farragosos o incomprensibles.

Luego del triunfo de AMLO en la entonces Jefatura del Gobierno del Distrito Federal, en el año 2000, el expriista se centró en hacer su campaña rumbo a la presidencia de México; en el primer tercio [2] de su travesía, ésta se distinguió por las confrontaciones con el presidente Vicente Fox.

El segundo tercio, iniciado con el robo electoral que le hicieran y con marcada influencia negativa de Fox y el Consejo Coordinador Empresarial, AMLO enfiló su proyecto a desmarcarse de la imagen violenta que se le formó durante el primer tercio. Al término de esta parte de su campaña presidencial, pierde legal y legítimamente con Enrique Peña Nieto; pero no desiste: dejado por los partidos que le postularon, crea su propio partido político: Morena.

La tercera parte de su campaña tiene como insignia el crecimiento electoral de AMLO y su marca, Morena, en todo el país. Él como persona logra penetrar a los estados del norte, principalmente en Nuevo León, donde su crecimiento marcó diferencia.

El mejor momento para AMLO y Morena, el que marca el antes y después en lo que definiría la elección presidencial del 18, fue la elección para gobernadores en el Estado de México (Edomex) y Coahuila; en ambos, Morena fue rival y parte fundamental de la elección.

En el Edomex el aparato gubernamental nacional y federal debió entrar en operación para superar por un mínimo marcador a la poco conocida maestra Delfina Gómez Álvarez. El triunfo del priista Alfredo del Mazo no pudo legitimarse ante la derrota frente a Morena, no obstante de las evidentes ‘marrullerías’ que debieron hacerse para no perder el bastión del grupo Atlacomulco, base electoral del todavía presidente EPN.

La conclusión de los empañados triunfos priistas en Edomex y Coahuila, fue el banderazo para la carrera presidencial. Por el PAN, Ricardo Anaya se consolidó como presidente de este partido y un político joven con buena imagen; por su parte, el PRD vivió la peor desbandada de militantes quienes cruzaron la calle y se sumaron de uno en uno y por montones al proyecto presidencial de AMLO.

En el PRI, con el viejo estilo renovado y desaseado de EPN se manipuló al tricolor, violentando las formas, llevando a cabo una convención en la que reformaron los Estatutos del otrora partidazo y abrieron la puerta a los llamados candidatos ciudadanos 3 no militantes, primera herida a los órganos vitales de ese instituto político. Su mayor orgullo, la militancia, ahora fue despreciada, acusada en silencio de corrupta por los vicios de quienes controlan el poder en ese partido.

Los liderazgos de barrio, de colonia, los jóvenes y mujeres afines al pensamiento priista, hoy padecen la carga de la corrupción, la impunidad y la ineficiencia de los gobernantes emanados de ese partido, y sin culpa alguna ahora ellos cargan la mácula.

Al inicio del año electoral arriban nueve partidos nacionales: PAN, PRI, PT, PRD, Verde, Panal, MC, Morena y PES. Aunque en política no hay casualidades, casualmente estos partidos se pudieron agrupar alrededor de tres candidatos presidenciales; así, en las tres coaliciones formadas pudieron cohabitar moros y cristianos, tirios y troyanos, legítimos y espurios.

La coalición llamada ‘Por México al Frente’, integrada por el PAN, PRD y MC, se veía como una opción de cambio sólida y fuerte ante la posibilidad de estrenar las coaliciones de gobierno en el país.

La otra coalición opositora al régimen o al partido en el gobierno, fue la encabezada por Morena, acompañado por el PT y el PES, este último, partido con bases religiosas y postulados radicalmente opuestos a los de los morenistas en temas fundamentales como el derecho a la vida, el aborto y otros más. Sin embargo, se juntaron, y como las otras dos coaliciones, fueron el mejor ejemplo de pragmatismo híbrido, desideologizado y basado en el botín electoral.

La tercera coalición la integraron el PRI y el Verde, que ha acompañado al tricolor en sus más recientes aventuras electorales y en el poder legislativo federal. Con ellos estuvo el Panal, partido formado e identificado con los maestros, el sector poblacional quizá más resentido con el gobierno federal y el régimen peñanietista.

Así, tres equipos de tres agrupaciones ideológica y operativamente disruptivos se lanzaron a la liza electoral.

Junto a ellos se innovó la figura de candidatos independientes, permitiendo a más de una docena de suspirantes, aventureros y chiflados incidir en la aventura electoral. Al final de la meta llegaron sólo los dos con posibilidades reales de alcanzar el primer escalón: la candidatura. Ellos fueron Margarita Zavala, única mujer en todo el proceso con la lápida que representó ser esposa de Felipe Calderón Hinojosa; el otro, Jaime Rodríguez Calderón, gobernador de Nuevo León, quien llegó plagado de cuestionamientos por parte de la autoridad respecto a la legalidad de su proceder al recolectar firmas para su registro.

En abono a Jaime Rodríguez sólo podemos agregar que, casualmente, la autoridad electoral en el 2018 le señaló y marcó las mismas faltas que le dispensó en el 2015 (claro que reiteramos, en política no existen las casualidades, por tanto, usted saque sus conclusiones).

Desde el principio y derivado de esas lagunas antes referidas en la legislación electoral, la autoridad el INE —para ser exactos—, se comportó como El Tirantes de la AAA en la lucha libre. Para completar el cuadro, el Trife le hizo segunda al estilo de Viruta ante las payasadas de Capulina o como el carnal Marcelo —el de Tin Tan— con el cómico tamaulipeco.

Inició el proceso electoral con cuatro candidatos, los cuatro fantásticos: La mujer invisible (Margarita), el joven irreverente que incendia lo que toca (Anaya), el hombre elástico, el sereno líder genio que surge del mismo sistema que promete cambiar, un híbrido del PRIAN (Meade) y la mole, el invencible a garrotazos, el de piedra, feo, pero adorable para el pueblo (López Obrador).

Más tarde se sumó silver surfer, ese personaje surgido del mismo grupo de los otros cuatro, pero renegado, resentido (Jaime). Al medio tiempo de la contienda, hubo la primera y única baja de los cinco candidatos que finalmente aceptó el Trife y obligó al INE a reconocer; por tanto, la mujer invisible abandona y acepta no tener posibilidad alguna, abdica, y contrario a lo esperado no se suma a ninguna de las campañas de los cuatro restantes.

Una campaña política sui géneris

Todas las campañas políticas tienen en común que hay un candidato oficial, el cual representa al sistema, al statu quo del régimen y que, por razones obvias, es el enemigo a vencer, pues cuenta con el apoyo del aparato gubernamental; lo mismo aplica esto en México más que en cualquier democracia del mundo. La oferta de ese candidato es la continuidad en las políticas públicas, el régimen, la estabilidad y, en síntesis, la continuidad del establishment.

El otro elemento común en todas las campañas es el candidato opositor, el que ofrece el cambio, el que reivindica las causas de los resentidos con el sistema, el que pretende conjuntar a los opositores al régimen y ofrece un cambio de rumbo en la visión de Estado que se tiene; la base de su campaña es el cuestionamiento al actual gobierno y, por supuesto, al candidato que representa al sistema vigente.

La elección del 18 fue sui géneris, como ya lo referimos; hubo cuatro y luego tres candidatos opositores al régimen, dos surgidos del mismo régimen neoliberal vigente desde los 90 del siglo XX y dos con propuestas disruptivas al sistema.

La elección se polarizó, para beneficio de AMLO, en una forma distinta a la que establece la liturgia de la estrategia política. La disputa no fue contra el candidato oficial, quien terminó viviendo una campaña gris y sin presencia social.

La disputa fue entre los dos candidatos de oposición fuertes: Ricardo Anaya —apodado Canallín por AMLO en el segundo debate— y AMLO. El primero con una propuesta de cambio “gatopardo” y el segundo con una oferta electoral populista basada en el rencor, el resentimiento y la ira del pueblo con la clase política y sus decisiones.

Los debates mediáticos

Hubo tres debates mediáticos con formatos diferentes, en un esquema farragoso, poco atractivo y deslucido donde las figuras centrales fueron los periodistas moderadores y no los candidatos. Debates donde era imposible debatir, no por el formato —como tanto aducen algunos sesudos— sino por la cantidad de contendientes en la mesa y el tiempo aire empleado para la pasarela.

Antes de llegar al primer debate, el rumbo de la contienda ya estaba definido: el centro de la elección era AMLO, quienes estaban a favor del tabasqueño y los que no, es decir, los aspirantes representantes del PRIAN —Meade y Anaya— buscaron en todo momento llegar a una final de dos fuertes, nunca lo lograron y la elección del uno de julio fue de tres opciones: dos en contra de AMLO, dos en contra del PRI y una sola diferente, disruptiva, representante de un nacionalismo tropicalizado.

Los candidatos de la coalición encabezada por el PRI y la encabezada por el PAN, dedicaron su artillería a desgastar a Andrés Manuel; pretendieron hacerlo ver como un peligro para México, como el representante del pleistoceno, poseedor del ADN de los dinosaurios del régimen hegemónico. Todo simple guerra sucia.

Revisando las propuestas electorales de los tres candidatos fuertes, se pudo observar que eran recurrentes en los asuntos centrales que a los mexicanos nos preocupan, la diferencia fue que Meade y Anaya surgían de proyectos manchados de corrupción, tema central de la campaña de AMLO a quien le rindió los frutos esperados y algo más.

Los debates fueron pérdida de tiempo, pequeños reality show dentro del proceso. Tuvieron nula influencia, pues los tres se inclinaron por los ataques al puntero, los cuales no hicieron mella en su caparazón electoral. Por el contrario, contribuyeron a consolidarlo en las preferencias electorales, según las encuestas, que, dicho sea de paso, no se equivocaron como en las dos pasadas elecciones presidenciales. Lo cual abre la duda sobre si entonces la herramienta estadística utilizada fue obsoleta o en su caso hubo una abierta manipulación.

Participantes en el segundo debate a la presidencia de México: Jaime Rodríguez Calderón, Ricardo Anaya, José Antonio Meade y Andrés Manuel López Obrador junto al presidente del INE Dr. Lorenzo Córdova Vianello.

Participantes en el segundo debate a la presidencia de México: Jaime Rodríguez Calderón, Ricardo Anaya, José Antonio Meade y Andrés Manuel López Obrador junto al presidente del INE Dr. Lorenzo Córdova Vianello.

Un final anunciado

Tal como se percibía entre la sociedad, las encuestas proyectaron un triunfo holgado del candidato de Morena por sobre sus competidores. Ganó AMLO con el 53.19% de los sufragios emitidos correspondientes a 30,113,483 votos; un triunfo indiscutible que da legalidad y legitimidad al vencedor, el candidato antagónico al sistema político vigente y con ello se derrotó al proyecto neoliberal imperante en las últimas tres décadas. Venció sin propuestas de gobierno innovadoras, sin oferta política social simplemente ofertando honradez, legalidad, honestidad y un gobierno justo, como si estos valores no fueran inherentes a todo gobernante.

Es precisamente esa falta de valores, llevada al extremo por los gobernantes del siglo XXI, lo que sirvió de plataforma a Andrés Manuel, cuyo triunfo anunciado tuvo como ingrediente de suspenso, no la disputa entre los candidatos, sino la duda de si la autoridad electoral manipularía el proceso para descarrilar al candidato de Morena.

Fue, pues, una elección donde pareciera que el gobernante en turno tuviera en el candidato más radical a su candidato, donde al candidato que se apoyó desde el poder se le apoyó con malas decisiones: como los aumentos al costo de vida, los combustibles y, en lo general, con decisiones que en todo momento fueron nutrientes al descontento social existente.

Hoy tenemos presidente electo, el primero autodenominado de izquierda en la Historia Presente, el primero reconocido por las izquierdas mexicanas como suyo.

La historia del gobierno autollamado de ‘la cuarta transformación histórica de México’ aún no se escribe.

Notas

[1] Es la política basada en acciones concretas y prácticas, la política del día a día que no está escrita en los libros de teoría o filosofía política y es la que en realidad se ejerce a partir de un pragmatismo operante.

[2] Si dividimos el tiempo de campaña de AMLO, tuvo tres tercios, el de su enfrentamiento contra Fox, el segundo en su presidencia legítima durante el sexenio gobernado por Felipe Calderón y el que inició en 2012, con la conformación de su propio partido político, Morena.

[3] El PRI en su Asamblea Nacional, vota y aprueba que pueda haber candidatos a los cargos de elección popular sin militancia en el partido. Ciudadanos de esos llamados apartidistas que pueden ocupar los cargos de elección popular a los que aspiran los militantes y que ahora son relegados.

Índice de ilustración

Pág. 3 Méndez, José / EFE (2018) Fotografía tomada de https://www.tendencia24.com/ mexico/amlo-prepara-el-nuevo-aeropuerto-internacional-de-cdmx/

Pág. 4 Agencias (2018) Fotografía tomada de https://www.lapagina.com.sv/internacionales/ imparable-andres-manuel-lopez-obrador-este-domingo-en-elecciones-mexico-2018/

Pág. 6 CNN en Español (mayo 2018) Fotografía tomada de https://cnnespanol.cnn. com/2018/05/21/segundo-debate-presidencial-en-mexico-lo-que-los-candidatos-dijeron-sobre-la-relacion-con-estados-unidos/

Pag. 7 Torres Santesteban, Anisley (2018) Fotografía tomada de http://www.cubatv.icrt.cu/ andres-manuel-lopez-obrador/